Aparte de Marx y Ruge en los Anales franco-alemanes publicaron artículos Heine, Herwegh, Hess y, entre otros, el que sería su gran amigo, camarada y colaborador hasta el día de su muerte, el hijo de un rico fabricante de fibras de algodón en Manchester, Barmen y Engels-Kirchen: el caballero Friedrich Engels, que aunque conoció a Marx en 1842 se hizo amigo íntimo de él cuando, por iniciativa de Engels, se conocieron personalmente en París el 23 de agosto de 1844. Ambos estuvieron juntos durante diez días y pudieron comprobar en muchos puntos sus coincidencias, como ya venían haciéndolo en sus respectivos artículos de los Anales franco-alemanes.
Engels nació en Barmen el 28 de noviembre de 1820 y viviría en Bremen, dos de los lugares más piadosos del norte de Alemania. Engels pasó por la influencia de David Strauss a través de Schleiermacher, y Strauss le brindó el hegelianismo: «Estoy a punto de hacerme hegeliano. No sé todavía si me haré o no, pero Strauss me ha descubierto en Hegel luces que no me desagradan. Además, su filosofía de la historia (la de Hegel), parece como contada para mí» (citado por Franz Mehring, Carlos Marx, Traducción de Wenceslao Roces, Ediciones Grijalbo, Barcelona 1967, pág. 104).
Engels prestó servicio voluntario en el regimiento de artillería de la Guardia de Berlín entre octubre de 1841 y octubre de 1842 en el cuartel situado en el Kupfergraben, cerca de la casa donde vivió y murió Hegel. Durante ese tiempo fue colaborador de los Anales Alemanes y la Gaceta Renana, aunque también se hizo un buen soldado y la ciencia militar sería uno de sus estudios favoritos que nunca abandonaría. Asimismo, durante su voluntariado alternó con los «libres» de Berlín tomando partido por sus luchas escribiendo dos o tres artículos.
En abril de 1842 apareció en un editorial de Leipzig una obrita suya de 55 páginas titulada «Schelling y la Revelación» bajo el alias de Friedrich Oswald (para no herir los sentimientos de sus familiares, los cuales eran no poco conservadores y ortodoxos) en la que criticaba «la última tentativa de reacción contra la filosofía libre» (citado por Mehring, Carlos Marx, pág. 105), esto es, la tentativa de Schelling de sustituir con su fe en la revelación a la filosofía hegeliana en la Universidad de Berlín, donde fue llamado a ocupar la cátedra.
Ruge eligió la obra creyendo que la había escrito Bakunin: «Este joven amable deja atrás a todos los asnos viejos de Berlín» (citado por Mehring, Carlos Marx, pág. 105). El escrito del joven Engels estaba impregnado de neohegelianismo, pero como señalaron algunos críticos también se trataba de un escrito exaltado de poesía y filosofía.
Al acabar el servicio militar a finales de septiembre de 1842 Engels volvió a casa de sus padres, pero a los dos meses se trasladó a Manchester donde estaba la fábrica de hilados Ermen & Engels, de la que su padre era socio, y allí pasaría dos años seguidos. Pero antes de partir hacia Manchester se pasó por la redacción de la Gaceta Renana en Colonia y vio por primera vez a Marx en un frío encuentro al coincidir con los días en que Marx rompía con sus antiguos amigos de Berlín. Engels era suspicaz con Marx a causa de las cartas de los hermanos Bauer, y por su parte Marx recelaba de Engels al verlo como un aliado de los berlineses.
Los 21 meses consecutivos que pasaría en Manchester fueron análogos al período que Marx pasó en su exilio parisino. En su instancia en Manchester Engels colaboró en el New Moral World, que era el órgano del socialista utópico Robert Owen, y en el Northern Star, periódico de los cartistas.
Desde su encuentro parisino de agosto de 1844 ambos permanecieron en fiel camaradería y amistad hasta que la muerte los separó. Ernest Belfort Bax, historiador del comunismo, detectó en la amistad entre Marx y Engels un «rasgo casi femenino» (citado por Hans Magnus Enzensberger, Conversaciones con Marx y Engels, Traducción de Michael Faber-Kaiser, Anagrama, Barcelona 1999, pág.437).
Y pese a todo eran dos personalidades muy diferentes: «uno alto y rubio, el otro bajo y moreno; uno hombre práctico, de empresa, con habilidad para los negocios lucrativos, y otro que habitaba el mundo de las ideas abstractas y siempre tuvo problemas para llegar a fin de mes; un hijo de empresario y un hijo de abogado; uno protestante y el otro de origen judío, o, como se destacaba en otros tiempos de pensamiento racial, uno de ascendencia nórdica y el otro de ascendencia semita. Que estas diferencias y estos rasgos personales contradictorios se pudieran superar gracias a una causa común es, por así decirlo, casi dialéctico. La causa común se arraigaba en una íntima amistad, que los convirtió en los Damon y Fintias del comunismo» (Jonathan Sperber, Karl Marx. Una vida decimonónica, Traducción de Laura Sales Gutiérrez, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2013, págs.143-144).
Ambos se habían formado en la filosofía alemana y en su experiencia en el extranjero sacaron conclusiones muy parecidas: Marx se centró en las luchas políticas bajo la guía de la revolución francesa y Engels se centraría en la industria inglesa, la vanguardia del capitalismo en el mundo. Esto dio pie a que el caballero Engels fuese el primero en publicar una crítica de la economía política, como hizo en los Anales franco-alemanes(donde Marx todavía escribía una crítica a la filosofía del derecho de Hegel). Marx calificó el artículo de Engels de «ensayo genial» en el que se diagnosticaba a la propiedad privada como la fuente real y verdadera de las contradicciones de la economía burguesa. No obstante, Engels afirmaría que sus tesis económicas fueron reexpuestas por Marx de forma clara y definitiva.
Según le contó Engels a Paul Lafargue, en el otoño de 1844 «Marx le había expuesto en el café de la Régence de París -uno de los primeros centros de la revolución de 1789- el determinismo económico de su teoría sobre la concepción materialista de la Historia» (citado por Enzensberger, pág.38).
En 1886, tres años después de la muerte de Marx, Engels explica en su Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana su colaboración con el genio y por qué el movimiento que se incubó llegó a tener el nombre de «marxismo»: «Que antes y durante los cuarenta años de mi colaboración con Marx tuve una cierta parte independiente en la fundamentación, y sobre todo en la elaboración de la teoría, es cosa que ni yo mismo puedo negar. Pero la parte más considerable de las principales ideas directrices, particularmente en el terreno económico e histórico, y en especial su formulación nítida y definitiva, corresponden a Marx. Lo que yo aporté -si se exceptúa, todo lo más, dos o tres ramas especiales- pudo haberlo aportado también Marx aun sin mí. En cambio, yo no hubiera conseguido jamás lo que Marx alcanzó. Marx tenía más talla, veía más lejos, atalayaba más y con mayor rapidez que todos nosotros juntos. Marx era un genio; nosotros, los demás, a lo sumo, hombres de talento. Sin él la teoría no sería hoy, ni con mucho, lo que es. Por eso ostenta legítimamente su nombre» (Friedrich Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Editorial progreso, Moscú 1981, pág. 380).
Aunque, en honor a la verdad, sería justo decir que sin la labor de Engels no hubiese crecido el marxismo, y -si se nos permite la ucronía- es posible que éste no se habría transformado en el gigantesco movimiento internacional que llegó a ser.