Reseña de «El amargo pan de los Larios»

Título: “1890. La Huelga de las Tejedoras de la Industria Malagueña, el amargo pan de los Larios”

Autor: Antonio Nadal Sánchez

Sobre el perfil de la ciudad de Málaga todavía se recortan varias chimeneas de ladrillo. Erguidas entre apartamentos situados en primera línea de la llamada «Costa del Sol», las construcciones se alzan como reliquias de una Málaga industrial que, favorecida por su clima, dio paso al actual enclave turístico al que acceden cruceros y turistas que se pasean bajo una película de protección contra los rayos ultravioleta. De aquella ciudad que fue, apenas quedan espacios y topónimos que se han ido replegando ante el ladrillo residencial. Sin embargo, las altas bocas cilíndricas, protegidas por los efectos de la arqueología industrial, remiten a un pasado al que se acerca la penúltima obra de Antonio Nadal: 1890. La huelga de las tejedoras de la industria malagueña, el amargo pan de los Larios (Ediciones Algorfa, Málaga 2022).

El libro resulta de la exhumación de la tesina de Nadal, culminada en octubre de 1974, razón por la cual el lector puede percibir hasta qué punto la impronta marxista dominaba gran parte del mundo universitario de la época, en este caso, el granadino. 1890, tal y como su título indica, describe la huelga mantenida por las tejedoras malagueñas entre el 21 de julio y el 15 de agosto de 189 ante la creciente devaluación de su salario. Sin embargo, aunque ese es su núcleo, la obra se despliega en otros planos del máximo interés, pues el conflicto se sitúa en una encrucijada en la que chocan las posiciones anarquistas -Málaga era la ciudad con mayor número de afiliados a esta corriente- con las socialistas, y en el que el sector agrario, golpeado por las amortizaciones y las plagas, se hunde, propiciando la concentración de trabajadores en la ciudad. Es precisamente esa concentración sobre la que gravitaron diversas posiciones ideológicas que se movieron, y Nadal da buena cuenta de ello, entre el lumpen y el proletariado, entre la revolución y el paternalismo, entre las posiciones pretendidamente científicas y las metafísicas que apegan a ideas como «Progreso» o «Luz». El lector sabrá entenderme…

Los hechos son, también, inmediatamente posteriores a la primera manifestación del 1º de mayo, y con la emergencia del primer Partido Socialista, el de Pablo Iglesias Posse, que irá ganando posiciones por la vía de un socialismo que, en lo que respecta a la actividad textil a la que se dedicaban estas malagueñas, remite al socialismo utópico de los Owen y Fourier. Aunque estos proyectos apenas tuvieron presencia en España, excepción hecha del experimento de Joaquín Abreu en Tempul. Frente a tan idealistas empresas, el caso malagueño aporta el crudo realismo de la guerra, dado que las huelguistas ganaban parte de su sustento elaborando telas con las que confeccionar uniformes para los soldados españoles que se hallaban en Cuba, es decir, en una frontera de perfiles imperiales tras la cual se hallaban los expansivos Estados Unidos. Dicho de otro modo, tales tejidos ilustrarían, en la siguiente década, la superioridad de la dialéctica de Estados sobre la de clases.

La derrota de las huelguistas, sometidas a enormes presiones que llevaron a muchas a abandonar la actividad textil, coincidió con el despegue de la opción socialista, capaz de tejer alianzas con diversos gremios, pero también con el de la doctrina social de la Iglesia, ya cultivada en los Círculos Obreros Católicos y cuya puesta de largo llegaría un año después con la publicación de la encíclica Rerum novarum.

 

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