Un análisis crítico independiente del Barómetro Juventud y Género 2021

Barómetro Juventud y Género 2021. Alejandro García

El presente análisis se refiere al Barómetro Juventud y Género presentado recientemente por el Centro Reina Sofía (https://www.adolescenciayjuventud.org/publicacion/barometro-juventud-genero-2021/). El análisis no pretende ser exhaustivo y debo aclarar que no soy experto en el tema, pero sí pienso que puede aportar en la parte estadística, desde mi experiencia matemáticas, por ser este un análisis independiente del realizado por los propios desarrolladores del estudio.

En primer lugar, cabría preguntarse hasta qué punto la muestra puede considerarse aleatoria. En el apartado de diseño muestral dicen que la selección de la muestra entrevistada ha tenido lugar mediante un panel on-line con autoselección. Tal y como se comenta en estas referencias (https://www.webnexo.es/el-panel-online-la-principal-herramienta-para-hacer-encuestas-online/https://www.funcas.es/wp-content/uploads/Migracion/Articulos/FUNCAS_PS/030art04.pdf), este método tiene un problema de validez muestral y un problema de no respuesta, que constituyen fuentes importantes de sesgo. Por lo tanto, al error muestral (aleatorio) que dan (2,8% con un nivel de confianza del 95,5%) hay que sumarle el error sistemático asociado al método utilizado, desconocido pero no despreciable.

Podemos comparar esta encuesta (realmente el Barómetro Juventud y Género 2019, que llamaré «Barómetro 2019» para abreviar) con el Informe Juventud en España 2020, que llamaré «Injuve» (http://www.injuve.es/observatorio/demografia-e-informacion-general/informe-juventud-en-espana-2020/), cuyas poblaciones muestrales coinciden en el intervalo de edad (de 15 a 29 años), el área geográfica (España) y el año de realización (2019). El Injuve tiene una muestra mayor (5000 frente a 1200 jóvenes), las entrevistas fueron presenciales en lugar de on-line y se distribuyó por cuotas de género, territorio y edad, por lo que la muestra fue más representativa de los jóvenes españoles y, por lo tanto, será menor tanto el error aleatorio como el sistemático.

Comparemos una pregunta casi idéntica en las dos encuestas, la de la orientación sexual. Las opciones a elegir coinciden casi todas: heterosexual, bisexual, homosexual y NS/NC. El Barómetro 2019 tenía además la opción «otra», mientras que el Injuve tenía la opción «ninguna». Los porcentajes de orientación sexual de las mujeres son, según el Barómetro 2019, de un 70,8% de heterosexuales, un 18,7% de bisexuales y un 4,4% de homosexuales, comparados con los datos del Injuve de un 75% de mujeres heterosexuales, un 12% de bisexuales y un 6,1% de homosexuales. Los porcentajes para los hombres son, según el Barómetro 2019, de un 81,8% de heterosexuales, un 5,9% de bisexuales y un 4,6% de homosexuales, mientras que, según el Injuve, hay un 80% de heterosexuales, un 5% de bisexuales y un 10% de homosexuales.

Entre las opciones comunes se observan diferencias superiores al 5% en dos casos: el porcentaje de mujeres bisexuales y el de hombres homosexuales. La diferencia entre hombres y mujeres heterosexuales es también un 6% menor en el Injuve (5%) frente al Barómetro 2019 (11%). Por lo tanto, los resultados de muchas preguntas del Barómetro 2019 pueden tener incertidumbres típicas reales de ese orden (del 5-6%). También es destacable en ambos estudios el alto porcentaje de jóvenes no heterosexuales, especialmente el de mujeres bisexuales, que son bastante más altos que los de la mayoría de estudios (tomando todo tipo de muestras diferentes).

Antes de empezar a analizar los hallazgos que destacan en el Dossier de prensa del Barómetro 2021, me gustaría remarcar algunas limitaciones de este tipo de estudios. Cuando se hacen encuestas, debido a la gran dependencia de las respuestas con el tipo de encuesta realizado, con la formulación de las preguntas o las opciones de respuestas existentes, los valores absolutos dan poca información. La información relevante se obtiene de las comparaciones con las mismas encuestas realizadas en otras fechas (en este caso, con las de 2017, 2019) y con los distintos grupos a los que se les ha realizado la encuesta (en este caso, sobre todo, entre los hombres y las mujeres). Preguntas que aparentan ser similares pueden dar resultados muy diferentes, como se ve si comparamos la pregunta del Barómetro 2019 «¿Te consideras feminista?» con la pregunta del Injuve «Grado de identificación con el feminismo», donde usaré la cifra promedio de los 3 grupos de edad considerados.

El Barómetro 2019 obtiene un porcentaje de mujeres que se consideran feministas del 62,1% y que no se consideran del 30,5%, mientras que el grado de identificación con el feminismo del Injuve es alto para un 81,0%, medio para un 15,2% y bajo solo para un 3,8%. Para los hombres, el porcentaje del Barómetro 2019 que se consideran feministas es del 37,3% y el que no se consideran es del 50,7%, mientras que el grado de identificación con el feminismo del Injuve es alto para un 54,1%, medio para un 35,4% y bajo para un 10,2%. Ambas encuestas concuerdan en que el porcentaje de mujeres que se consideran o se identifican con el feminismo es bastante más alto que el de hombres, pero las cifras son muy diferentes para los mismos géneros. De hecho, algunos aspectos que influyen en los resultados de las encuestas son: la claridad o falta de ambigüedad de las preguntas y de las respuestas, su neutralidad o imparcialidad y si las opciones que se dan para responder son lo suficientemente exhaustivas como para cubrir todas las alternativas que se pueden presentar en la realidad.

Empecemos a analizar el Dossier de prensa del Barómetro 2021 (https://www.fad.es/wp-content/uploads/2021/09/PresentacionBarometroGenero_290921.pptx.pdf). El primer hallazgo es que las mujeres tienen una percepción más igualitaria y los hombres una percepción más tradicional de las parejas. Quizá se podría ver este aspecto como que las mujeres tienen una percepción más idealizada, o quizá más positiva, y los hombres una percepción más realista, o quizá más negativa, de las parejas. Por ejemplo, el Dossier destaca que un 29,6% de los hombres piensa que tener pareja siempre te va a quitar algo de libertad, frente a un 17,5% de las mujeres. Seguramente no es deseable que así ocurra, pero probablemente ocurre en la gran mayoría de las parejas y es muy difícil que no sea así. También destaca el Dossier que un 41,8% de los hombres piensan que un chico debe proteger a su chica, frente a un 25,6% de las mujeres, donde se puede aplicar la misma interpretación si tenemos en cuenta que la mayoría de los chicos son más grandes y fuertes físicamente que las mujeres y que en el mundo hay personas agresivas y peligrosas. Otro punto destacado en el Dossier es que más o menos el mismo porcentaje de hombres que antes (un 27,9%) normalizan la presencia de celos como una prueba de amor (frente a un 14,9% de mujeres). Como se muestra con las preguntas que se formulan primero para el supuesto de un género y después para el del otro, los porcentajes de las respuestas son simétricos, es decir, los hombres consideran en mayor porcentaje los celos normales como prueba de amor, pero tanto siendo celosos como siendo víctimas de celos. De hecho, como veremos luego, estos porcentajes más altos de normalización de conductas de los hombres no se reflejan en general con porcentajes más altos de perpetración de esas conductas. Un caso muy claro es otro que destaca el Dossier, que un 18,1% de los hombres ven normal mirar el móvil de la pareja (si piensa que le está engañando) frente a un 12,7% de las mujeres. Aparte de que la diferencia está cerca del límite de poder considerarse dentro del margen de error de la encuesta, existe otra pregunta que se refiere a la violencia ejercida en la pareja por el/la entrevistado/a, que, en la opción de reconocer que revisan el móvil de su pareja, destaca por mostrar un porcentaje claramente creciente en el tiempo para las mujeres y estable para los hombres, y bastante más alto en 2021 para perpetración de mujeres (23,6%) respecto a hombres (10,0%). Es verdad que hay una diferencia entre el porcentaje de perpetradores de estas acciones de pareja y el de víctimas, ya que las mujeres también dicen sufrir que les haya revisado el móvil su pareja (con un 21,8%) en mayor proporción que los hombres (en un 15,4%), por lo que podría haber ciertas dudas sobre si lo hacen más los hombres o las mujeres, pero lo que sí parece mejor establecido es que está aumentando la perpetración por parte de las mujeres. 

Se me ocurren algunas posibles explicaciones a la discrepancia anterior entre el porcentaje de violencia que dice que ejerce un sexo y el porcentaje que dice que sufre el otro sexo, que también se observa en otras preguntas de los apartados de violencia ejercida y sufrida. En primer lugar, parte de la explicación podría ser que algunos hombres sean más reticentes a reconocer las perpetraciones y mientan más en este aspecto o que no se acuerden de algunas de las acciones de ese tipo llevadas a cabo. En segundo lugar, bastantes de esas preguntas tienen un alto grado de imprecisión o de subjetividad, que se podrían interpretar de distinta manera por uno y otro miembro de la pareja o que un miembro le diera más importancia a la acción que el otro. Por lo tanto, una de las cosas que saldría a relucir en la encuesta es el problema de comunicación entre los dos miembros de la pareja, porque habría situaciones que uno de los miembros interpretaría o sentiría de una manera y el otro miembro lo interpretaría de otra manera. La encuesta indicaría que es más frecuente que el hombre interpretara de una manera no relacionada con una acción de violencia. En este sentido, una de las opciones con mayor diferencia entre percibido como perpetrado por el hombre (un 3,7%) y lo percibido como sufrido por la mujer (un 20,5%) es insistir en tener una relación sexual cuando el otro miembro no quería. Aparte de la duda que podría surgir de si esto debería incluirse como un tipo de violencia, la encuesta saca a relucir la dificultad en que el hombre sepa si ha realizado esta acción, por lo que habría que incidir mucho en que las parejas mejoren la comunicación sobre este aspecto. También se podría dar el caso contrario, que una mujer piense que esté ejerciendo violencia sobre su pareja y el hombre no lo considere violencia. Por otro lado, hay opciones de esas dos preguntas que se podrían explicar porque la pareja no se diera cuenta, como la de revisar el móvil que mencionamos antes, grabar en móvil o hacer fotos sin que la pareja lo sepa o difundir mensajes, insultos o imágenes sin permiso. Para cuadrar los porcentajes, en estos casos los hombres percibirían sufrirlo en menor proporción de lo que lo están sufriendo porque no se darían cuenta. Otra posible explicación parcial viene del hecho de que las personas más violentas (o, al menos, los hombres más violentos) tienen mayor número de parejas (https://www.psypost.org/2021/01/longitudinal-data-suggests-physically-aggressive-men-tend-to-have-more-sex-partners-59146). Finalmente, hasta ahora hemos dado por hecho que las parejas eran heterosexuales, pero hemos visto que el porcentaje de jóvenes entrevistados que se considera no heterosexual es bastante alto, especialmente entre las mujeres, por lo que una parte no despreciable de la violencia sufrida por las mujeres procedería de una pareja mujer. Esta última hipótesis se puede poner a prueba, ya que se publicaron los microdatos del Barómetro 2021. Al aplicar la opción «Revisar el móvil de la pareja» solo a las personas que se consideran heterosexuales, la percepción de violencia sufrida por las mujeres apenas cambia (pasa del 21,8 al 22,1%), pero hay un aumento del 15,4 al 16,9% en la violencia de este tipo sufrida por los hombres. La violencia de este tipo percibida como ejercida por los hombres heterosexuales es del 11,0% (frente al 10,0% de todos los hombres), mientras que el aumento en la violencia ejercida por las mujeres heterosexuales es mayor (pasa del 23,6 al 26,4%), lo que indica que este factor tiene alguna influencia en la discrepancia que habíamos observado, pero no explica la mayor parte. Por otro lado, creo importante que se tenga en cuenta que el Dossier se realizó antes de darse cuenta de que las cifras de violencia ejercida y sufrida en 2017 tal y como aparecían en la primera versión del Barómetro 2021 eran erróneas. Esto les lleva a declarar que ha aumentado la sensación de haber sufrido violencia entre 2017 y 2021, algo que no aparece de manera generalizada al usar datos correctos. Además, el Dossier da por cierta (o al menos como más creíble) la violencia declarada como sufrida respecto a la violencia declarada como ejercida, ya que solo menciona la primera, que es la que está más de acuerdo con las suposiciones previas del Barómetro sobre la violencia de género. A pesar de eso, aunque se observan diferencias en el Barómetro entre la violencia ejercida o sufrida por hombres respecto a mujeres, no se observa que sean generalmente mayores la violencia ejercida por el hombre y la sufrida por la mujer, lo que pone en duda la validez de la existencia de un tipo de violencia significativamente diferente en las parejas jóvenes dependiente del género. 

Seguimos con los hallazgos del Barómetro que destacan en el Dossier relacionados con la violencia de género. Uno de ellos es que el porcentaje de chicas que piensa que la violencia de género es un problema social muy grave ha aumentado del 72,4% en 2019 al 74,2% en 2021, mientras que el porcentaje de chicos que piensa lo mismo ha disminuido del 54,2% en 2019 al 50,4% en 2021. Sin embargo, la diferencia de un año al otro es en ambos casos inferior al 4%, por lo que es compatible con que se haya estabilizado para ambos sexos. Lo que sí es claro es que el porcentaje de chicas que lo cree así es mayor que el de chicos, que también es bastante alto, de alrededor de 1 de cada 2. Después menciona que 1 de cada 5 chicos cree que la violencia de género no existe, que es un invento ideológico, y que este porcentaje se ha duplicado entre 2019 y 2021, lo que considera altamente preocupante. En realidad no llega a ser el doble, pero sí que ha aumentado en una fracción importante (del 11,9 en 2019 al 20,0% en 2021). El porcentaje de mujeres que cree lo mismo es aproximadamente la mitad que el de hombres, pero también se ha incrementado en una fracción similar (del 5,7% en 2019 al 9,3% en 2021). ¿Significa eso que el porcentaje de chicos que cree que no existe violencia de hombres hacia mujeres ha aumentado? Es bastante dudoso que sea el caso. La pregunta en este caso es bastante ambigua, porque el término «violencia de género» no se usa generalmente en España como sinónimo de violencia ejercida por un hombre sobre una mujer, sino como una violencia con esas características basada en una desigualdad estructural de la sociedad (llamada «patriarcal») y que se ejerce por el solo hecho de ser mujer, normalmente aplicada a la violencia de pareja. Creo que lo que se ha incrementado es el porcentaje de chicos (y chicas) que dudan de alguno de estos supuestos. ¿Y existen motivos para dudar de ellos? Según la legislación española, y particularmente la Ley Integral contra la Violencia de Género de 2004, la violencia ejercida en el ámbito de la pareja por un hombre sobre una mujer es un tipo específico de violencia que tiene una pena diferente al que ocurre en el sentido contrario, sin necesidad de probar el ánimo machista (https://observatoriogalileo.blogspot.com/2018/02/es-necesario-demostrar-el-animo.html). Sin embargo, aunque no hay unanimidad entre los especialistas, hay numerosos estudios científicos que apuntan a una violencia de pareja sobre todo bidireccional y, cuando es unidireccional, con proporciones de perpetración y victimización similares entre los dos sexos para la mayor parte de los subtipos de violencia de pareja, algo que están sacando a la luz divulgadores, blogueros y youtubers, entre otros, a los que tienen acceso cada vez más jóvenes (véase, por ejemplo, estas referencias científicas: https://link.springer.com/article/10.1007%2Fs10896-016-9860-9,https://www.academia.edu/24634019/Longitudinal_predictors_of_domestic_violence_perpetration_and_victimization_A_systematic_reviewhttps://www.researchgate.net/publication/287265042_The_Partner_Abuse_State_of_Knowledge_Project_Implications_for_Law_Enforcement_Responses_to_Domestic_Violence). Existen algunas diferencias de género en la violencia de pareja, como podría ser el terrorismo íntimo o violencia coercitiva de control, que es muy poco frecuente, pero es quizá la peor y probablemente más (pero no exclusivamente) ejercida por el hombre que por la mujer, y también la violencia letal (homicidio), bastante más frecuente del hombre hacia la mujer que al contrario (probablemente debido en gran parte a la mayor fuerza física y efectividad en promedio de los hombres), como todos sabemos, aunque el porcentaje de casos que llegan a este extremo es muy pequeño. Esta revisión también insiste en que hay poco sustento empírico para una conceptualización de género o patriarcal de la violencia íntima de pareja (https://www.researchgate.net/publication/51580936_Understanding_the_nature_and_etiology_of_intimate_partner_violence_and_implications_for_practice_and_policy). Estos dos artículos de divulgación explican con referencias científicas por qué hay serias razones para no considerar la violencia de pareja como violencia de género: 

https://evolucionyneurociencias.blogspot.com/2018/05/el-paradigma-de-genero-no-explica-la.html

https://evolucionyneurociencias.blogspot.com/2020/07/ocho-razones-por-las-que-la-violencia.html

También destaca el Dossier que aumenta la proporción de chicos que cree que la violencia de género es inevitable y que, si es de poca intensidad, no es un problema para la relación de pareja, lo que, visto desde un punto de vista ideal, no es algo positivo. Sin embargo, el aumento que da la encuesta es de un 3,5% en ambos casos, que está dentro del margen de error, así que no hay certeza de que haya aumentado. Por otro lado, España es uno de los países de Europa (y del Mundo) con menor prevalencia de violencia contra la mujer, tal y como muestra el resultado de esta encuesta europea de 2014 (https://fra.europa.eu/en/publication/2014/violence-against-women-eu-wide-survey-main-results-report). A pesar de ello, la prevalencia es de alguna decena porcentual, según sea el tipo concreto de violencia, así que no hay ningún país de referencia en el que la violencia contra la mujer sea despreciablemente pequeño, por lo que, si nos basamos en los experiencia y tenemos en cuenta nuestra condición animal, parece ciertamente difícil que se pueda evitar completamente la violencia contra la mujer (o la violencia de pareja en general). Aquí sería bueno resaltar que esta encuesta incluye formas de violencia muy leves, que son las más frecuentes, por lo que las respuestas de esa fracción de chicos (y de la fracción de chicas que respondió lo mismo) no son tan descabelladas en el mundo real. 

Para terminar la parte del Dossier que habla sobre la violencia de género, dicen que tanto las chicas como los chicos mencionan la falta de educación como el mayor factor que influye en la violencia de género. Efectivamente el Barómetro de 2021 da un 38,8% de mujeres y un 29,4% de hombres que piensan que influye ese factor. Los otros dos factores que más mujeres piensan que influyen son estar educados en un sistema patriarcal, con un 37,2%, y la desigualdad entre hombres y mujeres, con un 33,4%, estando el siguiente factor por debajo del 27%. Para los hombres, los dos siguientes factores que mayor cantidad dicen que influye según el Barómetro son el consumo de alcohol y otras drogas, con un 23,5%, y las rupturas sentimentales, separaciones y otros conflictos de pareja, con un 18,3%, aunque hay varios más con porcentajes similares. Salvo en el primer factor, se observa una clara diferencia entre hombres y mujeres, donde se ve que ha calado más el discurso feminista institucional en ellas que en ellos, en consonancia con otras preguntas de la encuesta. Si volvemos a la encuesta europea de violencia contra la mujer de 2014 y buscamos las características del perpetrador de violencia física y sexual, vemos que la prevalencia aumenta en un factor entre 4 y 5 en 3 casos: cuando el perpetrador se emborracha al menos una vez al mes (la prevalencia pasa del 5 al 23%), cuando el perpetrador es violento fuera de casa (la prevalencia pasa del 6 al 27%) y cuando la mujer no tiene poder de decisión sobre el uso de los recursos domésticos (la prevalencia pasa del 7 al 29%). Sin embargo, la falta de educación del perpetrador solo incrementa la prevalencia en un factor entre 2 y 3 (pasando del 6 al 16%). Es cierto que hay sociedades con mayor prevalencia de violencia contra la mujer, sobre todo en África, que en parte se podría achacar a la educación o la cultura diferentes menos igualitarias, pero también puede influir la situación generalizada de pobreza y otros problemas sociales. Sin embargo, una educación de tipo feminista no parece tener una influencia importante en este sentido por sí sola, como se puede comprobar con el caso de los países nórdicos, donde la educación está más enfocada en ese sentido, pero la violencia contra la mujer es mayor que en España, como muestra la encuesta europea antes mencionada. También sobre este asunto se realizó un estudio de riesgo de asesinato de una mujer por parte de su pareja varón (https://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S1132-05592021000100005&script=sci_abstract&tlng=pt) en el que se encontraron 6 factores principales de riesgo predictivo, que son, por orden de mayor a menor: amenazas de suicidio del agresor, problemas económicos o laborales del agresor en los 6 meses anteriores, desórdenes mentales o psiquiátricos del agresor, presencia de alguna discapacidad en la víctima, registros de agresión física o sexual y, finalmente, comportamiento controlador del agresor en los 6 meses anteriores. Vemos que la mayor parte de los factores no encajan bien con el supuesto de la violencia de pareja como violencia de género y el hecho de hacer pensar a los chicos y a las chicas que los principales factores de riesgo son distintos a los observados es negativo para que las mujeres (y la sociedad en general) se den cuenta y traten de evitar estas peligrosas situaciones. Los chicos parecen ser más conscientes de los factores más importantes, aunque también poco a poco están dejando de considerarlos importantes y considerando más los factores que dicta la teoría feminista de género. Por ejemplo, la percepción como factor del consumo de alcohol y otras drogas ha disminuido entre las mujeres del 39,1 al 18,0% entre 2017 y 2021, mientras que entre los hombres ha disminuido del 40,3% al 23,5%. Sin embargo, el factor de la educación en un sistema patriarcal ha aumentado entre las mujeres (del 25,5% en 2019 al 37,2% en 2021), pero se ha mantenido constante entre los hombres (del 12,5% en 2019 al 14,2% en 2021). Los resultados de esta pregunta de la encuesta apenas son mencionados, a pesar de su gran significancia. 

Un resultado de la encuesta sobre la violencia contra las mujeres que no aparece en el Dossier pero también considero relevante es el de la percepción de su variación con el tiempo. Más de la mitad de las mujeres (el 54,4%) piensa que ha aumentado en los últimos años y solo un 11,8% piensa que ha disminuido. Sin embargo, entre los hombres, el porcentaje que piensa que ha aumentado (un 30,1%) es muy parecido al que piensa que ha disminuido (un 35,0%). Las tasas de asesinatos de una mujer por parte de su pareja varón han disminuido ligeramente en los últimos años (aunque también ha disminuido el resto de homicidios). El número de condenados por violencia de género solo lo registra el INE desde 2015 y parece haber aumentado ligeramente entre ese año y el 2019, disminuyendo en 2020, año de la pandemia (https://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=28196). Este aumento ligero de las condenas también es esperable si se producen más denuncias, como es el caso, lo que se podría explicar porque cada vez se incentiva más que se denuncie. De hecho, en la primera mitad de 2021 se han recuperado cifras de denuncias previas a la pandemia, pero no superiores (https://www.elmundo.es/espana/2021/10/01/6156d3a1fc6c830b258b45f1.html). Como el ligero aumento de condenados puede tener otras causas aparte del aumento de los casos de violencia contra la mujer, vamos a buscar otro indicador. Uno que viene al caso es el de la violencia que dicen haber sufrido las mujeres que participaron en el Barómetro. En esta encuesta no se ve una tendencia clara de aumento o disminución entre 2017, 2019 y 2021, habiendo algunas opciones que parece que han disminuido ligeramente, como obligar a hacer cosas que no se quería con amenazas, y otras que parecen haber aumentado ligeramente. Otro indicador del Barómetro es el de las situaciones de violencia de género presenciadas, donde se observan algunas opciones que han disminuido bastante entre 2017 y 2021, como pegarle, enviarle mensajes asustando, ofendiendo o amenazando u obligarle a hacer cosas que no quiere con amenazas; otras opciones se han mantenido constantes y otras han aumentado, normalmente en proporciones no muy grandes. Por lo tanto, no veo razones de peso para pensar que haya aumentado en los últimos años la violencia contra las mujeres, así que las respuestas de los chicos parecen corresponderse mejor con la realidad. Las respuestas de las chicas están en consonancia con su mayor permeabilidad a las noticias y al discurso feminista institucional de género, que cada vez está más enfocado a meter miedo a las mujeres acerca de la violencia ejercida por los hombres contra ellas.

Finalmente voy a abordar el asunto de la discriminación y la desigualdad. En la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva de hombres y mujeres (https://www.boe.es/buscar/pdf/2007/BOE-A-2007-6115-consolidado.pdf) se introdujo el uso de las acciones positivas o la discriminación positiva, que consiste en «adoptar medidas en favor de las mujeres para corregir situaciones de desigualdad de hecho respecto de los hombres». Aquí conviene resaltar que estas supuestas situaciones de desigualdad se refieren a desigualdad de resultados, por lo que se presupone que la causa es necesariamente una discriminación de género, aunque no se haya encontrado explícitamente. Esto significa que no se admite la posibilidad de que la causa sea una diferencia en las preferencias de hombres y mujeres (es decir, una desigualdad de género no implica necesariamente una discriminación), y tampoco se contempla que sean los hombres los que sean discriminados con respecto a las mujeres, como podría pensarse por los mayores problemas que tienen los hombres con respecto a las mujeres en diversos ámbitos, desde el mayor fracaso escolar o la mayor frecuencia de pérdida de la custodia de los hijos hasta la mayor tasa de muerte por muchas causas, como accidentes laborales, suicidios, víctimas de homicidios, víctimas de accidentes de tráfico, etc. Aparte de la Ley Integral contra la Violencia de Género, que es algo anterior a esta ley y que presenta asimetría penal por género (https://observatoriogalileo.blogspot.com/2017/01/la-asimetria-penal-en-la-violencia-de.html), la Ley Orgánica 3/2007 ha traído multitud de nuevas normas y leyes que discriminan al hombre con respecto a la mujer en España (https://diferenciaslegaleshombremujerenespana.law.blog/). En algunos casos podría considerarse acertado por tratarse de verdaderas discriminaciones, pero, tal y como está establecida, no existe la seguridad de que sea así. 

Respecto al Barómetro, el Dossier destaca que más de 7 de cada 10 mujeres (un 72,9%) piensa que las desigualdades de género son elevadas en España, frente a 4 de cada 10 hombres (un 42,6%) y dice que es preocupante que 1 de cada 10 chicos (un 8,6%) piense que no existen. Como he mencionado en el párrafo anterior, esta pregunta es un tanto ambigua, ya que, por una parte, una desigualdad de género no implica una discriminación y, por otro lado, presupone que la desigualdad de género siempre es de la mujer con respecto al hombre, a pesar de que existen leyes y normativas discriminan explícitamente a los hombres con respecto a las mujeres y no al contrario. Después se resalta que uno de los ámbitos en que más de la mitad de las chicas percibe mayor desigualdad para las mujeres es el laboral, tanto de acceso a puestos de responsabilidad como en los salarios. El segundo caso es el que se denomina «brecha salarial», que se ha explicado en diversas ocasiones por causas distintas a la discriminación de género (https://www.ceoe.es/es/publicaciones/social/analisis-de-la-brecha-salarial-de-genero-en-espana-identificando-las-causas) y, de hecho, las inspecciones que se realizan para hallar discriminación laboral descubren poquísimos casos de este tipo (menos del 2% de los casos investigados por ejemplo en el informe de 2016: https://www.mites.gob.es/itss/web/Que_hacemos/Estadisticas/index.html). El caso del menor acceso a puestos de responsabilidad de las mujeres también se ha explicado (al menos en gran medida) por las distintas preferencias de las mujeres respecto a los hombres en promedio. 

En el Barómetro destacan también el porcentaje de jóvenes que se han sentido discriminados, siendo del 79,5% de las mujeres y el 74,1% de los hombres, valores similares y bastante altos. Respecto a la discriminación por razones de género, la diferencia es mayor, ya que se han sentido así el 72,4% de las mujeres y el 57,0% de los hombres, un ligero aumento respecto al 2019. Esta diferencia entre hombres y mujeres podría deberse (al menos en parte) a la mayor facilidad de apreciación por parte de las mujeres, ya que se suele considerar que son ellas las más discriminadas (o las únicas discriminadas) por razón de género. Destaca un aumento claro entre 2019 y 2021 de discriminación al hombre en el ámbito laboral, que pasa a ser el principal motivo (bastante cerca del porcentaje de las mujeres), mientras que en las mujeres el mayor aumento se produce en las redes sociales. 

Por último, aunque no lo destaca el Dossier, me ha parecido interesante la pregunta sobre las situaciones inaceptables de discriminación de género, que incluye 12 opciones además de las opciones de que todas o ninguna sean inadmisibles. Me llama la atención el alto porcentaje de mujeres para las que las 12 le parecen inadmisibles, el 31,6%, siendo la segunda opción más alta. La primera es la opción de piropos por la calle, que ha experimentado un gran aumento, pasando del 24,8 en 2017 al 42,6% en 2021 (que sería del 74,2% si le añadimos el porcentaje de la opción de que todas son inadmisibles). La opción de piropos por la calle es también la más alta para hombres (el 30,3%), pero la opción de que todas le resultan inadmisibles es bastante menor que para las mujeres (del 12,9%). La tercera opción más escogida por las mujeres es que los cambiadores de pañales estén en el baño de mujeres, con un 24,0%, que también es escogida por bastantes hombres (el 17,9%). Para los hombres, la segunda opción más escogida está empatada con el 21,2% y son discriminaciones que les afectan a ellos: que sea el hombre quien tenga que invitar (solo escogida por el 11,6% de las mujeres) y que se atribuyan las conductas violentas antes a los hombres que a las mujeres (solo escogida por el 9,9% de las mujeres). Las demás opciones no presentan grandes diferencias entre hombres y mujeres, siendo la menos escogida la del lenguaje no inclusivo, con el 7,8% de las mujeres y el 8,0% de los hombres (aunque los porcentajes de las mujeres son más altos si añadimos la opción de que todas le resultan inadmisibles). Para poner en perspectiva lo que significa que todas las situaciones les parezcan inadmisibles, nótese que algunas opciones son la separación o distinción de colores entre niños y niñas o que, en los bares, se ponga la bebida alcohólica al hombre y la no alcohólica a la mujer.

En resumen, el Barómetro Juventud y Género presenta deficiencias en la selección de la muestra y en la claridad de algunas preguntas. Además, bastantes preguntas están sesgadas hacia interpretaciones de la sociedad y de las relaciones acordes con el feminismo de género institucional. Respecto a la interpretación que hacen de los resultados, dan como significativos algunos resultados que caen en el margen de error de la encuesta, tienden a usar exclusivamente los resultados que favorecen la interpretación preconcebida, ignorando resultados «incómodos», como la presencia de discriminación y de violencia contra los hombres en proporciones similares en bastantes casos. Se interpretan como altamente peligrosos algunos resultados que no lo son bajo interpretaciones distintas de las relaciones sociales y de pareja, mientras se pasan por alto resultados que sí serían peligrosos bajo interpretaciones alternativas. Algunos resultados generales que parecen obtenerse de la encuesta y que no han sido remarcados de forma clara por los autores serían la mayor permeabilidad de los discursos del feminismo de género (respecto a las causas y consecuencias de las desigualdades de género o respecto al aumento de la violencia ejercida por los hombres sobre las mujeres) entre las mujeres con respecto a los hombres o la mayor idealización de las relaciones en las primeras respecto a los segundos. 

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