Es cuanto menos curioso que quienes más lanzan más peroratas sobre la libertad son los primeros en quitársela a los demás. La última ocurrencia del Ayuntamiento de Madrid es regular el tráfico de personas en ciertas calles, pasando éstas a ser de un único sentido para los peatones. “No hace falta ir en fila india” —nos dice Rita Maestre—, pero lo cierto es que la Policía Municipal se va a encargar de “redireccionar” a los peatones disidentes. Este esperpento nos sirve de ejemplo para ver cómo la sociedad moderna ha ido acotando y limitando, poco a poco, el espacio de libertad individual que las personas poseíamos. En Madrid ya nos dicen cómo debemos pasear por sus calles.
Benjamin Constant, en su discurso Acerca de la libertad de los antiguos comparada con los modernos, de 1819, dijo que el peligro de la libertad moderna era que preocupados por el disfrute de nuestra independencia privada y la búsqueda de nuestros intereses particulares renunciásemos al poder político. “Los depositarios de la autoridad nos animan a ello continuamente. ¡Están completamente dispuestos a ahorrarnos cualquier preocupación, excepto la de obedecer y la de pagar! Nos dirán: ¿cuál es, en definitiva, el objetivo de vuestro esfuerzo, de vuestro trabajo, de todas vuestras esperanzas? ¿No es, acaso, la felicidad? Pues bien, dejadnos hacer y os daremos esa felicidad”. En el fondo, este “loable” objetivo es el que mueve a nuestros gobernantes; al Ayuntamiento de Madrid, en este caso. Nos dejan consumir para ser felices, pero a cambio de dejarles dictarnos cómo debemos andar, pensar, vivir… ya que, en el fondo, como le decía Lenin a Francisco Giner de los Ríos en una entrevista en 1920, “libertad, ¿para qué?”.
Max Weber ya nos hablaba de la imparable burocratización que desembocaría en una jaula de hierro donde perderíamos cualquier espacio de libertad individual, pero ni Max Weber podía soñar con una sociedad tan tecnificada, automatizada e interconectada como la actual sociedad “post-industrial”, que decía Daniel Bell. Por ello, George Rizter considera que el mundo ha continuado su evolución desde los tiempos de Weber y que el modelo de racionalidad ya no es la burocracia si no McDonald’s; la empresa de comida basura se ha convertido, según Rizter, en el mejor ejemplo actual de racionalidad, aunque sus consecuencias sean irracionales y perjudiciales para las personas. La “mcdonalización” es eficiente porque está deshumanizada, y esta deshumanización se encuentra en sintonía con los cambios sociales y labores que percibimos y con la creciente homogeneización que sufrimos a escala global. Cada época tiene sus monstruos, que expresan el malestar colectivo, y es curioso que la nuestra haya popularizado a los zombis, ya que no dejan de ser los zombis una metáfora sobre cómo vemos nuestro futuro.
En el fondo, cada vez nos vemos más constreñidos ante esa intromisión en nuestras áreas de libertad personal, o cada vez vemos cómo estas áreas se hacen más limitadas, ya que las nuevas tecnologías, en lugar de crear los espacios de libertad que pregonaban, se han convertido en otro medio más de control social. La diferencia entre los aspectos públicos y privados de las personas se diluye progresivamente, cuando vemos que cualquier publicación en la red, sin necesidad de ser ofensiva, puede ser causante de repercusiones en la vida real. Un “me gusta” o una foto o una frase pueden desatar un maremoto en la existencia de una persona.
“Al llegar a este punto, la dominación —disfrazada de opulencia y libertad— se extiende a todas las esferas de la existencia pública y privada; integra toda oposición auténtica; absorbe todas las alternativas” —nos dijo Herbert Marcuse en El Hombre Unidimensional, y no andaba muy desencaminado, dado que la jaula de hierro se va cerrando poco a poco sobre una humanidad que cada vez es menos humana. La burocratización de los Estados y la de los medios de masas se han combinado para crear una maquina represiva que no se había visto antes en la historia. Que esta máquina se nos venda como una solución contra “las amenazas de la libertad”, en abstracto, no deja de ser paradójico, y quizás es ése el problema: que la “libertad”, de tanto usarse, se ha convertido en una palabra hueca, en una palabra vacía de significado, que lo mismo sirve para una cosa que para su contraria. Debemos volver a dar significado concreto a la Libertad, ya que, como dice Miguel de Cervantes en boca de Don Quijote, “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. Por ello, frente a la mecanización y burocratización de la vida, en contra de la destrucción del mundo natural, en contra de la destrucción de las culturas tradicionales y en contra de la destrucción de la calidad de la vida humana, debemos reaccionar, si no queremos acabar en un mundo homogéneo, “mcdonalizado”, marcando todos el mismo paso en una calle con una sola dirección.