Ser siempre el raro

Ser siempre el raro. Lomas Cendón

¡Sorpresa! Empatizo con la causa trans y también con su efecto: como ellos, yo siempre me he sentido extraño en mi pellejo. En mi caso no tiene tanto que ver con la identidad sexual, aunque poca gente se hará a la idea de lo que supone auto percibirse desde los ocho años como viejo lesbiano. Me solidarizo con los transexuales, sin ironías ni fisuras, porque yo también sé lo que es no encajar en categorías impuestas y patrones sociales. Sé lo que es el rechazo y la exclusión. Se puede sufrir transfobia sin ser transexual, pues al prefijo trans le puedes añadir muchas cosas: transeúnte, que vive en la calle; transitorio, como el paso por esta vida; Transilvania, donde duerme el conde Drácula. Yo he pagado el carísimo precio de ser un bicho raro: misántropo en lo público, antisocial en lo social; maldito en lo literario, experimento en lo musical; subversivo en lo político, engendro en lo espiritual; apóstata religioso, teólogo anticlerical; anormal en lo normativo, para allá en lo paranormal; disfuncional en matrimonio, excesivo en lo sexual; obtuso cuando escribo, parco cuando hablo, ditirambo cuando bailo; violento en lo contencioso, y en lo administrativo, calamidad. Escurridizo en lo civil y clandestino en lo mercantil. Fui extranjero la mayor parte del tiempo: en mi tierra por serlo, y apátrida en ultramar. Sé lo que es tener que dar explicaciones por todo, recibir miradas de reproche por nada; ser juzgado por vivir libre, y condenado a muerte preventiva por riesgo de fuga.

Por todo esto, declaro todo mi apoyo a los transexuales: que les dejen en paz, que se vistan como quieran, que les llamen con el nombre que más les guste. Como perro verde que soy, por simpatía hacia lo raro, me solidarizo siempre con otros raros, aunque sean unicornios rosas, aunque yo no forme parte de su colectivo, aunque seguramente también ellos me expulsarían a patadas de este grupo por raro, demasiado raro.

Amigue trans, déjame darte un consejo de freak a freak, de hombre lobo a mujer barbuda, de payaso de circo decadente a transformista cabaretero, de Míster Potato despedazado a mi pequeño pony celeste: no permitas que el Estado te explote como lo está haciendo, que use tu dolor y sufrimiento con tal obscenidad. Sólo te reconoce en sus leyes si te adecúas a lo que dictan. Sólo finge aceptarte tal y como eres si aceptas sus mentiras e injusticias. Sólo te da voz si repites su discurso de propaganda. ¿De verdad piensas que quien te ha machacado durante siglos, ahora te va a pasar la mano por el lomo? ¿Ayer te escupía y apedreaba, y hoy te paga una cabalgata con carrozas de flores? ¿Antes te trataba como marginal y ahora te hace ministre? Tu verdugo y torturador secular te regala el carné de víctima. Intenta comprarte como esclavo con pagas de 400 euros, con letritas, numerajos y arrobas, con cuotas de acceso donde jamás te dejaron entrar. No necesitas sus desgraciados documentos, sus asquerosos DNI, sus paternalistas derechos otorgados. La inclusión y la diversidad posmodernas que venden son la represión y la uniformidad que nos impusieron toda nuestra puta vida. La visibilidad que te prometen es un espejismo. Te hablan de empoderamiento para embotarte en la flojera. Tu enemigo (que es nuestro enemigo y por eso te hablo) nos quiere subyugados, adiestrados, controlados. No necesitamos su aprobación. No respetamos su autoridad. No obedecemos.

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