Va siendo hora de arremangarse

Va siendo hora de arremangarse. Axel Seib

Escribo las presentes líneas el jueves 12 de Junio, tras la comparecencia de Pedro Sánchez por la enésima filtración de la UCO que señala la corrupción que le rodea. Hablo del caso de Santos Cerdán. Uno más en una larga lista que no para de crecer. Pero Pedro no se da por aludido. La única palabra que mantiene Sánchez es la de pretender agotar la legislatura. Y me lo creo, cualquier otra persona con menos voluntad de poder o más vergüenza, habría dimitido hace meses y buscado una piedra bajo la que esconderse. No es el caso de Pedro Sánchez, que en su línea de hacer comparecencias con retraso, ha venido a decir lo siguiente:

– No os preocupéis, yo estoy bien.

Ese es todo el mensaje de la comparecencia. Las lágrimas de cocodrilo ni las comento. Pobrecico, que no sabía que Santos Cerdán estaba haciendo cosas feas. Le ha faltado aparecer con un dibujo de párvulos mostrando su ruptura con Santos Cerdán y diciendo que ya no son amiguitos. Aunque no lo descarto en el próximo caso. O que aparezca ante los medios recitando un poema lastimero. Estamos a un nivel en que únicamente la corrupción supera al absurdo.

Hay que tener claro que ese señor no va a dimitir. Hace comparecencias para su cuadrilla y para su propio ego. Nada más. Y siempre con retraso. Parece que siente una fascinación por hacer esperar para no decir nada. Una «auditoría externa» y aire. Me gustaría saber qué familiar, amigo o socio puede tener una empresa de auditorías a organizaciones criminales. Aunque bromeo, no creo que nos tome por tan estúpidos. Corrijo, no lo quiero creer.

Pero queda claro que toda la corrupción no tiene castigo. No hay forma de librarse de esa lacra. Mucho estropajo y muy afilado será necesario para quitarse de la mugre. Porque se resiste a irse voluntariamente. Y una gran parte del arco parlamentario y de la opinión pública española sigue a lo suyo. A reírle las gracias al niño de las comparecencias lacrimógenas.

Pero quiero retrotraerme al momento en que, a mi juicio, ya comenzó a ser imposible utilizar la opinión pública para conseguir que los abusos y la corrupción del gobierno tuvieran su factura en forma de dimisión y elecciones que pudieran perder.

Si el Tribunal Constitucional, al declarar inconstitucionales los dos estados de alarma y, por lo tanto, evidenciar que el gobierno vulneró nuestros derechos fundamentales, hubiera supuesto una condena ejemplar, las cosas serían muy diferentes. Ningún palurdo se habría atrevido a justificar tal barbaridad con falacias y argucias de renacuajo. Y la masa, en consecuencia, tampoco. Es más, podría haber existido indignación manifiesta. Pero no, un hecho tan grave jamás supuso sanción alguna para el gobierno. A partir de ahí, todo es «patadón p’arriba».

Ante toda la inmoralidad manifiesta, corrupción y transgresión de todas las normas implícitas y explícitas, no hay castigo ejemplar. Pero hay enormes campañas de justificación diarias. Y, lamento decirlo, pero una gran parte de la población siempre estará al lado del poder. Aunque el poder esté tomado por la peor escoria. El presidente del gobierno podría destripar cachorritos en la Gran Vía y la gente aplaudiría mientras un portavoz del gobierno diría que es para salvar el clima. Y todos tan contentos.

Esa parte de la población siempre ha existido y siempre existirá. Y con ello no quiero decir que haya que conformarse y renunciar a hacerles frente. En absoluto. Pero hay que tratar el problema tal y como es. Y esa parte de la población es imposible de tratar. Hoy se pueden hacer llamar antifranquistas con 50 años de retraso, pero durante el franquismo estarían muy a gusto en primera línea del aplauso y señalando a los desafectos. Lo mismo que hacen ahora. Los tiempos y los gobiernos cambian, pero los palmeros permanecen. Cambian de camisa, pero no de patrón de comportamiento. Así, en parte, se explica aquello del «franquismo sociológico». También es explicación de la voltereta ideológica para pasar de franquista a felipista en meses.Y así, también, se explican las tragaderas de tantos españoles con la milonga de «mientras no gobierne la derecha». Sinceramente, me da igual la derecha o la izquierda, hemos llegado al nivel en que toleraría un gobierno de marcianos. Porque el de los payasos se ha mostrado demasiado corrupto y ridículo.

Tenemos a un señor que, parece, fue beneficiario de Santos Cerdán para ganar las elecciones en el PSOE en el año 2014. El mismo señor que en 2016 fue echado de la ejecutiva, con un extraño episodio de urnas con votos ya dentro. El mismo señor que tiene una extraña relación con Correos, el voto por correo, las averías de Renfe en día de elecciones y una tal Leire colocada para tal ocasión. Va tanto el cántaro a la fuente…

La posibilidad de haber «manipulado» el voto por correo no es un mal menor. En un pretendido sistema democrático, es un delito de los más graves por estar manipulando la voluntad manifiesta del sujeto soberano. Que haya gente, negando tanto el rumor o, incluso, llegando a justificar que si tal delito fuese real, no sería para tanto, es más que grave. Esa gente puede existir, sin duda. Miserables y conformistas siempre han habido. Pero no hay que tolerar que intenten justificar la manipulación del voto con una sonrisa en la boca. Hay que poner a esa gente en su sitio. Porque, esos mismos, luego van de «demócratas». Pero cuando se defiende o intenta ocultar la posible comisión de delitos tan graves por personas que han estado reiteradamente en la diana por dinámicas similares, se es otra cosa. Y, precisamente, en ese mismo momento, la democracia queda en entredicho. Hasta en la versión light que nos están dejando.

Que el estado de derecho ya está medio derruido por esa misma gente, es algo más que tratado. Pero no esperaba que, incluso, con un estado de derecho completamente intervenido de forma mafiosa y con los medios de comunicación a favor, se acabaría  señalado por trastear hasta las cajas con papeletas. Hay que ser muy inútil y muy chapucero. Entre otros muchos adjetivos.

Ya lo he escrito antes, el hedor que profiere el estado es nauseabundo. Y no lo digo bajo una perspectiva liberal ni anarquista. Lo dijo bajo una perspectiva moral. El tamaño del estado me importa poco. Su eficacia, si. Y cuando el estado se demuestra tomado al asalto por auténticos criminales de poca monta pero con mucho desparpajo, me duele. Puede que a los que se llenan la boca de «democracia», no.

Informe UCO

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