Lo que distingue a la filosofía de otras disciplinas del saber humano es que esta debe construir su propio objeto y debe construir también una imagen de sí misma. En las ciencias particulares el objeto y el método ya nos vienen dados. En la filosofía la primera tarea, o tarea previa, es delimitar este objeto y este método, o, en otras palabras, la propia idea de filosofía.
Tal ocurre en la filosofía de Eugeni D’Ors. En su obra fundamental, El secreto de la Filosofía[1],dedica los tres primeros capítulos (o lecciones) a exponernos su idea de lo que es la filosofía y en que consiste filosofar.
En su primera aproximación al problema nos cuenta nuestro autor las cuitas de un bibliotecario que se dispone a trabajar sobre un gran fonde de libros, a los que quiere ordenar según la clasificación conocida como decimalo de Bruselas. Al enfrentarse a los libros de Filosofía descubre que hay de dos clases. Las obras de algunos clásicos, como Aristóteles, le producen dudas: ¿La Ética a Nicomano debe ir entre las de filosofía o de entre las de ciencia sociales? ¿La Generación de las Animales debe ir entre las de filosofía o las de biología? En cambio, otros clásicos, como Platón o Kant, no presentan ninguna duda: sus títulos hay que colocarlos, inequívocamente, entre los libros de Filosofía.
Esta división da lugar a una primera disquisición. Si a un autor como Aristóteles se le puede situar como filósofo, pero también como biólogo, sociólogo o psicólogo, es por que en su construcción filosófica nos habla de episteme (ciencia), y considera a la filosofía como una ciencia más. Pero, a pesar de que Aristóteles no distingue entre ambos tipos de conocimiento, y llama “ciencia” (episteme) a todo conjunto de conocimientos, en ocasiones introduce importantes distingos. Así reconoce la existencia de una ciencia que estudia lo que es en cuanto es, y no se identifica con ninguna de las llamadas particulares[2]Es decir, establece una distinción entre esta ciencia de lo que es en cuanto es y las que se ocupan de algún aspecto particular de lo que es. Con respecto a estas ciencias particulares nos dice que a todo género que es uno le corresponde una sensación, y también una ciencia[3]. Más adelante nos dice también que y cuantas clases de entidades hay, tantas partes tiene la filosofía[4].
Hay, pues, un tipo de conocimiento que se llama ciencia, que se distingue de la simple experiencia o del arte por ser un conocimiento de principios y causas[5]. Esto correspondería a la forma como universal que caracterizaría a este tipo de conocimiento llamado ciencia. El género de los objetos conocidos por cada ciencia seria la materia y distinguiría cada ciencia particular. Para Bueno[6] esta distinción materia-forma es lo que distingue la gnoseología de la simple teoría del conocimiento.
Otros autores han puesto énfasis en esta distinción aristotélica. Para Jaeger[7] Aristóteles distingue las ciencias particulares, como la medicina o la matemática, que deslindan una esfera determinada de la realidad y un género determinado, y que nunca discuten el ser de su objeto, sino que lo dan por supuesto, de una filosofía primera, como ciencia universal del ser en cuanto a ser, y que además se caracteriza por “preguntar por el ser”, es decir, problematizar el mismo objeto de su conocimiento[8].
La afirmación de D’Ors es, como menos, matizable. Si que es cierto que la concepción platónica y aristotélica de la filosofía son distintas. Si que es cierto que para Platón la filosofía es un conocimiento distinto y separado de las ciencias, y que para Aristóteles la filosofía forma parte, junto a las ciencias, del edificio del conocimiento o episteme, pero también es cierto, tal como hemos visto, que el estagirita introduce distinciones entre una y otra ciencia.
A pesar de estas matizaciones, D’Ors utiliza esta distinción para establecer una primera interpretación radical acerca del objeto propio de la Filosofía: a un lado la concepción de la Filosofía como saber enciclopédico o sintético, a otro lado la concepción de la Filosofía como un orden particular del saber, separado y distinto de las ciencias. Sitúa su idea de la Filosofía en la tradición platónica, con una notable influencia de San Agustín, como veremos más adelante.
La Filosofía inevitable
En torno a la idea de Filosofía D’Ors desarrolla otra tesis, la de la inevitabilidad de la misma. Para ello recurre a las corrientes de pensamiento que han intentado, a lo largo de la historia, negar la posibilidad y el sentido del conocimiento filosófico: el escepticismo y el positivismo[9].
El escepticismo es una constante del pensamiento occidental. Sus orígenes hay que buscarlos en pensadores griegos, como Sexto Empírico (160-210 d.C) o Pirrón de Elis (360-270 a.C.), pero que vio un asombroso renacimiento en torno al siglo XVI, de la mano de Montaigne y de los llamados “libertinos eruditos”, que propugnaban una adhesión puramente fideista a los dogmas católicos[10].
El escepticismo, en cualquiera de sus variantes, niega toda posibilidad de conocimiento, tanto científico como filosófico, pues desconfía a la vez de la razón y de los datos de los sentidos. La refutación orsiana es relativamente sencilla: al afirmar que es vano todo conocimiento, incluido el filosófico, el escéptico presta atención al menos a una verdad, la de que no hay verdad alguna. Este principio, universal y absoluto, es su filosofía. Es corta, rudimentaria, pero es su filosofía al fin. El escepticismo no deja de ser una filosofía, pues la Filosofía es inevitable. El razonamiento en forma silogística sería: “O las razones de los escépticos contra la existencia de la verdad son ciertas, o no lo son. Si no son ciertas, la verdad existe. Si son ciertas, existe la verdad contenida en las mismas.
Otra corriente de pensamiento que niega la posibilidad, no del conocimiento, sino del conocimiento filosófico, es el positivismo. Para los positivistas es posible alcanzar la verdad, pero solamente en el orden de conocimientos ceñidos a la observación y a la experimentación, es decir, a las llamadas “ciencias positivas”. Aunque el positivismo cobra cuerpo en el siglo XIX con la obra de Augusto Comte, es, en realidad, una constante del pensamiento humano. En el siglo XX ha vuelto a resurgir, de la mano del llamado Circulo de Viena con el nombre de neopositivismo o positivismo lógico.
Para el positivismo todo lo que no procede de la observación y la experimentación es vana ilusión. Así, cualquier planteamiento metafísico u ontológico seria un flatus vocis, meros juegos de palabras, que no tendrían nada que ver con la realidad. Ahora bien, se pregunta D’Ors ¿Dónde ha encontrado el positivista las razones que le mueven a esta afirmación? ¿En la Física, en la Química, en la Biología? Cada una de estas ciencias positivas se ocupa de un campo concreto de conocimientos (la energía, la materia, los seres vivos), y en ninguna de sus capítulos podemos encontrar la afirmación de que lo que allí se detalla sea la única fuente de nuestros conocimientos.
La afirmación de que solamente los conocimientos que emanan de estas ciencias son auténticos conocimientos, no puede proceder de ninguna de ellas. Procede de una filosofía, rudimentaria, corta, pero filosofía al fin. El positivismo, como el escepticismo, son filosofías. La Filosofía es, pues, inevitable. Incluso para rechazarla hay que hacerlo filosóficamente.
Contenido de la Filosofía
Sentada la inevitabilidad de la Filosofía, se propone D’Ors investigar su contenido, y descubre algo que parece obvio: la Filosofía se compone de palabras[11]. A partir de aquí se enfrenta a diversas cuestiones.
La primera es que la desvalorización de la palabra es una constante en el pensamiento humano (de aquí expresiones despreciativas, como palabrería). D’Ors cita la obra se Shakespeare, cuando Hamlet sale a escena con un libro en la mano, probablemente una obra filosófica, y cuando un cortesano le pregunta sobre que lee, contesta, de forma despreciativa “ Words…words….words”. También se refiere a una anécdota del pintor Zuloaga, cuando un día, al regreso de una excursión a Segovia, donde había conocido a un pobre enano, comentó al respecto: “¡Hubierais visto que filósofo! No dice nada”.
Frente a esta mala reputación de la palabra, hay una corriente de signo contrario, con una exaltación que llega a la adoración. Así nos recuerda que el vocablo griego “logos”, con le cual se alude al pensamiento y a la razón, y del que deriva el término “Lógica”, sirve también para referirse a la palabra y al discurso[12].
Podría objetarse que las ciencias también están formadas por palabras. Aunque más tarde nos ocuparemos de la distinción orsiana entre ciencias y Filosofía, aquí ya podemos establecer un distingo. Para D’Ors las ciencias se expresan con palabras, mientras que la Filosofía consiste en palabras. Pero además existe la posibilidad de que un tratado científico sustituya las palabras por imágenes o por formulas. Un libro de Botánica puede reducir las palabras a un mínimo, y constar, básicamente, de fotografías o dibujos de plantas. Un tratado de matemáticas puede estar constituido por formulas, o esquemas, si es de geometría.
Las ilustraciones de un libro de Filosofía, en contraste, se limitan a imágenes de filósofos. Su esencia son las palabras, que no pueden ser sustituidas ni por imágenes ni por formulas. Pero además D’Ors establece una distinción entre el uso de las palabras en las ciencias y en la Filosofía: en las primeras las palabras forman conceptos, de carácter unívoco, productos de la Razón. En Filosofía las palabras remiten a ideasy se trabajan desde la Inteligencia.
Para D’Ors el tema del lenguaje humano ha sido siempre un objeto de interés. Así, niega que se pueda considerar un simple perfeccionamiento de las capacidades expresivas de los animales[13]. Así nos habla de dos adecuaciones distintas del lenguaje humano, que corresponden a dos finalidades distintas: la de expresar, función en que un contenido subjetivo se exterioriza, y la de nombrar, actividad con la cual el ser humano utiliza un instrumento que queda fuera de él y a disposición ajena. Si la primera finalidad puede relacionarse de alguna manera con la expresividad animal, la segunda es propia de la sociedad y de la cultura. El lenguaje se convierte en el vehículo esencial de la tradición.
Profundizando en el tema del lenguaje, y su relación con la Filosofía, D’Ors afirma que el hable del ser humano no es exclusivamente racional. Dejando aparte el elemento puramente expresivo, ya mentando, nos encontramos en el análisis de cada una de las palabras, junto a la significación que tiene la palabra, como alusiva a tal concepto, un conjunto de acepciones, o “sentidos figurados”. Así, podemos hablar del naufragio de un buque, pero también del naufragio de las esperanzas[14].
Esta capacidad, esta ambivalencia, hacen posible el lenguaje poético, pero también la actividad filosófica, a partir de la Inteligencia, que está por encima de la simple Razón, que opera con conceptos unívocos. A partir de aquí ya podemos entrar en la distinción ciencias/Filosofía, y ver que entiende D’Ors por filosofar.
Ciencia y Filosofía en D’Ors
Ya nos hemos referido a la distinción entre las ciencias y la Filosofía como uno de los elementos fundamentales del pensamiento orsiano. Las ciencias funcionan con conceptosque son producto de la Razón; en muchas ocasiones, estos conceptos pueden traducirse en formulas matemáticas. La Filosofía consta de ideas, que son producto de la Inteligencia.
Sin embargo, la división que hace D’Ors no binaria, sino tripartita. Nos habla de una Empiria, cuyo fundamento en la Observación y la Experimentación, dirigida a captar los fenómenos, unas ciencias, cuyo instrumento es la Razón, y que se dirigen a captar las esencias o númenos, y una Filosofía, dirigida por la Inteligencia, que busca las Figuras.
De la Empiria proceden las percepciones, de las ciencias, los conceptos, pero también nos dice que la frontera entre estas dos componentes de las ciencias no es nítida. Así, por ejemplo, la Historia Natural es una disciplina netamente descriptiva. Pero cuando describe una especia animal o vegetal (o mineral) no se refiere a individuos concretos, sino que ya ha realizado un mínimo proceso de abstracción: cuando un naturalista describe al caballo no se refiere a este o aquel caballo, sino al concepto caballo, elaborado a partir de la observación de muchos caballos particulares.
Así, la Historia nos describe hechos y acontecimientos concretos. Pero cuando a partir de estos hechos concretos llegamos a descubrir las constantes históricas, o eones hemos avanzado en la conceptualización, y hemos llegado a la Ciencia de la Cultura. A lo largo de la historia humana han existido diversos Imperios: el de Alejandro, el Romano, el de Carlomagno, el Hispánico, el de Napoleón, etc. A partir de ellos podemos llegar a descubrir una constante histórica, el eon del Imperio o de la unidad, que aparece cíclicamente en oposición al eon de Babel o de la dispersión.
Seguramente, la delimitación más clara entre la Filosofía y las ciencias particulares como formas distintas de saber, la encontramos en la metáfora orsiana de la escalera y el círculo. Así, la estructura de una ciencia particular cabe compararla a la de una escalera, en la cual cada peldaño sirve de paso y sostén al que le sigue, y todos se apoyan en algo que no es la escalera misma. Este apoyo exterior de axiomas, que no necesitan demostración, de recursos de otras ciencias particulares o de observaciones empíricas.
La Filosofía no puede funcionar de esta manera, pues cada uno de los criterios arriba mencionados, implica un problema esencial. ¿Debe prestar crédito a los sentidos? ¿debe fiarse únicamente de los axiomas racionales? La respuesta a estas preguntas, que para una ciencia ya viene dada, constituye, en sí misma, un problema filosófico.
Frente a la metáfora de la escalera, la Filosofía funciona como un círculo. La primera afirmación de un sistema filosófico no puede justificarse de momento: solamente se justificará cuando se haya enunciado la última, y, por tanto, el comienzo será convencional.
D’Ors rechaza la acusación de “circulo vicioso” para el razonamiento filosófico. El circulo filosófico únicamente es vicioso cuando desobedece al imperativo de la totalidad, cuando toma por total lo que es fragmentario, cuando procede con discontinuidad, no enlazando debidamente los distintos puntos del círculo.
Otra característica que distingue a la Filosofía de las ciencias particulares es que, en ella, el vinculo demostrativo es más flexible que en las ciencias. En estas, la demostración es exigida, y el hombre de ciencia se coloca en la posición apodíctica, como en la frase hypotheses non fingo de Newton, mientras que en la Filosofía la prueba se produce asertoriamente, por persuasión y adhesión vital.
Filosofía y vida. Filosofía “usual” y “de cátedra”.
Como ya hemos visto anteriormente, el dialogo de D’Ors con el Pragmatismo y el Vitalismo le ha llevado hacia la relación vida/filosofía, tema, por otra parte, recurrente en su época. Recordemos que su contemporáneo Ortega y Gasset crea un sistema filosófico al que llama raciovitalismo. D’Ors rechaza de plano el aforismo clásico[15]“primum vivere, deinde philosophare” (primero vivir, después filosofar), y frente a este, afirma: “negó: in hoc nescio primum, nescio secundum. Philosophus Publio vocetur, quia in conscientia vivit aeternitatis momento” (Lo niego. En esto yo no conozco antes ni después. Llamo filósofo a Públio porque vive en conciencia de la eternidad del momento).
Para D’Ors la Filosofía inspira cualquier modo de vida, y, por tanto, es imposible vivir sin una Filosofía, aunque a muchos les ocurra como al personaje de Moliere, Monsieur Jourdain, que “hablaba en prosa sin saberlo”[16]. Ahora bien, ocurre que, al haberse perdido esta concepción clásica de la Filosofía como modo de vida, para muchos el filosofar era considerado como menester exclusivo y profesional de ciertas personas, los “profesores de filosofía”, y al resto de los mortales solamente les tocaba, o recibir el saber que aquellos administraban, o dejarles en paz, sin inmiscuirse en sus ocupaciones[17].
D’Ors compara su propósito filosófico con el religioso de San Francisco de Sales. Este santo, no solamente defendió que el hombre seglar podía alcanzar la santidad, sino que esta santidad debía ser distinta de la del monje o fraile. De la misma manera, a la filosofía de los profesores, o “de cátedra”, D’Ors opone una filosofía “usual”, vinculada a la vida, propia del hombre común, pero que no sea una simple divulgación de la Filosofía “de cátedra”, sino algo distinto.
¿Qué distingue esta Filosofía usual de la profesional? En primer lugar, que no es de “monólogo”, sino de “dialogo”, que no pretende ser mera “pedagogía”, sino “sabiduría” en el sentido socrático. En segundo lugar, que toda ella se considera una introducción a la Filosofía, es decir, en terminología orsiana, Dialéctica.
Esta Dialéctica orsiana es, a la vez, una “actitud filosófica” y una “doctrina de la Inteligencia”. Pero si la Dialéctica es una introducción a la Filosofía, se pregunta Aranguren[18]¿Dónde está la Filosofía propiamente dicha de D’Ors?, y su respuesta es bien sencilla: en todas y cada una de las líneas escritas por D’Ors.
La Filosofía orsiana no se refiere a un número definido de problemas académicos, sino que es “filosofía de lo vario” que entronca con la vida. Dejando aparte El secreto de la Filosofía, donde se definen los principios, donde se vuelca el pensamiento de D’Ors es, sobre todo, en las Glosas (Glossari, Nuevo Glosario).
Otra característica de la Filosofía de D’Ors es que esta se entiende como Diálogo. Contrario a la intimidad y a la “vid interior”, la Filosofía orsiana es, como la socrática, filosofía del ágora, de la plaza pública. Diálogo filosófico (es decir, dialéctica) significa, no solamente conversación, sino progreso del discurso. El dialogador se asimila al pensar ajeno. Hay un dualismo gnoseológico, que se corresponde con el dualismo metafísico: el pensamiento de un interlocutor de enriquece con el pensamiento del otro[19].
El Sistema orsiano
Aunque repartido en sus escritos, incluso en los de carácter más literario, es evidente que existe un sistema filosófico orsiano. En este sistema distinguimos tres partes diferenciadas: la Dialéctica, la Poética y la Patética.
La Dialéctica como introducción a la Filosofía podría asimilarse a una gnoseología o teoría del conocimiento. En ella D’Ors intenta superar las contradicciones entre intuición y razón.
La Poética no tiene nada que ver con la crítica literaria, sino que se refiera a la capacidad creadora del ser humano, la poiesis. Tal como veremos, la Angeología y la Ciencia de la Cultura son sus aspectos más importantes.
Finalmente, la Patética, que procede de phatos, se refiere a todo aquellos que es pasivo, lo que opone resistencia a la capacidad creadora o poieticadel ser humano, que para D’Ors es la Naturaleza. Filosofía natural o ciencias de la naturaleza serán pues el objeto de la Patética.
[1]D’Ors, E. (1998) El secreto de la Filosofía. Madrid, Editorial Tecnos.
[2]Metafísica, IV, 1
[3]Metafísica, IV, 2, 15 a 20
[4] Metafísica, IV, 2, 1004a
[5]Metafísica, I, 1, 982a
[6]Bueno, G. (1993) Teoría del Cierre Categorial. Oviedo, Editorial Pentalfa.
[7]Jaeger, W. (1946) Aristóteles. México, Fondo de Cultura Económica.
[8]Alsina Calvés, J. (2020) “Ciencia y Filosofía en Aristóteles” https://www.nodulo.org/ec/2020/n193p09.htm
[9]D’Ors, obra citada, pp. 38-41.
[10]Popkin, R.H. (1983) La historia del escepticismo, desde Erasmo hasta Spinoza. México, Fondo de Cultura Económica.
[11]D’Ors, obra citada, p. 51.
[12]D’Ors, obra citada, p. 52
[13]D’Ors, E. (1964) La Ciencia de la Cultura. Madrid, Ediciones Rialp, p. 97.
[14]D’Ors, obra citada, p. 99.
[15]El secreto de la Filosofía, p. 44.
[16]Obra citada, p, 44.
[17]Aranguren, J.L. (1945) La Filosofía de Eugenio D’Ors. Madrid, Ediciones y Publicaciones españolas, p. 107.
[18]Obra citada, p. 110
[19]Obra citada, p. 115.