Alguien dijo que los avestruces meten su cabeza en tierra cuando se ven amenazados. Hasta hoy nos creímos esta chorrada, y usamos a este animalejo como símbolo de no querer encarar cualquier peligro para nuestra existencia. ¡Hasta en eso somos crédulos! El avestruz escapa, se zafa, es un veloz corredor; si no puede huir, se defiende digno y agresivo, y te sacará un ojo (o los dos) antes de que lo caces.
¡Ojalá fuerais avestruces! Sois, eso sí, pollitas jóvenes, estabuladas, sin sexar, aún con plumón, incapaces de pensar más allá del corral en el que estamos confinados. Huevos ponéis muy pocos y le echáis aún menos. Adoptasteis la estrategia de imitar a la gallina más gorda y cacarear cuando algún compañero corría decapitado cerca vuestro. Os dijeron que eráis soberanos de vuestro gallinero (democracia, lo llamaron), y os definisteis como gallinácea de izquierdas o gallinácea de derechas. ¡Tanto revuelo entre vosotros para acabar como estamos acabando!
Te criaron para obedecer desde la escuela. Te adiestraron para acatar lo que sea: la santísima trinidad, los derechos humanos, el sistema solar, el IVA, el holocausto, el alunizaje, el origen del sida, el calentamiento global, las alarmas de protección civil… Te cebaron de orgullo con títulos universitarios, másteres, doctorados, y te inculcaron no cuestionar como camino a la felicidad. ¡Y el método funciona! Repites lo que te han dicho que repitas; callas cínico cuando se te delata; te ríes de aquellos con los redaños que te faltan; y, mientras no seas tú, si agarran a otro pollo por el cuello, miras a otra parte, enseñas tu cloaca, y a otra cosa, mariposón.
Chiquito de la Calzada siempre tuvo razón: ¡Cobarde! Te dicen que eliges a tus gobernantes a través de un sistema de representación fraudulento y corrupto hasta el tuétano, y tú participas en él, votando cada cuatro años al mequetrefe que te cae como presidente. Finges más de cuarenta horas semanales que estás aportando algo bueno a la sociedad, y te dan tu azucarillo mensual, para que lo consumas con los productos que tú mismo produces o lo guardes en su mismo cártel bancario criminal de donde salió el dinero. Compras la ropa de payaso que te dicen que te compres (vas a la moda); haces turismo (imbécil); ves la tele (somemo); te informas (mamón); opinas sobre los temas de mierda que te van dictando (el fútbol, el terrorismo, el reality de turno, la economía, eurovisión, los descubrimientos de la NASA, el encierro de San Fermín, la vida sexual de una famosa, el euribor,o las polémicas declaraciones de nosequién…) Lo que toque. ¿Y qué toca ahora? Te toca escuchar lo que no quieres oír:
Te engañan y te dejas engañar. Asesinaron cobardemente a tus mayores en las residencias y no hiciste nada salvo aplaudirles a las ocho. Te encerraron en tu casa ilegalmente y no hiciste nada salvo chivarte del vecino desde el balcón. Te quitaron el trabajo, tu riqueza, tus libertades, y no hiciste nada salvo ponerte un bozal de caniche histérico. Te mintieron y les creísteis. Lo admitieron, te mintieron de nuevo, y les volviste a creer. Te pincharon una vez diciendo que te inmunizaba al 98%. Te pincharon por segunda vez asegurando que al 70% el rebaño estaría inmunizado. Te pincharon una tercera vez para reforzar el embuste en el que tú prefieres creer. Ya vives en una sociedad de mayoría enferma: adolescentes con enfermedades cardiacas de anciano, adultos de mediana edad que colapsan en mitad de la calle, patatuses en la cola de paro, teleles posvacunales, intoxicaciones grafénicas, jamacucos mortales en las terrazas, deportistas de élite con salud de perro callejero, ídolos pop que mueren en el escenario, niños neurodegenerados, un exceso de mortalidad inexplicado en toda Europa, dolencias mentales recurrentes, depresiones por un tubo, coágulos e ictus por doquier, cáncer a mansalva. Esta es la nueva normalidad: asumir que el infierno actual es normal, y que el venidero resulta inevitable. ¿Estás preparado para lo que viene? Me temo que no: el sacrificio de los pollos y robotizar el gallinero. ¿Te das cuen, pedazo de fistro?