La economía mundial, que durante los últimos años pareció navegar en el consenso del libre comercio, atraviesa una etapa de reconfiguración. Los aranceles, instrumentos proteccionistas que los países relajaron en pos de la globalización, han vuelto a ocupar el centro del tablero geopolítico con el golpe en la mesa propinado por Estados Unidos. En este contexto, las empresas iberoamericanas viven en un entorno donde cada decisión estatal puede alterar sus costos, su cadena de suministros, su competitividad y hasta su supervivencia. La inestabilidad arancelaria ya no es una excepción, es parte estructural del panorama económico mundial, en el que manda el más fuerte.
Si algo nos deja claro el nuevo paradigma, es que la economía americana será el centro de las políticas de Trump, le pese a quien le pese. El objetivo que nos ofrecen parece simple, primero reducir gastos, cercenando por ejemplo las cuotas a los grandes organismos multilaterales. Que, por otra parte, es necesario plantear la falta de sentido de algunos de ellos una vez superada la guerra fría, mientras se convierten en un sumidero ingente de impuestos absolutamente improductivos, tanto como las resoluciones de Naciones Unidas y su Agenda 2030. Y segundo, aumentar los ingresos a través de los aranceles y la venta de material armamentístico a los miembros de la OTAN. Este al menos, es el discurso simplista que Trump vende a sus votantes, para contrarrestar el desplome del índice de popularidad que sufre desde su llegada a la Casa Blanca. Con un gobierno parcialmente cerrado y miles de funcionarios no esenciales en sus casas sin cobrar. Si no consigue que el Congreso le apruebe los fondos necesarios, esta situación puede llegar a afectar a la economía del gigante occidental.
La inestabilidad arancelaria ha sacudido las economías del mundo entero, las bolsas se desplomaban o se disparaban con cada firma retransmitida a los mercados por Twitter. Pero el mundo ha seguido girando, contra todo pronóstico las economías han seguido avanzando, aunque afectadas en mayor o menor medida según las zonas geográficas. Pese a que el arma arancelaria no deja de apuntar, el resto del mundo ha seguido jugando su partida. Se reconfiguran posiciones, se toman medidas defensivas y se posicionan nuevos bloques que reaccionan para su supervivencia. Estados Unidos no lo es todo, de hecho, el 86% del comercio mundial no pasa por su porche, lo que significa que hay otras opciones donde buscar remedios para las maltrechas economías.
La UE, por ejemplo, ha decidido tragarse el sapo y poner la mejor de sus sonrisas, muy forzadas todo sea dicho. Von der Leyen aguantó el tipo ante los desagradables comentarios a los que nos acostumbra el líder del mundo libre. Mientras tanto, Mercosur y la UE a la que tampoco se la conoce ni por su liderazgo, ni por su rapidez de acción precisamente, se han lanzado a impulsar su tratado de comercio. Tras 25 años de dilaciones, parece que lo pueden tener ultimado a final del presente, toda una proeza más que necesaria para ambos territorios. Al mismo tiempo, se están acelerando todos los tratados bilaterales posibles, como el de México con UE. Líderes antagónicos como Milei y Lula, que no se dirigen la palabra, están impulsando el mismo tratado, UE – Mercosur, cada uno desde su Cancillería.
Por fijar posiciones y capacidades de los bloques, voy a tomar como referencia el PIB sudamericano. En referencia a este, Estados Unidos mantiene acuerdos con el 41% de del PIB que supone toda la zona, China con el 14% y de firmarse el acuerdo, la tercera potencia comercial del mundo, la UE, tendría acuerdos con el 95% del PIB sudamericano. Una clara opción de diversificación, igual de beneficiosa para ambos.
Si tomamos como referencia el volumen de negocio, únicamente de España con toda Iberoamérica, las relaciones comerciales de esta con la madre patria suponen el doble de las que mantiene con USA y 25 veces más de las que mantiene con China. Sin duda, España podría ser la puerta de entrada a los nuevos mercados que se abren con el tratado económico con UE. Aunque no será así con el gobierno que rige los destinos de los españoles hoy en día, que ha desmontado los sólidos puentes creados durante tantos años con Iberoamérica por parte de sus empresas y dignatarios, ya solo mantiene buenas relaciones con los países que están bajo narco dictaduras. El actual gobierno suicida español parece que solo quiere orientar sus pasos hacia China, Irán, y otros regímenes terroristas. Nada de lo que extrañarse por otra parte, si miras la composición de su consejo de ministros.
Estas reflexiones nos invitan a pensar que el camino está en la diversificación de mercados y los acuerdos de libre comercio. Tan solo tenemos que recordar las consecuencias que ha tenido el Brexit para la Gran Bretaña, incluso con el gran mercado que suponía la Commonwealth. No deberíamos centrar nuestros esfuerzos solo en la identificación de aquellos, que es lo más fácil. Asia y África siguen siendo tareas pendientes, debemos plantearnos que la indolencia no cabe en nuestros días. La supervivencia de todas y cada una de las piezas del tablero mundial, depende casi exclusivamente de la rapidez y la eficacia en la toma de posiciones. Iberoamérica debe superar sus diferencias políticas y falta de armonización normativa legislativa. Esta era nos brinda la oportunidad de crecer en mercados, madurar nuestras estructuras económicas y consolidar posiciones. Es el momento de mover rápido, el que se pare a pensárselo se queda fuera del tablero.