Hará un par de días, sentado a la mesa con algunos amigos después de una cena, hacíamos la sobremesa sobre variopintos asuntos. No tardamos creo que más de cinco o siete minutos en caer en lo que pareciera que es “el” tema de nuestro tiempo, en muchas de las así llamadas sociedades occidentales. Este no era otro, claro está, que el virus, la pandemia, las medidas gubernamentales y como colofón de todo, los no vacunados o antivacunas.
Puesto y servido el debate con el café después del postre, comenzaron por rondas las opiniones acerca de las medidas tomadas por el gobierno de Nueva Zelanda (país donde resido) para acorralar a los antivacunas o ‘anti-vaxxers’, como se les denomina aquí a los no vacunados, independientemente de las razones que estos esgriman para no ponerse el fármaco. En este sentido las posturas giraban en torno a la pertinencia de algunas medidas, su carácter democrático, las potestades del gobierno para implementarlas, la figura de Macron y sus recientes declaraciones[1], la controversia Djokovic vs Nadal[2], Australia[3]y su particular acercamiento a problema COVID-19, entre otros asuntos.
Oyendo en silencio las opiniones de este grupo de jóvenes, muy inteligentes e informados (doy plena fe de ello), reflexionaba ante los datos, cifras, estudios consultados y análisis de distintos expertos sobre el tema citados por mis contertulios. Ante todo esto, yo sólo me preguntaba: ¿por qué estamos hablando de esta cuestión en particular? Es decir, ¿por qué en Nueva Zelanda, en este momento precisamente, un grupo de jóvenes cultos e instruidos están debatiendo, sobre todo, acerca de la pertinencia de tomar o no medidas que en otro momento serían consideradas draconianas y hasta liberticidas, en contra de un determinado segmento social? O sea, ¿por qué la cuestión de los “antivacunas” (personas que no se han vacunado, insisto), y las formas de lidiar con estos, es a día de hoy tema recurrente en los medios de comunicación más consultados por los residentes en este país?
Como primera respuesta a estas preguntas me vino a la cabeza una realidad muy objetiva, y es que en Nueva Zelanda se están tomando precisamente medidas muy reales, que limitan la participación social, o al menos la modulan, no solo entre quienes no se han vacunado; sino entre aquellos que sí lo hemos hecho. Esto ha generado todo un debate, que sigue en curso, sobre la potestad que tiene el gobierno para implementar acciones de esta naturaleza, para unos y otros, pero sobre todo focalizado en aquellos que se niegan a ponerse la vacuna. En otras palabras, que pareciera que las medidas profilácticas (necesarias muchas de ellas, no lo estoy negando) no estuvieran suficientemente localizadas entre algunos o que al menos por el malestar lógico de estas, debiera ser, aún más, responsabilizada esa parte del todo social que todavía se niega a acatar la vacunación orientada.
Con la pregunta en mente, y una vez terminado el debate, encendí el ordenador para consultar algunas de las cifras oficiales de vacunación de Nueva Zelanda y me encuentro con que el 95%[4]de la población elegible para ser vacunada (mayores de 12 años) residente en el país, resulta estar vacunada con al menos una dosis, de los cuales el 92% tiene la pauta completa hasta ahora orientada, dos dosis de Pfizer-BioNTech, y en ambos casos los números aumentan por día. En cuanto a las cifras oficiales de contagios totales en Nueva Zelanda, así como el origen que el ministerio de salud pública de este país reconoce como fuente de estos, son las siguientes. De los 14673 casos reportados en el país desde la detección del virus hasta la fecha, el 73% de los contagios se produjo por contacto con alguien de la comunidad y el 16% contrajo la enfermedad en el extranjero y la importó al país. Relacionados con estos últimos, vacunados todos, por cierto, pues únicamente así se permite el ingreso a Nueva Zelanda; un 3% de los contagios se considera que tuvieron relación con estos viajeros contagiados[5]. Del resto de los que se han enfermado, un 7% aún se está investigando y sólo un 1% se desconoce totalmente la fuente del contagio.
En otras palabras, que la abrumadora mayoría de los casos aparecidos desde que empezó la pandemia está relacionada con contactos locales perfectamente identificados. Si tenemos en cuenta estas cifras globales y las comparamos con el 92% de vacunación alcanzado por el país, es estadísticamente imposible suponer que el porcentaje de estos casos de contagio local, desde el inicio de la pandemia, ha tenido como fuente una persona que no se ha vacunado. A lo sumo, podríamos pensar que efectivamente en algunos momentos de la pandemia hubo alta incidencia de contagios entre esta población, por la sencilla razón de que la vacunación comenzó hace menos de seis meses y tenía un ritmo particular dentro del país. Pero incluso suponiendo que efectivamente un cierto número de estos casos se ha contagiado enteramente por algún no vacunado, sería simplemente ridículo pensar que entre estos la porción mayoritariamente relevante, está constituida por trasmisores abiertamente en contra de las vacunas o de la vacunación, pues eso simplemente no se conoce.
Dicho de otra manera, si 9.5 de cada 10 residentes en Nueva Zelanda, elegibles para vacunarse, lo han hecho. Si muchos de los no vacunados han enfermado o ya se han contagiado, pues estos son el número mayoritario (que no absoluto) de los actualmente hospitalizados con la enfermedad[6]; con lo cual habrían adquirido alguna inmunidad temporal, ¿es posible afirmar que la causa fundamental de los contagios y (o) enfermos actuales son los no vacunados por decisión propia? O lo que es lo mismo, ¿son los no vacunados la fuente real de todas las limitaciones y restricciones que enfrentan todos los residentes en el país? ¿Tendría que ser este el debate en torno al cual debería estar girando la conversación pandémica nacional?
Las cifras realmente existentes, tan caras hoy día todo el mundo, parecieran decir otra cosa. De aquí que sólo nos queda pensar que, en el caso de Nueva Zelanda al menos, esta temática no tiene como base la realidad actual del país en el momento presente, ni siquiera en el pasado reciente de la evolución de la enfermedad en el territorio; sino que responde a la influencia de las olas mediática globales, a las cuales se sube la población nacional, consciente o inconscientemente. Y digo parecieran pues en este análisis me he basado en supuestos, por cuanto de manera oficial al menos, es cierto que en ningún lugar se hace referencia directa en los datos a que sean las personas no vacunadas el origen absoluto, o incluso mayoritario, de la situación epidemiológica actual, en el caso específico (reitero) de Nueva Zelanda.
Sin embargo, aun cuando no se haga referencia a ello, también es cierto que no se está haciendo nada para impedir que sea este, y no otro, la válvula de escape de las lógicas frustraciones e inconvenientes que generan las restricciones implementadas. A ello habría que sumar, que siguen aún vigente medida implantada hará algunos meses atrás, con el objetivo de “recomendar” la vacunación a aquellos elegibles, basadas en la limitación de la vida social y hasta laboral, de las personas no vacunadas dentro del país.
Ante esta situación, la pregunta lógica que se nos plantea es la siguiente ¿qué grado de realidad objetiva tiene entonces el debate nacional que está teniendo lugar entorno a esta temática? O acaso, ¿por qué el discurso social continúa inflamado con una discusión en torno a este tema, cuando a todas luces los datos estadísticos no lo sostienen? Pero más importante aún, ¿por qué el gobierno neozelandés continúa tomando medidas tan radicales ante un problema que, al menos en las cifras oficiales, no pareciera tener ninguna justificación objetiva? Ante estas preguntas, las respuestas podrían ser múltiples, pero todo indica que, en cualquier caso, estas se alejan del debate estrictamente científico tan machaconamente citado por algunos, y se adentran en el campo de lo político, de donde por cierto jamás se han alejado demasiado.
Como dijera el “camarada” Mao, toda situación social tiene en su centro múltiples contradicciones, pero siempre hay una central o principal. La cuestión aquí es que pareciera que, materialmente al menos, los “antivacunas” no son el sustento real de la contradicción sostenida como “principal” en el debate público y privado actual. Sin embargo, como he apuntado antes, quienes no quieren vacunarse son hoy en día protagonistas cuasi absolutos en todo a lo que de pandemia, virus y medidas (estas sí muy reales y objetivas) que se están tomando por parte del gobierno neozelandés en funciones. Entre estas, destacan las consabidas prohibiciones de participación social que enfrentan estas personas, donde la suspensión laboral, y hasta escolar, en diversos sectores de la producción y los servicios resultan particularmente inquietantes.
A esto se hay que sumar, la conformación de un muy peligroso contexto ideológico, impulsado por los medios de comunicación y las redes sociales fundamentalmente, donde cualquier cuestionamiento al discurso oficial sobre el tema es automáticamente tachado de anticientífico, cuando no de antisocial, sin que se distinga con claridad en todos los casos dónde termina la ciencia y empieza la política y viceversa. Ante todo ello, llama la atención sin embargo precisamente la poca cientificidad ante los hechos reales y particulares del contexto nacional que medidas de esta naturaleza presentan.
Quizá, y por sólo citar un ejemplo posible, el debate podría girar en torno a la vigilancia fiscal de los 62.1 mil millones de dólares destinados al enfrentamiento a la pandemia según cifras oficiales[7]. Y no es que sea yo de los que cuestionan la inversión social, todo lo contrario, pero creo que esta ha de ser transparente y constantemente supervisada por la ciudadanía, máxime, en contextos de urgencia y excepcionalidad, donde es, hasta cierto punto, comprensible que el Estado se tome atribuciones “extraordinarias”. Sin embargo, en el caso neozelandés (y sospecho que en muchos otros allende los mares) esto se mantiene llamativamente fuera de la investigación y el debate de la intelligentsia residente en el país. Ello, por cuanto lo mejor y más granado de nuestros pensadores está permanentemente sumergido en el océano de tinta y clics que está generando la ola de rechazo ‘globalizada’ a quienes no se vacunan, como si esto fuera el centro de un debate en el que nos fuera la vida en todas partes, sin que pareciera que las fronteras y los contextos específicos tengan nada que decir al respecto.
Con esto no estoy negando la pertinencia de la vacunación en condiciones de Pandemia, ni siquiera que muchos de los buenos resultados que actualmente presenta Nueva Zelanda en el enfrentamiento con esta no se deban en buena medida también a los altos números de vacunados. Por el contrario, es precisamente por esta situación tan favorable que resulta cuanto menos curioso que se estén tomando medidas tan extremas, al tiempo que tácitamente se permite el incremento de la polarización social, todo en post de afrontar un problema, a la fecha estadísticamente tan insignificante. Es más, me atrevo a afirmar que con estas “soluciones” a problemas inexistentes, lo que podría ocurrir es que se estén sentando las bases para la creación, ahora sí, de un verdadero problema social, que tenga como epicentro la cuestión de la vacunación y su importancia. Esto último pareciera corroborarlo una pequeña investigación publicada en esta misma revista[8], que evidencia que entre quienes no se han vacunado en Nueva Zelanda una de las razones fundamentales a su negativa está precisamente en el descontento ante las medidas implementadas para imponer una vacunación que la abrumadora mayoría de la población ni rechaza, ni mucho menos niega su importancia.
A modo de conclusión debo decir que al momento de redactar estas líneas yo mismo no sé la causa objetiva u final de este debate en el contexto nacional donde resido. Sus orígenes podrían incluso ser múltiples y de muy variada naturaleza. Lo que sí puedo afirmar es que su preeminencia no está produciendo resultados positivos dentro de la cohesión social de un país mundialmente famoso por la cordialidad de su gente y la amabilidad general en el trato entre sus ciudadanos. Y me pregunto si esto ocurre aquí, en una sociedad con relativamente baja incidencia en el conflicto social, ¿qué podrá estar pasando, ante situaciones similares, allí donde la conflictividad general es muy elevada por disímiles razones, ahora que viene a sumarse otro motivo para enemistarse con los otros?
En un momento histórico donde la incertidumbre pareciera el signo que marca las expectativas generales, deberían cuidarse los gobiernos de las naciones particulares de incentivar el odio, la fragmentación y el descontento social, estigmatizando a grupos particulares o partes de la sociedad; sobre todo cuando no hay razones que justifiquen tal estigma en el mantenimiento de la eutaxia[9]de estos mismos Estados.
Medidas y discursos imprudentes encaminados a buscar chivos expiatorios o fantasmas en partes de la sociedad, sobre las que cargar las responsabilidades de malos manejos políticos particulares, no terminan casi nunca bien. La atención desviada a exprofeso sobre otros asuntos de interés público es a menudo relocalizada con posterioridad precisamente sobre aquellos que impulsan las distracciones. Las verdades, como la realidad misma, tiende a ser caprichosa y persistente. El devenir, implacable con los pirómanos del orden social, parece decirnos a día de hoy que ya pueden ir pensándolo dos veces quienes alimentan estrategias divisorias generales con fines particulares, pues su absolución final es, histórica y estadísticamente, poco menos que improbable.
[1]https://www.abc.es/internacional/abci-macron-no-vacunados-tengo-muchas-ganas-joderles-hasta-final-202201060139_noticia.html
[2]https://www.washingtonpost.com/sports/2022/01/06/nadal-djokovic-tennis-australia-covid-vaccine/
[3]https://www.msn.com/en-au/news/other/the-australian-public-is-just-fed-up-with-draconian-lockdowns/ar-AAMbGKc
[4]https://www.health.govt.nz/our-work/diseases-and-conditions/covid-19-novel-coronavirus/covid-19-data-and-statistics/covid-19-vaccine-data#daily
[5]https://www.health.govt.nz/our-work/diseases-and-conditions/covid-19-novel-coronavirus/covid-19-data-and-statistics/covid-19-source-cases
[7]https://www.treasury.govt.nz/publications/budgets/covid-19-funding-allocation-expenditure
[8]https://posmodernia.com/vacunas-vacunados-y-antivacunas/
[9]Mantenimiento a lo largo del tiempo.