Título: “La segunda Guerra Civil de Franco. Una silenciosa lucha por la conservación del poder ”
Autor: Rafael Dávila
Hay que fomentar la indisciplina dentro del Ejército, partiendo de los mandos menores, sobre todas las clases, soliviantándolas contra sus jefes, utilizando para ello todos los motivos de orden económico, político, de escasez de vivienda, de subida de precios, de escasos sueldos, etc.
La instrucción reproducida forma parte del conjunto de acciones que el Partido Comunista de España, una vez legalizado y asumidas tanto la monarquía como la bandera rojigualda, aunque no fuera más que por motivos tacticistas, instaba a poner en práctica, con el entrismo en los cuadros medios del ejército, los sindicatos y el mundo estudiantil, como principal estrategia, a sus miembros y simpatizantes. Otro de los puntos, concretamente el sexto de un total de nueve, se fijaba en el sector con el que, a menudo, se ha identificado al franquismo:
Se ordena igualmente que se establezca un estrecho contacto con los elementos falangistas, sobre todo de la Vieja Guardia, y con todos aquellos a quienes se suponga descorazonados o descontentos y con todos aquellos que por cualquier motivo se muestren indecisos, sobre todo en los casos en que algo de ellos, por cualquier causa, sea castigado o reprendido por la Autoridad constituida. Este contacto, sin embargo, ha de ser efectuado con extraordinario cuidado, porque los falangistas no son de fiar, ni siquiera en el descontento en que hoy se encuentran.
Corría el año 1977 cuando se redactó ese documento, en el que no se ocultaba la oposición a la OTAN y, a pesar de los curas rojos, se explicitaba «la animadversión contra las religiones, contra los sacerdotes y contra el Vaticano».
Los efectos de la primera gran crisis del petróleo se dejaban notar en la economía de un país cuyo crecimiento demográfico se enfrentaba a las precariedades señaladas en el primer párrafo. Unas carencias que podían precipitar un giro de los acontecimientos. Una situación que podemos conectar, por sus semejanzas y por los efectos que pudo provocar, con la ocurrida tres décadas antes. Si en 1977, la crisis económica podía precipitar un cambio en la dirección política trazada desde dentro pero, sobre todo, desde fuera de España, en 1946, en el seno del Ejército, se distribuyeron una serie de escritos que incidían en una realidad semejante a la descrita por el PCE. El general Moscardó escribió estas líneas al general Fidel Dávila:
Como detalle expresivo diré que, al concederle permisos a las tropas, varios de los beneficiados renunciaron a ellos por carecer en sus residencias habituales de medios de vida y no poder ser mantenidos por sus familiares.
Todas estas circunstancias van formando un ambiente y extendiendo una manifiesta predisposición a la protesta que me temo que un día cristalice en una manifestación de mujeres o en el asalto a un comercio que son los primeros latidos sensibles de malestar público.
Las citas proceden del libro, La segunda Guerra Civil de Franco. Una silenciosa lucha por la conservación del poder (La Esfera de los Libros, Madrid 2024), escrito por Rafael Dávila, que ha empleado en su redacción el archivo de su padre. El manejo de tal documentación permite al autor ahondar en muchos de las que podemos denominar cuestiones franquistas. Desde los asuntos africanistas a la incidencia de la masonería, de las tensiones entre carlistas y falangistas a la Operación Reconquista del maquis, de la entrada en la órbita norteamericana al nacimiento de ETA. Estos son apenas unos ejemplos de los temas abordados por Dávila en un libro sobre el que planea la sombra, cada vez más difuminada, del Don Juan.
En su libro, Dávila demuestra hasta qué punto, la imagen simplista que presenta al franquismo como un bloque histórico monolítico, no es más que una simplificación. Elevado al poder durante la Guerra Civil, Franco hubo de acallar las voces más que discordantes que se alzaban a su alrededor, antes de hacerlo con un falangismo que ofreció lemas, construcción estatal, estética, pero que no logró la revolución que algunos de sus más destacados miembros perseguían. Su mantenimiento en el poder, tal y como demuestra Dávila, fue posible gracias a un buen manejo de los tiempos que venía respaldado por una profunda red de información. En ese contexto, el general gallego formó a quien debía llevar a cabo la restauración de la monarquía en España. Un proceso en el que, especialmente tras su muerte, los grupos secesionistas que Franco no neutralizó, en gran medida por su componente católico, adquirieron una sobrerrepresentación, orientada a debilitar a un PCE, que siempre se mostró abismado ante el catalanismo y el vasquismo, que ha dado los frutos que el lector conoce.