La Kominform

La Kominform. Daniel López Rodríguez

El 21 de septiembre de 1947, en la ciudad polaca de Szklarska Poreba, tuvo lugar la conferencia fundacional de la Kominform (acrónimo ruso que significa Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros), que en teoría era un comité de información para coordinar mejor las ideas y la acción común en el bloque comunista, es decir, algo así como un centro de coordinación de las actividades de los partidos comunistas. En esta primera conferencia se otorgó a la URSS el estatus de «Estado guía» (aunque, en rigor, la Unión Soviética era un Imperio, pero cuestiones ideológicas hacían que tal término fuese tabú). 

La nueva institución se formó con el lema «¡Por una paz duradera! ¡Por una democracia popular!», que a su vez era el título de una hoja informativa sobre todos los partidos comunistas del mundo que se publicaba semanalmente (posteriormente sería mensual) y en la que escribían destacadas personalidades de los nueve partidos miembros, aunque siempre supervisado por Moscú. Se trataba, obviamente, de la pax soviética y la democracia soviética contra la pax americana y la democracia liberal tutelada por Estados Unidos. Hay que tener en cuenta que esto no se decía por ingenuidad pánfila sino en todo caso por interesada propaganda pacifista, ya que la URSS aún no tenía la bomba atómica, que estaba construyendo sin demora, como se mostraría en 1949 en su primer lanzamiento en Kazajistán.

En la primera sesión, celebrada el 22 de septiembre de 1947, se debatió un informe del miembro del Politburó soviético Giorgi Malenkov, en el que se afirmaba que la Segunda Guerra Mundial (que en la URSS se llamó «Gran Guerra Patriótica», en la que en pleno conflicto, en mayo de 1943, Stalin disolvió la Komintern) fue la consecuencia de la «crisis general» del capitalismo, y la misión de la Unión Soviética era la de «socavar el imperialismo» y «garantizar una paz democrática», esto es, una pax soviética. Se sostuvo además que la confrontación con Estados Unidos sería larga y que la URSS estaría preparada para apoyar a «sus aliados verdaderamente leales», y para ello «debemos tomar medidas terminantes» para llevar a cabo una cooperación más estrecha (citado por Robert Gellately, La maldición de Stalin, Traducción de Cecilia Belza y Gonzalo García, Barcelona 2013, pág. 394). Se les exigió a los partidos comunistas occidentales que dejasen de poner énfasis en las actividades parlamentarias, como hicieron  antes de la guerra, y adquiriesen una militancia más notoria. 

En la sesión del día siguiente, uno de los hombres fuertes de Stalin, Andrei Zhdánov, que incluso se presumía como sucesor del Vozhd, implemento de modo imprevisto una exposición sobre la situación internacional en la que habló de «dos campos»: el del imperialismo (liderado por Estados Unidos) y el del socialismo (liderado por la Unión Soviética), que Zhdánov denominaba como «fuerzas pacíficas». Zhdánov también hablaba de «nueva democracia» contra «las fuerzas defensoras de la libertad antiimperialistas de todos los países». 

Zhdánov denunció al plan Marshall como instrumento y programa del imperialismo americano y, falacia de la reductio ad Hitlerum mediante, comparó la política de Estados Unidos con la de la Alemania nazi (aunque sin exagerar las semejanzas, bien es cierto que se pueden comparar). Por su parte, ya en marzo de aquel 1947 el presidente estadounidense, Harry Truman, ofrecía ayuda «a los pueblos del mundo libre, frente la amenaza del totalitarismo». Era la primera vez que se hablaba de «totalitarismo» en referencia a la Unión Soviética (una vez vencidos los regímenes «totalitarios» de Alemania, Italia y Japón). Se trataba de la «Doctrina Truman» que ponía en marcha la Guerra Fría. 

Pues bien, la «Doctrina Zhdánov» se oponía a la «Doctrina Truman». De modo que la creación de la Kominform se hizo en respuesta al Plan Marshall y a la Doctrina Truman (del mismo modo que el Pacto de Varsovia fue la respuesta soviética a la OTAN, cuya plataforma económica sería el COMECON; aunque ésta se trataba de una organización más amplia al abordar tratos comerciales con Cuba, Nicaragua, Mozambique, Irak y Vietnam). 

En teoría la Kominform era un comité de información con objeto de coordinar con mayor eficacia las ideas comunistas en el mundo y compartir información entre los mismos, aunque no se trataba de una institución que sustituía a la Komintern para seguir fomentando la revolución mundial. En principio, la Kominform sólo incluía al Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), los partidos comunistas de la Europa oriental (salvo el de Alemania, que estaba «inmaduro», según Stalin, aunque entraría finalmente en octubre de 1949 cuando se creó la República Democrática Alemana; y el Partido de los Trabajadores Húngaros también lo haría en 1949, así como el Partido Comunista de Checoslovaquia ya lo había hecho en 1948) más los partidos comunistas italiano y francés que estratégicamente eran muy importantes y que amenazaban con ganar las elecciones en sus respectivos países (sobre todo el italiano). El 16 de octubre de 1947 el Partido del Trabajo de Albania solicitaría su entrada, pero no se le concedió. Albania sería un Estado comunista pro-chino. Cuando el 1 de octubre de 1949 se proclamó la República Popular China el Partido Comunista Chino no formaría parte de la Kominform.   

Los partidos que participaban en la Kominform eran los mismos que los países que después formarían el Pacto de Varsovia y el COMECON (Consejo de Asistencia Económica Mutua), más los citados partidos comunistas italiano y francés. No era, por tanto, la nueva internacional de todos los partidos comunistas del mundo. Aunque  como la Komintern, la Kominform iba a estar supeditada a los planes programas de la política exterior soviética. 

Lo primero que se hizo desde la Kominform fue denunciar los métodos expoliadores y expansionistas para implantar su supremacía mundial por el imperialismo estadounidense. De ahí que la Kominform se formase en el contexto de la Guerra Fría para hacerle frente a Estados Unidos, pero se disolvería discretamente cuando la tensión internacional se enfrió un poco.

De la Kominform quedaría excluida la Yugoslavia de Tito el 28 de junio de 1948. La expulsión reveló al mundo la querella entre Moscú y Belgrado, y la ruptura supuso el primer gran cisma entre las potencias comunistas. El «titismo» se consideró como una desviación análoga al trotskismo. Poco antes de terminar la guerra los yugoslavos mostraron su lealtad a Moscú, y esperaron que llegasen asesores soviéticos para la economía, la cultura y las artes del nuevo Estado. Según Milovan Djilas, el régimen yugoslavo se convirtió en «el más militante, el más doctrinario y el más prosoviético» de todos los Estados del Europa del Este, hasta tal punto que la prensa occidental del momento denominaba al régimen como «el satélite número uno». 

Pero el 27 de mayo de 1945 Tito puso sus ambiciones sobre la mesa, después de un mes de su prolongada visita a Moscú. En una reunión Tito mostró su descontento por no poder ampliar las fronteras de Yugoslavia, le disgustó que Giorgi Dimitrov (secretario de la Komintern desde 1934 hasta que se clausuró en 1943) vacilase sobre la incorporación de Bulgaria como séptima república de Yugoslavia y sus reivindicaciones que hacía de anexionarse Carintia (en Austria) y Venecia Julia (en Italia) no fueron apoyadas por el Kremlin. Tito sostuvo que la guerra había sido justa, «pero ahora queremos una conclusión justa. Nuestro objetivo es que todo el mundo sea señor en su propia casa». Y juró que los yugoslavos «no volverían a depender jamás de nadie, independientemente de lo que se haya escrito o dicho» (citado por Gellately, La maldición de Stalin, pág. 339). Esto lo decía en alusión a la Unión Soviética, que casi vino a comparar con los Aliados. Stalin advirtió que si volvía a atentar verbalmente a la URSS «nos veremos obligados a responder abiertamente a la prensa y renegar de él» (citado por Gellately, La maldición de Stalin, pág. 339). 

Tito no acudió a la ceremonia inaugural de la Kominform, y envió en su lugar a Milovan Djilas y Edvard Kardelj. En la segunda conferencia, celebrada entre el 19 y el 23 de junio de 1948, en la que no asistieron ni Djilas ni Kardelj, Andréi Zhdánov, el portavoz más destacado, acusó a los líderes yugoslavos de identificar a la política de la URSS como imperialista, tratando a la URSS «como a los estados burgueses». También los acusaba de abandonar la vía del marxismo-leninismo para convertirse en un «partido kulak y nacionalista», al estar basándose en que los campesinos representaban «la base más firme del estado yugoslavo». 

En sus ofensas a los yugoslavos Zhdánov decía defender «la solidaridad internacional de la clase obrera» (citado por Gellately, La maldición de Stalin, pág. 401), aunque en rigor defendía los intereses eutáxicos del Imperio Soviético, lo que no era poco. También le criticaba a Tito y los suyos que negasen el reconocimiento de la lucha de clases en la transición del capitalismo al socialismo, como advirtió Stalin, y que pensase que la transición del uno al otro podía llevarse a cabo pacíficamente. Zhdánov condenó expresamente a Tito, Djilas, Kardelj y al jefe de la policía secreta Aleksander Rankovic. El plan de Stalin consistía en derrocar a estos líderes insumisos y sustituirlos por «elementos sensatos» que sí eran fieles al marxismo-leninismo, de ahí que los yugoslavos alegasen que la meta de los soviéticos estaba en el «puro imperialismo».

Al comprobar que nadie en el seno del partido yugoslavo se sublevaba contra Tito, Stalin decidió expulsar a dicho partido de la Kominform. «Que el objeto del castigo fuera Yugoslavia resultaba un tanto irónico: Tito y sus camaradas habían emprendido una estalinización más completa y rápida que en ninguna otra parte, desviviéndose por emular el modelo soviético. Después del ostracismo, en realidad, se volvieron aún más estalinistas, en lo que respecta al terror y la purga de los que calificaba de “kominformistas”: partidarios de los dictados de Stalin a través de la Kominform. Tito no tardó en arrestar a miles de ellos y enviarlos a campos de concentración especiales; el más tristemente famoso fue el de Goli Otok, una isla desierta en el Adriático» (Gellately, La maldición de Stalin, pág. 402). 

Pero en pocos años Yugoslavia fue alejándose del estalinismo (como lo haría la propia URSS, a raíz de la muerte del Vozhd), e incluso se aproximó a Washington; aunque sin transformarse nunca en una democracia liberal; y tampoco sin llegar al acuerdo que llegó China, aprovechándose los yanquis del conflicto chino-soviético (conflicto que hemos analizado en las páginas de Posmoderniahttps://posmodernia.com/el-conflicto-chino-sovietico/). 

Asimismo, Stalin expulsó a Yugoslavia al negarse Tito que ésta formase una federación con Bulgaria. De ahí que la sede de la Kominform se trasladase de Belgrado a Bucarest (Rumania) hasta el fin de la institución en 1956. Al ser excluido de la Kominform el Partido Comunista Yugoslavo cambió su nombre por el de Liga de los Comunistas de Yugoslavia y asimismo se emprendió una nueva política económica en el campo donde se abandonaba la colectivización (de ahí que los soviéticos los llamasen «partido kulak»), se formaron consejos obreros para que se autogestionasen las fábricas, y se elaboró una plataforma ideológica desde la que se pretendía volver a las raíces del marxismo-leninismo frente a la «deformación» del estalinismo, como si el entramado cortical del período de entreguerras y la Segunda Guerra Mundial (la Segunda guerra de los Treinta Años, o treinta y un años) no hubiese triturado, en buena parte, los principios del marxismo-leninismo que, vueltos del revés, tuvieron que ser corregidos sobre la marcha por la administración del estalinismo, para escándalo de los puritanos de la ideología.   

En la dialéctica de Estados la política de Jruschov rompió con el «aislacionismo» de la política de Stalin, y se acercó a la Yugoslavia de Tito reconociendo que la URSS (es decir, Stalin) fue la responsable de las hostilidades, y así en mayo de 1955 visitó Belgrado y selló la reconciliación y como consecuencia lógica disolvió la Kominform el 17 de abril de 1956.

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