Estoy harto de un mundo, cuyos dirigentes viven en una absoluta brutalidad intelectual, cuya osadía expresiva es más constante que la prudencia; estoy harto de mentecatos y “mentecatas” con las pamplinas de género que apedrean a nuestra lengua, aunque en el fondo uno sepa que tanta tontería es más producto de la ignorancia que de su vivacidad política; estoy harto del “heteropatriarcado” y de la “heteromatriarcada”, de “indepes”-con o sin mirada de jabalíes-, de la moda de ensalzar a personajes tarados que a lo más que hubieran llegado es a ser alguaciles de su pueblo a no ser por la política; estoy harto de juristas e intelectuales que se posicionan pertinazmente al lado de “el genio”, de okupas adinerados, de insoportables opinadores televisivos a sueldo, además, aburridos como ellos solos; estoy harto de normativas absurdas, de defensores de gallinas violadas, de antitaurinos y, expresamente, de apacibles conformistas que insisten permanentemente en su voluntaria inacción… En fin, no me quiero calentar más, porque entiendo que la antipatía que genera en otros este hartazgo mío, podría evitarme muchas contrariedades, ahorrarne algunos disgustos y perder menos amigos.
Sin embargo, y a pesar de todo, hay algo en esta sociedad trágico-cómica para rematar tanto desatino que, como ascua candente, proporciona cierta vidilla al pueblo: los debates y los mítines de los candidatos a presidir lo que haga falta para asegurar nóminas. Debates que, por supuesto, no sigue absolutamente nadie; de hecho me decía el otro día una chica del supermercado que prefería leer un poema de Rilke que soportar un debate; pero, claro -continuaba expresándome en su comentario- que cuando le enviaban algún vídeo cortito sobre debates a través de WhatsApp solía verlo, circunstancia por lo que intuyo que le enviarían y le resultaría interesante el que se produjo el otro día con motivo de las elecciones a presidir la Comunidad de Madrid en la Cadena Ser.
Por si alguien no ha tenido aún la oportunidad de ver la escena, profundamente sustanciosa, de lo sucedido la relato casi entusiasmado: la conductora del citado debate, Angels Barceló, veterana periodista, locutora y presentadora de una dilatada experiencia y un bagaje extraordinario en medios de comunicación, fundamentalmente, en radio y televisión, inició su intervención ante los representantes de los distintos grupos políticos: Unidas Podemos, VOX, Más Madrid, Ciudadanos y PSOE, introduciendo muy discretamente en primer lugar lo que para ella significaba un elemento perturbador: las amenazas de muerte que habían recibido distintos miembros del gobierno y el candidato allí presente de Unidas Podemos, Pablo Iglesias. Con esto, la moderadora la lio, vaya que si la lio. Más le hubiera valido comenzar por la gestión de la pandemia, para que los candidatos comenzaran sus hilos argumentales lanzándose muertos a la cara de forma impía como potente antídoto entre los adversarios.
Angels cedió la palabra a Pablo Iglesias, el moderado, el que con un tono sumiso y disciplinado, como sabe ponerse cuando se apresura a la conquista de su clientela, comenzó su intervención exponiendo que la candidata de la ultraderecha -refiriéndose a Rocío Monasterio, representante de VOX- había puesto en duda la veracidad de las amenazas y que si no se retractaba y condenaba la violencia abandonaría el debate. ¡Madre mía la que se montó, cuando la Monasterio intervino fue para decirle en varias ocasiones: “si tan valiente es levántese y váyase” Me recordaba la época infantil cuando nos decíamos en el colegio: “si tienes cojones te espero en la calle”. El otro, poniendo cara de cabra ahogada, como si nunca hubiera roto un plato, se levantó de su asiento muy digno, recogió una carpeta atiborrada de papeles y se dirigió replicando -ya en tono más subidito- que era un error dar cobertura en los medios a la ultraderecha. Angels, mujer de mucho caletre y trastienda, deseaba por un momento que se la tragara el planeta, descompuesta y en una especie de lamento patético se dirigió al Pablo, que había emprendido el camino de salida del estudio, exclamando desazonadamente: ¡“Pablo atiéndeme un momento a mí”! ¡Pablo atiéndeme un momento a mí! Mientras la voz chillona y desafiante de la Monasterio se oía de fondo espetar a Pablo: ¡“Que se vaya”! ¡Que se vaya de España y de la política que es lo que muchos españoles estamos deseando! Entre tanto la Monasterio, al ver la actitud de comprensión y complicidad de Angels hacia Pablo y el rumbo que estaban tomando los acontecimientos, pues en medio de todo el jaleo había observado como, la Angels había cogido con solícito esmero la mano del Pablo, aprovechó para repartir estopa también a la conductora del programa y le pregunto: ¿usted es una moderadora o una activista política? Angels – con la respiración agitada y el gesto descompuesto- replicó: “yo soy una demócrata”. Respuesta que procesó ensanchó y creció a la Monasterio de forma inmediata para contra replicarle: “¿con la manita cogida una demócrata? ¡Venga ya!”
A todo esto, el resto de los candidatos secundaban los mimos y delicadezas que la Angels mantenía con el Iglesias. Así que el Gabilondo, el Profesor Universitario y candidato del PSOE que permaneció durante unos segundos impertérrito, como corresponde al aspecto que tienen los padres severos de la patria -con voz hueca, solemne y tono afligido- se le oyó decir. “Pablo no te vayas” “No te vayas, Pablo” “tienes razón pero no te vayas”…, mientras que, por otro lado, “por lo bajini”, con formas educacionales vaticanistas le indicaba a la Monasterio que los ciudadanos necesitaban que Pablo estuviese allí.
El otro Candidato, el Edmundo, como buen hombre de centro, abogado del estado, motero de chupa certificada y representante del partido Ciudadanos no tardó demasiado tiempo en salir en socorro de vencedor; el hombre pasaba una y otra vez -como acto reflejo- la palma de la mano desde su frente hasta su cráneo de pelo entrecano y, replegando su yo sobre el sillón y sobre sí mismo, se dirigió al Pablo, cual si fuera un forofo del Barça que ve que se le va el Messi, para rogarle reiteradamente que no se fuera. Digo yo que cuando el Rivera haya visto esto, se le habrán quitado las ganas de despelotarse para toda su puñetera vida
La que parecía algo más “bragadilla” era la Mónica, representante de Más Madrid, aquella que dice que los hombres somos violadores, la anestesista por más señas. A esta se le oyó decir de fondo, en medio de la trifulca, algunas frases sueltas como: “que poca vergüenza” o interrogando a la Monasterio si había algo digno en su vida. Pero claro, es que esta, al parecer, había manifestado a la otra que tenía cara de amargada.
Por último me gustaría comentar la candidata del PP, la Ayuso, no acudió a la cita porque entendía que “ver a los mismos debatiendo sobre los mismos temas aburre a la ciudanía”. Bueno, pues a mí me parece que se equivocó, ya que se comenta entre el vecindario de mi barrio que el debate estuvo muy “chuli” y “muy “guay”. Pues nada, eso que se perdió, y aunque vea las reproducciones en las redes, que ya superan el millón, no es lo mismo que estar en el sarao.
Vistas así las cosas, para salir del hartazgo que me embarga, tengo que decir que me quedo con estos interesantes debates conceptuales de nuestros políticos y suprimo Sálvame y el Chiringuito, porque a todo no puede uno estar enganchado; no obstante me gustaría señalar, por último, que lo que me resultó más atractivo fue comprobar como una mujer atizaba contundentemente al macho ensoberbecido. Y es que cada día me siento más feminista de los de verdad.