El presupuesto antropológico del nouvel sprit du capitalisme (1) es fácilmente identificable: el hombre se comporta racionalmente solo cuando está libre de prejuicios y supersticiones y está, por tanto, en las condiciones óptimas para poder perseguir su propio interés privado en calidad de homo oeconomicus. De ello se sigue silogísticamente la exigencia -siempre reafirmada por el orden del discurso- de abolir todo lo que, tanto en el ámbito de las costumbres, como de las leyes, tradiciones y demás esferas del espíritu (religión, arte, filosofía), obstaculiza semejante racionalidad, elevada a única fuente posible de sentido. Es, por tanto, de vital importancia, para el cosmomercantilismo imperante, hacer tabula rasa de toda figura del límite, ya sea tradicional o racional, moral o religiosa, jurídica o ética. En todos los ámbitos debe prevalecer, ilimitada, la individualización competitiva de la sociedad, reconducida a la esfera «insociablemente sociable» del cash nexus: la filosofía liberal ignora la fidelidad mutua como motivación, resolviendo todo en la relación mercantil.
Como ha subrayado Michéa, «la lógica liberal lleva a la destrucción de cualquier comunidad humana»(2), distinta de la construida sobre la base del intercambio mercantil. El contrato privado se convierte en la verdad última de toda relación humana, rebajada al rango del nexo entre comprador y vendedor. En todo el horizonte, debe prevalecer indiscutible el perfil antropológico del hombre robinsoniano, individuo egoísta y calculador, cínico y agente exclusivamente enfocado a procurar su propio lucro privado (business is business) (3). Tal individuo debe metabolizar el imperativo ultramercantilista de la flexibilidad, concibiendo su propia vida como una serie nómada de mudanzas y rupturas de toda estabilidad en relaciones, proyectos y compromisos (4). Por eso, debe ser despojado (y convencido de que esto es un progreso) de todo vínculo material e inmaterial, figurando como un átomo globetrotter disponible para la movilización total conectada a los procesos de valorización del valor (5).
Desde su mirada auroral, el capitalismo debe favorecer el encuentro de los hombres en el mercado y, al mismo tiempo, desalentar cualquier otra forma de relación comunitaria: y esto, conforme a una trayectoria que discurre desde el cervecero de Adam Smith hasta el hodierno capitalismo “terapéutico” del Covid-19, cuyo principio fundacional –el “distanciamiento social”– marca la apoteosis de la neutralización de toda instancia comunitaria distinta de la “insociablemente sociable ” e intrínsecamente efímera, del intercambio mercantil (6).
Es evidente que tal antropología se hace incompatible no sólo con la precedente figura del proletariado urbano fabril, antagónico y ligado a la monotonía alienante de la estabilidad fordista (7). Resulta igualmente incompatible con el viejo mundo burgués “à la Hegel”, con el Estado y con la esfera de la estable ética comunitaria, o “à la Balzac”, con sus personajes colmados de prejuicios nacionalistas y valores religiosos, de tradiciones patriarcales y estabilidad existencial. Como hemos tratado de aclarar en otro lugar (8), reflejándose en el mundo mercantilizado sin residuos, el capital se vuelve especulativo: el ser se convierte, sin excepción, en el speculum en el que el turbocapital se contempla a sí mismo, sin ver ya, en su propia superficie reflectante, ningún otro elemento pertubador, como las religiones y la ética; e incluso, tampoco las dos clases, burguesa y proletaria (9).
El capital especulativo (o turbocapitalismo) puede ahora ubicuamente contemplarse solo a sí mismo en forma pura, como mercancía libremente circulante, en el triunfo de la omnimercadización(*) del ser, de las cosas y de los animales, de la naturaleza y de lo humano. Así se explica también la fusión de las dos precedentes clases antagónicas en una única multitud de plebe consumista desprovista de identidad y conciencia, que hemos propuesto calificar como «precariado» (en nuestra “Historia y conciencia del precariado”) (10). Es también y no secundariamente por esta razón que el capital, en el tiempo de la «glebalización«(Sic) y la «identidad infeliz» (11), para realizar plenamente su concepto, debe aniquilar no sólo el viejo mundo proletario, sino también el precedente orden burgués. Debe, de hecho, reconfigurarse en forma posburguesa y posproletaria, polarizando a toda la humanidad en dos grupos cualitativamente afines y posidentitarios (consumidores apátridas integralmente mercadizados), diferenciados cuantitativamente por el valor de cambio que poseen y por la posición objetiva ocupada en el plano inmanente de la producción (aristocracia financiera por un lado y plebe precarizada por el otro). La lucha contra la identidad no puede dejar de ocupar un lugar central en el programa de reorganización del mundo de la vida (Lebenswelt).
Para volverse «absoluto», es decir, perfectamente «completo» (absolutus), el nihilismo de la forma mercancía debe ser «liberado de» (solutus ab) todo límite material e inmaterial. En el plano material, la dinámica dialéctica de autorrealización del capital coincide con su saturación del planeta (globalización), con su neutralización de los Estados soberanos nacionales (desoberanización) y con la redefinición de todo vínculo en forma de contrato privado entre vendedores y compradores (mercantilización del mundo de la vida).
En la esfera de lo inmaterial, la autorrealización del capital -su paso de lo dialéctico a lo especulativo- se produce a través de la colonización sin residuos de la conciencia y del imaginario. Como el Ich denke kantiano, la forma mercancía debe acompañar todas las representaciones de los hombres globalmente alienados. Las identidades, ligadas a la cultura o a la naturaleza, al individuo o a los pueblos, devienen así en el equivalente de los Estados nacionales soberanos en el plano de la conciencia: es decir, en el desordenado orden post-1989 se alzan como los últimos baluartes, como los extremos espacios críticos, con fronteras bien definidas, capaces de resistir el ritmo alienante de la omnimercadización(*) (12).
El abatimiento material de las fronteras y la disolución ideal de las identidades aparecen, así, como dos aspectos diferentes de una misma lógica de autodesarrollo absolutus del capital; el cual, para volverse ilimitado, debe necesariamente aniquilar todo límite, saturar todo espacio material e inmaterial y disolver cualquier realidad que lo contradiga. La desoberanización de las conciencias procede al mismo tiempo que su desidentificación, con el vaciamiento de todo contenido que sea funcional a la reocupación integral de las conciencias y de las mentes por el nihil de la forma mercancía. La globalización de los mercados se impone en la medida en que destruye la soberanía nacional de los Estados y la soberanía cultural de las identidades nacional-populares y de clase, dificultando que todas sus determinaciones sobrevivan a lo que se ha definido como la cultural identity in the age of globalization (13).
Por un lado, al redefinir la política como arte neocaníbal de protección de los mercados y de los más fuertes, el nuevo orden mundial refuncionaliza a los propios Estados en clave liberal, desoberanizados y llamados a «gobernar para el mercado» (y para su clase de referencia), sin ninguna posibilidad residual de “gobernar el mercado” en un sentido democrático y socialista (14). Por otro lado, disuelve las identidades de los pueblos y de los individuos: produce masas amorfas de sujetos posidentitarios e intercambiables, vaciados de todo contenido y dispuestos a asumir cadavéricamente lo que el orden de producción les quiera imponer. La coexistencia de estas dos dimensiones en el proceso de globalización de lo material y lo inmaterial, emerge con un nítido perfil si consideramos entidades hiperglobalistas y posnacionales como -entre muchas otras- la Unión Europea y la ONU. Aunque sea de manera diferente, provocan una gobernanza tecnocrática, desprovista de referencias a las identidades culturales y espirituales y, al mismo tiempo, capaz de situarse más allá de las decisiones de los parlamentos y de los δῆμοι nacionales (15).
Desde este punto de vista, la Unión Europea (UE) ha favorecido –en lugar de impedido- la irrupción de la mundialización mercadista en los espacios del Viejo Continente, todavía repletos de derechos sociales y limitaciones políticas, nacionales y constitucionales al libre mercado (16). El viejo capitalismo europeo, fuertemente controlado por el Estado y limitado por las conquistas históricas de las clases trabajadoras, tenía que ser redefinido según la nueva figura del turbocapital absolutus, con arreglo al modelo de la competitividad absoluta estadounidense (17). Y esta fue la esencia de la UE como eje de la revolución liberal posterior a 1989 en el Viejo Continente (18). En consecuencia, como se muestra en nuestro estudio “Il nichilismo dell´Unione Europea” (19) , la UE, con su autocracia tecnoburocrática, se ha posicionado no ya como respuesta a la sociedad globalizada de matriz atlantista, sino como un paso que ha acelerado la transición hacia esta última (20). Ha favorecido el cambio de los centros de toma de decisiones de los parlamentos nacionales a organismos posnacionales muy privados, como el Banco Central Europeo (21).
Que la UE, o sea, el nuevo imperio alemán gobernado nominalmente desde Bruselas, es un concretísimo exemplum de liberalismo cosmopolita y globalización mercadista queda acreditado tanto por la «rebelión de la élites» (22) liberales, que gracias a la governance tecnocrática de la UE han podido desencadenar su contraataque contra las clases trabajadoras (a través de «reformas” desemancipatorias), cuanto por la post-homologación identitaria de las culturas plurales (23). Estas últimas, que representan la esencia de la Europa de los pueblos, son cada vez más claramente aniquiladas mediante la integración capitalista europea gestionada por los grises tecnócratas de Bruselas. Ellos eliminan la Europa de los templos griegos y las catedrales cristianas, para instaurar el nuevo espacio neutral y asimbólico de los bancos y los hub del capital líquido-financiero (24). Las raíces culturales y espirituales de Europa son canceladas en beneficio del desarraigo y la homologación propias del paradigma globalcapitalista (25).
(*) Omnimercadización: Conversión de todo en Mercado y mercancía.
1.- Cfr. L. Boltanski y È. Chiapello, “Le nouvel sprit du capitalisme”, Gallimard, París 1999.
2.- J. C. Michéa, “Les mystères de la gauche. De lídéal del Lumières au triomphe du capitalisme absolu”, Climats, París 2013.
3.- Ver L. Siedentop, “Inventing the Individual. The Origins of Western Liberalism”, Harvard University Press, Cambridge 2014.
4.- Cfr. R. F. Baumeister, “Identity: Cultural Change and the Struggle for Self”, Oxford University, Oxford 1986.
5.- Ver P. Borgognone, “Generazione Erasmus: i cortigiani della società del capitale e la guerra di classe del 21 secolo”, Oaks, Milano 2017.
6.- Cfr. G. Agamben, “ A che punto siamo? L´epidemia come política”, Quodlibet, Macerata 2020.
7.- D. Fusaro, “Historia y conciencia del precariado: Siervos y señores de la Globalización”, Alianza Editorial, Madrid 2021.
8.- D. Fusaro, “Minima mercatalia. Filosofia e capitalismo”, Bompiani, Milano 2012.
9.- Cfr. C. Preve, “Storia della dialettica”, Petite Plaisance, Pistoia 2007.
10.- Remitimos nuevamente al lector a nuestra “Historia y conciencia del precariado: Siervos y señores de la Globalización”, Alianza Editorial, Madrid 2021.
11.- Cfr. A. Finkielkraut, “La identidad desdichada”, Alianza Editorial, Madrid 2014.
12.- Cfr. R. Poole, “Nation and Identity”, Routledge, London 1999.
13.- Cfr. R. Niezen, “A World Beyond Difference: Cultural Identity in the Age of Globalization”, Blackwell, Oxford 2004.
14.- Ver T. Fazi y W. Mitchell, “Sovranità o barbarie: il ritorno della questione nazionale”, Meltremi, Milano 2018.
15.- Ver R. Friedman y M. T. Farnham, “European Identity and Culture: Narratives of Transnational Belonging”, Ashgate, London 2012.
16.- Cfr. M. Fioravanti, “Costituzione e sovranità popolare”, Il Mulino, Bologna 2004.
17.- Cfr. G. Wagner, “Projekt Europa: Die Konstruktion europäischer Identität zwischen Natinalismus und Weltgesellschaft”, Philo, Hamburg 2005.
18.- Cfr. G. Scalise, “Il mercato non basta: attori, istituzioni e identità dell´Europa in tempo di crisi”, Firenze University Press, Firenze 2017.
19.- Cfr. S. Bolognini y D. Fusaro, “Il nichilismo dell´Unione Europea”, Armando, Roma 2019.
20.- Cfr. M. Veneziani, “La cultura della destra”, Laterza, Roma-Bari 2002.
21.- Ver F. Tazi, “The Battle for Europe: How an Elite Hijacked a Continent- and How We Can Take it Back”, Pluto, London 2014.
22.- Ver C. Lasch, “La rebelión de las élites y la traición a la democracia”, Paidós Ibérica, Barcelona 1996.
23.- Cfr. T. Meyer, “Die Identität Europas: der EU eine Seele?”, Suhrkamp, Frankfurt 2004.
24.- Desarrollamos ampliamente el tema en nuestro estudio “Europa y capitalismo: para reabrir el futuro”, El Viejo Topo, Barcelona 2015.
25.- Cfr. W. Weidenfeld, “Die Identität Europa”, Hanser, München 1985.