Cada vez que hemos tenido la oportunidad de hablar de metapolítica, hemos sostenido que es interdisciplinaria, donde otras disciplinas como la literatura, la economía, la filosofía, la teología, la historia y la política convergen en un intento de explicar las grandes categorías que condicionan la acción política de los gobernantes actuales.
Aunque existen al menos tres corrientes interpretativas –quienes pretenden hacer metapolítica sin política, quienes la limitan a la recuperación de las políticas públicas y quienes la interpretan como una metafísica de la política– todas coinciden en el método: ir a la esencia de las cosas y describirlas con la mayor precisión posible.
El método es, por tanto, fenomenológico en sus dos vertientes: eidética o descripción esencial y hermenéutica o interpretativa.
Sin embargo, la metapolítica y sus proponentes han desarrollado su propio modo de exposición, al que llamamos festina lente, es decir, apresurarse con calma, o apresurarse con circunspección, ofreciendo respuestas rápidas y prontas a los problemas que se nos presentan pero con máxima prudencia, sine ira et studio. Es necesario publicar rápidamente, incluso fragmentariamente, el resultado de la investigación (festina), esperando la verificación intersubjetiva de otros, para provocar rectificación, aclaración o complemento de lo investigado. Hoy estamos en la era de Internet y por eso tenemos que aprovecharla.
Lo que pasó con la metapolítica, mutatis mutandi, es lo que pasó con lo histórico (lo que se dice de la historia) y la historiografía en la segunda mitad del siglo XIX. Humboldt, Dilthey, Droysen y tantos otros quisieron dotar a los estudios de lo histórico de una acción análoga a la que Kant en su Crítica de la razón pura ofreció a las ciencias físicas y naturales.
Así, Droysen afirma que el método de la historia es forschend zu verstehen, comprender investigando. La diferencia entre los estudiosos de la historia—según J.G. Droysen, lo filológico (y la historiografía o lo histórico) es que el primero se ocupa de documentos auténticos o la cronología de los acontecimientos de la Reforma luterana, mientras que el segundo examina la orientación cognitiva y el significado de estos documentos. Lo primero conduce a la preparación del conocimiento, mientras que lo segundo conduce al conocimiento mismo.
El erudito no se involucra en el drama humano que estudia, porque vive la vida plácida y tranquila del erudito que tiene su salario asegurado mes tras mes. Quien está involucrado es quien busca el conocimiento mismo. El que se pregunta por el ser del ser del ente, como dice Heidegger. Por el significado de lo que es.
Con la metapolítica ocurre algo análogo; porque mientras el politólogo se pregunta acerca de la actividad política de los partidos y agentes, el que busca hacer metapolítica se pregunta sobre el significado de estas acciones: de dónde vienen y hacia dónde van; cuáles son sus limitaciones y cuáles sus libertades. Su método, como decíamos, es el método fenomenológico de la hermenéutica disidente cuyo modo de exposición es la festina lente, apresurarse con calma.
Como vemos, hay una proximidad muy estrecha entre apresurarse con calma y comprender preguntando. Pero la diferencia es que la festina lente incorpora la novedad de Internet poniendo a disposición de otros los conceptos a estudiar y espera sus respuestas o comprobaciones en el enriquecimiento de los conceptos tratados.
En este sentido, me siento tentado a decir que la metapolítica encuentra un gran aliado contemporáneo en la producción historiográfica, tanto hermenéutica como conceptual; de ahí que se recomiende la lectura de autores como Hans Gadamer y Reinhart Koselleck para la disciplina.
No debemos olvidar lo que decía Epicteto en la antigüedad: «No son tanto los hechos los que mueven al hombre, sino las palabras sobre esos hechos».
Esto no significa, como exageraba Nietzsche, que no haya hechos sino sólo interpretaciones. No, hay hechos que, según cómo los describamos, mediante la corrección política o el pensamiento único, o mediante la policía del pensamiento, producirán en la conciencia del sujeto una reacción preconcebida o predeterminada por parte de los productores de significado: básicamente, los medios de comunicación. Pero también existe otra posibilidad, que consiste en trabajar esos hechos y los conceptos que produjeron esos hechos, a través de la metapolítica, con el objetivo de lograr una conciencia despierta e incorruptible.
Apéndice
Existen diferentes tipos de hermenéutica: existencial, analógica, ontológica, discursiva, del lenguaje, clásica, etc., por lo que podemos justificar nuestra propuesta de una hermenéutica disidente para abordar los estudios sobre metapolítica. Decimos “disidente” porque partimos del disenso como método de metapolítica, según el cual buscamos otro sentido al desorden sociopolítico que padecemos. Su lema podría ser opositor para pensar.