En torno a las obras biológicas de Aristóteles. 2- ¿Estructuralismo o funcionalismo?

En torno a las obras biológicas de Aristóteles. José Alsina Calvés

Introducción

Gould señaló[1], muy acertadamente, que el antiguo y aún vigente contraste entre la concepción funcionalista y estructuralista de los seres vivos tenía una trascendencia teórica mucho más importante que la oposición creacionismo/evolucionismo o fijismo/transformismo.

Este contraste, esta línea de separación, es constante en toda la historia de la biología, y comienza, como no, en Aristóteles. En este artículo queremos profundizas en el funcionalismo aristotélico, conectándolo con su concepción filosófica de “causa final” o de teleología. Gilson[2] ya señaló, en su momento, que la teleología, pese a no ser un concepto científico, es un concepto filosófico central para comprender lo viviente.

¿En qué consiste esta diferencia fundamental y cuál ha sido su recorrido en la historia de la biología? En la concepción estructuralista o formalista la morfología, la unidad de tipo que puede darse en todos los animales o en un grupo, se altera y se diferencia para dar lugar a las distintas adaptaciones. Es decir, la forma está antes que la función, y las distintas variedades que presenta la forma responden a las adaptaciones concretas.

Así, la extremidad anterior de los vertebrados remite a una forma única, a un tipo o patrón originario, y las distintas variedades de esta forma corresponden a las diversas adaptaciones a funciones distintas (andar, volar, nadar). En este sentido hay que señalar que el término homología, tan utilizado en los temas evolutivos, se sustenta sobre una base formalista, mientras que el término analogía reposa sobre un sustrato funcionalista[3].

Para la concepción funcionalista o externalista la forma es el resultado de una necesidad fisiológica[4], y el tipo es ideado como una configuración fisiológica invariable (o no). De alguna manera son las condiciones exteriores, el medio, lo que modela la estructura, sea en una visión fijista como la Cuvier (condiciones de existencia), o evolucionista como la de Darwin (selección natural).

La concepción funcionalista de la morfología se conecta con la propia biología aristotélica, a través de su idea de causa final, y de su concepción inmanente de la teleología, es decir, la idea de que la causa final es intrínseca a la propia naturaleza del organismo.

La teleología en Aristóteles es inmanente o interna. En Platón es externa, producto del Demiurgo. Para Aristóteles la causa final se encuentra en la naturaleza, es el fin natural inmanente de las cosas, y conocer la causa final es el objetivo principal de toda investigación[5].

Un importante representante del funcionalismo que fue Georges Cuvier se refiere repetidas veces, en sus escritos, a la influencia aristotélica. Equipara las “condiciones de existencia” con las causas finales[6].

En contraste, la concepción estructuralista se ha asociado muy a menudo al platonismo. Representantes típicos del estructuralismo fueron el francés Geoffroy Saint Hilaire y el inglés Richard Owen.

Owen desarrolló la teoría del arquetipo vertebrado, que representaría el patrón primordial, lo que Platón habría llamado “idea divina”, sobre lo que se ha construido el armazón óseo de todos los animales vertebrados (Owen, citado por Gould[7]). La interpretación filosófica del arquetipo como una idea platónica fue propuesta por Owen en Royal Instituto Lectures en 1894 y publicado en On the Nature of Limbs[8] .

El funcionalismo se inicia, pues, en Aristóteles, y está estrechamente relacionado con su concepción teleológica inmanente.

 

Del concepto de “causa” al telos o causa final.  

La idea de causa final o telos es una constante en la obra aristotélica. En el libro II de la Física[9] encontramos su exposición del concepto de aitia, que se traduce habitualmente como “causa”, pero que podría entenderse, en un significado más amplio como “razón por la cual” o “explicación”.

A su vez, en el Libro I de Las partes de los animales encontramos toda una declaración de principios metodológico y ontológicos que sirven de introducción, no solamente a esta obra, sino al conjunto de la obra biológica el estagirita.

En la Física [10], Aristóteles empieza su razonamiento diferenciando las cosas que son “por naturaleza”, como las plantas, los animales o los cuerpos simples, de aquellas que están producidas por otras causas (arte, azar)[11]. Como la Física se ocupa de los objetos naturales, nos interesan las “cosas que son por naturaleza”.

Nos dice también que la naturaleza es principio y causa del movimiento, y que las cosas que tienen un principio, o sea, naturaleza, son substancia, pues tienen un substrato, y que la naturaleza está siempre en un substrato[12]. Esta substancia (ousia) hay que distinguirla del accidente, pues el sujeto último de toda predicación, ya que los accidentes se predican de la substancia.

En el estudio de los animales no queda claro si la substancia corresponde a los individuos o la especie. Así, para Balme[13], hay que distinguir entre esencia, especie y forma heredada. De los rasgos heredados, solamente aquellos de los que se puede dar explicación teleológica (es decir, en función de la causa final) constituyen la esencia del organismo. A su vez, la especie sería el universal generalizado sobre todos los animales que tienen la misma esencia.

Añade Balme[14] que el poder explicativo de la esencia es que revela los rasgos teleológicos. Así el tener ojos forma parte de la esencia de un animal, pues sirven a la función de ver, pero el color de los ojos, pese a ser un rasgo heredado, no forma parte de la esencia, pues es irrelevante respecto a la función de ver. Al vincular la esencia a la causa final resalta la importancia de la finalidad en biología, y la relaciona directamente con la función.

Para Marcos[15] la distinción entre esencia y especia es acertada, pero la definición de especie por universalización de los rasgos esenciales es problemática. En cuanto a la distinción entre esencia y forma heredada, está de acuerdo con Balme, pero por razones distintas: su diferencia básica reside en que son conceptos que pertenecen a distintas teorías. En un caso se trata de la causa formal de una substancia en acto, mientras que en el otro es la causa de un proceso ontogenético.

Volviendo al Libro II de la Física, veamos como Aristóteles describe las cuatro categorías de la causa, y como estas cuatro categorías se pueden reducir a dos. Nos dice, en primer lugar, que “es causa aquel constituyente interno de lo que algo está hecho”[16]. En esta primera aproximación está describiendo la causa material.

A continuación, nos dice que “en otro sentido es la forma o el modelo”[17]. Aquí describe la causa formal. Luego nos dice “en otro sentido, es el principio interno de donde procede el movimiento”[18], o sea, la causa eficiente. Y acaba con “en otro sentido, la causa es el fin”[19] en evidente alusión a la causa final.

Pero lo más interesante viene a continuación, en un párrafo que resume lo que ha venido a llamarse hilemorfismo (materia/forma). Afirma que “las tres últimas (formal, eficiente y final), en muchos casos, se reducen a una, pues la esencia y el fin son una misma cosa, y aquello de lo que procede el movimiento es, específicamente, lo mismo que estas”[20].

En esta fusión de forma y finalidad podemos encontrar el fundamento del funcionalismo aristotélico: la morfología o forma de un animal está en función de su finalidad. Los ojos de un animal están para que el animal pueda ver. Está finalidad condiciona la forma (ojos) y el desarrollo del embrión para que se formen los ojos.

En el Libro V de la Metafísica encontramos los mismos argumentos en torno a la idea de causa que podemos encontrar en la Física.

En el Libro I de la obra Partes de los animales, que puede considerarse una introducción general a toda la obra biológica de Aristóteles, encontramos una aplicación de esta idea hilemórfica al estudio de los animales. Se insiste en la reducción de las tres causas (formal, eficiente y final) a una sola, y que, de alguna manera, la causa formal y la eficiente están en función de la final.

Por una parte, sigue distinguiendo las cuatro causas. Así nos dice “naturaleza se dice y tiene dos sentidos, una como materia y como esencia, y también como causa motriz y como fin”[21]. Pero escribe también “la naturaleza según la forma es más importante que la naturaleza material”[22].

El protagonismo indudable de la causa de la causa final o teleología inmanente se pone en manifiesto cuando dice “el proceso de formación se produce para la existencia, no la existencia para el proceso”[23]. Y también “una cosa es para algo en todas partes donde aparece un fin (cursiva nuestra) hacia el que se dirige el movimiento si nada lo impide”[24].

Todo lo dicho anteriormente sobre las causas, en la Física y en la Metafísica, tiene una perfecta aplicación en el estudio de los animales. En la existencia de un animal interviene la causa material (la materia que lo forma), la forma de este animal (causa formal), el movimiento que ha producido el desarrollo hacia el animal adulto (causa eficiente) y la capacidad de este animal para realizar su existencia plena en un medio determinado (causa final).

Ahora bien, forma, desarrollo y existencia plena son tres aspectos de una misma realidad, y de estos tres aspectos, la forma del animal y su desarrollo están en función del tercero, de la posibilidad del animal de realizar su existencia plena en un medio determinado. La causa final, el telos, es el elemento explicativo fundamental de la biología aristotélica, por lo que es una biología de carácter teleológico.

 

De la teleología al funcionalismo.

El funcionalismo de Aristóteles es una consecuencia de su concepción teleológica de la biología. Para el estagirita el fin de algo es también su bien, y la explicación teleológica le sirve, no solamente para la ontogenia de los seres vivos y la interpretación de la morfología y la fisiología, sino incluso para el comportamiento[25].

La descripción anatómica de los animales muestra la adaptación entre diseño y función, pero, desde el punto de vista teleológico, es la función lo que permite al animal asumir su esencia, llegar a realizar su existencia plena. El diseño anatómico sirve a la función, es decir, la forma está en función del fin.

A su vez, de desarrollo del animal, su embriología, (la causa eficiente), produce el movimiento que lleva a una forma determinada para que el fin pueda cumplirse.

Aunque con nombres distintos, en los debates actuales en la biología evolucionista, la dualidad estructuralismo/funcionalismo sigue estando presente. El neodarwinismo o teoría sintética se adscribe al funcionalismo, mientras la teoría del equilibrio puntuado, o la llamada evo-devo manifiestan la influencia del estructuralismo.

Por otra parte, la idea de finalidad o teleología, desarrollada por Aristóteles, está también presente en muchos debates de la filosofía de la biología. Como en muchas otras disciplinas y campos del saber, en biología el estagirita sigue estando presente.


[1] Gould, S. H. (2004) La estructura de la teoría de la evolución. Barcelona, Ed. Tusquets, p. 88.

[2] Gilson, E. (1976) De Aristóteles a Darwin (y vuelta). Ensayo sobre algunas constantes de la biofilosofía. Pamplona, Ediciones de la Universidad de Navarra S.A. (EUNSA)

[3] Barahona, A.R. y Ochoa, C.A. (2009) Forma versus Función. México, Ediciones de la Universidad Autónoma de México, p. 4.

[4] Lawrence, P. (1975)” Buffon and Daubenton: Divergent Traditions within the Histoire naturelle”. Isis 66: 63-74

[5] Barahona, A. y Torrens, E. (2004) El Telos aristotélico y su influencia en la biología moderna. Ludus Vitalis, vol. XII, num. 21, 2004, pp. 161-178.

[6] Barahona y Ochoa, obra citada, p. 83.

[7] Obra citada, p. 345.

[8] Rupke, N. (1993). “Richard Owen’s Vertebrate Archetype”. Isis 84: 231-251.

[9] Jaume, A.L. (2013) La teleología aristotélica como una injerencia a la mejor explicación: un análisis epistemológico del principio de finalidad en el Libro II de la Física de Aristóteles. Ágora-papeles de filosofía 32/2 pp. 29-47.

[10] Libro II.

[11] Física II, 192b 10.

[12] Física II, 192b 20-30.

[13] Balme, D. (1987) “Aristotle´s Biology was not essentialist” en Gotthelf y Lennox (eds.) Philosophical Issues in Aristotle’s Biology.  pp. 291-312.

[14] Obra citada.

[15] Marcos, A. (1996) Aristóteles y otros animales. Una lectura filosófica de la Biología aristotélica. Barcelona, Promociones y Publicaciones Universitarias, p. 130.

[16] Física II, 194b 25.

[17] Idem.

[18] Física II 194b 30

[19] Idem.

[20] Física II, 198ª 25.

[21] Partes de los animales I 642ª 25

[22] Partes de los animales I 640b 25.

[23] Partes de los animales I 640ª 15

[24] Partes de los animales I 641b 25.

[25] Jaume, obra citada.

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