Título: Vox: Entre el liberalismo conservador y la derecha identitaria
Autor: Pedro Carlos González Cuevas
Editorial: La Tribuna del País Vasco. 2019. 300 páginas
Pedro Carlos González Cuevas es, sin duda, una de las personalidades con más prestigio dentro de la escasa intelectualidad disidente que hay en España. Aclaro que entiendo por intelectual disidente aquel que es capaz de criticar de forma radical al régimen realmente existente (el del 1978) y desvelar sus auténticos orígenes, y al mismo tiempo despreciar la cháchara políticamente correcta y el “pensamiento” (¿) progresista vacío de contenido.
Desde estas premisas, y con un método historiográfico serio, hacia falta un libro sobre VOX. No valen las “alertas antifascistas” de los “demócratas” que no aceptan los resultados electorales y no tienen ni idea de lo que fue el fascismo. No valen los llamamientos a reconstruir el “centroderecha”, de esos que, acertadamente, el autor califica de militantes de la “razón cínica”, es decir, la derechona liberal-conservadora, abanderada de un vacío absoluto de contenidos y que solamente cree en la economía. No valen tampoco las críticas a VOX desde sectores de un patriotismo marginal, que, aunque a veces lleven razón, están manifestando resentimiento y envidia ante el crecimiento espectacular del partido verde, que contrasta con su manifiesta incapacidad y sus continuos fracasos.
El libro empieza con una impecable disección del régimen del 78 y de la tan canonizada Transición. El autor analiza de modo inmisericorde a este régimen y a la constitución que le da forma. El falso consenso que lo único que hace es apartar y aparcar los problemas; el cierre en falso de muchos conflictos, como el territorial. La formación de un Estado de las Autonomías, que multiplica por diecisiete las administraciones, que genera enfrentamientos territoriales y, sobre todo, al dejar abiertas las competencias, da pie a un conflicto continuado entre autonomías y entre estas y el Estado, que los partidos nacionalistas no dejan de atizar.
González Cuevas se muestra especialmente crítico con el panfilismo proeuropeo, que hizo que España entrara en la UE en unas condiciones tremendamente draconianas. El desmantelamiento de nuestra industria pesada y las condiciones onerosas para nuestra agricultura, fue el precio que hubo que pagar para que los “españolitos” superáramos nuestros complejos, siempre alimentados por la Leyenda Negra, y nos sintiéramos (¡por fin¡) “uropeos”.
Ni la derecha ni la izquierda del régimen escapan de las críticas. La primera, reconvertida en “centro”, renuncio a toda referencia ideológica y a toda acción en el terreno del pensamiento. Nadie de este sector se atrevió a reivindicar, ya no a Maeztu, sino tan solo a Ortega o a Laín Entralgo. Cuando José Mª Aznar, el “gran timonel” de este sector, declaro que se sentía heredero de la obra y el pensamiento de Azaña, quedo manifiestamente claro que la “derechona” carecía de referentes ideológicos (o había renunciado a ellos), y que tenía que tomarlos prestados de la izquierda, reivindicando a un personaje que, además, fue un escritor mediocre y un político nefasto. La derecha se había convertido en un complemento necesario de la izquierda, que solamente se ocupaba de economía y de gestión.
El vacío dejado por la derecha fue rápidamente ocupado por la izquierda, que se convirtió, en palabras del autor, en “izquierda feliz”, es decir, sin enemigos ni contrincantes. Pero esta izquierda también había cambiado, pues había abandonado el marxismo para entregarse a la socialdemocracia “rosa”. Ya no hablaba de “revolución” ni de “clase obrera”, sino de “derechos individuales”, “lucha contra la exclusión”, “heteropatriarcado” y, sobre todo, de “antifranquismo” y “antifascismo”.
La crisis económica hizo saltar por las aires el bipartidismo imperfecto, que había beneficiado durante años a los partidos nacionalistas de Cataluña y el Pais Vasco, que habían actuado de bisagras ahora del PP, ahora del PSOE, y habían ido obteniendo más y más competencias y cuotas de poder. Durante este periodo solamente los asesinatos terroristas de ETA habían alterado la “paz política”.
La aparición de nuevas fuerzas políticas (Ciudadanos, Podemos) y la ofensiva separatista en Cataluña marcan esta nueva etapa. Hay una alianza objetiva (a pesar de sus diferencias) entre el PSOE, Podemos y los separatistas catalanes para rematar el moribundo régimen del 78, con una brutal ofensiva ideológica y política. Reactivación de la Leyenda Negra, ofensiva “antifranquista” (40 años después de la muerte del General Franco), imposición ideológica de leyes de género y LGTBI (o como se llame), pero sobre todo, una autentica persecución ideológica contra todo lo que suene a tradicional, incluso en el propio lenguaje: genérico femenino, estigmatización de la caza y de las corridas de toros, ¡hasta el comer carne¡.
En este contexto nace VOX. González Cuevas, con su buen hacer de historiador competente, desgrana con gran cantidad de datos las vicisitudes del nacimiento y de los primeros pasos de VOX, sus primeras andanzas electorales de la mano de Vidal-Quadras que acabaron en fracaso, sus años de irrelevancia, su travesía en el desierto, y finalmente, el estallido de su primera victoria en las elecciones andaluzas.
El éxito electoral del VOX responde a la irritación de una parte importante de la sociedad española, y responde a un voto de protesta. Gente cansada de votar a opciones conservadoras que, después de obtenido su voto, compiten con la izquierda a ver quien es más “progresistas”; gente cansada de que sus valores y su forma de vida sean constantemente estigmatizados, cuando no criminalizados, por los medios de comunicación y la cultura “oficial”, que repite de forma monocorde todos los mantras del progresismo políticamente correcto; gente cansada de ver la falta de respuesta a la ofensiva separatista en Cataluña. También, aunque en grado mucho menor, recoge voto procedente de la izquierda, de gente también cansada de uno partidos “progresistas” que han olvidado a los trabajadores y se preocupan únicamente de feministas, LGTBI y inmigrantes.
El gran reto de VOX es como administrar este voto, es decir, de como pasar de la protesta a la propuesta. Y aquí es donde González Cuevas, en mi opinión, acierta plenamente, al plantear el dilema de VOX, que se resume en el subtítulo del libro “entre el liberalismo conservador y la derecha identitaria”. Cuando VOX hace ostentaciones de patriotismo, cuando reivindica, en positivo, personajes y sucesos de la historia de España (Blas de Lezo, Covadonga), cuando hace guiños (tímidamente) a un “giro social”, o incluso cita (sin citarlo) a Ramiro Ledesma (“solamente los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria”), manifiesta su alma identitaria.
En el programa económico de VOX se manifiesta su otra alma, la neoliberal. Sistema mixto de pensiones, bajadas draconianas de impuestos, retirada del Estado de toda actividad económica, liberalización del suelo, ni una palabra a favor del proteccionismo. Todo esto no se parece en nada a las propuestas de la “derecha” populista e identitaria que triunfa en Europa, ni siquiera se parece en nada a las políticas reales aplicadas en Polonia por el PIS, partido con el que VOX comparte grupo en el Parlamento Europeo.
Este programa económico, como muy bien señala González Cuevas, implica el abandono de las tradiciones del propio pensamiento social conservador español: catolicismo social, maurismo, legislación social de Primo de Rivera y del régimen de Franco, así como de la doctrina social de la Iglesia, explicitada en la encíclica Rerum Novarum de León XIII. No digamos ya de las ideas revolucionarias de Ramiro Ledesma, al que Abascal ha citado varias veces.
Hay, pues, en VOX dos almas en conflicto, y este conflicto puede hacer estallar al partido o, al menos, lastrar su crecimiento. El conflicto se manifiesta a diversos niveles. A nivel ideológico es evidente que no se puede, a la vez, apostar por los valores y las instituciones tradicionales de la sociedad (Patria, familia, matrimonio heterosexual), y por políticas neoliberales, basadas en el hiperindividualismo, que han demostrado ser más eficaces en la destrucción de estas instituciones que el propio marxismo.
A nivel estratégico y electoral este conflicto puede lastrar las posibilidades de crecimiento de VOX. El neoliberalismo puede contentar a una parte de los votantes, que son descontentos del PP, pero este nicho electoral está agotado. La esperanza de crecimiento de VOX está en los abstencionistas y los votantes desengañados de la izquierda. Para atraer a este votante VOX debe abandonar sus propuestas neoliberales, y apostar por una vía transversal, proteccionista y social, capaz de atraer a los abandonados por la Globalización.
Para acabar un dato interesante: en la ciudad de Barcelona, los dos distritos donde VOX ha sacado más votos son el de Sarria – Sant Gervasi (zona alta) y Nou Barris (la zona más humilde de Barcelona). En Sarria el partido más votado ha sido JXCat (el partido de Puigdemont y de Torra), es decir, gente que nunca votará a VOX. En Nou Barris ha ganado el PSOE seguido de Podemos: una parte de este electorado puede acabar votando a VOX, pero para ello hay que abandonar las recetas neoliberales y apostar por la transversalidad, o, como dice Diego Fusaro, valores de “derechas” con ideas de “izquierdas”.