Tréveris, la nación biológica de Marx

Tréveris, la nación biológica de Marx. Daniel López Rodríguez

Karl Heinrich Marx nació el 5 de mayo de 1818 en la ciudad renana de Tréveris, localidad que era el centro administrativo del distrito del valle del Mosela (Prusia), al sudoeste de Alemania. 

Tréveris era un asentamiento romano que fundó el emperador Augusto en el año 16 a. C. y que tuvo su apogeo en el siglo III d. C. Tréveris está situado en el extremo oeste de Alemania (en el actual Lander de Renania-Alto Palatinado), lindando con Luxemburgo. La ciudad, que en tiempos de Marx, albergaba unos 12.000 habitantes, era una ciudad de funcionarios del gobierno, comerciantes y artesanos, y era una ciudad muy influenciada por ideas procedentes de Francia tras las conquistas napoleónicas, aunque se trataba del territorio más occidental ocupado por el Reino de Prusia.

Renania era un lugar situado entre el liberalismo francés y el conservadurismo alemán, entre la ilustración francesa y el romanticismo alemán. La anexión de Renania a Prusia hacía que una potencia significativa (o que empezaba a serlo) se situase al este de la frontera francesa, dando así lugar a una situación geopolítica y geoestratégica que no se daba desde la paz de Westfalia en 1648.

Tréveris formó parte del Sacro Imperio Romano Germánico hasta que el 9 de agosto de 1794 entraron las tropas revolucionaras francesas, la cuales ocuparon la ciudad. En 1797 Renania se anexionó formalmente a la República Francesa, siendo por tanto una parte formal de la primera nación política canónica donde, por holización atómica, la soberanía residía en la nación («el pueblo») y no en un rey por supuesto derecho divino tal y como se comprendía desde la sociedad estamentaria de estructura anatómica del Antiguo Régimen. 

El 12 de julio de 1806 fue incorporada por el Imperio Napoleónico a la Confederación del Rin tras la firma de dieciséis príncipes alemanes en el acta de Rheinbund, por lo cual se puso fin a la relación de estos Estados alemanes con el Sacro Imperio Romano Germánico y se concertó una alianza con el Imperio Francés; la Confederación duró hasta que el 19 de octubre de 1813, en la Batalla de Leipzig, se puso fin a la dominación francesa. Después, en el Congreso de Viena de 1814-1815, la ciudad se cedió a un expansivo reino protestante y colonialista prusiano, como la mayor parte de los territorios germánicos del oeste del Rin. 

 El dominio de Prusia sobre Renania era fundamental para impedir nuevas incursiones francesas y el reino prusiano amplió sus fronteras hacia el Oeste tras un siglo de orientación hacia el Este. Las guerras napoleónicas dieron a Prusia la oportunidad de anexionarse Posnania al Este, Sajonia al sur y el Palatinado y Renania al Oeste. Esto pondría las bases de la hegemonía de Prusia sobre Alemania y posteriormente, en poco más de medio siglo, sobre Europa (e hicieron falta ni más ni menos que dos guerras mundiales para acabar con dicha hegemonía, que de algún modo se fue recuperando, al menos industrialmente, tras la guerra y caída del Tercer Reich).

Tras la caída del Imperio Napoleónico o Primer Imperio Francés, el Congreso de Viena acordó una confederación alemana (Deutscher Bund) compuesta por 34 Estados soberanos y cuatro ciudades libres que eran representados por la Dieta federal de Frankfurt y que presidía el emperador de Austria. Durante esos convulsos veinte años se cambió la constitución y la relación entre la Iglesia y el Estado, la administración de justicia, el comercio, la industria, la artesanía e incluso también las costumbres, el arte, las ciencias y la filosofía nacional. Pese a que el ferrocarril no llegaría hasta 1866, Tréveris era, en todo caso, una ciudad más cosmopolita que otras partes de Alemania. 

Los trescientos Estados que había antes de la invasión napoleónica quedaron reducidos a unos treinta, que estaban englobados en una entidad llamada Confederación Germánica, que venía a sustituir al Sacro Imperio Romano Germánico y a la que se le prohibió unirse por propósitos ofensivos, cosa que ni si quiera se mencionó  en medio siglo de existencia, y sólo podía formar una alianza en caso de abrumador peligro exterior. «La Confederación Germánica estaba demasiado dividida como para tomar la ofensiva, pero lo bastante unida como para resistir invasiones extranjeras a sus territorio. Este acuerdo creaba un obstáculo para la invasión de Europa Central sin constituir una amenaza para las dos potencias mayores en sus flancos: Rusia al este y Francia al oeste» (Henry Kissinger, Orden mundial, Traducción de Teresa Arijón, Debate, Barcelona 2016, pág. 73).

Esta entidad era demasiado fuerte para ser atacada por Francia y demasiado débil para atacar a Francia (o a Rusia), lo cual fundamentaba el equilibrio europeo de la paz diseñada en el Congreso de Viena. Esta confederación impedía que Alemania se organizase y unificase como nación política (Alemania entonces sólo existía como nación étnica o, más en rigor, como nación cultural a través de la lengua alemana, como reivindicaba Fichte). La Confederación Germánica venía a ser, pues, una especie de respuesta al constante dilema que se planteaba Alemania en relación a Europa: «cuando Alemania era débil, suscitaba la intervención extranjera (mayormente francesa); cuando estaba unificada, era lo suficientemente fuerte como para derrotar a sus enemigos por su propia cuenta, induciéndolos a unirse contra el peligro. En este sentido, durante la mayor parte de la historia Alemania ha sido demasiado débil o demasiado fuerte para la paz de Europa» (Kissinger, Orden mundial, pág. 73).

Marx nació en el número 664 de la Brückengasse, pero en 1820 sus padres se trasladaron al número 1070 de la Simeonstrasse. Karl era llamado por su madre Glückskind, que significa «hijo de la fortuna»; pues, al parecer, gracias a él, como si fuese un talismán o una pata de conejo, todo salía a pedir de boca. Marx era el segundo de los ocho hijos (de los cuales murieron de joven cuatro) del matrimonio compuesto por Heinrich y Henriette Marx; luego Marx tenía tres hermanas: Sofía, viuda de un abogado  de Mastricht llamado Schmalhausen; Emilia, que contrajo matrimonio en Tréveris con un ingeniero llamado Conrady; y Lisa, casada con un comerciante de Ciudad del Cabo apellidado Juta. 

Su madre era descendiente de una antigua familia de rabinos húngaros alojados en Holanda en la villa de Nimega (Nijmegen), y también era familia de los Philips, una de las más prósperas familias de Holanda al fundar la famosa multinacional con ese nombre. Henriette hablaba alemán con acento holandés y nunca aprendió a escribir en alemán. 

Su padre -que nació en 1782- fue un abogado y después un consejero de justicia de origen judío, hijo de un rabino de Tréveris llamado Meier Levy Marx (nombre que redujo al de Marx). Con la llegada de las tropas napoleónicas a Tréveris en 1794, el ghetto judío será eliminado y con su eliminación vendría la emancipación legal de los judíos por la aplicación del Code Civil des FrançoisoCo de Napoleón(aunque el 17 de marzo de 1808 los judíos perdieron dichos derechos de emancipación otorgados por la Revolución Francesa a causa de un decreto del mismo Napoleón). 

Con todo, el paso de Francia por Tréveris fue decisivo para la vida de Heinrich Marx, al recibir de parte de las autoridades jacobinas una educación laica, afrancesada, iluminista, materialista y deísta. De hecho en su biblioteca, que después emplearía su hijo Karl, había más volúmenes en francés que en alemán, entre los cuales había mucha literatura sobre la denominada «cuestión social». Como comentó su nieta Eleanor Marx-Aveling, Heinrich «era un auténtico hombre francés clásico del siglo XVIII, que conocía a Voltaire y Rousseau de dentro hacia fuera» (citada por Nicolás González Varela, Un Marx desconocido. Sobre «La ideología alemana», Copyleft, 2012, pág. 10). 

El padre de nuestro filósofo era entonces un hombre «intelectual», perteneciente a esa intelectualidadalemana decimonónica que leía a Leibniz, Voltaire, Rousseau, Kant, Goethe y Lessing; gusto por la lectura que por supuesto heredó su brillante retoño. En 1831 Heinrich recibió el título de Justizrat, consejero judicial. 

Con la caída del Imperio Napoleónico en la batalla de Waterloo el 18 de junio de 1815 y tras perder sus bienes por las leyes antisemitas de 1816, nada más comenzar el año 1817 (otras fuentes afirman que probablemente fuese en 1819), Heinrich (cuyo nombre judío era Hirschel Levi) se convirtió al luteranismo moderadamente «ilustrado» en la iglesia evangélica de Tréveris, huyendo así de las persecuciones de Federico Guillermo III contra los judíos. 

La conversión de los Marx al protestantismo no fue desde luego una convicción religiosa sino por la imposición de un gobierno reaccionario. Las razones de Heinrich para elegir el protestantismo, pese a que Tréveris era una ciudad mayoritariamente católica, fueron para agradar a las autoridades prusianas, es decir, por motivos políticos, pero sus ideas estaban más próximas al racionalismo deísta típico del iluminismo, e incluso cercano al espinosismo. 

También se convirtió porque pensaba que el protestantismo era compatible con la libertad de pensamiento, ya que se trataba de un protestantismo liberal e ilustrado, cercano al deísmo, tendencia que al final terminó aceptando. La abjuración del judaísmo implicaba por entonces más que una acción religiosa una acción de emancipación social. 

Aunque de todos modos Heinrich no sentía gran apego por la sinagoga y «era natural que acudiese a refugiarse a la Iglesia nacional prusiana, donde entonces reinaba un racionalismo transigente, una especie de “religión nacional”, contra la cual no había podido prevalecer ni el edicto prusiano de censura de 1819» (Franz Mehring, Carlos Marx, Traducción de Wenceslao Roces, Ediciones Grijalbo, Barcelona 1967, pág. 11). 

Al prohibir el reino de Prusia el acceso a las profesiones liberales a los judíos en 1823, Heinrich bautizó a su mujer a y su hijo Karl (que se confirmaría en 1834), y en 1825 bautizaría a sus hijas. «Pasar del judaísmo al protestantismo en una ciudad profundamente católica como Tréveris suponía salir de una minoría para entrar en otra» (Jonathan Sperber, Karl Marx. Una vida decimonónica, Traducción de Laura Sales Gutiérrez, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2013, pág.37).

Como decimos, Tréveris era una ciudad eminentemente católica: allí estuvo desterrado ni más ni menos que San Atanasio, campeón de la fe católica contra el arrianismo allá por siglo IV; y fue una ciudad durante siglos con sede arzobispal, cuyo arzobispo también era el Elector. En los tiempos de la Reforma sus habitantes la rechazaron con vehemencia. Una de las reliquias más famosas de la iglesia de Tréveris es el Santo Sudario o Sábana Santa, que todavía permanece allí.

Ya en la misma época del joven Marx, Tréveris era famosa por ser «cuna de radicales», y el propio alcalde, Wilhelm Haw, que lo fue desde el nacimiento de Marx en 1818 hasta 1840, era sospechoso de contactar con emisarios franceses para difundir propaganda republicana francesa, de modo que era considerado por las autoridades prusianas como «de la clase de hombre más peligrosos de la orilla izquierda del Rin» (citado por González Varela, Un Marx desconocido, pág. 18), y por ello dejó de tener autoridad sobre la Policía. 

Heinrich tuvo que modificar su liberalismo desencantado por un realismo prusiano, e incluso dos décadas después, en una carta del 2 de mayo de 1837, incitó a su hijo Karl a que escribiera una obra sobre la batalla de Waterloo dirigida «a la gloria de Prusia y presentar la posibilidad de celebrar el genio de la Monarquía. La gran batalla de la Bella Alianza en Waterloo es uno de sus acontecimientos». Esa fue la batalla que supuso la derrota de Napoleón, quien puso «a la Humanidad y especialmente a la inteligencia toda, bajo duraderas cadenas» (citado por González Varela, Un Marx desconocido, pág. 12).

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