“Todo hombre, como todo perro, tiene su propio límite individual de resistencia. La mayoría de los hombres llega al límite después de más o menos unos treinta días de continua tensión en las condiciones del combate moderno. Los que son más impresionables que el promedio sucumben en sólo quince días. Los más duros que el promedio pueden resistir unos cuarenta y cinco, y hasta cincuenta días. Fuertes o débiles, a la larga todos acaban derrumbándose. Todos, es decir, todos aquellos inicialmente sanos. Porque, de modo bastante irónico, los únicos que pueden resistir indefinidamente la tensión de la guerra moderna son los psicópatas. La locura individual es inmune a todas las consecuencias de la locura colectiva.” (Aldous Huxley, 1958)
Así como en World War Z, en la cual sólo los enfermos terminales estaban inmunizados ante la pandemia, aquí sólo ciertos enfermos mentales consiguen salirse de rositas del inmenso hospital psiquiátrico que ya ha devenido el mundo. Sólo un perfil psicopático podrá desempeñar un alto cargo en los poderes públicos. Sólo un sociópata podrá vivir integrado en esta sociedad científicamente diseñada y controlada. El resto de la población, su amplia mayoría, así como la infantería de la que hablaba Huxley, se romperá a nivel emocional en un plazo más o menos corto. De hecho, ese colapso es uno de los objetivos iniciales de un método de manipulación de la conducta muchísimo más preciso y perfeccionado de lo que prefiere pensar un ciudadano promedio al que no se le ocurre otra cosa que “resistir”. El tipo dice y canta: “Resistiré, erguido frente a todo…”, y se queda tan ancho. Desde Pávlov, pasando por William Sargent, B.F Skinner, Eric Trist, D.E. Cameron… optimizando la praxis de las teorías de manipulación psicológica con las dos guerras mundiales, las dictaduras comunistas, la Guerra Fría… y culminando con la junción de la vanguardia de las ciencias sociales y el behaviorismo con las nuevas tecnologías y la propaganda de lo que llevamos de siglo XXI, ¿de veras crees que vas a resistir a esto? En los últimos sesenta años las técnicas de lavado de cerebro y modificación del comportamiento han experimentado un desarrollo paralelo al de la informática. ¿Se entiende esto último? Un españolito cantando Resistiré se asemeja a un aficionado al ajedrez con ELO de mil puntos, convencido de que va a derrotar a la superinteligencia artificial ajedrecística AlphaZero. “Resistiré para seguir viviendo. Soportaré los golpes y jamás me rendiré. Y aunque los sueños se me rompan en pedazos, resistiré, resistiré…” ¿Pero tú te estás escuchando? No te lo crees ni tú.
Resulta devastador, pero alguien tiene que decirlo: nuestra resistencia individual ante esto que ya ha llegado resulta ridícula. No resistirás; te romperás. Es sólo cuestión de tiempo, menos del que crees. La ingeniería social conoce al detalle nuestra estructura psicológica, su punto de ruptura, el nivel de estrés continuado necesario para modificar la conducta, la justa dosis de tormento para doblegar la voluntad humana sin acabar con la vida… Llevan más de un siglo estudiándolo como ciencia después de haberlo practicado durante milenios de manera intuitiva con sus guerras y genocidios. Antaño consiguieron que adorásemos a tiránicos reyes asesinos como si fueran dioses; hoy consiguen que creas ser gobernado en una benefactora democracia. En la antigüedad consiguieron que creyéramos en las más absurdas patrañas religiosas; hoy consiguen que te creas dogmas políticos, científicos y económicos más incomprensibles que la Santísima Trinidad. Hace siglos consiguieron que fuésemos a la plaza para aplaudir la quema de herejes y brujas; hoy consiguen que te metas una desconocida vacuna sin rechistar y que denuncies a tu vecino como “irresponsable negacionista” si no lo hace. Antes nos controlaban con miedo, dolor y amenazas de expulsión de la comunidad; hoy nos controlan con miedo, dolor y amenazas de expulsión de la comunidad, sólo que con técnicas perfeccionadas y unas ciencias sociales exponencialmente desarrolladas por computación cuántica y análisis de Big Data. Quizás la única novedad que encara el actual hombre posmoderno en lo que respecta a su manipulación psicológica, sea que por primera vez en su historia se enfrenta a alguien no humano. El advenimiento de la Inteligencia Artificial (AI) trae consigo una expectativa de sometimiento de la humanidad literalmente ilimitada. Y ante el transhumanismo como mayor peligro para nuestra especie y civilización, el ciudadano español sólo consigue cantar que del barco de Chanquete no le moverán.
Esto no ha hecho más que empezar, y forma parte del método de tortura social hacerte pensar que acabará algún día. Tu mente irá cediendo poco a poco, convenciéndose de que eres incapaz de comprender todo esto por ti mismo. Renunciarás a la razón y al criterio propio para convenir aceptar lo que se te dice como verdad. Como al perrito de Pávlov se te condicionará con sufrimiento y angustia para que agradezcas las galletitas que te den como premio tras portarse bien. Llegarás a la conclusión de que pensar resulta poco práctico, disentir te acaba haciendo daño, oponerse significa delatarse como sospechoso para el grupo. Te irás escondiendo en los pocos reductos que te dejen, pues al final, se trata de sobrevivir y no te importará de qué manera. Llegarás al final de tus días (más prematuro de lo que esperabas), negándote haber pensado alguna vez que otra vida era posible. Y un buen día morirás, sumiso y obediente, de una enfermedad presentada como efecto colateral del bienestar que te brindaron tus amos. Te chuparán la sangre y los cuatro cuartos que te queden. Te destriparán los órganos si les sirven. Y pasarás a su base de datos como cadáver amortizado y como deuda a pagar por tus hijos. C´est fini. Game Over. ¡Y esto es todo, amigos!