Y Trump ganó las elecciones… el peso hispano. (Segunda parte)

Y Trump ganó las elecciones… el peso hispano. Erik Norling

De aquellas minorías que más han crecido en las últimas décadas, no solo por la inmigración pero también por su estructura familiar con más hijos por matrimonio que el promedio, los hispanos se erigen como un grupo que se hace notar en la sociedad americana. Hoy alcanzan casi el 20% de la población del país (alrededor de 65 millones), de los que 36,2 son votantes. Asentados en Estados como Florida, Nuevo Méjico, Nevada, Tejas, Arizona, California, aunque también en otros al norte, en zonas industriales, como Michigan, Maryland, Nueva York y Pennsylvania. Entre ellos no es la raza el signo diferencial (como sucede con las otras minorías) pero el idioma común, además de una arraigada cultura, la hispánica. En Florida, Tejas y Nuevo Méjico hasta los supermercados tienen los carteles bilingües, y en los locales de votación de muchos Estados se informaba en español a los que se acercaban a ejercer su derecho.

Las recientes estadísticas proyectan que en apenas unas décadas los hispanos en EE.UU. alcanzarán el 26,9% de la población (mientras la negra se estaca en un 13%). Más de uno de cada cuatro estadounidenses serán de origen hispano. Lo anterior no implica que no se sientan profundamente ciudadanos americanos, sus hijos hablan el inglés con absoluta corrección (cuando no el spanglish, una jerga mixta), son un alto porcentaje de los que sirven en las fuerzas armadas, formando parte de un proyecto común que es el sueñó americano. Ello explica que los mexicanos de los Estados fronterizos no se identifiquen con el país vecino del sur, ni los puertorriqueños deseen la independencia de la isla (que tiene el status de Estado Libre Asociado) pues la mitad de su población vive en la metrópoli.

Forman un grupo social que ningún candidato puede desdeñar, no sólo en los Estados donde son mayoritarios pero también en los demás al ser una bolsa compacta de millones de votos. La mitad de los nuevos electores, que no pudieron votar en 2020 y ahora se acercaban por primera vez a las urnas en 2024 eran hispanos. En este colectivo, Hillari Clinton barrió en 2016 a Trump, doblando el número de votantes (65%-28%), cifras que fueron de igual manera significativas en 2020 con Biden, con una ventaja de 23 puntos. Un apoyo que malversó ahora Harris, no superando a Trump entre los hispanos más que por 6 puntos. Pero fue entre los varones hispanos donde resultado fue incluso peor. El nada sospechoso Los Angeles Times reconoció tras la jornada electoral que si sólo el 32 % de éstos votó Trump en 2016, cuando se alzó con la presidencia, en 2024 había generado la adhesión del 55%. No fue solo entre los hombres, las mujeres hispanas, de un 30% en 2020, en éstas pasaron a apoyar a Trump un 36%. En conclusión, un aumento de casi más de 4 millones de votantes que decidieron en gran medida su elección.

El equipo de campaña del neoyorquino se volcó en ellos. No es preciso refirirse a los cubanos de Florida, cuyo anticomunismo les ha hecho ser tradicionalmente prorrepublicano, pero sí a la gran masa de hispanoparlantes que cada vez más se hacen notar en todo el país (en especial mexicanos, dominicanos y puertorriqueños). Con anuncios de campaña en español, la utilización de numerosos influencers, hasta artistas musicales desde raperos a mariachis, en Youtube se puede comprobar en canales como Trump Latinos. Se acentuaron aquellos valores que son coincidentes entre la comunidad hispana como defender el libre mercado, la familia y la religión así como la seguridad ciudadana. Si en la campaña de 2020 fueron marginales para los republicanos, en esta ocasión sus asesores lo habían comprendido.

Incluso la Iglesia Católica, mayoritaria entre los hispanos, se ha prestado a aparecer junto a Trump, algo impensable hace unos años. El cardenal Dolan de Nueva York en la gala anual de la fundación católica Al Smith, que reunió en octubre a las élites de la ciudad y que fue televisada a todo el país. Harris estaba invitada pero, por primera vez en décadas, una candidata demócrata optó por no asistir. Trump, por su lado, no hizo sino recibir aplausos y vítores en un auditorio plagado de antaño votantes demócratas.

Que la exfiscal de California despertaba rechazo en muchos hispanos era evidente (como sucedió entre los hombres afroamericanos). Sobre todo debido a constante posicionamiento partidario a la apertura de fronteras para que lleguen más inmigrantes (algo que aterra a los hispanos que ya están establecidos en los EE.UU.), y un mensaje en exceso Woke, típico de su condición de californiana, de activista proderechos civiles negros (los hispanos, como los asiáticos, tienen más recelos frente a los negros que los blancos según todos los estudios sociológicos) y, algo que en Europa no sería relevante, está casada con un judío sin hijos, sin familia. Que Trump utilizase expresiones racistas, se mantuviera su programa de un muro que separe México de EE.UU. y deportaciones de ilegales, al tiempo que reclamaba un retorno a la América profunda, de ésto nada pareció afectar a sus votantes hispanos.

De esta manera, como habían pronosticado muy pocos analistas, el péndulo se movió hacia Trump. Si en agosto, cuando se nominó a Harris, ella ganaba por cerca de 10 puntos, en septiembre y octubre las mismas encuestas están al 50-50%, con un márgen de error del 2-3-%. La desastrosa e insegura campaña de la demócrata le erosionó el apoyo popular en favor de Trump, que apareció como un líder fuerte con un mensaje claro y sin tapujos.

Tampoco olvidar el peso en la campaña de su candidato a vicepresidente, el recien cumplidos 40 años J.D. Vance, abogado y exmilitar. Algo poco habitual, pues los candidatos a vicepresidente suelen tener un perfil bajo. Mitin tras mitin, con una agresiva y contundente estrategia, suscitó la empatía entre los jóvenes, incluso de las minorías étnicas (está casado con una hindú). Que fuera un firme defensor de la América profunda, por sus propios orígenes familiares y su programa como senador por Ohio, había liderado una iniciativa en 2023 para imponer el inglés como idioma oficial, hizo que fuera el hombre perfecto para estos Estados del medio oeste donde predominan la comunidad blanca y protestante. Enfrente se hallaba Tim Walz, un blanco envejecido y falto de brío que apenas si apareció en los medios. Otro error de apreciación de los demócratas.

Finalmente, Trump se alzó con la victoria en todos los siete Estados bisagra, gracias a los hispanos y el aumento del voto entre las otras minorías pese perder parte del voto blanco, que se abstuvo. En el voto popular alcanzó los 75,6 millones de voto, cuando en 2020 fueron 74,2. Un aumento no esencial para explicar su éxito electoral. Lo que de verdad pesó fue el apoyo de las minorías (casi seis de millones más) y que Harris perdiera diez millones de votos con respecto a Biden (81,3 frente a 71,7).

Es ahora cuando nos podemos preguntar quién habría sido la mejor elección para Europa, aunque es otra cuestión que dejaremos para más adelante. Mientras tanto, Trump estará los próximos cuatro años al timón de EE.UU., pese a quien le pese. El presidente y su equipo representa a los votantes de la Real America (expresión muy arraigada en el imaginario estadounidense), que no se identifican ni comparten la errónea visión de los progres europeos o los liberales estadounidenses.

El futuro de su nueva patria se divisa unificadas cada minoría bajo los colores de su bandera, que no mezclados los grupos étnicos, como se empeñan en Europa a modo de solución mágica para integrar a los inmigrantes extraeuropeos. Trump es quien mejor representa este proyecto colectivo que ha ilusionado a las minorías que se identifican con su lema de campaña Make America Great Again (Hagamos América grande de nuevo). Algo que remarcó en su discurso de la victoria la noche electoral.

Os lo escribe alguién que ha viajado a EE.UU. al menos una vez al año desde mi etapa de estudiante ̶ y ya peino canas ̶ , y vivido allí temporadas en las que he podido conocer el espíritu y mentalidad de sus habitantes, que crearon ese maravilloso país. Ejemplo de libertad y posibilidad de prosperar, donde los inmigrantes se sienten ante todo americanos, integrados en un modelo social ̶ con todas sus fallas ̶ , que todos conocen como el Sueño Americano.

Top