Wind of change

Wind of change. Samuel Vázquez

Wind of Change (Vientos de Cambio) es una canción mítica del grupo alemán de Heavy Metal, Scorpions. Su autor, el cantante del grupo, Klaus Maine, la escribió mientras se encontraba sentando en el Parque Gorki de Moscú, mirando al Río Moscova. De facto, la canción comienza así:

I follow the Moskva down to Gorky Park (Sigo el Moscova hasta el Parque Gorki)

Listening to the wind of change (Escuchando el viento del cambio)

La letra conecta directamente con los acontecimientos políticos y sociales que estaban ocurriendo en aquel entonces en la Unión Soviética, con la Perestroika de Mijaíl Gorbachov y la caída del Muro de Berlín. Eran, efectivamente, tiempos de cambio.

El hombre nuevo del que se hablaba en las escuelas comunistas de los 80 resultó ser un tiempo nuevo, pero muy alejado de lo que los líderes del partido creyeron que iba a ser su futuro. La derrota absoluta de la economía comunista frente a la capitalista, la imposibilidad, a su vez, de comparar ambos sistemas en términos de libertad y prosperidad, hasta el punto de que se vieron obligados a construir un muro para que la gente no escapara, provocó el hartazgo de sus ciudadanos ante un sistema que sólo convence a aquellos que no lo han tenido que sufrir. Lamentablemente, nuestra universidad está llena de profesores y alumnos de esta última categoría.

Occidente vive hoy sumido en un período de transformación sin precedentes, aún sin canción, eso sí, porque el mundo de la cultura está secuestrado por la izquierda a punta de talonario, y la izquierda está siendo la gran derrotada en esta nueva etapa de recuperación de la libertad que se abre ante nuestros ojos, no muy diferente a esa de la que habla la canción.

Aquí, como allí entonces, pretendemos librarnos de las dictaduras silenciosas que todo quieren tener bajo control y que pretenden decirnos cómo pensar y cómo hablar. Dictaduras de pensamiento que desprecian al homosexual, a la mujer o al inmigrante si no se someten a sus mantras ideológicos y los deshumanizan tal como hicieran en su momento los nazis con los judíos. Y todo debe ser cíclico porque estos también odian a los judíos hasta la muerte y veneran a aquellos cuyos cánticos tribales hablan del exterminio de ese pueblo.

La realidad es que Occidente se ha cansado de mantener a un puñado de hijos de puta sin atisbo de moralidad, capaces de todo por otros cuatro años de estatus y poder y que no encuentran límites en el ejercicio de la acción de gobierno porque, lamentablemente, sus votantes durante décadas han sido esclavos sin espíritu crítico alguno, capaces de volver con la misma papeleta a las urnas cada cuatro años sin importar las barbaridades que hubieran perpetrado los suyos durante esos cuatro años.

Ultras de fútbol, fanáticos de los Ábalos de turno que se hacían ricos a costa de ellos, escupiéndoles a la cara en no pocas ocasiones, indultando a personas relacionadas con el latrocinio de cientos de millones de euros o amnistiando a aquellos que habían dado un golpe de estado. ¿Por qué iban a marcarse los políticos límites, teniendo unos votantes así de mansos y sumisos? Al contrario, se creyeron cada vez más impunes, habida cuenta de la masa borreguil que tenían detrás dando palmas.

En su búsqueda del poder y la impunidad absoluta, un puñado de jueces han decidido marcarles los límites que existen en el Estado de Derecho para no convertirnos en otra Venezuela y, tan poco acostumbrados a los límites, el poder ha reaccionado orquestado una campaña contra ellos, hablando de lawfare como paso previo a controlarlos. Detrás de los jueces y la UCO, ya no hay ni atisbo de democracia.

Total, que hemos llegado hasta el borde del precipicio, pero aún no hemos caído en él, y la resistencia se organiza a marchas forzadas para iniciar una segunda reconquista: Meloni, Orban, Trump, Milei y, aquí en España, Abascal… el mundo está cambiando porque nos hemos dado cuenta de lo cerca que estamos del abismo, y no queremos dejarle un mundo peor a los que vienen detrás, lo que pasa, sí o sí, por volver a defender lo que fuimos, por volver a ser escudos de civilización, por volver a practicar nuestros ritos con orgullo, por volver a llenar las iglesias, por dejar de despreciar nuestra historia, por volver a recordar nuestras gestas, por aferrarnos a aquellos valores que se transmiten en la familia antes que en la escuela y que nunca pasan de moda. Valores eternos.

Pasa por recuperar nuestros barrios uno a uno, todos los que hemos perdido y donde no hay rastro ya de los mundos que levantaron con sangre, sudor y lágrimas nuestros abuelos para que pudiéramos disfrutarlos nosotros.

Pasa por decir alto y claro que nuestra cultura, nuestras dinámicas sociales y nuestros códigos de conducta son intocables, porque con ellos se ha forjado la civilización más libre y próspera que ha conocido la humanidad, allí hacia donde todo el mundo huye cuando huye de algo.

Así que al que venga aquí, no le va a llegar con respetarla, sólo faltaba; no le va a llegar con cumplir la ley, sólo faltaba; va a tener que aceptarla e integrarse en ella si quiere quedarse. Si es así, bienvenido, pero si viene a imponer sus mundos en nuestros mundos, mejor que se vuelva por donde ha venido, nos ha costado mucho levantar nuestra civilización, y lo mínimo a lo que estamos obligados es a defenderla.

 

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