Mientras hagan las revoluciones así…

Estamos acostumbrados a que actos irrelevantes como canciones de raperos, grafitis, letras para Eurovisión, jueguecitos con banderas, montajes gráficos en las redes asociales, festivales, manifestaciones, etc. se consideren como actos revolucionarios, casi declaraciones de guerra civil, tanto para sus seguidores como sus detractores. Pero lo cierto es que duran en la palestra informativa menos de veinticuatro horas, el tiempo suficiente para que los perros de prensa [1] digitales obtengan el número suficiente de visitas.

Feria de ARCO

Una muestra oficial de este inútil folclore revolucionario posmoderno es la feria de Arte Contemporáneo de Madrid, un acontecimiento que no deja de ser la victoria de la estética frente a la poética, de la cutrez contra el buen gusto o de la moda snob del momento frente a las normas procedentes de la tradición, por supuesto patrocinado por importantes empresas [2]. Pero, aunque le parezca mentira a los asistentes de esa feria, “durante los meses de octubre, noviembre y diciembre de 1955 Barcelona acogió la III Bienal Hispanoamericana de Arte. Una exposición que no sólo permitió ver la obra más reciente de los artistas españoles e iberoamericanos o una muestra de precursores del arte moderno sino también el arte más nuevo que se estaba haciendo en los Estados Unidos. Por este y por otros muchos motivos, la Bienal significó el triunfo en España de las tendencias abstractas y su absoluto reconocimiento oficial.” [3]. Como bien se indica en el brillante ensayo de Iván Vélez, Nuestro hombre en la CIA, esta organización fomentaba el arte abstracto en Europa Occidental para contrarrestar el realismo soviético [4]. Por tanto, no es de extrañar que un importante expositor de la Bienal, Antoni Tàpies [5], declarara en su biografía lo siguiente:

Tengo una fotografía en la que Franco, rodeado de gente importante, está parado delante de mis cuadros en una de las Bienales Hispano-Americanas. En un rincón del grupo está Llorens Artigas medio escondido, tapándose la cara para no ser sorprendido por los fotógrafos. Todos ríen. Según Artigas, alguien, creo que era Alberto del Castillo, le decía a Franco: «Excelencia, esta es la sala de los revolucionarios.» Y parece que el dictador dijo: «Mientras hagan las revoluciones así…» [6] (Ver imagen 1)

La situación descrita y esas cinco palabras del Generalísimo es una definición perfecta de la socialdemocracia, aunque más bien es el recochineo típico de un vencedor. Para un Jefe de Estado que venció al Frente Popular y sus aliados de las Brigadas Internacionales, y estaba a pocos meses de que el PCE reemplazara la revolucionaria lucha de clases por la política de Reconciliación Nacional [7], debería de ser un orgullo que “su” nueva sociedad considerase que la revolución consistía en pintar un cuadro abstracto. Si bien Franco no tuvo oposición democrática en la Guerra Civil y en las primeras décadas de su dictadura, tampoco tuvo una oposición marxista relevante en el final de la misma, ni dentro ni en el exilio.

Imagen 1. Franco visitando el “rincón de los artistas revolucionarios” durante la III Bienal Hispanoamericana de Arte de Barcelona. Como declaró el expositor Antoni Tàpies: “todos ríen”. Fuente: Microsoft Word – Arte_Moderno_y_Franquismo.doc (soymenos.net)

<<Mientras hagan las revoluciones así…>>

¿Qué le molestará a Ana María Botín la revolución de la igualdad, si cobra al menos cien veces más que la mayoría de sus empleadas? ¿Cómo va a importarle a los grandes empresarios y los especuladores de la alimentación que la revolución ecologista acabe con la ganadería y agricultura autóctona, mientras puedan adquirir esos alimentos más baratos en países en los cuales la ecología se toma menos en serio o no se considera? La revolución del mundo sin fronteras, ¿qué inconveniente supondrá a los empresarios a la hora obtener mano de obra más barata en su país o ir en busca de ella deslocalizando sus fábricas? ¿Por qué deberían estar en contra de la revolución de la movilidad sostenible los conductores que puedan permitirse un coche que les permita desplazarse al centro de las ciudades encontrando menos tráfico gracias a las restricciones de contaminación? ¿Por qué no se iban a beneficiar de la revolución de los géneros las farmacéuticas que dispensarán medicamentos de por vida a los que decidan cambiarse de sexo? ¿Y qué impedimento supondrá para las grandes cadenas de ropa y de comida basura que comience la revolución de los gordos? Y, si hablamos de la revolución de la muerte, a saber, eutanasia y aborto, ¿qué problema supondrá a los seguros de salud y los estados endeudados convencer de que acabe con su vida a quien necesitará muchos recursos clínicos y asistenciales o para la persona de buena posición económica que considera que la reproducción de los pobres es un peligro para su modo de vida? ¿Y qué sería de la industria del ocio y del tiempo libre sin la revolución sexual? ¿Qué le importará a los políticos que la población olvide sus fechorías por la revolución de la marihuana u otras drogas? ¿Cómo podrían no apoyar la revolución de las malas madres no lactantes las multinacionales que fabrican leche para bebés y las farmacéuticas que venden medicamentos para cortar la leche materna? ¿Por qué no iban a estar conforme el sistema financiero con el dinero que dejan de ahorrar y movilizar para sus descendientes los adultos que decidieron unirse a la revolución de la antinatalidad y eterna juventud?

Como vemos,el capitalismo tiene solución para todas las ideologías y problemas que el propio sistema te ha creado, aunque para algunos, luchar contra estos se llama ahora dar la batalla cultural.

La literatura siempre pone el dedo sobre tu llaga [8]

A mi modo, me he reído, y mucho, de estos revolucionarios posmodernos escribiendo mi novela El último tren de la Democracia. Dejo a continuación un extracto:

El dulce momento nostálgico que había generado una conversación sobre las batallitas en el seno del antiguo equipo ciclista se desvaneció en un instante con la tenebrosa entrada en el ultramarino de la hija activista del Sr. Muñiz-Herrero, quien presentaba un estrambótico corte de pelo consistente en una cresta teñida de color lila con las restantes partes del cráneo tan rasuradas que era posible leer todo lo publicado en sus medios de comunicación favoritos recientemente y con el que pretendía generar controversia y polémica entre los demás ciudadanos, ya que se consideraba la persona más influyente en el Pueblo, mas lo que realmente originaba era burla y cachondeo allá donde fuese además de un gran bochorno entre sus familiares pese a estar muy acostumbrados a sus excentricidades.

 

Pero el verdadero motivo de este aspecto tan revolucionario se debía a que con la llegada de la primavera comenzaba la época de las manifestaciones para exigir un cambio, el cual ningún manifestante sabría realmente definirlo ni realizarlo y tampoco podría sustentarse ni en el tiempo libre ni en el dinero de estos pese a reunir las inigualables e impresionantes virtudes de gritar frases cortas de forma reiterada, sujetar banderas o pancartas y caminar como un rebaño por las calles de una ciudad cumpliendo un itinerario aprobado previamente por las autoridades públicas, siendo definitivamente estas virtudes, y por ende quienes las poseían, totalmente innecesarias e inútiles en el caso de que alguna vez fuera necesario reconstruir su país de mierda tras una hipotética crisis económica, epidemia o conflicto bélico. Simplemente pretendían tras sus pancartas y consignas integrarse en el Estado de alguna manera posible y, si fuese bajo sus criterios y convicciones personales, mejor. [9]


Imagen de cabecera: Elaboración propia. De arriba a abajo y de derecha a izquierda:

[1] Perros de prensa, mismo perro con distintos collares – Manuel Rodríguez Sancho (posmodernia.com)

[2] Patrocinadores y colaboradores | ARCO MADRID (ifema.es)

[3] Vista de Franquismo y Vanguardia: III Bienal Hispanoamericana de Arte (uned.es)

[4] Realismo socialista, al servicio de Stalin (masdearte.com)

[5] Antonio Tápies, »Obra Gráfica» en la Galería La Aurora – Región de Murcia Digital (regmurcia.com)

[6] a) Tàpies en sus memorias: ¿Para qué servimos realmente los artistas? (elespanol.com)

  1. b) Arte moderno y Franquismo. Los orígenes conservadores de la vanguardia y de la política artística en España, Jorge Luis Marzo, 2006 Microsoft Word – Arte_Moderno_y_Franquismo.doc (soymenos.net) 34.

Además es interesante de este ensayo en las páginas 34 y 35.

En todo caso, esto refleja uno de los aspectos más importantes proyectados por la Bienal: el régimen reconocía la inocuidad de la práctica artística como forma de contestación política, y de ello, se iba a derivar la total falta de escrúpulos en el uso de obras de arte producidas por artistas (algunos) que, en privado, no manifestaban ningún apego por el franquismo. El arte se concebía dentro de una gran tradición española de separar al artista del ciudadano que hay detrás. González Robles reconocía que “le traía sin cuidado” que Oteiza escribiera textos políticos antifranquistas, mientras, como comisario estatal, se lo llevaba como representante de España a la Bienal de Sao Paulo en 1957, en donde obtendría el primer premio: “A mi, me importaba muy poco si alguien era rojo, homosexual o lo que fuera”, decía. Lo importante eran las obras y nada más. Si los derechos de ciudadanía en la dictadura se fijaban por la adhesión al régimen, entonces el artista era simplemente emplazado a un mero papel de estilista, eso sí, dentro de los cánones de la historia del arte nacional.

[7] La política de Reconciliación Nacional / Historia del Partido Comunista de España / 1960 (filosofia.org)

[8] Anatomía de La Regenta, 25. La literatura siempre pondrá su dedo sobre tu llaga – YouTube

[9] El último tren de la democracia, Manuel Rodríguez Sancho, 2022. Pg. 127-128

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