Poco más de cuatro años le han bastado a Kais Saied para darse cuenta de que la inmigración ilegal no le traía ningún beneficio para su país. Y es que el mandatario tunecino, que juró el cargo allá por octubre del año 2019, ha decidido alzarse hace aproximadamente un mes como el adalid de la lucha contra la inmigración ilegal, masiva y descontrolada en su territorio.
De nuevo, cobra protagonismo en este tipo de decisiones la interferencia de las oenegés, que con su constante y reiterada presencia en el Mediterráneo Central, han creado un nicho de oportunidades para las mafias de la trata de personas en diferentes puntos del litoral tunecino, que expanden sus tentáculos a demanda de unas organizaciones humanitarias que van cambiando de preferencias territoriales ante el regreso de controles a territorio libio.
La inmigración ilegal en Túnez ya existía, tampoco es algo que haya llegado de la noche a la mañana, pero era un fenómeno ciertamente controlado, donde la República Tunecina ejercía controles aislados en su territorio, con los que creaba un efecto disuasorio escalonado consiguiendo que el problema no fuese a mayores.
Fue a partir del año 2019, cuando tras la implantación de controles más severos por parte de la Guardia Costera de Libia en el triángulo que va desde Zuara hasta Trípoli, las mafias comienzan a percatarse de que sus operaciones en territorio libio no gozan del éxito que cosechaban allá por los años 2016, 2017 o 2018. El número de embarcaciones interceptadas por las autoridades libias aumenta, y por ende, el fracaso de las operaciones de los señores de la guerra dedicados a eso del tráfico de personas.
Con la entrada del 2019 comienzan a producirse los primeros desplazamientos de inmigración ilegal de origen subsahariano hacia territorio tunecino. Una mezcla entre el fracaso en las incursiones marítimas desde Libia y el cambio de hábitos por parte de las ONG, espantadas por el fortalecimiento de controles por parte de los guardacostas libio, hace que las preferencias de las mafias vayan cambiando.
Estaba claro que el fletado de embarcaciones ya no traía grandes beneficios a aquellos señores de la guerra que establecían un mayor control sobre el negocio de la inmigración ilegal. Otros de menores capacidades y menos experimentados en el asunto siguen desarrollando su actividad, pero los grandes del esclavismo cambiaron de negocio, controlando ahora el área fronteriza entre Libia y Túnez para que todo funciones a pedir de ONG.
Los operativos de las organizaciones humanitarias intensificaron su presencia en todo el litoral tunecino, desde Zarzis hasta Nabeul, pasando por Sfax o áreas costeras próximas a Susa. Y frente a dicho litoral, organizaciones humanitarias que con su presencia comenzaron a seducir a redes criminales y pesqueros tunecinos que veían de nuevo una oportunidad de negocio en esto del trapicheo con inmigrantes con ganas de ir a Europa.
Con todo este panorama, lógico es que estas organizaciones criminales no tardasen en expandirse, y con ello, las bolsas de inmigración ilegal que cambiaban Libia por Túnez. Y claro, esto crea cierta inestabilidad cuando estas bandas de esclavistas comienzan a controlar ciertos territorios y la voluntad de ciertos agentes que a cambio de una pequeña mordida, hacen la vista gorda hasta que se produce la salida de embarcaciones desde costas tunecinas.
Todo esto lo verán explicado como si de un relato se tratase, espero que sepan perdonarme el ahorro de ciertos detalles, pero para eso están las hemerotecas. La Guardia Costera tunecina intensificó en algunos meses sus controles, pero nada de esto fue suficiente para controlar la expansión de estas redes criminales. Hasta que llega un punto en el que la situación se hace totalmente insostenible.
Sin lugar a dudas en esta decisión hay que decir que también ha tomado partido Italia. Giorgia Meloni ha establecido sin lugar a dudas una labor de concienciación y ha sabido tejer acuerdos de colaboración con el Gobierno de Túnez a fin de establecer un mayor control de la inmigración ilegal que se concentra en todo el litoral tunecino. Una cosa lleva a la otra y en febrero, Kais Saied decide luchar de forma determinante contra este problema.
El presidente de Túnez, decide así, hace algo más de mes y medio, poner fin a la inmigración ilegal en su territorio, estableciendo exhaustivos controles policiales para la identificación y repatriación de aquellos inmigrantes que se encuentran residiendo en su país de manera ilegal.
¿Lo que cuentan sobre sus medidas? Lo esperado, que son extremistas, xenófobas y que van contra los derechos humanos. ¿Lo que no cuentan sobre sus medidas? Que han conseguido desarticular a decenas de redes criminales que veían en esta inmigración ilegal una oportunidad de negocio con la organización de viajes ilegales hacia Europa a través de incursiones marítimas con destino al sur de Italia.
Desde la puesta en marcha de sus medidas cientos de subsaharianos ya han sido repatriados a países como Senegal, Mali, Guinea o Burkina Faso. Y nacionales de Argelia o Marruecos han emprendido su huida del país utilizando precisamente los servicios de las mafias que han incrementado su actividad ilícita en los últimos años aumentando el flujo de inmigración ilegal que parte desde Túnez hacia Europa en más de un 150 por ciento.
Por otro lado, los controles por parte de la guardia costera tunecina se han visto incrementados. Hasta el punto que durante el primer trimestre del año ha llegado a impedir la salida de más de 14.000 inmigrantes ilegales que ponían destino hacia el sur de Italia. Más de 500 embarcaciones vieron interrumpida su salida y las organizaciones criminales detrás de estas incursiones ilegales fueron desarticuladas.
Fruto de dicha lucha contra la inmigración ilegal en el litoral tunecino, las autoridades del país han llegado a una cifra de interceptados casi seis veces superior a la registrada el pasado año por las mismas fechas. Durante el primer trimestre de 2022, la Guardia Costera tunecina llegó a interceptar un total de 2.532 inmigrantes ilegales en un total de 172 operaciones contra la inmigración.
La buena sintonía entre Italia y Túnez tras la llegada al poder de Giorgia Meloni ha motivado que las autoridades tunecinas hayan incrementado el número de interceptados en más de un 450 por ciento elevando también el porcentaje de operaciones desarrolladas para frenar la presión migratoria por encima del 190 por ciento.
Quizás todo el conglomerado de organizaciones humanitarias vuelven a ver amenazado su modelo de negocio en el Mediterráneo Central. Y es que quizás, lo que menos preocupa a estas organizaciones es que estos inmigrantes ilegales pierdan su vida en el mar, porque precisamente las acciones de control promovidas por Kais Saied minimizan el riesgo de perdidas humanas, poniendo fin a los mayores factores de riesgo para esta inmigración ilegal: incursiones marítimas en mitad de condiciones meteorológicas adversas y la utilización de embarcaciones cada vez más precarias por parte de redes criminales que ven incrementada su actividad con la presencia, al otro lado de las costas tunecinas, de los buques de estas organizaciones humanitarias.