II concurso de relatos: Tu llamada de emergencia

Publicamos el decimoquinto trabajo perteneciente al II concurso de relatos “Una carta a un hijo” organizado por la escritora y farmacéutica, Esperanza Ruiz Adsuar, en colaboración con Posmodernia y las Bodegas Matsu perteneciente a la Denominación de Origen Toro. Dicho concurso durará hasta el próximo 31 de octubre de 2020. Bases para la participación en el concurso

Título: Tu llamada de emergencia

Pseudónimo: J. Cameron


Para la futura Alejandra. 

Ha sido tu tío Ignacio el que me ha obligado a escribir esta carta. Ha sido él quien ha insistido en que la escriba una y otra vez. Lleva más de veinte días con esto y con lo otro, y yo llevo otros veinte días como una madre, con que no, y no, y que no es no. 

Tú sabes que no me gustan los discursos. Y aun así, aquí estoy. 

Él siempre se sale con la suya. 

Dice que cuando la leas, dentro de 10 o 20 años, nos alegraremos.

Yo sé que no viviré 10 años más. Quizá por eso estoy escribiéndola. Pero hay que mirar el lado bueno, así podréis alegraros los dos leyendo mis locuras con esta horrible letra. 

He aprendido algunas cosas en todos estos años que quiero contarte. No son lecciones de tu padre enfermo, pero sí algunas experiencias de cierto valor que quiero que guardes en el neceser de tu bolsa de viaje. Puede que algún día las necesites. 

No quiero que esto se convierta en un papel sagrado que guíe tu vida. 

Tu vida es tuya. Ten cuidado con quién idolatras, siempre acaban decepcionándote y no quiero que te pase eso conmigo.

Prefiero que sea más como un salvavidas. O una llamada de emergencia. 

Algo que solo uses cuando necesites un poco de ayuda. 

La familia es tu bien más preciado, no la descuides. Escucha a los más mayores, el tiempo nunca da media vuelta. Madrugar es despertar a la primera, no más pronto. La fama cuesta y no siempre reconforta. Algún día te arrepentirás de lo que no dijiste. Y luego de lo que no hiciste. Busca tu piedra en el zapato y aprende a correr de puntillas. El esfuerzo te hace más fuerte. La dirección te lleva más lejos. Aprende a disfrutar de la cocina, y si es con vino blanco será mejor. No tienes por qué luchar todas las peleas, pero tampoco regales tus derrotas. Cuida de tus amigos, a veces basta con apuntar en la agenda sus cumpleaños. 

Repetir algo mal y rápido es más lento que hacerlo bien una sola vez. Esto último me lo repetía mi padre una y otra vez, por contradictorio que parezca. Nunca se lo dije, hay palabras que suenan peor de lo que son. 

Nadie necesita escuchar algo desagradable. Tú tampoco necesitas decirlo. No hables del 3 P’s de nadie que no sea tu esposo. Ni del peso, ni del pelo, ni del pe**. El agua fría solo se bebe en verano. En invierno es mejor el whisky. Sal a correr un par de veces por semana y descubrirás que con esfuerzo y constancia cada día llegarás más lejos y menos cansada. Disfruta de la playa, sin ropa de marca bajo el sol, todos somos iguales. Ya lo dijo el escritor Marcos Lafuente: “No hay jefes, ni poderosos, ni ricos ni propietarios en la playa. No hay privilegios, ni hay herencias ni hay ventajas. Ir a la playa es volver a lo más primitivo, es como regresar cada día a la casilla de salida: Gente, tapada con un trozo de tela, en medio de la nada”. 

Eso sí. Acuérdate de llevar una silla de playa. Tampoco somos animales. 

No quiero que ambiciones ni le des importancia al dinero. Es el atajo más rápido para ser infeliz, puedo poner mil ejemplos.

Pero sí debes encontrar tu ambición, y cuando lo hagas no la olvides. Es más recto el camino si vemos las palmeras en el horizonte. Mi padre, por ejemplo, nunca tuvo ambiciones y eso no me gustaba de él. En la cartera llevaba un sándwich de queso y como era un poco caro, a fin de mes lo llevaba de jamón. No le importó cambiar su apetito. Buscar una comida mejor, una casa más grande, un trabajo mejor pagado. Eso no tuvo importancia para él. Se alejó un poco, observó su vida, y se adaptó. Eso sí tengo que reconocérselo. Se adaptó por él y también por nosotros.

Pero tú puedes estar tranquila, no es herencia de familia. 

Tu madre, en cambio, era diferente a todos. Ella sí que me hubiera animado para escribir una carta así. Tenía el talento para doblar sus abrazos en un papel y cerrar el sobre como antes cerraba las maletas, haciendo fuerza sentada empujando encima de ellas. 

Durante quince minutos he intentado imaginar qué te hubiera dicho ella en una carta así. Qué palabras usaría y qué consejos te daría. Pero ha sido imposible. No puedes entrar en el Prado y preguntar al de seguridad en qué pensaba Velázquez. 

Pero tú te pareces mucho a ella, y ese es el mejor piropo que puedo decirte. 

Y yo, bueno, en fin. No quiero hablar mucho de mí. 

Yo ambicionaba algo que nadie me pudo asegurar. 

Tenía ambición por tu madre y se fue. 

Ahora tengo ambición por ti y soy yo el que me iré. 

Así que me quedo con el tiempo que pasaremos juntos. 

Que sea abundante, que caiga como una cascada, y que sea de verdad. 

Si lo consigo, podré irme tranquilo por estar presente, aunque sea en tus recuerdos. 

No me eches de menos. 

Ya lo hago yo por los dos.

Tu padre.

Top