En 1841, debido a una «debilidad pulmonar» y «repetidos estupor de sangre», Marx fue considerado inútil total para llevar a cabo el servicio militar. No puede decirse que Marx fuese un gran patriota, más bien fue un antipatriota o, emic, un internacionalista y un «ciudadano del mundo» (y decimos emic porque eso es más bien una conciencia falsa y una apariencia falaz).
En Miseria de la filosofía (1847) no oculta su poco entusiasmo por Alemania: «… el señor Proudhon nos transporta a nuestra querida patria y nos fuerza a retomar nuestra condición de alemán a nuestro pesar» (Karl Marx, Miseria de la filosofía, Traducción de Tomás Onaindia, Biblioteca Edaf, Madrid 2004, pág. 195, subrayado mío). Como se ha dicho recientemente, «Marx y el reino de Prusia se convirtieron en enemigos mutuos y siguieron siéndolo hasta su muerte» (Jonathan Sperber, Karl Marx. Una vida decimonónica, Traducción de Laura Sales Gutiérrez, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2013, pág. 92).
1841 fue también el año en que dio a luz su primera publicación, un artículo titulado «Cantos Salvajes», en la revista Athenäum. Zeitschrift für das gebildete Deutschland,una revista de un círculo radical vinculado a la Izquierda Hegeliana del «Club de los Doctores», cuyo jefe de redacción era Karl Riedel.
Marx colaboró en la revista gracias a Eduard Meyer, y en ésta participan asiduamente Edgar Bauer (hermano de Bruno Bauer) y un tal Friedrich Engels bajo el seudónimo de Ostwald (que por entonces era schellingniano y chocó contra el hegeliano Marx). La revista no llegó a 1842 y fue clausurada por el Gobierno prusiano en diciembre de 1841.
Al morir su padre el 10 de mayo de 1838 (del que guardaría en su bolsillo un retrato hasta la sepultura), Marx se decantó finalmente por estudiar filosofía, y por ello abandonó la jurisprudencia y empezó a preparar su tesis doctoral sobre el atomismo antiguo.Así que en ese mismo año de 1841 terminó su disertación doctoral sobre el atomismo antiguo, que había empezado en 1839, que no estimó oportuno presentarla en Berlín, haciéndolo en la Universidad de Jena.
En el prólogo de la tesis, «retadoramente audaz» (Franz Mehring, Carlos Marx, Traducción de Wenceslao Roces, Ediciones Grijalbo, Barcelona 1967, pág. 37), Marx afirmaba que la confesión de la filosofía es la «profesión de fe de Prometeo»: «¡yo odio a todos los dioses!» (Karl Marx, Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro, Tesis Doctoral, Editorial Ayuso, Madrid 1971, pág.7), y no habrá más dios que el de la conciencia humana, afirmaría siguiendo a Feuerbach. La universidad hizo de Marx un ateo, pero no un socialista. Con el tiempo, Marx se convertiría en «otro Prometeo, así en la lucha como en el martirio» (Mehring, Carlos Marx, pág. 42).
La tesis fue elogiada: «Os presento, decía el informador, a un candidato de gran mérito. Su trabajo manifiesta tanta penetración de espíritu como erudición. Por lo que estimo deber ser aceptado» (citado por Jean Guichard, El marxismo. Teoría y práctica de la revolución, Traducción de José María Llanos, Editorial Española Desclée de Brouwer, Bilbao 1975, pág.51). Y así Marx fue declarado doctor el 15 de abril de 1841. La tesis se la dedicó al barón de Westphalen, padre de su futura esposa, el cual terminaría sus días el 3 de marzo de 1842 tras pasar tres meses guardando cama.
Por su lucha contra la religión, Marx señalaba a Epicuro como el más grande racionalista griego. Lo que a Marx le fascinaba de Epicuro era su «principio energético» al postular una filosofía que luchaba contra la religión (esto es, contra la religiosidad secundariadel deliriomitológico tenebrosode los dioses del vulgo, contra la superstición).
Marx tomó partido por Epicuro porque su filosofía se inclinaba por lo concreto y cromático, frente a la de Demócrito que pretendía evadir al hombre de la realidad, al cegarse para concentrarse en la naturaleza de los átomos invisibles, intangibles, inodoros, insípidos e incoloros. Es decir, Demócrito sería preso de lo que Bueno denomina implantación gnóstica de la filosofía. Aunque, en tanto filosofía ética y del jardín, y no filosofía política, Epicuro también recaía en la implantación gnóstica, y en una especie de hetería soteorológica.(Véase Gustavo Bueno, https://fgbueno.es/bas/bas11302.htm).
Al mismo tiempo que preparaba su disertación doctoral, Marx se puso a estudiar la filosofía postaristotélica y preparaba unos Cuadernos sobre la filosofía epicúrea, estoica y escéptica. El motivo de estudiar el postaristotelismo se debía a que los Jóvenes Hegelianos vivían un momento filosófico similar al postaristotelismo, es decir, vivían en un período de la inexorable erosión del gran sistema omniexplicativo del Aristóteles decimonónico: Georg Wilhelm Friedrich Hegel. El encargado de pronunciar la alocución en el funeral de Hegel se refirió a éste como el «Cristo de la filosofía, Aristóteles de los tiempos modernos»; aunque para Feuerbach Hegel era «el Proclo alemán» (Ludvig Feuerbach, La filosofía del porvenir, Traducción de Victoria Pujolar, Colección Roca, México D.F. 1976, pág.64).
«Tanto la disertación como los cuadernos (los Excerpta de Berlín, que incluyen a Spinoza) pueden ser considerados la primera autocrítica del joven Marx de su primera identidad romántico-monárquica, los textos más explícitos de la refutación de que pueda existir una capacidad atribuible a la subjetividad individual que pueda enfrentarse a lo real. El joven Marx está en plena metamorfosis hacia un Idealismo no-individualista, y al mismo tiempo, experimentando una adhesión cada vez más crítica hacia Hegel: su System le aparece como desequilibrado, desviado hacia la mistificación panteísta y lo contemplativo, inflacionado de excesos teóricos y marcado por la ausencia de una dimensión práctico-transformativa. Es aquí donde seguramente se puede hablar de una ruptura epistemológica radical, mucho antes que el famoso coupure épistémologique en La Ideología Alemana de 1845» (Nicolás González Varela, «Karl Marx, lector anómalo de Spinoza», Estudio preliminar de Cuaderno Spinoza, Montesinos, 2012, pág. 88-89).
Si, para Hegel, Aristóteles simboliza la culminación sistemática de la filosofía griega, para Marx el sistema de Hegel representaba la culminación o fase superior de la conciencia moderna. «Si con Epicuro era posible superar las caducas certezas de Aristóteles,… ¿con qué contrafilosofía se podría superar a Hegel y su lógica mistificada y panteísta?» (González Varela, pág. 90). «Podría parecer con ello que tal elección en sus estudios alejaba a Marx de los problemas actuales, tanto filosóficos como políticos. Pero no era así.
Del mismo modo que Köppen se refería a la antigüedad para establecer su contestación política del Estado prusiano, Marx se interesaba por la filosofía griega porque ella es la que va a permitirle profundizar en su propio pensamiento al mismo tiempo que juzgar y sobrepasar a la filosofía de Hegel y de los Jóvenes hegelianos… Los griegos de aquella época, como los alemanes de 1840, se encuentran en un período irracional, en el cual la filosofía, puede, bien encerrándose en sí misma, bien exteriorizándose, venir a ser la “llama devoradora” que venga a transformar el mundo y a recrear la unidad entre la idea y la realidad, entre el hombre y el mundo» (Guichard, El marxismo, págs. 49-50-51).
Como se ha dicho, «se entiende mejor la biografía de Marx viéndola como una transformación de un epicureísmo juvenil, más o menos intencional, hacia una identificación progresiva con las tesis estoicas: la tesis de la libertad como conocimiento de la necesidad que es una tesis estoica característica, contraria completamente al epicureísmo, la importancia de la vida social de las grandes organizaciones, el aspecto cosmopolita, etc.» (Gustavo Bueno, Entrevista en El Viejo Topo,http://www.elrevolucionario.org/rev.php?articulo1869, nº 18, Marzo, pág. 1978). Y no digamos el interés por la política, tan desdeñado por los epicúreos y tan caro a los estoicos.
También a principios de 1841 Marx empezó a interesarse por varios filósofos clásicos de la modernidad entre los que se encontraban Leibniz y Hume, pero sobre todo, a partir de marzo y abril, del judío subversivo de Vooburg: Baruch de Espinosa. Es posible que el joven Marx buscase en sus estudios de Leibniz, Hume, Espinosa y también, ya en 1843, de Rosenkranz (todos ellos filósofos sistemáticos) un antídoto contra el sistema hegeliano y su mistificación que Marx con otros jóvenes hegelianos consideraba panteísta. Y también es posible que Marx elaborase estos cuadernos, para presentarlos como curriculares para ser admitido en la Universidad de Bonn (pues se tomó la molestia de pasarlos a limpio contratando a un copista).
Es posible que el interés de Marx por el materialismo antiguo se produjese a causa de sus lecturas de Espinosa, como puede leerse en la Epístola LVI dirigida a Hugo Boxel escrita en 1674: «La autoridad de Platón, de Aristóteles y de Sócrates no vale mucho para mí. Me hubiera admirado que usted hubiera aducido a Epicuro, Demócrito, Lucrecio o a alguno de los atomistas o defensores de los átomos. Pues no es de extrañar que aquellos que han inventado las cualidades ocultas, las especies intencionales, las formas sustanciales y otras mil tonterías, hayan excogitado los espectros y duendes y que hayan creído a las viejezuelas, con lo que aumentaron la autoridad de Demócrito, cuya buena fama envidiaron tanto que llegaron a quemar todos los libros que él había editado con tanto encomio» (Baruch Espinosa, Correspondencia, Traducción de Atilano Domínguez, Alianza Editorial, Madrid 1988, pág. 330-331).
Marx no llegó a publicar su tesis doctoral y en caso de publicarse quería que se ampliase con sus estudios de estoicismo y escepticismo, pero sus compromisos políticos y económico-filosóficos de índole muy diversa lo apartaron del proyecto.