Llamas verdad a aquello en lo que has convenido creer para poder ser aceptado por un grupo (familia, nación, cultura, religión…). La obviedad resulta ser tu necesidad de seguir adelante; obvio, en su etimología deviene de seguir en el camino: lo que te parece incuestionable es precisamente lo que te permite continuar en la vía única. Consideras inequívoco aquello cuya posibilidad de error, por mínima que sea, aniquila tu identidad asociada a la existencia. Lo que crees claramente visible resulta del acto de confianza en algunos embusteros que fingen que lo vieron antes y mejor que tú. Lo palmario resulta ser el blindaje de aquello que no conviene cuestionar por la cuenta que te trae. Lo que llamas evidente solo pone en evidencia tu ignorancia.
Nunca se trató de ciencia o conocimiento sino de fe genuflexa y creencia supersticiosa. Si no sacrificas a tu hijo primogénito degollándolo, Dios no te elegirá. Si no le obedeces, te castigará. Si le rezas, te perdonará. Si no te portas bien, los reyes magos te traerán carbón. Si te masturbas mucho, te quedarás ciego y se te secará la médula espiral. Si entras menstruada a la cocina, cortarás la mayonesa. Si rompes un espejo, tendrás mala suerte. Si apagas la vela, cumplirás un deseo. Si cruzas los dedos, podrás mentirme.
En eso se basa tu ciencia: en paparruchas que no te crees ni tú; en chorradas repetidas ciento ocho veces; en mentiras alzadas a la categoría de creencias comunitarias. ¿No consigues ver lo obvio? Este es tu credo:
Eres un animal racional, homo sapiens sapiens, evolucionado de un primate que desarrolló hábiles dedos prensiles, herramientas sofisticadas, creatividad artística, civilización. Eres el único animal consciente de sí mismo y su mortalidad, único en su inteligencia superior, único en la cúspide de su taxonomía, que vive en el único planeta con vida de un sistema solar que nadie vio girar ni funcionar fuera del colegio. Aprendiste todo lo que sabes en esas escuelas en las que te adiestraron para un determinado trabajo con el que ganarte el sustento. Te mueves por y para dinero: mides tu valor con lo que tienes en el banco, la pasta que generas, lo que facturas vendiendo tu tiempo, especulando, engañando a otros. Eres el ciudadano de una sociedad moderna, progresista y democrática, que elige a sus gobernantes, que ostenta sus derechos, que tiene voz como votante, contribuyente y consumidor: los policías te protegen, los políticos te representan, los jueces te defienden, los periodistas te informan, los médicos te sanan. Nunca antes se vivió mejor que ahora como vives tú: conoces el origen del universo como Big Bang, no hay rincón de la Tierra que permanezca desconocido, sabes lo que ocurrió en el pasado, has viajado como turista por los cinco continentes, los medios de comunicación te mantienen informado de lo que ocurre en el mundo. Tu amplio bienestar te permite entretenerte con campeonatos deportivos, fantasías sexuales, vacaciones vacías, consumo de artículos innecesarios, cine espectacular, videojuegos, relaciones amorosas, aficiones raras, encuentros ociosos con tipos como tú a los que llamas amigos. Tienes una vida real tan rica, que su plenitud se ha ampliado a lo virtual, a una nueva identidad digital, a las redes sociales: hablas en WhatsApp, escribes en Twitter, te muestras en Instagram, bailas en TikTok, ligas por Tinder, aprendes por YouTube… Los gobernantes te educan para cuidar y salvar el planeta. Las autoridades sanitarias te inmunizan con vacunas para virus y futuras pandemias. Tienes coches que andan solos, biometría, inteligencias artificiales que hablan, componen y pintan. Tienes succionadores de clítoris, impresoras 3D, Iphone 15, computadores cuánticos, aceleradores de partículas, sondas que van a Saturno… Ya tienes todas las herramientas para ser un dios en la Tierra, dispones de todo para ser feliz, para estar satisfecho, para permanecer sano y cuerdo, y lo único que te resta es que la ciencia y la tecnología a tu servicio prolonguen la vida en este mundo o en el metaverso, hasta alcanzar la singularidad de ver la inmortalidad digital que te culmine como ser soberano sobre la materia.
Cada palabra anterior: mentira. Por favor, vuelve a leer el último párrafo. Todo en él es mentira. ¿Pero todo, todo? Cada palabra, cada sentencia, cada premisa en la que se basa tu existencia en este mundo resulta ser mentira. No es falso, no es un error, no es un malentendido… sino mentira cochina, malintencionada, pérfida, infame, cobarde, guarra. Te mintieron en todo con el único propósito de someterte y explotarte.
¿Por ventura alguna vez alguien te lo había dicho tan claro?