II concurso de relatos: Sin miedo a la vida, sin miedo a la muerte

II concurso de relatos: Sin miedo a la vida, sin miedo a la muerte

Publicamos el cuadragésimo tercer trabajo perteneciente al II concurso de relatos “Una carta a un hijo” organizado por la escritora y farmacéutica, Esperanza Ruiz Adsuar, en colaboración con Posmodernia y las Bodegas Matsu perteneciente a la Denominación de Origen Toro. La participación en dicho concurso terminó el pasado 31 de octubre de 2020. Bases para la participación en el concurso

Título: Sin miedo a la vida, sin miedo a la muerte

Pseudónimo: Primavera


Madrid, octubre 2020

Querido hijo,

anoche te quedaste preocupado cuando dejamos de hablar. No lo estés. Desde fuera las cosas se ven peor; aquí no estamos tan mal en ese aspecto, aunque, en otros, mucho peor.

Yo sigo haciendo mi vida normal, ya te lo dije: me levanto, me aseo, desayuno y, mientras tu padre se ducha, hago la cama. Después bajo a Misa y a la compra y de vuelta a casa para preparar la comida.

Dos días en semana viene Gladys, es encantadora. El otro día nos trajo una piedra de protección o de sanación y nos pidió permiso para colocarla en una estantería… “señora, esto les protegerá” me dijo en tono cariñoso, “no lo dude, Gladys, como entre un ladrón, del golpe que le doy, con ella le dejo seco”. ¡Qué risa le dio!

Ya me he acostumbrado a su ritmo lento y a su habla cantarina; de vez en cuando le compro algo a su niño (unas zapatillas, un pijama) y preparo algo más de comida, si hago cocido o fabada, para que se lleve… y lo agradece mucho.

Tu padre le dijo que podía quitarse la mascarilla en casa y no ha consentido hacerlo, “no señores, ustedes son mi familia acá y no quiero que se enfermen con el bicho”…

Los viernes, como siempre, Adelaida sube a jugar a las cartas. Es una obra de caridad entretenerla y a nosotros nos sirve de distracción también. Me ha regalado un mantelito bordado por ella con seis servilletas a juego. ¡Qué manos! Y yo que nunca supe ni coser un botón y tenía la singer de tu abuela como un objeto decorativo más…

Es el único día que no damos el paseo vespertino, una rutina más que nos marca los días y semanas y que no hemos variado ni en este tiempo de pandemia.

Lo he hablado con tu padre y la hemos invitado en Nochebuena. A ella y a la prima Elvira, que se quedará a dormir. Sus hijos ya le han dicho que no van a reunirse y que, si lo hicieran, con ella serían más de seis, así que vendrá a casa y seremos cuatro, cinco si tú pudieras venir.

Como ves, este virus no nos ha alterado mucho la vida; sólo tu padre se pone de los nervios cuando ve las noticias y pide que fusilen a todos… ¡que vehemencia! Yo le digo que parece el coreano ese que a ti te hace tanta gracia.

No creas que soy una inconsciente ni una desalmada, me conoces de sobra, me apenan las víctimas que ha habido y habrá y pido por ellas todos los días que es lo único que sirve y que puedo hacer. Y también por los sanitarios y los investigadores, por los políticos me cuesta, pero lo suelto por si cuela…

Me decías que me veías demasiado valiente, ¡nooo! Si siempre he sido muy miedosa, acuérdate. Pero a estas alturas de mi vida ya tengo más conocidos arriba que aquí y de algo hay que morir. Al fin y al cabo, como tú leías cuando eras un crío en ese poemita que tengo enmarcado en la mesilla “morir sólo es morir. Morir se acaba”.

Pero ahora toca vivir todo lo que Dios nos destine. Cuídate tú también y no dejes de llamar. Papá no se pone porque prefiere que le cuente yo la conversación, ya sabes…Por nosotros no tengas miedo.

Mañana saldré a echar la carta y espero que te haga ilusión, no pienso decirte que te he escrito. Cuando la recibas, espero que reconozcas el olor (voy a echarle dos gotitas de mi perfume) y te sirva de abrazo.

Un beso muy fuerte, hijo.

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