El 2 de diciembre de 1881 murió de cáncer Jenny von Westphalen, la mujer de Marx. Esto lo dejó completamente abatido, pues «con ella también ha muerto el moro», como le dijo Eleonor, la hija predilecta de Marx, a Engels.
Engels dijo en su funeral: «De sus cualidades personales no tenga para qué hablar. Sus amigos, que las conocen, no las olvidarán jamás. Si ha habido en el mundo alguna mujer que pusiese su mayor dicha en hacer dichosos a otros, era ésta a quien hoy enterramos» (citado por Franz Mehring, Carlos Marx, Traducción de Wenceslao Roces, Ediciones Grijalbo, Barcelona 1967, Pág. 541).
Marx pasó el invierno de 1881-1882 en Ventnor (isla de Wight). El 2 de mayo de 1882 se trasladó a Montecarlo, donde a causa del frío y la humedad del viaje, cogió una nueva pleuresía. Al volver a Londres recuperó algo de salud y sería capaz de andar con Engels, sin apenas cansarse, la colina de Hampstead, a unos 300 pies más alta que su casa.
Los tres meses siguientes, por recomendación de su médico, Marx se fue un mes de viaje a Argel (Argelia), de donde regresó con una grave pleuresía, además de sufrir insomnio y anorexia y sufrir encima una infección en la garganta que le impedía hablar y tragar. Después se pasó por Mónaco y el sur de Francia, y posteriormente se pasó por Argenteuil (ciudad francesa situada a 11 kilómetros al noroeste de París) para pasar el verano con su hija Jenny y sus nietos. En otoño se fue a Suiza y en invierno retornó a la isla de Wight, y al llegar se encontró con la desagradable noticia de que su hija había muerto el 11 de enero a causa de un cáncer de vejiga, sin todavía cumplir los 40 años.
En noviembre volvió a Ventnor, para huir del invierno londinense. Pero se encontró con lo mismo que halló en Argel y Montecarlo: niebla y humedad que le costaron grandes sufrimientos, y en vez de poder dar sus pasos al aire libre no tuvo más remedio que encerrarse en una habitación que deterioró aún más su salud. Como el 8 de febrero de 1883 le escribiría Engels a Eduard Bernstein, la estancia de Marx en la isla «no le ha sentado bien a causa de la persistencia de la lluvia. A esto se añade la pérdida de su hija. Está aquí desde hace tres semanas y tan afónico que apenas puede hablar. No le queda ni siquiera la posibilidad de discutir. (Pero de esto ni una palabra en el periódico)» (Karl Marx y Friedrich Engels, Cartas sobre El capital, Traducción de Florentino Pérez, Edima, Barcelona 1968, pág. 245).
Y, con todo, si bien no podía continuar en el trabajo de su obra, todavía estaba ansioso de saberes y se interesó por los experimentos de Marc Deprez en la exposición de electricidad de Múnich.
Marx nunca superó los golpes que supusieron las muertes de su mujer y su hija, y cansado y enfermo regresó a Londres para morir sentado en su sillón a las 14:45 horas del 14 de marzo de 1883 (sólo le sobrevivió 15 meses a su esposa y dos meses a su hija).
Engels comentó: «Tal vez el arte de los médicos hubiera podido asegurarle durante unos cuantos años más de vida vegetativa, la vida de un ser inerme que en vez de morir de una vez va muriendo a pedazos y que no representa un triunfo más que para los médicos que la sostiene. Pero nuestro Marx no hubiera podido resistir jamás esta vida. Vivir teniendo delante tantos trabajos inacabados, con el suplicio tantálico de querer terminarlos y la imposibilidad de hacerlo, hubiera sido para él mil veces más duro que esta muerte dulce que acaba de arrebatárnoslo. La muerte, solía decir él con Epicuro, no es infortunio para quien muere, sino para quien se sobrevive; ver vegetar tristemente, como una ruina, a este hombre maravilloso y genial, para gloria de la medicina e irrisión del vulgo a quien tantas veces aplastara cuando estaba en posesión de sus energías; no, preferimos mil veces verle muerto, mil veces preferimos llevarle a la tumba, donde duerme ya su mujer» (citado por Mehring, Carlos Marx, pág. 543).
A los tres días de su muerte, el sábado 17 de marzo, se celebró el funeral, al que asistieron tan sólo doce personas: sus hijas Laura y Eleonor, el hijo de Helen Demuth (que no era hijo de Engels, sino del propio Marx), Engels, los viejos camaradas de la Liga Comunista Lessner y Lochner, sus yernos Lafargue y Longuet, Liebknecht, el químico Schorlemmer y el zoólogo Ray Lancaster. El entierro tuvo lugar en el cementerio de Highgate (la familia no quiso que se celebrase un ceremonial). El cuerpo de Marx fue envuelto con los restos de una bandera roja de los tiempos de la Comuna de París. La tumba original tenía una humilde losa, el busto gigante que ahora le corona lo erigió en 1956 el desaparecido Partido Comunista de Gran Bretaña.
Su gran amigo, el caballero Friedrich Engels, le dedicó el siguiente epitafio:
«Marx era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a quien él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida. La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos» (Friederich Engels, Discurso ante la tumba de Marx, Editorial Progreso, http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/M&E(SP)/SGKM83s.html, Moscú 1981, pág. 172).
Y en el discurso fúnebre con motivo de la muerte de Marx que se quedó en proyecto y que tiene fecha del 17 de marzo de 1883 decía el mismo Engels:
«Karl Marx fue uno de esos hombres excepcionales, que cada siglo produce con tanta escasez. Charles Darwin descubrió la ley de la evolución de la naturaleza orgánica de nuestro planeta. Marx fue quien descubrió la ley fundamental y constitutiva que determina el curso y la evolución de la historia humana, una ley tan sencilla y luminosa que, en cierto modo, basta con exponerla para hacerla admitir» (Karl Marx y Friedrich Engels, Cartas sobre las ciencias de la naturaleza y las matemáticas, Traducción de Joaquín Jordá, Editorial Anagrama, Barcelona 1975, pág. 114).
El discurso de Engels del entierro de Marx se publicó en el número 13 del Der Socialdemokrat del 22 de marzo de 1883. Éste decía:
«En cada campo concreto que Marx sometía a su examen, y esos campos fueron muy numerosos y jamás abordó ninguno de ellos tocándolo únicamente de manera superficial, en cada uno de ellos, incluso en el de las matemáticas, efectuó descubrimientos originales… Así fue el científico. Pero esto no es ni siquiera la mitad de todo lo que él representa. Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica en movimiento, una fuerza revolucionaria. Por pura que fuese su alegría ante un nuevo descubrimiento en una ciencia teórica cuya aplicación práctica era quizás todavía imprevisible, era de una naturaleza totalmente distinta la que experimentaba cuando se trataba de un descubrimiento que intervenía inmediatamente de manera revolucionaria en la industria, en la evolución histórica en general. Por consiguiente, siguió muy de cerca la evolución de los descubrimientos en el campo de la electricidad, y muy recientemente aún los de Marc Deprez…» (Marx y Engels, Cartas sobre las ciencias de la naturaleza y las matemáticas, pág. 115).
Y diez años después, el 14 de julio de 1893, le escribía Engels a Franz Mehring:
«Cuando se tiene la suerte de trabajar durante cuarenta años con un hombre como Marx, generalmente no se le reconoce a uno en vida lo que se cree merecer. Si muere el gran hombre, la menor fácilmente se le sobreestima, y éste parece ser justamente mi caso en la actualidad; la historia terminará por poner las cosas en su lugar, y para entonces uno estará a salvo del otro lado de la esquina sin saber más nada de nada» (Karl Marx y Friedrich Engels, Sobre la religión, Edición preparada por Hugo Assmann y Reyes Mate, Ágora, Salamanca 1974, pág. 452).
Leonor, la hija menor de Marx a quien llamaban Tussy, era la coejecutora testamentaria de todas las publicaciones de Marx, y Engels no podía hacer nada sin ella. A su vez, Engels dejó en manos del SPD como acuerdo testamentario sus libros, cartas y manuscritos, así como los libros, manuscritos y cartas de Marx; cosa que hizo el 29 de junio de 1893, poniéndose de parte de los líderes del partido August Bebel y Paul Singer. Desde 1897 el SPD era copropietario de la editorial Dietz, que fue la que hasta ese momento publicó los pocos textos que dieron a la luz de Marx y Engels. Pero a partir de 1906 el SPD se haría con el monopolio de la propiedad, teniendo así el control absoluto sobre la difusión de las obras de Marx y Engels. Esto hizo que se consolidase la posición Karl Kautsky, el llamado «kautskismo».
«Es lógico definir esta versión de Marx, que nos ha llegado intacta hasta nuestros días, como “Marxismo de la Segunda Internacional” o incluso algunos le llaman directamente Kautskismus, por derivación de Karl Kautsky, el Papa ideológico del socialismo europeo entre 1890 y 1933. Fue Kautsky quien creo el primer órgano del Marxismo teórico, la revista Neue Zeit, en 1883. Según el hijo de Kautsky, Benedikt, Engels había logrado con los fragmentos sueltos que dejo Marx comenzar la construcción de un sólido y unitario edificio teórico, y su padre habría logrado, después de la muerte de Engels en 1895, “hacer un Sistema orgánico que en verdad representaba por primera vez al Marxismo.” Fue entonces, por primera vez, cuando de modo decidido, violento e ideológico algunos marxistas negaron a otros marxistas su calidad de ser, y viceversa; aparecieron adjetivos y calificaciones caricaturescas al lado del término “Marxismo” (entrecomillado). Teniendo como línea de demarcación y centro de oscilación ideológica este “Sistema orgánico” apadrinado por Engels y formalizado por Kautsky, se podría ser pseudomarxista, marxista de palabra, marxista ortodoxo, exmarxista, o lo peor, renegado (de derecha o de izquierda). Escolásticamente se debatía (positiva o negativamente) sobre un Marx irreal e incompleto, el Marx precisamente fijado como “Sistema orgánico” en el Kautskismus, en el cual el conocimiento adecuado, la interpretación adecuada de su compleja obra, era lo de menos. Marx se metamorfosea en una teoría post festum, una enciclopedia de datos con una concepción evolucionista y tecnocrática de la Historia: es funcional al autoconservación y legitimación de organizaciones burocráticas obreras y populares. No nos extrañe el bajo conocimiento de la obra de Marx entre sus militantes y cuadros dirigentes. La expresión práctica de este Marxismo “desnaturalizado” quedo plasmado en el mítico programa de Erfurt, modelo para toda la Socialdemocracia europea durante los próximos cincuenta años» (Nicolás González Varela, Un Marx desconocido. Sobre «La ideología alemana», Copyleft, 2012, pág. 26).