Tañe la campana, el disputado voto de sus señorías planea por el hemiciclo. El verano se ha iniciado en Valencia con un tórrido calor que hace más agradable la estancia gracias al aire acondicionado, vestidos veraniegos y sonrisas impostadas unas, y francas otras…. La sesión comienza, el primer punto del orden del día lo pasamos por alto, el segundo no sé qué. La proposición de Ley de Educación en la Comunidad Valenciana es la guinda del día, muchas esperanzas puestas en la libertad de elección de idioma, de respeto al derecho y obligación constitucional de conocer y poder utilizar la lengua de todos, y también como requisito primero, poder estudiar en ese idioma universal y nuestro: el español. No sabemos si es un mero deseo o ¿llegaremos a poder estudiar en español en nuestra ciudad, en Valencia, en nuestro pueblo, en España?. Con la proposición de ley que hoy se debate se va a garantizar a las familias la libre elección de lengua en la que quieren que sus hijos estudien la mayoría de las asignaturas, pretende la citada futura norma la libertad del alumno para elegir en qué lengua quiere ser examinado y evaluado. Todo esto está en juego con la aprobación de la proposición legislativa que regula la libertad educativa en la región. La Ley que se proponen aprobar defiende, pero no ofende, es respetuosa con las lenguas oficiales y con la libertad de elección de los ciudadanos dentro de la legalidad.
A los alumnos de la Comunidad Valenciana quizás por una vez se les deje adquirir competencias lingüísticas en los dos idiomas, en castellano y valenciano. Fomentando y promoviendo las distintas lenguas y resultando, que tanto el español como el valenciano son nuestras lenguas, y nos expresamos en la que queremos. Debemos estudiar en la lengua de nuestra elección, y las administraciones públicas, cualquiera de ellas, no debería financiar a quienes usen una y multar a los que rotulen en otra. Libertad y respeto para el que es uno de los idiomas más hablados del mundo, esto es, el español, en la propia tierra que lo vio nacer: en España.
Son las doce de la mañana y el calor nos ha traído una lluvia incesante que promueve corrillos de funcionarios en la puerta noble del Palacio de los Borja, no se deciden a salir a la hora del almuerzo a la calle, hacen bien, arrecia la lluvia ya veraniega. El efecto va a ser inmediato, la cafetería de la institución se colapsará con diputados, funcionarios, asesores y público, no es día para paseítos por el centro de Valencia, sí lo es para repensar la educación que queremos y cómo queremos impartirla.
Se tocan las fibras sensibles de algunos diputados, hablamos del idioma, de nuestros dos idiomas siempre respetados y que nunca entraron en conflicto en la región valenciana, han sido espurios intereses, singularmente secesionistas, los que han confrontado el libre uso de uno y otro, y hoy en las Cortes Valencianas se intenta, con la proposición de Ley de los grupos parlamentarios Vox y Popular, acabar con las imposiciones lingüísticas que sólo han conducido al enfrentamiento con la mayoría social en Valencia que, por cierto, desprecia a quienes han intentado doblegar nuestra españolidad imponiendo un idioma extraño en esta tierra como el catalán y zaherir, qué digo zaherir, humillar, ofender al idioma valenciano. Todo trufado de secesionismo catalanista.
La suerte está echada, sus señorías están votando y, por una vez, la voz de la cordura toma asiento, siguiendo el procedimiento de la citada Ley que formará a nuestros escolares. Va tomando cuerpo, ahora sólo queda que se culmine con éxito todo el periplo, el paso por el pleno es un triunfo que era esperado en Valencia hace ya muchos años.
La comida en la cafetería de las Cortes se dificulta con tanta gente dispuesta al buen yantar, en eso no existen diferencias políticas, unos y otros, devoran con fruición el arroz al horno de primero y el variado menú al que nos tiene acostumbrados la institución. En las mesas las bromas, chanzas y chascarrillos se entremezcla con una televisión, de emisión interna, que aún soporta los últimos discursos de los portavoces de la sesión de la mañana que ya termina. El enorme y anciano ficus que tanta institución exultante ha visto pasar, sigue siendo hoy el centro de reunión de fumadores y adláteres, que después de una buena mesa, pasan a un tranquilo resopón nicotínico. Se debate lo humano y se juega con la denostada nicotina como pacificador de ánimos.
En el pleno ya se alumbra otra aspiración a ley de todos. La norma que debe velar por la limpieza de actuación en el juego político, en el bien hacer y el propio respeto a la eticidad pública, esto es, la transparencia en la acción, la llamada “Ley de Transparencia”. La actuación en las instituciones debe ser legal, ética y acorde con la exigencia social de honestidad, y todo eso, debe reflejar el espíritu de la Ley y la norma positiva que lo recoja, aplicándolo en las más mínimas actuaciones públicas. El calor de la temporada no doblegará a quienes tiene la obligación de presentar y defender la ley, a solemnizar una acción de tamaña importancia.
Recordando a Aristóteles, la corrupción sería la desvirtuación del bien mayor, esto es, de la vida pública, porque ello compromete el sentido de la existencia propiamente de los seres humanos. Aunque el propio Aristóteles es consciente de los sentimientos encontrados de la condición humana. El deseo de poder, en cambio, no es la supervivencia individual, sino la posición del individuo entre otros, una vez que éste haya tenido o asegurado su supervivencia básica. Consecuentemente, el egoísmo natural del ser humano tiene límites, pero su deseo por el poder no los tiene. Si bien las necesidades vitales pueden satisfacer al ser humano, su deseo del poder sería satisfecho si el último ser humano se convierte en un objeto de su dominación; es decir, sin que quede nadie arriba de él o al lado. Aristóteles decía que los grandes crímenes son a causa de exceso y no de necesidad. Así, los seres humanos no se hacen tiranos para no morirse de frío (se hacen para conseguir beneficios). La proposición de la modificación de la Ley de Transparencia pretende también educar, educar en la eticidad de la actuación política y en el control legal cuando ésta se viola.
Las Cortes Valenciana están expectantes, dos normas legales básicas para la ciudadanía se tramitan, y distintas formas de percibir la realidad se confrontan en el hemiciclo, que atemperado hacen apacible a sus señorías la estancia.
En la puerta principal de las Cortes Valenciana, en la plaza de San Lorenzo, grupos de estudiantes deambulan sin mucho que hacer, las clases han terminado, el sol aprieta, las recuperaciones efectuadas, y el nivel académico, siempre a la baja, hacen a alguna madre, de la mano de su criatura, repetir de forma mecánica “A – E – I – O – U”, del borriquito no habla, pero insiste en su interés de que su hijo aprenda las vocales de una vez. Los padres, una vez más, los máximos interesados en una educación de calidad para sus hijos.
Se pierden por la calle Navellos madre e hijo, el niño quiere un helado y la madre, amenaza con las sumas. Eso sí, paran frente a la mejor heladería de la zona, y su madre, cómo no, le obsequia con el más apetecible helado al pequeño estudiante.
Está terminando el mes de julio, la ciudad está más vacía y el calor es insoportable, las leyes se han promulgado, su acierto el tiempo lo dirá, y la madre y el niño del helado, no sabemos en qué playa o piscina habrán pedido asilo. En septiembre, una vez más, volverán las risas y jaleos de los escolares de hoy que serán, sin lugar a dudas, el espejo más nítido para valorar si ha valido la pena….