Siempre da la casualidad que las puertas de la Iglesia permanecen abiertas en un mismo sentido, son puertas giratorias que solo dejan pasar el aire desde babor para luego poner el barco de perfil.
Últimamente estamos siendo testigos de unos acontecimientos relacionados con la exhumación de los restos del General Francisco Franco de la basílica vaticana del Valle de los caídos. Y la semana pasada hemos visto el mismo episodio de siempre cuando el Obispo de Gerona, Francesc Pardo, afirmaba en una entrevista en la cadena ser que “toda persona tiene derecho a ser enterrada”, aunque entiende que si un dictador es sepultado en “un sitio de fácil visita”, en alusión a su posible enterramiento en el panteón privado que la familia franco posee en la catedral de la Almudena, eso es “inaceptable para la población” “especialmente si la población ha sufrido las consecuencias del dictador”.
Y es que la iglesia española nos tiene acostumbrados a la virada por avante con el navío casi proa al viento. Mientras Francesc Pardo escribe una carta con motivo de la Diada de Cataluña en las que decía “Vivimos sentimientos de dolor y preocupación por los que están privados de libertad en prisión con unas acusaciones que gran parte de la ciudadanía rechaza; también por los que se han visto forzados, de una manera u otra, al exilio. No podemos olvidar el sufrimiento y la angustia de ellos mismos y de sus familiares”, se olvida de la historia sangrienta de separatismo catalán bajo la responsabilidad de Luis Companys. Que tras ser indultado por el gobierno del Frente Popular en febrero de 1936, después de ser condenado por la proclamación del Estado Catalán el 6 de octubre de 1934 con el costo de 110 muertos en apenas 10 horas, crea y arma con dinero público el Comité Militar Revolucionario, formado por voluntarios separatistas muchos de ellos pertenecientes a las Juventudes de Esquerra Republicana, ordenando la creación de campos de concentración, como el de Omells de Nagaya, y firmando personalmente sentencias de muerte.
Durante este periodo, bajo su mandato y responsabilidad directa fueron asesinadas 8.129 personas en Cataluña de las cuales 2441 fueron religiosos. Estas son las cosas que parece no recordar Francesc Pardo.
Como tampoco recuerda cuando el Estado español del régimen del General Franco se definía como confesional y ponía en manos de la jerarquía eclesiástica la inspiración formativa de varias generaciones de españoles, imponiendo sumisión desde púlpitos, escuelas y confesionarios.
Resulta significativo ver como se escandalizan la actual Jerarquía de “las cunetas” fruto de la represión de la posguerra, sobre todo cuando la realidad era que unos curas añejos y retrógrados privaban del honor, a los combatientes republicanos, de ser enterrados en los cementerios de nuestros pueblos por considerarlos ateos o excomulgados.
Ya esta bien que la Iglesia Católica participe del atraso, la barbarie y la pereza ofendiendo a los millones de creyentes que hay en España. Los responsables de la Iglesia Católica debe rectificar, dejando de ser cómplices de los golpistas. Y si no lo hace es misión de todo un pueblo evitar que reciban un solo euro de la declaración de la renta, a pesar de la digna excepción de cientos de sacerdotes y religiosas que han creído y creen realmente en la obra de Jesús de Nazaret y que no han participado de ese olor a sacristía, fanático, oscuro y reaccionario.