Introducción: una figura incómoda
Enric Jardí publicó, en el año año 1966, un libro muy interesante titulado Tres, diguem-ne desarrelats (Tres, digamos, desarraigados) dedicado a las figuras de Josep Pijuan, Agustí Calvet (Gaziel) y Eugeni D’Ors. En el inicio del libro cita un artículo de Calvet, publicado en “La Vanguardia” con el seudónimo de “Gaziel”, en el cual el periodista catalán se refiere a Cataluña como “devoradora de hombres”, en el sentido de la tendencia catalana a la destrucción, o al menos la exclusión, de sus mejores hijos.
Pensamos que el comentario de Gaziel tiene una gran parte de verdad. Pero para ser más exactos habría que atribuir la responsabilidad no a Cataluña en genérico, sino a la oligarquía catalana, a las 300 familias que controlan la política, la economía, la cultura y los medios de comunicación en el principado desde tiempo inmemorial. Esa oligarquía aupó a D’Ors para posteriormente defenestrarlo y ponerlo en la lista de “malos catalanes”. Hay que aclarar que esta oligarquía con la que convivió D’Ors, representada por la Lliga, era mucho más culta que la actual, que no se dedicaba a destruir Cataluña como la actual (al contrario, construyó) y que no quería irse de España sino liderarla. Pero en su papel de otorgar carnets de “buenos catalanes” cumplía igual que la oligarquía actual.
A la muerte de Prat de la Riba, su protector, D’Ors fue “purgado” por Puig i Cadafalch, el nuevo presidente de la Mancomunidad. Las simpatías de D’Ors por el sindicalismo asustaban a los burgueses de la Lliga, que tampoco comprendían su concepto de Imperialismo. La marcha de D’Ors a Madrid, el empezar a escribir en español y su posterior afiliación a Falange Española consolidaron su papel de “traidor”. Irónicamente, algunos intelectuales de la Lliga (Verges, Masoliver, Riquer) seguirían los pasos de D’Ors una década más tarde, aunque por razones diferentes: al estallar la guerra civil huyeron a Burgos donde se afiliaron a Falange bajo el liderazgo de Dionisio Ridruejo, y editaron la revista “Destino”. Fueron la conexión catalana del grupo de Burgos, a los que nos hemos referido en algún artículo como “la Falange que nunca existió” por la prisa y la eficacia que han tenidos sus descendientes de borrar cualquier rastro de su existencia.
El catalanismo posterior a la guerra civil, con la Lliga desaparecida, desemboco en el nacionalismo y siguió fustigando a D’Ors. Al final de su vida este volvió a Cataluña en busca de sus raíces. Pudo hacerlo por el paraguas protector del franquismo. Hoy en día lo tendría mucho más difícil: los de la CUP le harían escraches y los de “Terra Lliure” podrían secuestrarlo y dispararle un tiro en la rodilla.
D’Ors, uno de los intelectuales catalanes y españoles más importante del siglo XX, que puede figurar tranquilamente al lado de Ortega y Gasset o de Xavier Zuviri, periodista, pedagogo y filósofo (él único filósofo que ha producido Cataluña desde Balmes) sigue siendo en Cataluña una figura olvidada. Muchos ignoran su existencia. Otros, los menos ignorantes, le acusarían de “traidor”.
Nosotros proponemos aquí un homenaje a Eugeni D’Ors i Rovira, una de las figuras intelectuales más egregias de la cultura catalana (y por tanto española). Proponemos también una aproximación a tres aspectos importantes de su obra: la filosófica, la pedagógica y la política.
Eugeni D’Ors filósofo
Solamente se puede llamar filósofo al pensador que crea un sistema original, y este es el caso de D’Ors. En sus obras La filosofía del hombre que trabaja y juega[1],El secreto de la filosofía[2]y La ciencia de la cultura[3], junto con otras menores, podemos encontrar los elementos fundamentales del sistema orsiano.
No pretendemos, ni de largo, hacer un análisis exhaustivo del sistema orsiano. Únicamente reivindicar su condición de filósofo y señalar los elementos más fundamentales de sus propuestas.
Una imagen interesante que propone el sistema orsiano es su concepción circular de la filosofía. Si las ciencias particulares pueden representarse como una escalera, en que cada peldaño se apoya y reposa en el anterior, el quehacer filosófico puede asimilarse a un círculo, en que los distintos elementos que lo forman se sostienen unos a otros. Podemos abordar el círculo desde cualquier punto, seguros que después de nuestro filosófico recorrido volveremos al punto de partida.
En el sistema filosófico orsiano distinguimos tres partes fundamentales: la Dialéctica, la Poética y la Patética. La Dialéctica orsiana vendría a ser una fusión de epistemología y gnoseología, es decir, una teoría del saber y de las ideas. Eugenio d’Ors se muestra crítico tanto con el positivismo como con el racionalismo, y elabora una teoría del saber humano que parte de la Empírica o experiencia, se desarrolla a través de la Ciencia con los conceptos y culmina finalmente en la filosofía con las ideas, que a su vez se relacionan con las palabras y con el lenguaje. En su libro El secreto de la filosofía crítica los principios racionalistas de contradicción i de causalidad y los quiere sustituir por el principio de función exigida y i el principio de participación.
Otra parte del sistema filosófico de D’Ors es la Poética. Este término puede su sugerir error, pues no se refiere a una teoría literaria de la poesía sino que el término Poética derivar del griego poiesis que significa creación. En la Poética D’Ors estudia todo aquello que hace referencia a la creación humana, y en este sentido nos habla de tres realidades que conviven en la naturaleza humana: el Homo sapiens, hombre que sabe; el Homo faber, hombre que trabaja, y el Homo ludes, hombre que juega. Para D’Ors cualquier creación humana en el ámbito de la sabiduría, del trabajo o del juego es un producto del Espíritu que alguna manera coloniza i domina a la materia, que juega el papel de parte pasiva. Algunos han señalado elementos propios del maniqueísmo en el pensamiento de D’Ors en cuanto esta Espíritu creador se identificaría con el bien, y este espíritu pasivo de la materia, que opone resistencia a la creación, se identificaría con el mal.
Por último está la Patética. Bajo este nombre se agrupa a todo lo relativo a la “pasividad” y a la “resistencia” frente a la creatividad humana: la Naturaleza. Ocuparía el lugar que en la filosofía convencional se destinaria a la cosmología y a la filosofía natural.
Finalmente nos referiremos a los aspectos relativos a la Filosofía de la Historia, desarrollados por D’Ors en su libro (inacabado) La ciencia de la cultura, que se publicó algunos años después de su muerte. D’Ors critica a la ciencia histórica en cuanto intenta ser una ciencia de hechos puramente contingentes. Reivindica la necesidad de constantes en la historia para que esta pueda ser considerada realmente una ciencia, y cree haber encontrado estas constantes en lo que llama “eones”. Define al “eon” como una idea que tiene una biografía. Así nos dice que las figuras históricas de Alejandro Magno, de Cesar, de Carlomagno o de Napoleón son contingentes e irrepetibles, pero que en todas ellas se manifiesta un “eon”: la idea de Imperio.
Eugeni D’Ors pedagogo
Las ideas y realizaciones pedagógicas de Eugeni D’Ors son, seguramente, lo menos conocido de su vida y su obra. Sus teorías pedagógicas se fundamentan en su filosofía y en su antropología. La columna vertebral de su pensamiento pedagógico es la potencia espiritual que anida en el ser humano contra la resistencia que le opone la materia. El resultado de este combate en la Obra Bien Hecha.
La misión del pedagogo es facilitar el descubrimiento de la Vocación que todo ser humano lleva dentro. Recordemos que para D’Ors el ser humano tiene una naturaleza tríadica: está compuesto de cuerpo, de un Yo mental ligado al cuerpo (alma), y del Yo propiamente dicho, donde anida la auténtica personalidad y la vocación. Este tercer elemento es el espíritu u Ángel. Para D’Ors la misión de la vida humana es gestar un Ángel para alumbrarlo en la Eternidad.
El conjunto de propuestas de D’Ors en el terreno de la pedagogía constituye una curiosa amalgama de elementos tradicionales con otros que podríamos considerar hiper modernos. Por una parte, su concepción clásica de la cultura, opuesta a cualquier culto a lo espontáneo, sitúa a su pedagogía en las antípodas de las ideas de Rousseau y de la pedagogía anarquista de Ferrer i Guardia. Coherente con su idea de la Obra Bien Hecha, de la Potencia que se enfrenta a la Resistencia del mundo material, D’Ors reivindica la disciplina, el esfuerzo y la memoria en la educación.
Sin embargo, nada más lejos de la pedagogía orsiana que la idea puramente libresca y académica. Su interés por el trabajo y por los oficios le lleva a reivindicar una enseñanza donde las manualidades y el aprendizaje de los oficios se conviertan en una auténtica propedéutica. Su idea es que a partir de la Práctica o Empírica (la experiencia) se construyan los conceptos, propios de la Ciencia, y de aquí se pase a las Ideas, materia de la auténtica Sabiduría.
Su teoría de la Vocación (vinculada a su angeología) le lleva a rechazar cualquier especialización temprana, y reivindica que la escuela sea una especie de granja, donde estén presentes todas las artes y oficios.
Pero D’Ors no fue solamente un teórico de la educación. Los cargos que desempeño en la administración le permitieron llevar a la práctica (o al menos intentarlo) algunas de sus propuestas.
El mes de abril de 1914 Prat de la Riba, presidente de la Mancomunidad de Cataluña, nombró a D’Ors Director de Educación Superior en el Consejo de Pedagogía de la Mancomunidad de Cataluña. En 1911 había sido nombrado secretario del Institut d’Estudis Catalans. Estos cargos permitieron a D’Ors incidir de alguna manera en la realidad educativa. Entre sus realizaciones hay que mencionar la fundación de la Biblioteca de Cataluña, la fundación de la Escuela Superior de Bibliotecarias y al impulso a la Red de Bibliotecas Populares en muchas poblaciones de Cataluña.
El pensamiento político de D’Ors
Resulta casi un tópico decir que el pensamiento político de D’Ors pasa del catalanismo cultural y político, representado por el Noucentisme, a un hispanismo autoritario. Pero esta afirmación es una simplificación de la realidad, que esconde muchos de los matices del pensamiento de D’Ors, de la complejidad de sus ideas y también de la complejidad ideológica del tiempo en que vive.
Resulta indiscutible que el pensamiento de D’Ors pasa por una etapa de catalanismo cultural y de nacionalismo. Pero las raíces ideológicas de este periodo, el Noucentisme, están en las antípodas del romanticismo, que alimenta a los ideólogos del catalanismo y del nacionalismo. En el libro canónico de este pensamiento, La Nacionalitat catalana de Prat de la Riba, son evidentes las influencias románticas del pensamiento de Herder y del volksgeit(espíritu del pueblo). D’Ors, que ha estudiado en Francia y recibido las influencias clásicas de Charles Maurras y de la Acción Francesa, representa ideas totalmente opuestas sobre la cultura y la nacionalidad. Para D’Ors, como para todo pensador clásico, la cultura es forma, es estilo, es imposición sobre cualquier espontaneidad.
La versión orsiana del catalanismo, el “noucentisme”, se presenta como una propuesta a la vez cultural, cívica y política. Esta propuesta de presenta en las Glosses, que D’Ors publica diariamente en La veu de Catalunya, órgano de la Lliga, y en su novela filosófica La Ben Plantada. Para Cacho Viu[4]el “noucentisme” es un pre-fascismo, pues responde a las influencias de Charles Maurras y la Acción Francesa, por un lado, y del sindicalismo revolucionario de Georges Sorel por otra. Esta afirmación se apoya en los estudios de Zeev Sternhell y su escuela, según la cual los orígenes del fascismo hay que situarlos en Francia, como consecuencia de la convergencia entre los monárquicos de la Acción Francesa y los sindicalistas revolucionarios, reunidos en el Circulo Proudhon[5]. Sin embargo estas afirmaciones hay que matizarlas.
Es cierto que D’Ors, que pasó unos años en Paris como corresponsal de La Veu, acusó en grado sumo las influencias intelectuales de la cultura francesa. Entre estas influencias se encuentran, indudablemente, las huellas de Maurras y de Sorel. Sin embargo, el significado ideológico del autor de Reflexiones sobre la violencia sigue siendo objeto de debate intelectual[6]. Revisión del marxismo, prefascismo, vitalismo bergsoniano, revolución conservadora, son algunas de las etiquetas con las que se ha intentado clasificar el pensamiento de Sorel, el cual es indudable que ejerció una notable influencia sobre D’Ors, ya en estos primeros años.
Quizá la definición, debida a Julien Freund[7], de Georges Sorel como primer revolucionario conservador sería la más adecuada. La llamada revolución conservadora fue un movimiento intelectual muy característico del periodo de entreguerras y representado especialmente por intelectuales alemanes, pero con eco en otras naciones europeas. Los pensadores que pueden englobarse en esta corriente son especialmente sensibles al concepto de decadencia y de crisis de la civilización europea, son hostiles al liberalismo y ven en el sindicalismo y el corporativismo una nueva manera de vertebrar la sociedad.
Las relaciones de estos intelectuales con los nacientes movimientos fascistas fueron ambiguas. Solo unos pocos, como Carl Schmitt, colaboraron con estos movimientos. Otros, como Jünger, Niekisch o Haushoffer, se opusieron a los mismos (Nieskisch y Haushoffer estuvieron internados en un campo de concentración, y el hijo de Haushoffer fue asesinado por los nazis). También hubieron casos, como el de Heidegger, de una incipiente colaboración seguida de un retraimiento posterior.
Las indudables influencias de Sorel y de Maurras en este primer D’Ors podrían situarse en este terreno. El Noucentismo, que D’Ors quiere insuflar al incipiente catalanismo cultural y político podría considerarse, más que pre-fascismo como defiende Cacho Viu, una variante peculiar de esta revolución conservadora, que llega a nuestro hombre a través de las influencias francesas.
Por otra parte, como ha señalado Enric Jardi en su biografía de D’Ors[8], la supuesta hegemonía ejercida por D’Ors en la cultura catalana en sus años dorados (1906-1920) ha sido enormemente exagerada. Es cierto que D’Ors contó con el apoyo incondicional de Prat de la Riba, y es cierto también que en el seno de la Lliga se dieron ciertos discursos de crítica al liberalismo (heredados de los antecedentes carlistas de algunos de sus miembros) y de simpatía hacia las soluciones de tipo corporativo. Eduardo Aunós, ministro de trabajo con Primo de Rivera, creador de los llamados “comités partitarios”, de inspiración corporativista, había sido militante de la Lliga. A pesar de ellos, amplios sectores de la Lliga veían en las proclamas imperialistas de D’Ors una retórica fuera de lugar, y desconfiaban y recelaban de las simpatías sindicalistas de nuestro hombre. Sectores integristas (recordemos que el Partido Integrista, escisión del carlismo, era aliado de la Lliga) también desconfiaban del catolicismo de D’Ors, y desde la propia Iglesia catalana se había pedido la inclusión de “La Ben Plantada” en el Índice.
No hay, pues, un liderazgo absoluto de D’Ors y del Noucentismo sobre el catalanismo, tal como muchos han proclamado. De hecho D’Ors tiene pocos discípulos y muchos admiradores, admiradores a quienes atrae su prosa, elegante, clásica y cuidada, lo que no significa que compartan sus ideas, ni siquiera que las entiendan. La prueba es que cuando tiene lugar la defenestración de D’Ors no se produce en el seno del catalanismo político ninguna escisión, ni siquiera un conato de revuelta. Incluso antiguos discípulos se vuelven contra él, mientras que otros guardan un significativo silencio.
Mención aparte merecen las aproximaciones de D’Ors al sindicalismo. Por aquel entonces el panorama sindical en Cataluña estaba liderado por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) de filiación anarquista. Dentro de la CNT había sectores más próximos al anarquismo doctrinario, representado por la Federación Anarquista Ibérica (FAI), y otros más proclives al sindicalismo puro, sin hipotecas ideológicas. También existían los Sindicatos Libres, surgidos entre los sectores obreros del carlismo radical. Estos sindicatos solían dirimir sus diferencias a tiros. A todo ello se añadían los pistoleros al servicio de la Federación Patronal. Próximo a la Lliga estaba el Centro Autonomista de Dependientes del Comercio y de la Industria (CADCI), que rechazaba la violencia, lo cual lo colocaba en una situación bastante marginal.
Las ideas de D’Ors le colocaban en las antípodas del anarquismo. Sin embargo, al igual que otros revolucionarios conservadores, D’Ors se sintió atraído por el sindicalismo, no como un instrumento de la lucha de clases, sino como una forma de vertebración de la sociedad, como una forma de integración a través del trabajo, de los oficios, como una forma de participación y socialización alternativa la individualismo liberal. Por estas mismas fechas Ramiro de Maeztu publicó La crisis del Humanismo, libro donde, aparte de una crítica feroz a la modernidad, se sentaban las bases teóricas para una nueva sociedad “corporativista, sindicalista y funcionarial”, concebida como una federación de corporaciones.
Declaraciones y publicaciones de D’Ors en La Veu a favor de luchas obreras o de críticas al liberalismo manchesteriano (les Gloses de la Vaga, El Nou Prometeus encadenat, Manchester en principis, Manchester en espectre, C’est la lutte finale) muestran el interés de D’Ors por los problemas sociales y las actividades sindicales. Esta tendencia “izquierdista” de D’Ors se agudizó después de su expulsión de la Mancomunidad, con un acercamiento a los radicales lerruxistas.
Otro matiz del pensamiento de D’Ors que influyó notablemente en su marginación por parte del catalanismo oficial fue su posicionamiento ante la Primera Guerra Mundial. Aunque España permaneció neutral en el conflicto, existieron, en la opinión pública española, sectores simpatizantes con la causa de los aliados (aliadófilos) y sectores simpatizantes con la causa de los Imperios Centrales (germanófilos). Entre el catalanismo prevaleció la simpatía por la causa aliada.
D’Ors optó por una tercera via: la condena a la guerra, a la que calificó de “guerra civil de Europa”. Reivindicando a la vez a la Monarquía de Carlomagno y al Sacro Imperio Romano Germánico critica los argumentos de uno y otro bando y expone sus argumentos en el libro “Cartes a Tina”. Llega a organizar un grupo de “Amigos de la Unidad Moral de Europa” que redacta un manifiesto en el Ateneo Barcelonés, que es firmado por algunas figuras destacadas de la intelectualidad catalana. Además conecta con otras figuras europeas contrarias a la guerra, como el francés Romain Rolland y el inglés Bertand Russell.
Sin embargo, D’Ors no es un pacifista. No participa en la actitud panfilista del “No a la guerra” en abstracto, pues como buen revolucionario conservador reconoce el valor profiláctico de la guerra contra la decadencia de las naciones. Se opone a la guerra en Europa por considerarla una guerra civil entre europeos que deberían estar unidos por una cultura común, y por reivindicar una unidad imperial de Europa frente a los nacionalismos.
Todo ello es demasiado para los burgueses lectores de La Veu. La opinión más extendida es que D’Ors es en realidad un germanófilo, que disimula su actitud con argumentos pacifistas y neutralistas. Todo ello no contribuyó a su popularidad.
La rotura definitiva de D’Ors con el catalanismo oficial se produjo en enero de 1920. Puig i Cadafalch, que nunca había simpatizado con D’Ors, inicia una ofensiva administrativa y política. Propone dividir la Dirección de Instrucción pública de la Mancomunidad en tres secciones, y destinar a D’Ors a una de ellas, la de enseñanza superior, lo que significa una clara degradación administrativa. A ello se suman acusaciones de irregularidades administrativas.
D’Ors dimite de su cargo y acusa a Puig i Cadafalch y a la Mancomunidad de haberlo purgado por motivos ideológicos, acusación que es rechazada en una “nota oficiosa” publicada en La Veuel dia 10 de enero. La “depuración” de D’Ors no causó demasiado revuelo: un conato de huelga de los alumnos de la Escuela Elemental del Trabajo, y la solidaridad de algunos representantes del catalanismo de izquierdas y del lerruxismo y poca cosa más.
La inquina de Puig i Cadafalch contrá D’Ors no estaba satisfecha. El dia 16 de abril del mismo año D’Ors era destituido de la secretaria del Institut d’Estudis Catalans, en una reunión en la que asistieron Ramon Turró, Pere Coromines, Agusti Pi i Sunyer, Jaume Bofill i Mates, Francesc Martorell, Jaume Massó i Torrents, Ferran Valls i Taberner, Josep Carner, Lluis Nicolau d’Olwer, Ferran de Segarra, Pompeu Fabra y Joaquin Ruyra. Puig i Cadafalch en teoría se mantuvo al margen, pero en realidad movió sus hilos para una segunda “defenestración” de D’Ors. Solo Nicolau D’Olwer y Coromines defendieron a D’Ors. El resto, siguiendo una inveterada tradición de los intelectuales catalanistas, prefirieron estar a bien con el Poder.
Después de esta humillación la situación de D’Ors en Cataluña se hace cada vez más incómoda. Es invitado a dar un ciclo de conferencias en Hispanoamérica, y a principios de 1923 fija su residencia en Madrid. Hacía tiempo que cultivaba sus relaciones con intelectuales madrileños (Unamuno, Ortega, Giner de los Rios entre otros), y diversos diarios madrileños acogen sus publicaciones (Las Noticias, ABC, El Debate).
Su huida del universo etnocéntrico de Cataluña lleva a D’Ors a descubrir la Hispanidad. Era un camino previsible, era esperable que un teorizador del Imperialismo desembocara en este descubrimiento. Él había querido y deseado que Cataluña fuera el germen de un hipotético Imperio Mediterráneo, pero en la Hispanidad descubre un Imperio que había sido real. Y aquí se inicia lo que algunos han llamado la etapa “autoritaria” de su pensamiento.
Como muchos otros intelectuales, D’Ors apoya la dictadura de Primo de Rivera. Hace un llamamiento a la elaboración de una “Marsellesa de la Autoridad”. Pero el desembarco en el pensamiento hispanista y autoritario no hace que D’Ors olvide sus inquietudes sindicalistas.
La conjunción de los ideales imperialistas, hispanistas y sindicalistas lleva a D’Ors hacia Falange Española de modo casi natural. Llevaba tiempo relacionado con la llamada “Escuela Romana del Pirineo” situada en Bilbao en torno a Ramón Basterra, colectivo que también acabó nutriendo las filas de Falange. D’Ors cultivo la amistad del propio José Antonio Primo de Rivera.
El inicio de la Guerra Civil sorprendió a D’Ors en Francia. Vuelto a España empezó a colaborar con la publicación falangista “Arriba España”, que se editaba en Pamplona bajo la dirección del sacerdote Fermín Yzurdiaga. Allí conectó con un conjunto de intelectuales falangistas (Lain, Tovar, Torrente Ballester) que formarían posteriormente el llamado “Grupo de Burgos”, bajo el liderazgo de Dionisio Ridruejo y la protección de Ramón Serrano Suñer.
A finales de 1937 D’Ors fue nombrado secretario perpetuo del “Instituto de España”, entidad que debía coordinar las actividades de las diversas academias. Sin embargo, la creación, en noviembre de 1939, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas absorbió prácticamente todas sus funciones y lo relegó a una institución puramente simbólica. Por otro lado, en enero de 1938, fue también nombrado Director General de Bellas artes. Este cargo, menos simbólico y más real, le permitió realizar alguna actividad importante, como la recuperación de importantes obras de arte españolas que habían sido depositadas en Suiza por el gobierno de la República.
José Luis Aranguren, en su libro La filosofía de Eugenio D’Ors[9], ha puesto en manifiesto la continuidad ideológica entre la etapa Noucentista y la etapa Hispanista del pensamiento de D’Ors. Sus ideas sobre la Cultura, el Imperio, la Civilidad, como opuestas a todo lo espontaneo, a todo lo “romántico”, a todo lo caótico y desordenado, siguen siendo la espina dorsal de su pensamiento.
Frente a la idea romántica de nación, la idea clásica de Imperio. Dos frases de D’Ors resumen su visión del tema Todo nacionalismo es separatista. La extensión no importa. Y La patria ha existido siempre, la nación no.
Las naciones representan el “eon” romántico de Babel frente al “eon” clásico de Roma. Son un producto del protestantismo, de la descomposición del Sacro Imperio y de la Revolución Francesa. El Hispanismo de D’Ors es patriótico e imperialista, pero no nacionalista. Su idea de Imperio, rechazada por el catalanismo burgués, encuentra su expresión perfecta en la Hispanidad, pues España, antes de ser nación, fue Imperio.
En esta línea D’Ors, aunque muestra admiración por Mussolini, critica los elementos jacobinos que entrevé en el fascismo italiano, fruto de la herencia garibaldina y liberal presentes en la construcción de Italia.
La elaboración previa del Noucentismo, que D’Ors pretendía que fuera la espina dorsal del catalanismo, le permitieron entender muy bien la esencia de la Hispanidad, como idea imperial, como idea de comunidad de pueblos, en las antípodas de los particularismos nacionalistas. No es nacionalismo español: es hispanismo.
**(Ponencia presentada en el V CONGRESO DE LA CATALANIDAT HISPÁNICA DE SOMATEMPS, celebrado en Barcelona los días 13, 14 y 15 de julio de 2018.)
[1]La Filosofía del hombre que trabaja y que juega (1914). Madrid: Libertarias/Prodhufi, 1995.
[2]El secreto de la filosofía (1947) Madrid, Tecnos, 1997
[3]La ciencia de la cultura(1964) Madrid, Rialp
[4]Cacho Viu, V. (1997) Revisión de Eugenio D’Ors. Barcelona, Quaderns Crema, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes.
[5]Sternhell, Z. (1994) El nacimiento de la ideología fascista. Madrid, Siglo XXI.
[6]Freund, J., De Benoist, A. et alii (2016) El enigma Georges Sorel ¿Revisión del marxismo o prefascismo? Tarragona, Ediciones Fides.
[7]Freund, J. (1980) “Una interpretación de Georges Sorel” Nouvelle Ecole, nº 35.
[8]Jardi, E. (1967) Eugeni D’Ors. Barcelona, Sociedad de Estudios y Publicaciones, Ayma S.A. Editora.
[9]Aranguren, J.L. (1945) La filosofía de Eugenio D’Ors. Madrid, Ediciones y Publicaciones españolas.