Introducción
En este pequeño ensayo vamos a tratar un tema central en ontología y en filosofía de la ciencia: la causalidad. Algo que, como suele pasar, y a pesar de que suele ser tratado en torno a los problemas planteados por las categorías científicas, está tan abundantemente presente en nuestro cotidiano día que no suele ser motivo de reflexión. Para ello vamos a servirnos principalmente del artículo A disposition-based process-theory of causation, del filósofo alemán Andreas Hüttemann. No hemos elegido a este autor del todo al azar como podríamos haber elegido cualquier otro, sino que lo hemos elegido porque, a pesar de que trataremos de realizar una crítica a su concepción binaria o dualista de la causalidad subyacente desde la concepción ternaria del Materialismo Filosófico, la teoría de Hüttemann no es una concepción binaria tradicional y cuenta con aspectos reconocibles de los que es posible extraer una crítica con cierta claridad. Rara ello realizaremos, al modo escolástico, un resumen de la teoría de la causalidad de Hüttemann (aislando los temas que nos interesan de los otros puntos que el filósofo alemán trata en su artículo). Y a continuación realizaremos, apoyándonos en la teoría de la causalidad del Materialismo Filosófico, una crítica a la posición binaria y descripcionista del filósofo alemán tratando de mostrar que la concepción del Materialismo Filosófico es más potente.
Resumen de la teoría de la causalidad de Hüttemann
Hüttemann pretende hacer frente en su artículo a las críticas tradicionales que se han hecho al concepto de causalidad. Sobre todo a las críticas que señalan la incongruencia existente entre el uso de la terminología habitual usada tanto fuera como dentro de las que llama ciencias especiales y el uso real de la causalidad en la física. Nosotros nos vamos a quedar con la parte que más nos interesa del artículo de Hüttemann, la dedicada a la causalidad. Hüttemann, como si de Aristóteles distinguiendo grados de abstracción se tratara, distingue tres niveles ontoepistémicos –y el hecho de que lo enfoque desde un punto de vista epistemológico ya da pie a algunas de las críticas que pueden hacerse–. Distingue en primer lugar las disposiciones, en segundo lugar las leyes científicas, y en tercer y último lugar las causas (como interrupciones).
Para Hüttemann las disposiciones son básicas y constitutivas de nuestro mundo físico, que es estudiado por la física. Es más, afirma que la mayoría de leyes naturales se basan en disposiciones.De modo que si entendemos bien estas disposiciones, nos dice, seremos capaces de comprender cómo encaja la causalidad en el mundo físico. La física, afirma Hüttemann, trabaja en su mayor parte con explicaciones parte-todo, siendo las disposiciones esenciales para entender cómo funciona este tipo de explicación. De modo que debemos asumir, afirma, que el sistema físico tiene propiedades disposicionales porque ello proporciona la mejor explicación– esta forma de hablar es típicamente dualista y descripcionista– para que la física trate su sistema y sus partes.
Habría que diferenciar además entre propiedades disposicionales y propiedades categoriales. Una propiedad disposicional es aquella que, si se instancia por un objeto, se manifiesta sólo bajo determinadas condiciones. Una propiedad categorial es aquella que, si se instancia por un objeto, se manifiesta en todas las condiciones. Así, las propiedades categoriales serían los casos límite, o más extremos, de las propiedades disposicionales –una especie de ampliación a todo el campo. De modo que no todas las propiedades físicas son disposicionales, sólo algunas. Igualmente, tampoco todas las leyes tienen que entenderse en términos de disposición. Siendo así que una parte fundamental en una explicación parte-todo es la referencia al comportamiento de las partes. Pero las partes no se manifiestan –es decir, no manifiestan sus propiedades– mientras pertenecen al todo, por tanto, nosotros asumimos que las partes tienen propiedades disposicionales. En definitiva, su comportamiento no se manifiesta bajo todas las circunstancias.
A continuación el alemán aborda el tema de las leyes, y habla de un tipo de leyes que usaría la física –a la que con tufillo monista y reduccionista considera ciencia fundamental–, así como muchas ciencias especiales (como la biología, la psicología o la economía), a saber: las leyes cuasi-inerciales. Así, llamará leyes cuasi-inerciales a aquellas que describan–de nuevo el descripcionismo– los procesos o comportamientos temporales cuando no hay factores perturbadores. Son leyes que describen el comportamiento por defecto de las cosas, es decir, si algo no interviene (o interrumpe). En condiciones ideales, abstractas, podríamos decir. El mundo, independiente del sujeto, sigue su marcha siempre que no sea interrumpido.
Una vez llegado a este punto, Hüttemann se mete de lleno en el tema que aquí más nos interesa: las causas y la causalidad. Señala que una forma de salir de las críticas tradicionales a la causalidad (de Hume, Mach, Russell, etc.) sería decir que las causas son disposiciones, esto es, que las disposiciones causarían sus manifestaciones, pero esto es un callejón sin salida. Señala el filósofo alemán que contribución –que sería la relación de una disposición para su manifestación– y causalidad no son lo mismo y no deben ser confundidas. La relación de causalidad es temporal, por ello no debe ser confundida con una contribución. Así pues, define la causa comoalgo (un proceso o cualquier otro factor) que interviene en un proceso y lo modifica. Es decir, la causa es algo que impide o interrumpe el comportamiento por defecto de un sistema. De este modo es posible explicar por qué en la vida diaria, y en las ciencias especiales, usamos la causalidad con éxito y los argumentos de Mach y Russell parecen, sin embargo, poner de manifiesto que la causalidad no es coincidente con la física.
Tras esto, Hüttemann afirma que debemos ver si esta definición de causalidad que ha dado se cumple en el mundo empírico –más lenguaje típicamente dualista descripcionista que, sin embargo, acaba desembocando en monismo al considerar que lo que no es «mundo empírico» puede reducirse o superponerse a éste, ejemplificando así un esquema de conexión metamérico reduccionista–. Es por ello por lo que podemos interpretar que introduce la noción de campo causal. Los campos causales, señala, son todas aquellas cosas que, en una situación no ideal, además de la causa, están alrededor de aquello que se produce y que pueden influir en el proceso de causalidad. De modo que redefine causa para los campos de causalidad real. Así, relativo a un campo causal, una causa es un factor perturbador real para el comportamiento por defecto que un sistema está dispuesto para mostrar.
Finalmente, cerrando esta exposición de su teoría, Hüttemann introduce unas «cláusulas» o limitaciones importantes para entender bien su teoría. En primer lugar, afirma que podremos aplicar la terminología causal siempre que el sistema que estamos estudiando sea posible describirlo y aislarlo adecuadamente, y distinguir sus partes. En segundo lugar, sostiene que en situaciones reales, en el sistema, las partes que intervienen en todo el proceso no se nos dan aisladas, por lo que muchas cosas que son importantes pueden ser pasadas por alto y ser tenidas en cuenta cosas que no son relevantes. Por lo tanto, la clasificación de ciertos factores de interferencia como insignificantes es un aspecto pragmático adicional y esencial que se presupone para la aplicación de la terminología causal. En tercer lugar, señala que los procesos de causalidad no tienen por qué ser de tipo local. Por último, admite que puede que no haya una línea clara que distinga todos los casos en los que los términos «causa» y «efecto» son aplicables de aquellos en que no lo son, hay casos ambiguos. Aunque sí que hay casos claros también, por lo que esta teoría no se invalida por los casos más ambiguos o limítrofes.
Crítica a Hüttemann. La causalidad como relación ternaria
Según todo lo expuesto tendríamos una serie de disposiciones, las cuales son constitutivas de nuestro mundo físico y también de las leyes científicas que describen los procesos de dicho mundo físico. A su vez, contaríamos con unas causas (o interrupciones) que interrumpen el proceso normal que describen las leyes. En los casos reales intervienen muchos factores, presentes en el campo causal, por ello es importante una clasificación en cada caso de cuáles son los factores relevantes y cuáles son los insignificantes. Es así como el filósofo alemán entiende el proceso de causalidad.
Bien. Hasta ahí, diríamos, quizá lo teorizado por Hüttermann puede ser sostenido aparentemente sin demasiados problemas y ofrece claves que muchas teorías tradicionales no ofrecen. Podemos llegar a estar más o menos de acuerdo con él en algunas cosas aun siendo posible una mayor precisión en múltiples puntos. Pero la cuestión en la que ahora nos queremos centrar es: ¿es esto suficiente?, ¿es Hüttemann demasiado, digamos, conservador?, ¿se puede ir más allá?, ¿se puede extraer algo más de lo que el propio Hüttemann dice de modo que incluso comprometa su propia teoría? Creemos que sí.
Y ¿qué es eso que podemos extraer de la teoría del filósofo alemán pero que él no parece darse cuenta? Una teoría de la causalidad como una relación ternaria, como bien expone Gustavo Bueno (se puede consultar en la bibliografía). El propio Hüttemann insiste en todo su artículo sobre la importancia de los sistemas y procesos en la causalidad, la cual entiende como una interrupción o modificación de las situaciones normales. Pero quizá por inscribirse en una concepción descripcionista de la ciencia –aquella que entiende que la materia o la realidad, con sus leyes propias, es independiente del sujeto gnoseológico o de la ciencia y esta tan sólo trata de describir lo mejor posible dicha realidad– sigue entendiendo la relación causal como una relación binaria, es decir, como una relación en la que tenemos una causa y un efecto de forma inmediata, directa, a pesar de que el proceso causal se inserte, según su teoría, en un campo causal complejo. Un campo causal que no aporta demasiado ya que tan sólo nos dice que las situaciones reales son más complejas que las ideales. Por ello lo que nosotros criticamos en este punto a la teoría de Hüttemann es que, aunque intenta dar respuesta a las críticas tradicionales sobre la causalidad, no se aleja demasiado de ellas porque sigue entendiéndola como una relación binaria, la entiende de un modo formal.
Si bien, si seguimos hasta las últimas consecuencias la propia propuesta de Hüttemann, y si salimos de la concepción descripcionista para ejercitar una concepción circularista, no podemos seguir entendiendo dicha relación como binaria, esto es, formal, sino como ternaria, esto es, material. Es decir, además de la causa y del efecto, es necesario, para entender correctamente lo que ocurre en los procesos causales, tener en cuenta el sistema material en el que, o sobre el que, se está produciendo la causalidad. Dicho en lenguaje algebraico diríamos que no podemos entender la relación de causalidad de esta forma:
Y = f(X)
Ya que si lo entendiéramos así, no estaríamos diciendo más que una obviedad cuando no un absurdo, puesto que estaríamos diciendo que el efecto (Y) existe directa y únicamente en función de la causa (X). Es decir, que hay una repetición continua de los mismos eventos, pues siempre la misma causa llevaría al mismo efecto. Pero esto no puede sostenerse a no ser que quedamos quedarnos en una concepción demasiado abstracta, formal, de la causalidad. Y ¿qué es lo que se abstrae desde la concepción binaria? Precisamente el esquema material de identidad; se están abstrayendo los materiales, el sistema, o el proceso (llamémoslo H) sobre el que, o en el que, la causalidad está teniendo lugar, y sin el cual ésta no tiene sentido. Es en H donde se produce la conexión causal. Por tanto, sostenemos, la causalidad no puede ser binaria, sino ternaria. El efecto no vendría directamente de la causa, sino que supone un sistema material previamente presente. De modo que la causa no causa directamente el efecto, sino la desviación (interrupción, dice Hüttemann) del sistema material. Dicho al revés, el efecto no se seguiría directamente de la causa, sino de la desviación del estado normal del sistema material (o esquema material de identidad). Lo cual quedaría algebraicamente de este modo:
Y = f(X, H)
Quizá con un ejemplo de lo más obvio y sencillo podamos entenderlo mejor. Imaginemos dos materiales, con sus disposiciones propias, totalmente distintos. Pongamos por caso un terrón de azúcar y un cubo del mismo tamaño que el terrón, pero en este caso de acero. Y pensemos en una misma causa, un mismo modo de interrumpir su estado normal, gobernado en este caso por las leyes químicas y físicas. En este caso ese modo de interrumpir es el aumento de la temperatura, en concreto el aumento de temperatura producido por la acción de un pequeño soplete sobre sendos cubos. Siendo así, ¿podemos decir que el efecto producido en ambos cubos será el mismo y que, por tanto, se sigue directamente de la causa? Creemos que debemos decir que obviamente no. En el caso del terrón de azúcar, el azúcar se derretirá inmediatamente por la acción del calor del soplete, sin embargo, en el caso del cubo de acero se producirá un progresivo calentamiento y enrojecimiento del material, pero difícilmente podrá fundirse como ha ocurrido con el terrón de azúcar. Entonces tenemos que, ante una misma causa, se han producido diferentes efectos. ¿Por qué? Porque los sistemas materiales sobre el que ha actuado la causa son diferentes. Si la relación causa-efecto fuese binaria, directa, formal, quizá los críticos tradicionales de la causalidad afirmarían que este sencillo ejemplo es una prueba de la falsedad de dicha relación –aunque más que relación es una conexión–, y dirían bien desde esa concepción. Sin embargo, desde una concepción ternaria de la causalidad es perfectamente comprensible la diferencia en el efecto del fenómeno, ya que el material sobre el que se ha ejercido la causa es totalmente distinto, responde (es interrumpido) de forma totalmente distinta. Es decir, el efecto no depende directamente de la causa, como tendríamos que decir si adoptásemos esa concepción formal binaria, sino que la causa actúa sobre un sistema material, y en función de qué o cómo sea ese sistema material y del tipo de causa que sea, tendremos un efecto u otro.
Es así como creemos, junto con Gustavo Bueno, que debe entenderse la causalidad. Y es también así como podemos responder mejor a los críticos tradicionales. Su crítica tendría algún sentido si la relación fuese binaria y formal, pero al ser ternaria y material su crítica está totalmente desenfocada y con falta de fundamento, ya que se basa en una concepción de la causalidad totalmente errónea.
Conclusión
La concepción que proponemos es una concepción frontalmente contraria al formalismo en el que caen tanto los críticos tradicionales como Hüttemann, a pesar de la mayor complejidad de su teoría. La causalidad, señala Bueno, no puede definirse a partir de su «forma», es decir, del nexo lógico o sintáctico entre X (la causa) e Y (el efecto), pues este nexo formal es vacío. No es posible prescindir de los contenidos materiales (H) implicados en los procesos causales.
Además, también sostenemos que las categorías causales (el uso de terminología causal, como dice Hüttemann) sólo pueden aplicarse en sistemas procesuales materiales individuales. Por eso estaría acertado el alemán cuando habla de la necesidad de distinguir, dentro del campo causal, entre los elementos relevantes y los insignificantes. Y, ¿por qué sería necesario ese campo causal y no lo consideramos como un cuarto elemento? El filósofo alemán no lo dice, siquiera deja claro muy bien cuál es el papel del campo causal, pero creemos que una buena respuesta, apuntada también por Bueno, sería esta: para evitar un regressus ad infinitum es necesario incluir la causa, X, en un contexto previo (Bueno habla de armadura) que permita, en primer lugar la conexiónde X con H, y en segundo lugar, la desconexión del H con otros procesos del mundo. En el sencillo ejemplo puesto por nosotros, la desconexión podríamos ponerla en la desconexión de las leyes físicas y químicas que gobiernan el fuego y los distintos materiales de los cubos de otras leyes biológicas, ecológicas o ambientales, o de leyes como las económicas, las sociales, o cuestiones políticas muy alejadas del asunto, pero que en un regreso infinito podrían llegar tenerse en cuenta aunque fuese absurdo. Es decir, la desconexión es necesaria para evitar el absurdo del monismo. Ese regreso absurdo queda bloqueado por la inserción de X y de H en un campo causal previo, en una armadura. Este es, pues, el modo correcto que el materialismo filosófico ofrece para entender la causalidad.
Bibliografía
Gustavo Bueno, «En torno a la doctrina filosófica de la causalidad», en La filosofía de Gustavo Bueno, Editorial Complutense, 1992, págs. 207-227.
Pelayo García Sierra, Diccionario Filosófico, Pentalfa Ediciones, Oviedo, 2000, págs. 152-173.
Andreas Hüttemann, «A disposition-based process-theory of causation», en S. Mumford y M. Tugby (eds.) Metaphysics and Science, Oxford University Press, 2013.