La edición rusa
El 10 de octubre de 1868 le escribió Marx a Kugelmann informándole de que un librero de San Petersburgo le sorprendió con la noticia de que la traducción rusa ya estaba en prensa y que deseaba que la firma de Marx estuviese plasmada en la contraportada. De todos modos Marx no le dio excesiva importancia y pensó que se trataba de la curiosidad de gourmands por conocer lo más extremista y radical procedente de Occidente. «Es una ironía de la suerte que sean los rusos, a quienes he combatido sin interrupción desde hace veinticinco años, y no sólo en alemán, sino también en francés y en inglés, quienes hayan sido siempre mis “protectores”. En 1843-44 eran los aristócratas rusos de París quienes acudían en mi ayuda. Mi obra contra Proudhon (1847), lo mismo que la que apareció en la casa de Duncker (1859), en ninguna parte se han vendido tan bien como en Rusia. Y la primera nación extranjera que traduce El Capital es Rusia» (Karl Marx y Friedrich Engels, Cartas sobre El capital, Traducción de Florentino Pérez, Edima, Barcelona 1968, pág. 184).
En 1870 Bakunin, que era ruso, se propuso traducir al ruso el libro uno de El Capital, pero abandonó tal empresa para dedicarse a la propaganda revolucionaria (y dos años después se desligaría completamente de Marx tras el Congreso de la Haya).
En octubre de 1871 el economista y populista ruso y colaborador del revolucionario German Lopatin, Nikolai Frantsevitch Danielson, alias «N.-on» (que a finales de siglo sería muy criticado, por su populismo, por un joven llamado Vladimir Ilich Ulianov), terminó la traducción del libro uno de El Capital que precisamente había empezado Lopatin. El libro uno empezó inmediatamente a entrar en prensa en San Petersburgo.
Danielson, mientras traducía o terminaba de traducir El Capital, mantuvo una correspondencia epistolar con Engels y con el mismo Marx, en la que expuso el desarrollo económico de Rusia. En 1893 Danielson publicó un libro titulado Ensayos sobre nuestra economía social después de la Reforma que, junto a los escritos de V. Vorontsov, inauguró el populismo liberal, de ahí que se ganase las severas críticas del citado Vladimir Ilich Ulianov.
El libro se publicó el 27 de marzo del calendario juliano (8 de abril de nuestro calendario gregoriano) de 1872; es decir, el libro primero de El Capital se publicó cinco años después de que lo hiciese en Alemania y quince años antes de que lo hiciese en Inglaterra. Con esto Marx puso muchas esperanzas en los revolucionarios rusos. Cuando tuvo en sus manos el ejemplar encuadernado de la edición rusa, cuya traducción le parecía magnífica, eso supuso para él un signo de la época y una fiesta para sus familiares y amigos. Cuando Marx le preguntó a Lopatin en 1870 si sabía cuántos ingresos había ganado con el primer volumen de El Capital, el propio Marx le respondió: «Ochenta y cinco marcos» (citado por Hans Magnus Enzensberger, Conversaciones con Marx y Engels, Traducción de Michael Faber-Kaiser, Anagrama, Barcelona 1999, pág. 270).
Como le dijo Marx a Friedrich Albert Sorge, insurrecto del país de Bade en 1849 que emigró a Estados Unidos y que llegó a ser secretario general de la Primera Internacional cuando ésta trasladó su sede a New York, «el 15 de mayo ya te habían vendido 1.000 ejemplares», lo que era un tercera parte de la tirada.
Marx le cita al mismo Sorge las conclusiones del primer libro de El Capital del servicio de censura: «En los servicios de censura, dos censores han examinado y han presentado sus conclusiones a la comisión. Antes incluso de leer la obra se había tomado la decisión de no prohibir el libro a causa tan sólo del nombre de su autor, sino estudiar con precisión en qué medida correspondía realmente a su título. Lo que sigue es el resumen de las conclusiones adoptadas por unanimidad por la comisión de censura y transmitidas a la administración central para su ratificación». Y también: «Aun cuando el autor sea, por sus opiniones, un socialista cien por cien, y aun cuando todo el libro presente un carácter socialista claramente señalado, teniendo en cuenta, sin embargo, el hecho de que la exposición no puede ser calificada de accesible a todos y que posee por otra parte la forma de una demostración científica de carácter estrictamente matemático, la comisión declarada que es imposible perseguir esta obra ante los tribunales» (Marx y Engels, Cartas sobre El capital, pág. 208).
«Es posible establecer con certeza -concluyó el primero de los dos censores- que muy poca gente en Rusia lo leerá, y que todavía menos lo entenderá» (citado por Orlando Figes, La revolución rusa (1891-1924), Traducción de César Vidal, Edhasa, Barcelona 2000, pág. 179).
Los censores consideraban que se trataba tan sólo de una obra sobre el desarrollo económico industrial que no podía resultar muy perniciosa y subversiva en un país preindustrial.
Diez meses después de la publicación rusa de la obra magna de Marx, Nikolai Poliakov, editor ruso de la obra, sería juzgado por su siguiente publicación «subversiva»: una colección de relatos de Diderot, los cuales fueron quemados y confiscados por la policía. Poliakov fue eliminado del negocio editorial; pero ya era demasiado tarde porque el éxito de El Capital fue inmediato y los 3.000 ejemplares que se imprimieron para esa primera edición de 1872 se vendieron enseguida (compárese con los mil ejemplares de la edición alemana que tardaron cinco años en ser vendidos).
¿Era Rusia un territorio propicio para que allí echase raíces una obra como El Capital? Marx afirmó que en Rusia su obra magna era más leída y entendida que en ningún sitio (contra lo que pensaba los censores rusos). La obra fue bien recibida tanto por eslavófilos como por populistas al exponer los horrores del capitalismo dado en los países europeos y que debía evitar Rusia. A finales de la década de los setenta la obra se extendió de modo acelerado y entre los estudiantes era «casi impropio» no ser marxista. «Nadie se atreve a levantar la voz contra Karl Marx estos días -se quejó un liberal- sin atraerse la ira de sus jóvenes admiradores» (citado por Figes, La revolución rusa (1891-1924), pág. 179).
Tras el fracaso del movimiento «hacia el pueblo» a causa de la idealización que se tenía a priori sobre los campesinos, la obra de Marx supuso un consuelo para la intelligentsia radical rusa; aunque los populistas asumieron la sociología de Marx y contribuyeron a la difusión de su obra, y al final de su vida Marx los apoyaba. El marxismo venía a ser sinónimo de occidentalización y un modo de introducir la racionalidad moderna, la ilustración y la civilización contra las tradiciones de un país semiasiático.
Como le dijo Engels a Plejanov (el «padre del marxismo ruso») el 26 de febrero de 1895, Rusia está rodeada «más o menos eficazmente por una muralla china intelectual erigida por el despotismo, no hay por qué sorprenderse si se producen las combinaciones de ideas más extrañas e imposibles» (Marx y Engels, Cartas sobre El capital, pág. 311).