Tormenta perfecta

Tormenta perfecta. José Vicente Pascual

Para tormentas de verano la del pasado 27 de agosto; y para testigo de lo ridículo que puede llegar a ser el precariado, quien tuviese oportunidad de contemplarlos en el aeropuerto de Mahón, con el vuelo de regreso a Barcelona suspendido por el temporal. Naturalmente, la mayoría de los viajeros se quejaban muy indignados —es el signo de los tiempos—, como divas de la ópera contrariadas por un retraso intolerable, una pérdida de tiempo que seguramente estaba arruinando sus planes festivos, fueran los que fuesen pero sin duda importantísimos. ¡Son el precariado y tienen derecho —derecho— a disfrutar de sus horas como periquitos en jaula de oro! Suma y sigue. Ya puesta en marcha la aeronave —cuatro horas “delayed”—, ni se les oía respirar, todos y todas acojonaditos y acojonaditas porque aquello se movía como una centrifugadora pasada de revoluciones. El aterrizaje, apoteósico: entre chaparrones y ventoleras quedó al fin detenido el avión; y todos los calabacines —ellos y ellas—, aplaudiendo como si el Barça hubiese marcado el quinto gol al Madrid en una final de Champions. De ilusión también se vive. El retraso y sus inconvenientes, olvidados. Vivir y no morir en el intento es lo primero, y de bien nacidos agradecerlo con aplausos. Así son, como niños.

Puerilizar al vulgo es el primer mandamiento de los que manejan las bridas de esta sociedad cutre-fofa que habitamos; infantilizarnos hasta lo grotesco, hasta convertirnos en una masa sin ayer y sin futuro y sin identidad en el presente, con la pulsión justa para interesarse por lo que van a comer, dónde van a dormir y cuándo descomerán; eso sí, siempre con la cabeza bien alta, siempre al borde de la protesta, como cabreados perpetuos porque el buen acomodo en su vida de corral pende de un hilo y cualquier contratiempo lo estropea, por nimio que parezca. Y si no les llegan motivos para la ira, se los inventan y santas pascuas, que para eso están las redes sociales. No exagero, ojalá. Pasen y vean.

No es falta de razón, de cordura o sensibilidad. Es el triunfo de la grosería, la zafiedad y la ignorancia levantada como estandarte de masas. Y además éramos pocos y parió el feminismo tóxico. No sé si fueron los de esa cuerda quienes tuvieron la idea o se les anticipó el mercado, en este caso el mercado futbolístico: donde hay dinero a espuertas para los hombres, ¿por qué no para las mujeres? Por tanto y en consecuencia: en tiempos de Franco el fútbol era el opio del pueblo —al pueblo pan y fútbol—, mas ahora el fútbol femenino es pieza fundamental en la “liberación” de las mujeres. ¿Por qué? No se sabe bien pero así es. Hay algunas explicaciones poco sutiles que no acaban de convencerme, como que en tiempos del patriarcado a macha martillo el fútbol era territorio vedado a las mujeres, algo parecido. Ya digo que no me convence porque el primer equipo femenino dedicado a este deporte se fundó en 1914, el famoso Spanish Girl´s Club, y no recuerdo yo, a pesar de mi provecta edad, que nadie dijese nada en contra de esta dedicación, como tampoco escuché nunca nada en demérito de nuestras deportistas en otras especialidades, muchas y todas ellas magníficas. Pero en fin, el pensamiento feminasta opera de esa manera: si ellas dicen que el fútbol femenino es necesario para acabar con la hegemonía patriarcal, la majadería se convierte en dogma de fe y quien la niegue en hereje, un fascista o algo peor: un redomado machista. Punto en boca.

Tormenta perfecta, a lo que iba. Mundial, un presidente impresentable que estampa un beso en los morros a una jugadora de nombre, trazas y decires suburbiales; unos cientos de miles de niños adultos, youtubers, tuiteros, influencers de tres pesetas, activistas de sofá y gallofa informativa en general, convenientemente adiestrados y dispuestos a merendar calvo; y todo estalla en las redes sociales. Perfecta la tormenta. De las tetas de Amaral y el incendio de Tenerife nos olvidamos. La ministra de igualdad en funciones, a la carga, se olvida de violaciones grupales en Tudela, Málaga, Barcelona, Castellón, Mallorca, Magaluf, Monforte de Lemos… Lo que importa es el beso no consentido a la jugadora de “la roja”. Horas después de que prendiese el clamor por este asunto y de que los medios de información prebendados iniciasen su cruzada-linchamiento contra el pendejo Rubiales, un hombre de 58 años, excarcelado recientemente por la aplicación de la ley del Solo Sí es Sí, intentó violar a una mujer en Sevilla. Es el primer caso de un agresor sexual acogido a esta ley que decide reincidir. Por supuesto: silencio. La realidad y la verdad pueden resultar muy incordiosas para el discurso dominante, no digamos para el ideario infinito del feminismo descorchado. A callar todo el mundo: la tormenta perfecta tiene que escucharse en todas partes y por encima de cualquier otra voz; y lo peor: tiene que empaparnos a todos, tanto si llueve como si hemos previsto paraguas.

Esa es la fotografía de la actualidad agosteña, ese nuestro panorama. ¿Está usted preocupado por quién gobernará en España a partir del mes que viene? ¿Le inquietan la inflación, la subida brutal de los precios de productos básicos, la energía, la gasolina, la electricidad, los vencimientos hipotecarios? Usted está equivocado y usted está equivocada. Lo que importa es lo que diga una choni futbolera sobre el beso que le diera un presiente con menos vergüenza que luces. Lo demás es todo lo que no importa y queda lejos del chaparrón; o sea, como si no existiese. Como si nunca hubiera sucedido. El beso, no. El beso es como en la canción: para siempre. Hasta la náusea.

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