Apenas un mes después de la muerte, previo atentado realizado en junio, del senador del Centro Democrático de Colombia, Miguel Uribe Turbay, se produce el asesinato del conservador Charlie Kirk, conservador que no “ultra”, término utilizado para justificar lo acaecido. A ver si te das por enterado Ricardo Dudda, uno de los que ha utilizado una expresión por otra y para quien no lo sepa uno de los escritores que pululan el panorama patrio. A lo mejor se hace más popular diciendo estas cosas. Lo de Cervantes gay, ya está cogido.
Ambos jóvenes, Uribe y Kirk, ambos discrepantes del pensamiento único, ambos formados, ambos personajes que daban la cara, y también el aliento a tantos otros, y ambos asesinados por un único motivo, el que va colocando en la diana de la izquierda siniestra, transmutada ahora por efecto de la ignorancia y del wokismo en la reiteración totalitaria de una sarta de lemas comunes, pero que se hace acompañar por los personajes de siempre, por la ideología que ocasionó la muerte de más de cien millones de personas en Europa, cifra que premonitoriamente supo adivinar Dostoyevski.
No podemos contar, por extenso, en este balance siniestro los números de los asesinados y torturados en Hispanoamérica: en Cuba, la primera y la que nunca debe olvidarse; en Venezuela, un Estado forjado entre la entrega al narcotráfico y el comunismo; en la Argentina que fue socavada por el terrorismo de izquierdas; en el Chile de Allende, que hubiera concluido en la misma situación que los países mencionados; en una Nicaragua sometida férreamente a la dictadura de Ortega y la consorte; en el Perú aniquilado por Sendero Luminoso; en una Colombia fustigada por esos que ahora están en el poder en la nación hermana y que señalaron a Miguel Uribe, como habían propiciado el asesinato de su madre, Diana Turbay. Y más, muchos más, de un continente y de unos países que han sufrido bajo la vieja idea europea de que queremos para ellos lo que no queremos para nosotros, salvo en España, claro, donde nuestras elites izquierdistas disfrutarían a lo grande, gozosamente, con vernos a todos sojuzgados, sometidos y tal vez, eliminados, porque lo merecemos sin duda.
No haremos cuentas tampoco del sufrimiento que ha vivido el mundo asiático como consecuencia de esa necesidad que tiene la izquierda de imponer el paraíso en la tierra a los demás, un paraíso que viene avalado por los muros, los campos de concentración, los secuestros, las extorsiones y el tiro en la nuca.
De nada de ello se ha librado España en los momentos álgidos de expresión y de control de la izquierda, una izquierda que sigue siendo lo que fue, la que justifica y legitima la muerte de aquellos que no piensan lo mismo, de los que discrepan, de los que consideran enemigos de clase o simplemente obstáculos para esa promesa paradisiaca con la que nos amenazan.
La bazofia soltada en estos días para justificar el asesinato de Charlie Kirk es la misma bazofia conocida que ha justificado las más de 1000 muertes perpetrada por los etarras, que hoy están sentados, igual que las FARC de Colombia, en las instituciones. Y que no se me olvide otro joven, Gregorio Ordoñez, un peligro para el soberanismo nacionalista vasco que tenía como pieza ejecutoria a los Txapote y a tantos otros, reconvertidos hoy en socios preferentes del Gobierno español.
En estos días Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, una gran excepción dentro de la amnesia que padece nuestra jerarquía eclesiástica, ha publicado un libro donde nos habla del asesinato de tantos religiosos españoles y laicos católicos en 1936. Y la izquierda no ha cambiado en nada, el “algo harían” sirve lo mismo para justificar las matanzas del 36 como para respaldar a Bildu en las instituciones.
Que la izquierda se ponga pomposa para criticar una frase de Tellado, Secretario General del PP que, como sabemos no es precisamente Einstein y el pobre da más argumentos al adversario que oportunidades a los propios, es una suerte de desvergüenza moral, de quien no es superior en nada y nada ha hecho para inclinar la balanza de su lado. Se veía venir que la frasecita de Tellado, algo así como enterraremos a este Gobierno, sería aprovechada por la izquierda para hablar de fosas y de memorias. Tiene redaños que los primeros que descubrieron el poder de las fosas y de las zanjas, los que tienen en su haber un pasado de crímenes y de latrocinio, echen en la cara de los demás sus muertos, haciendo tabula rasa del horror y del exterminio, por ejemplo, del Madrid de 1936, sometido a la legalidad republicana, y del que puedo dar fe como descendiente de algunas de las familias exterminadas, masacradas y casi destruidas, digo casi porque mientras me quede un aliento daré voz a quienes desaparecieron en las sacas, en los paseos y en las cunetas.
¿Quién ha resucitado en España un pasado cainita? La izquierda de siempre, con esa pretensión de superioridad moral que sirve para todo, para incriminar al adversario, el “ultra” de Charlie Kirk, como para atenuar o eximir de la propia responsabilidad a los criminales de la banda, de su banda, entre los que se sienten felices comparsas, camarada compañero Petro, Maduro o Díaz Canel. Qué suerte tener una epidermis tan gruesa, donde el problema ético de ser cómplice o beneficiario de los narcoestados, siempre terrorismo de izquierda, apenas penetra en la superficie.
La izquierda, que nunca ha dejado de matar para imponerse e imponernos las consignas, su forma de entender la vida y de desearnos la muerte, coloca en el centro de la diana al que no se doblega y hay muchas formas distintas de matar, desde la muerte civil, la oscuridad y el ostracismo, hasta la bala que nos reserva la izquierda caviar, que dicen los amigos de Hispanoamérica: ese sujeto pijoprogre, más acomodado que la misma familia de la que procedía Kirk, que odiaba a quien utilizaba la palabra, que no el Mauser, para rebatir y argumentar. Pero resulta que la víctima es el culpable.
En EEUU han comenzado a señalar y despedir a los que han celebrado el asesinato de Kirk. En Europa, desde Italia hasta Francia -esta última la explosión de lo woke, como ayer lo era, ¿verdad Sartre?, de la defensa del estalinismo-, no ha habido un espacio público donde no se haya festejado el asesinato. Hablar de España, en este caso, es hablar de la inmundicia y del estercolero habitual, aderezado con ese toque de altanería intelectual con el que se solazan los tertulianos, escritores, y enchufados de un régimen que camina hacia el Estado total a pasos agigantados. En nuestro caso el despido ipso facto de quien justifica la muerte violenta de otra persona no está contemplado, salvo que la muerte la produzca el contrario, cosa que mira por donde no sucede.
Que además Charlie Kirk tuviera la osadía de acudir al epicentro del adoctrinamiento de izquierdas, como es la Universidad, es algo que no puede perdonarse. Porque el problema es el que Lenin señaló hace casi un siglo: Libertad, ¿para qué?
Efectivamente, para la izquierda la libertad es un crimen en sí mismo: ¿porqué debatir o argumentar?, ¿para qué contrarrestar ideas si lo que no se admite o no puede tolerarse es la misma existencia del otro, en cuanto tal? Y en esta forma de entender la ecuación, en la que no somos iguales, la izquierda gana por goleada. También por la indiferencia y la complacencia de tantos, que son el soporte, los colaboradores pasivos, de una izquierda dura, fuerte y activa, que puede ser lo que quiera: feminista porque basta con decirlo, aunque los impuestos de los ciudadanos se vayan por el sumidero de los burdeles; progresista, porque el progreso es la panacea que legitima cualquier acción, delictiva o no, y donde al final la vida del otro se ha cosificado, mero objeto para los experimentos de la nueva izquierda, que en el giro de tuerca ha encontrado un mega espacio en el que idear nuevas formas de tortura.
Por eso la vida de Kirk no vale nada para estos santurrones del totalitarismo. Los actos atroces siempre los han cometido individuos adoctrinados, robotizados por la ideología, que llevan el odio en la cara como en las entrañas y que no se cuestionan sus acciones, porque para eso ya habrá otros que probarán que sus crímenes lo son menos, aunque no se arrepientan de ellos, que son un eslabón que les va a permitir entrar en las instituciones y cobrar un buen salario. Si el asesinato de Kirk hubiera sido perpetrado en España, con un poco de suerte y un poco de paciencia, el pijoprogre en 10 años podría presidir una administración territorial o una asamblea legislativa.