II concurso de relatos: La Esperanza

Publicamos un quinto trabajo perteneciente al II concurso de relatos “Una carta a un hijo”organizado por la escritora y farmacéutica, Esperanza Ruiz Adsuar, en colaboración con Posmodernia y las Bodegas Matsu perteneciente a la Denominación de Origen Toro. Dicho concurso durará hasta el próximo 31 de octubre de 2020. Bases para la participación en el concurso

Título: La Esperanza

Pseudónimo: Quidam


Cuatro Caminos, 7 de Noviembre de 1936

Hija mía, Victoria.

Te escribo desesperado: Pedro no está en Porlier. Me atrevo a dirigirme a ti por carta porque no he encontrado valor para acudir a tu despacho. Tengo miedo, mucho miedo por él pero ni siquiera me atrevo a ir a verte personalmente  desde que Damián, el antiguo portero de la  finca donde vivíamos,  dirige un comité de la CNT desde el segundo piso de tu edificio. Reía cuando fue  incendiada la parroquia, y comprendo que no sabe lo que hace, pero temo que me vea y piense que un humilde cura de San Lorenzo pueda ser enemigo del pueblo o enemigo de nada.

Te escribo, Victoria, porque no he encontrado a Pedro esta mañana en Porlier cuando fui a llevar como otras veces tabaco a los presos y a esos héroes del pueblo que  los custodian y defienden Madrid del fascismo. No he sabido preguntar donde ha sido trasladado esta noche. Soy tan pusilánime que nunca me he atrevido a llevarle la Comunión aunque me la pide testarudamente cada vez que me ve. Lo soy tanto que ya he perdido las veces en que he negado a Cristo para no aceptar el cáliz que podría llevarme al martirio. He hecho del anonimato de la vida sin sotana en Cuatro Caminos, lejos de mi  casa, el Getsemaní del que no quiero salir para no entrar en Jerusalén y enfrentarme a lo que pueda esperarme allí. Porque siento que Dios ha abandonado a España y a sus hijos. Ya no reina en España el Sagrado Corazón al que fue consagrada.

Solo puedo confiar en ti, Victoria, porque se que no entiendes muchas cosas de las que están ocurriendo y nos une, y estoy seguro que nos sigue y seguirá uniendo, el cariño labrado de años de infancia, de juegos y risas, de ser testigo de tu primer beso con Pedro cuando clareaban tus catorce años como el lucero del alba que te empeñabas en que llamase Venus. Y Pedro te cantaba y te decía que eras su Carolina Coronado. ¿Lo recuerdas, Victoria?. Porque no hay día en que no vaya mi mente con vosotros al Retiro a buscar la sombra de nuestro castaño. No hay día en que no extienda de nuevo el mantel y os vea buscando la forma de acercaros y rozar vuestras manos  provocando adrede el nerviosismo de un seminarista ingenuo. ¿Qué ha pasado, Victoria?. ¿Cómo hemos llegado a esto?.

Tus padres siguen bien en Aveiro, Victoria. Sé que en fondo te alegra saber de ellos. Y sigo intercediendo para que tu padre vuelva a serenar su ánimo contigo, aunque insiste en no perdonarte tu entrada en Izquierda Republicana. Le digo que desde tu posición política precisamente puedes ayudar a que las zozobras que padecemos empiecen a calmar, que amaine esta tormenta en que estamos perdiendo amigos y afectos , y en la que la caridad y misericordia cristianas apenas son ya distinguibles en la naturaleza humana.

Sabes que siempre he sido apocado y cobarde, y que no fui capaz siquiera de interponer una palabra cuando mi madre me animó al sacerdocio. No me sobraba la vocación pero tampoco tengo un ápice de arrepentimiento. Hay un camino verdadero pero no tengo fuerzas para seguirlo. No tengo fuerzas para ir y ofrecerme en sacrificio en lugar de Pedro por más que me invada la desazón y la incertidumbre por su paradero. No quiero preguntar allí por miedo a saber. Y por eso acudo a ti como parapeto, como atalaya en la que espero a Mercurio y su mensaje, por más terror que pueda darme su contenido.

Tú aun tienes poder, Victoria, aun cuando las turbas de gente fea y oscura que veo alrededor son cada día más sombrías y temo que no respeten el orden. Tú puedes saber. Te imploro que sepas. Pedro no guarda rencores, ya lo conoces, y menos aun a ti.

No sé cuando volveré a poder escribirte ni encuentro la forma en que puedas comunicarte conmigo, Victoria. Se comenta que hay tropas facciosas en la Casa de Campo llegando a Madrid y temo que me reclute alguna milicia.

Pongo en tus manos y en las de Dios la fe que pueda quedarme. Rezo porque esta carta llegue a ti y la leas. Ruego elevando las manos al Cielo que surta algún efecto este papel sobre el que caen mis lágrimas. Porque no me queda otra cosa más que la Esperanza, la palabra más bonita a la que quiero agarrarme.

Siempre amigo tuyo,

Rafael.

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