El anarquismo es un liberalismo presuntamente integral y un movimiento contracultural supuestamente ilimitado y, en el límite, «antisistema». Para el anarquismo todo gobierno es maldito per se, aunque fuese democrático, pues todo gobierno y todo Estado es considerado como despótico; y el individuo, con objeto de alcanzar sus plenas facultades, tiene que estar libre de toda coacción y autoridad política. El anarquismo aspira a romper toda jerarquía y por ello desde tales posiciones se piensa que no debe existir ninguna. Se niega la fuerza unificadora y organizadora del poder, pues se renuncia a todo poder, a toda autoridad y a toda acción que se postule «desde arriba». Se trata, pues, de un idealismo tan ingenuo como sincero y una filosofía política que no encuentra salida activa ya que precisamente trata de ser apolítica, aunque también ha servido como una especie de credo empleado como tapadera para el bandolerismo. (También otras tendencias políticas han sido en el fondo más bien una tapadera de bandas de delincuentes que las plataformas de políticos profesionales entregados al bien público y a la eutaxia de un determinado Estado; un ejemplo eminente es el de los políticos demócratas con escandalosos casos de corrupción delictiva y cuando no de corrupción no delictiva, sobre todo en casos de corrupción ideológica, que a la larga son incluso más perniciosos para la eutaxia que la corrupción delictiva, por escandalosa que sea ésta).
Asimismo, los anarquistas negaron la política dentro de las instituciones de la sociedad burguesa y no comprendieron el papel que suponía la organización política y tampoco la importancia de la educación de los obreros.
Para los anarquistas era anatema que los obreros se involucrasen en la política burguesa, en el parlamentarismo burgués, a diferencia de los comunistas que sí recomendaban dicha involucración (y no digamos los socialdemócratas, en donde se instaló permanentemente): «El marxismo no enseña al proletariado a quedarse al margen de la revolución burguesa, a no participar en ella, a entregar su dirección a la burguesía, sino que le enseña, por el contrario, que debe participar en ella del modo más enérgico y luchar con la mayor decisión por el democratismo proletario consecuente, por llevar hasta su término la revolución. No podemos saltar del marco democrático-burgués de la revolución rusa, pero podemos ensanchar en proporciones colosales dicho marco, podemos y debemos, en los límites del mismo, luchar por los intereses del proletariado, por la satisfacción de sus necesidades inmediatas y por las condiciones de preparación de sus fuerzas para la victoria completa futura» (Vladimir Ilich Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, Ediciones en Lengua Extranjera, http://www.marx2mao.com/M2M%28SP%29/Lenin%28SP%29/TT05s.html, Pekín 1976, pág. 41-42). «El anarquismo es una tentativa para depurar el liberalismo mediante la eliminación de la política» (León Trotsky, Historia de la revolución rusa, Traducción de Andreu Nin, Veintisieteletras, Mirador de la Reina (Madrid) 2007, pág.539).
El anarquismo supuso un fraccionamiento en el movimiento obrero; aunque es cierto que en el mismo, después de todo, nunca hubo unidad, ni a nivel nacional en un determinado Estado y ni mucho menos a nivel internacional. Como le escribió Marx al militar prusiano, periodista y político revolucionario emigrado a Estados Unidos Joseph Weydemeyer el 1 de febrero de 1859, el anarquismo es el «falso hermano del comunismo». Como supo ver Gustavo Bueno, la unidad de la izquierda es un mito. (Véase al respecto el estupendo programa de Paloma Pájaro en su canal de YouTube Fortunata y Jacinta en el que hace un preciso resumen de las tesis de El mito de la izquierda (Ediciones B, 2003):https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=B3gZaf9OdMo&ab_channel=FortunatayJacinta).
Ya en 1793 el político y escritor inglés William Godwin escribió una obra titulada Enquiry Concerning Political Justice, Biblia del movimiento radical inglés que podríamos colocar en el anarquismo individualista. Allí leemos: «Por encima de todo, no debemos olvidar que el gobierno es un mal, una usurpación del juicio privado y de la conciencia individual del género humano, y que, sin embargo, nos vemos obligados a admitirlo actualmente como un mal necesario; pero nos corresponde, como amigos de la razón y de la especie humana, aceptar la menor cantidad posible de él y observar cuidadosamente si, como consecuencia de la iluminación gradual de la mente humana, este poco puede disminuir de aquí en adelante». De hecho Godwin se propone con franqueza «aniquilar el fraude del gobierno» (citado por Edward Hallett Carr, La revolución bolchevique (1917-1923), Vol. 1, Traducción de Soledad Ortega, Alianza Editorial, Madrid 1972, pág. 251).
En las décadas de 1860 y 1870 el francés Pierre-Joseph Proudhon y el ruso Mijaíl Bakunin eran más conocidos que el comunista alemán Karl Marx dentro del movimiento obrero. Aunque el comunismo vencería al anarquismo pero perdería la batalla ideológica y política frente a la socialdemocracia, como claramente es el caso en la España del Régimen del 78, donde -como reza el artículo 1 de la Constitución- en nuestro país se constituye «un Estado social y democrático», mientras se desactivaba -eurocomunismo mediante- al Partido Comunista de España que fue el único que hizo oposición real al franquismo, pero que en el Régimen del 78 renunciaría al leninismo y se entregaría a la socialdemocracia más descafeinada o al izquierdismo más indefinido e ingenuo.
Como escribía Lenin en 1901, «El anarquismo, en los 35-40 años de su existencia (desde Bakunin y la Internacional de 1866 y desde Stirner muchos años más todavía) no aportó nada contra la explotación, fuera de frases comunes. Estas frases están en circulación desde hace más de 2.000 años. Falta (α) comprensión de las causas de la explotación; (β) comprensión del desarrollo de la sociedad, que conduce al socialismo; (γ) comprensión de la lucha de clases como fuerza creadora de la realización del socialismo… El anarquismo es el individualismo burgués, dado vuelta del revés. El individualismo como base de toda concepción anarquista del mundo. Defensa de la pequeña propiedad y de la pequeña economía campesina. Keine Majorität [nada de mayoría, es decir, rechazan la subordinación de la minoría a la mayoría]. Negación de la fuerza unificadora y organizadora del poder» (Vladimir Ilich Lenin, Obras completas, Tomo IV, Versión de Editorial Progreso, Akal Editor, Madrid 1974, pág.330, corchetes míos). «El anarquismo es el fruto de la desesperación. Es la sicología de un intelectual o de un vagabundo descarriado y no del proletario» (Ibid., pág. 333). El anarquismo es «muy valiente en las palabras, pero inhibido e incluso cobarde ante los hechos» (León Trotsky, Mi vida. Memorias de un revolucionario permanente, Traducción de Wenceslao Roces, Debate, Barcelona 2006, pág. 148).
Proudhon y Bakunin tomaron muchas de sus ideas del filósofo alemán Max Stirner (cuyo nombre verdadero era Johann Kaspar Schmidt), que en 1844 publicó su famoso libro El único y su propiedad, que sería atacado extensamente por Marx y Engels un año después en La ideología alemana (obra que, en palabras de los autores, quedaría para la «crítica de los roedores» y no se publicaría hasta 1932 en la Unión Soviética). Como le escribió Engels a Max Hildebrand el 22 de octubre de 1889, la obra de Max Stirner tuvo un renacimiento con las obras de Proudhon y Bakunin. «La inocua, y sólo etimología, anarquía (o sea ausencia de una autoridad estatal) de Proudhon no habría llevado nunca a las doctrinas anarquistas de hoy si Bakunin no hubiera vertido en ella una buena parte de la “rebelión” stirneriana. En consecuencia, los anarquistas se han vuelto otros tantos “únicos”, tan únicos, que no se encuentra a dos que consigan ponerse de acuerdo»(citado por Roberto Calasso,«Acompañamiento a la lectura de Stirner», prólogo a El único y su propiedad de Max Stirner, Traducción de Pedro González Blanco, Sextopiso, Madrid 2014, pág. 22).
Aunque Stirner le criticó a Proudhon su principal tesis: «la propiedad es un robo». A nuestro juicio, la crítica es contundente e inapelable: «¿Cómo se podría robar si no hubiese propiedad? Lo que no pertenece a nadie no puede ser robado: el que saca agua del mar no roba. Por consiguiente la propiedad no es un robo; sólo por ella resulta el robo posible» (Max Stirner, El único y su propiedad, Traducción de Pedro González Blanco, Sextopiso, Madrid 2014, pág. 327).
Para Bakunin la anarquía es «la organización libre de las masas laboriosas de abajo a arriba». Y por ello mismo «el objetivo final del desenvolvimiento social y que todo Estado, sin exceptuar su Estado popular, es un yugo que, por una parte, engendra el despotismo y, por la otra, la esclavitud» (Mijaíl Bakunin, Estatismo y anarquía, Utopía Libertaria, Buenos Aires, 2004, pág. 211). El anarquismo es, pues, «la teoría político-social de los socialistas antiestatistas» (Ibid., pág. 212). Y el estatismo es contemplado como igual a la reacción. Bakunin quería que el trabajo se autoorganizase al margen de toda autoridad política, y de ahí que su tendencia e influencia llegaría a desarrollarse más allá del arco de sus dientes como «anarcosindicalismo» (fundamentalmente aquí en España).
El anarquismo coincide más bien con la visión epicúrea y estoica al interpretar al hombre como un animal comunitario (zoon koinonikon), que con la visión aristotélica de concebir al hombre como animal político (zoon politikon). Ahora bien, cabría distinguir entre el anarquismo individualista (que sería el de Max Stirner), el anarquismo comunalista (como sería el caso de las comunas epicúreas, o de las comunas de los municipios aldeanos y las comunas hippies del siglo XX), el anarquismo municipalista o cantonalista (que pretendía ser federalista) y el anarquismo anarcosindicalista (como el sindicato CGT de Francia que se fundó en 1902, la Solidaridad Obrera fundada en Barcelona en 1902, o la CNT española fundada en 1910, así como la Federación Anarquista Ibérica de 1927, que recurría al terrorismo procedimental y a la extorsión de los empresarios a través del «impuesto revolucionario»). El anarcosindicalismo vendría a ser la especie de anarquismo que más se aproxima, pese a querer destruir toda forma de Estado, a lo que Gustavo Bueno en El mito de la izquierda llamó izquierda definida. En este caso, según la clasificación de Bueno, nos referimos a la tercera generación de izquierda.