La parte socialista del gobierno de España y el presidente de ese mismo gobierno, así como el PSOE, el PSC y el candidato a la presidencia de la Generalitat de Cataluña por este partido en las elecciones que se celebrarán el próximo 12 de mayo, todos ellos, toda esa gente, afirman rotundamente que tras la consulta electoral, sean cuales fueren los resultados, no habrá referéndum de autodeterminación en Cataluña, de ninguna manera, pues dicho referéndum sería del todo ilegal y completamente inconstitucional, una “línea roja” que nunca van a traspasar ni van a consentir que otros la traspasen.
De lo cual se deduce que en cuanto los partidos independentistas en aquella comunidad autónoma tengan la mínima mayoría necesaria, se celebrará el famoso referéndum. Por supuesto: con el beneplácito de la parte socialista del gobierno de España y del presidente de ese gobierno, del PSOE, de la dirigencia del PSC y de las bases del partido y del colectivo de jubilados de RENFE. El referéndum es inevitable y cuanto antes asuman esa realidad las fuerzas políticas involucradas en el debate, mejor para ellas. No es cuestión de hilvanar pormenores sobre la trayectoria pactista y entreguista de Pedro, ni sobre la habilidad del PSOE en volver churros lo que ayer eran boniatos —y creérselo, y que su militancia unánime lo crea—; tampoco hacen falta análisis de minucia sobre las alianzas que integran la mayoría parlamentaria y cómo dicha entelequia —“bloque progresista” la llaman en TVE, hay que tener valor—, se vería afectada y no sólo afectada sino herida fatalmente en el caso de que Puigdemont obtenga un buen resultado el 12-M y el PSC haga cosa distinta a apoyarlo para que sea el nuevo president. Es algo mucho más sencillo: habrá referéndum porque tanto ERC como el partido de Puigdemont —se llame como se llame—, así como todas las fuerzas de extrema izquierda e izquierda woke catalanas, están empeñados en convocarlo, y encima manteniendo entre ellos una especie de competencia por demostrar quién es más partidario y más intransigente a la hora de exigirlo, como si flaquear por lo mínimo en esta reivindicación denotase flaqueza en los principios independentistas. Y como ellos quieren y los gobiernos de España dan, habrá referéndum.
Error del PSOE sería encastillarse en su actual argumento sobre la “casi irrelevancia” del procés y su mermada capacidad de movilizar a la sociedad catalana, algo como de otro tiempo, cosa antigua… Error de los grandes: Puigdemont y la gente que apoya a Puigdemont son la antigua CiU más nuevas generaciones incorporadas a partir de la revuelta de 2017, son la burguesía catalanista y sus ámbitos de influencia, o sea: muchos. Muchísimos. Quien viva en Cataluña y conozca aun superficialmente cómo se va perfilando la situación, sabe que aparte del independentismo irredento hay sectores, cada vez más amplios, dispuestos a votar al hombre de Waterloo como única alternativa conservadora al desmadre populista-madurista que, entre otras hazañas, ha desmantelado a Barcelona, desde la alcaldía, durante los últimos años. Darlos por muertos, o peor todavía, por momias, supone lo dicho: grave error.
Luego están el Partido Popular y Vox, la derecha española por así decirlo. En este momento de la cuestión sus posiciones parecen más irrelevantes incluso que el supuesto anacronismo del procés; todo el mundo y ellos mismos tienen asumido que sus resultados electorales van a ser minoritarios; más bien rezan por mantenerse y no mermar lo conseguido en los anteriores comicios. Pero si llegara ocasión en que el debate deje de plantearse entre independentistas/no-indepes y trascendiese a lo más simple de izquierda/derecha, su posición saldría mucho más que reforzada; y con Madrit y el gobierno de Madrit en el horizonte. El craso error que podrían cometer: negar el referéndum hasta el último momento en vez de prepararse desde el primer momento para el referéndum. La lección del 28 de febrero de 1980, en Andalucía, ahí está, en la historia, para que cualquiera con un poco de criterio recoja las célebres palabras de Adolfo Suárez tras la disolución de la UCD y el ascenso del PSOE en 1982: “Los errores se pagan”. Tanto se pagó aquel error que Andalucía tuvo que arreglarse durante 36 años con gobiernos socialistas, una tropa decidida a saco, hasta sacar el último jugo de los EREs; todo porque a la UCD de Suárez le dio por menospreciar un referéndum autonómico y contratar a Lauren Postigo para que machacara desde la radio, mañana, tarde y noche, aquella cantinela que acabó como canto funeral: “Andaluz, este no es tu referéndum”. Carísimo se pagó aquella campaña. El misterio: ¿aprenderían algo o vamos otra vez los mismos con las mismas?”