Reseña de «6 Relatos ejemplares 6»

Título: 6 Relatos ejemplares 6

Autor: María Elvira Roca Barea

Editorial: Siruela, Madrid, 2018. 196 pp.

 

6 relatos. 6. Y esperemos que no sean los únicos, pues estos últimos trabajos de María Elvira Roca Barea son muy necesarios. Tan provechosos como gratos. Escritos con una prosa en ocasiones sobria, otras más ligera, pero siempre irónica (nunca burlona ni sarcástica) y precisa. Una prosa, en fin, apropiada y certera para los objetivos del libro. Y aunque en ocasiones encontremos alguna afirmación que puede dar visos de idealismo o de psicologismo, no quita para reconocer el rigor histórico y crítico que estos relatos nos ofrecen. Por más que sea desde la ficción. Y es que la ficción, como también cualquier producto artístico, aunque lo sea -y más para un materialista- no puede ser juzgada al margen de un marco ontológico de referencia. Un marco ontológico verdadero, un marco que no pueda ser rechazable, por ejemplo, desde los conocimientos científicos -incluyendo los históricos- de nuestro presente. Y en ese aspecto, a nuestro juicio, la autora acierta de pleno -como buena historiadora que es-.

Puede que haya quien se extrañe por el hecho de que doña Elvira se haya «metido a la ficción» teniendo en cuenta último trabajo.91zamvuznol Pero lo que la autora aquí nos ofrece no es meramente «un ejercicio literario», un mero entretenimiento al lector -cosa bastante vulgar-, lo que persigue nuestra autora no es sino poner las cartas sobre la mesa en unos relatos sobre épocas, sucesos y personajes históricos que vienen muy bien para mostrar el ridículo de ciertas idealizaciones, esto es, mitificaciones, y la falsedad de la omnipresente y pregnante leyenda negra antiespañola, no menos mitológica pero en un sentido negativo. La leyenda negra. Esa losa, como se ha dicho tantas veces, que se tira (o que nos tiramos) constantemente contra nuestro presente. Contra nuestra nación. Una losa que, aunque pueda parecer exagerado para algunos, esperemos que no se convierta en lápida. Y es que la historia es otra forma de hacer política, otro campo de batalla.

María Elvira, hace ya un tiempo conocida por su Imperiofobia y Leyenda negra, realiza en este libro de relatos históricos un juego constante de perspectivas -mezclando planos emic y etic- muy provechoso; un conjunto, en fin, de ejercicios desmitificadores. Construye, en suma, unos relatos críticos, filosóficos y, por tanto, políticos. Relatos, sin duda, polémicos, pues escribir es escribir contra alguien y contra algo. Así, tras una breve introducción, la autora nos lleva, a través de las reflexiones del mayordomo, la cocinera y el médico judío, a la desdichada figura de Ana de Sajonia, segunda esposa de Guillermo de Orange. Mostrando cómo, con esta figura, y muchas otras se realizó por parte de «los señores» un conveniente ejercicio de sepultura histórica. Sin dejar de introducir, antes, una de las figuras que -de forma explícita o no- van a estar presentes en muchas partes del libro, a saber: Lutero. Un Lutero ajeno a cualquier dorada mitificación que, aunque arbitrario, «tiene poder para imponer su voluntad, porque su voluntad es la de los príncipes alemanes, y la voluntad de los príncipes alemanes es la suya» (p. 21).

En el segundo relato nos introduce en la batalla de Frankenhausen, la más sangrienta de la Guerra de los Campesinos. Aquí la autora, a través de los diversos personajes que recorren sus páginas, nos muestra cómo la prédica luterana -cuyo objetivo era la Iglesia de Roma y el emperador Carlos V- había conseguido llevar al estallido social. Se ofertaba la llegada del momento en que «la justicia de Dios reinara en la tierra por encima del papa, de los obispos, del emperador y hasta de los príncipes» (p. 54). Pero sólo se obtuvo guerra y sangre. Y es que los experimentos en el capo social y político no son muy controlables; las doctrinas insufladas por el hereje terminaron volviéndose contra los propios señores (incluido Lutero aquí). Una vez que se desata el fanatismo éste es difícil de controlar. Y ya se sabe, toda revolución acaba devorando a padres e hijos.

El tercero de los relatos, en el que relata el imaginario paseo de Shakespeare por Verona, es, a nuestro juicio, el más flojo de todos. Aunque no carece de sutilezas y toques de humor, y no deja de realizar el ejercicio desmitificador de figuras y épocas que se propone el libro -sobre todo en lo tocante a la ocultada condición criptocatólica del dramaturgo-, carece de la potencia argumental de los restantes.

El cuarto relato deja a un lado el humor y se introduce de lleno en la agria, dura, gris y sangrienta Ginebra de Calvino, ese que jamás «pudo distinguir lo literal de lo figurado ni orientarse en el vergel de las metáforas» (p. 115). A través de una patética y lacerante carta, escrita con la frialdad del desesperado, María Elvira retrata el resultado de la introducción del fanatismo calvinista, con ayuda de los franceses, en la otrora alegre Ginebra. Nos cuenta cómo quebró familias y vidas, y cómo todo lo que no fuera someterse al dogma y a la voluntad de Calvino era perseguido hasta la muerte, tras quemas y torturas. Y tras tanta barbarie, silencio. Nada de todo ese horror ha de saberse.

En Campanas de Breda, el quinto relato, la autora a través de otra carta nos hace un retrato, indirecto de nuevo, del gobierno de Felipe Guillermo de Orange-Nassau. Aquel que fuera hijo primogénito de Guillermo de Orange y que permanecería en España hasta 1596, año en el que marcharía con el apoyo de Felipe II para reclamar su herencia en aquellas tierras. Nos cuenta cómo Felipe Guillermo, no sin constantes dificultades, intentó gobernar con «tolerancia», equidad y en un difícil equilibrio entre las distintas sectas existentes en esas tierras. Obligando incluso a sus súbditos a «vestir a la flamenca» para mayor agrado de los naturales y muestra de buena voluntad. Un intento, en fin, de poner a la ley por encima de la religión. Un intento vano, hasta ingenuo, pues la religión entonces -y hoy- era una cuestión política fundamental. El conflicto, las revueltas, incluso las guerras, fueron inevitables. Y más cuando «cada gota de sangre noble quiere aquí su propio fuero, […] y ni saben que hay océanos y tierras nuevas al otro lado del mar ni que hay turcos en Oriente» (p. 142).

El último de los relatos, que bascula continuamente entre el siglo XVI y el XX, nos adentra en la desconocida figura de Lady Margaret Pole, la última de los, tampoco muy conocidos, Plantagenet en tiempos de los idealizados Tudor. Y es que los ingleses, con su «costumbre inglesa de reescribir y reescribir la historia para irla acomodando a los acontecimientos del presente» (p. 183), siempre han sido expertos en tapar el terror y la sangre vertida en sus tierras y cargar de culpa a otros con fantásticas y doradas historias, ya sea en los libros, en los periódicos o en las pantallas. Es así que la autora, en un recorrido introspectivo de la protagonista del relato, Mercedes Martín -a instantes de presentar su tesis doctoral sobre Lady Margaret-, nos cuenta los horrores y persecuciones que esta importante y poderosa familia inglesa -tanto que, como nos dice María Elvira, de su regazo nació la literatura artúrica- sufrió a manos de los Tudor hasta sus últimos días. Célebre es el caso de la ejecución de Tomás Moro, o el de las esposas de Enrique VIII, pero muchos más fueron los casos de sufrimiento, persecución, aislamiento y ejecución que se sucedieron durante el reinado de esta dinastía.

Y con éste relato termina María Elvira el libro, pero podría seguir y seguir con muchos más. Como ella mismo afirma en la introducción, hay cientos de historias como las que se relatan en el libro. Historias que los españoles deberíamos conocer, no ya sólo por prurito patriótico, o mera cuestión de cultura subjetiva. Sino también, y sobre todo, por tener elementos de crítica y de defensa contra esos relatos que desde otras culturas, naciones, imperios, se han hecho sobre España y su curso histórico. Principalmente, contra la omnipresente y corrosiva leyenda negra.

Recomendamos y celebramos pues, la publicación de este libro, que, como decíamos, aporta algunos de esos elementos de juicio y crítica. Y, aunque siempre mejorables, y sobre todo ampliables, no deja de ser un empeño que dado el estado actual de España, de nuestra política y nuestras batallas internas y externas, es más que bien venido. Y ojalá demos la bienvenida a más.

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