Yuval Noha Harari

Yuval Noha Harari. Duzan Ávila

Yuval Noha Harari y sus mitos acerca de la Evolución, la Naturaleza y la Felicidad

Para comprender la obra de Harari, es esencial entender los mitos en los que se basa. Con esto, no nos referimos a los mitos a los que el autor alude en sus textos, en la forma de historias que los hombres cuentan a otros hombres para “organizar la cooperación” (Harari, 2015) colectiva, sino a los mitos que el propio Harari construye con sus argumentos y acaso a aquellos que utiliza como pilares de sus tesis y conclusiones.

En este sentido, habría que empezar decir que el propio autor es un mito en sí mismo. En buena medida, esta mitologización de su figura explicaría en parte tanto su obra, como su amplísima difusión en determinados grupos sociales. El mito Harari, su personaje en el drama intelectual que tejen sus libros, conferencias, presentaciones y entrevistas varias; encarna una suerte de asceta intelectual que vive alejado del mundanal ruido, apartado de todo y contemplando al mundo desde una distancia metafísica que al parecer le permite acceder a los arcanos últimos de nuestra realidad.

Esto es por lo menos lo que se cree de él, según lo describe, por ejemplo, un reporte de la BBC donde se apunta lo siguiente:

Yuval Noah Harari no usa teléfono celular y pasa gran parte de sus días lejos del incesante flujo de información que a través de internet desborda a miles de millones de personas alrededor del mundo. Pese a ello, este filósofo y profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén se ha convertido en una suerte de gurú admirado por las élites de Silicon Valley (Redacción, 2018, para. 1).

Junto a este mito que es la “persona” de Yuval Noha Harari, habría otro tipo de mitos que se entretejen en su trabajo. Nos referimos esos que su obra y pensamiento construye, acaso sin intención de que se tengan por mitos en cuanto tal, debido al tratamiento que este autor les da en sus escritos, en revistas y conferencias. Es decir, a la mención de ideas filosóficas muy complejas, que Harari utiliza en alguna de sus acepciones como si de supuestas verdades incontestables se tratase.

En relación el primer tipo de estos mitos, aquellos que el propio autor considera en cuanto tal, encontraríamos, por ejemplo, el propio lenguaje humano. Sobre este Harari nos dice que constituye un mito o construcción narrativa creada por los hombres (los Sapiens) para trasmitir sus ideas y catalogar su mundo entorno. Para Harari, este mito se convierte en la forma de articulación de otras múltiples construcciones narrativas, también mitológicas y enteramente artificiales, tales como las religiones, el dinero, las riquezas, las estructuras de gobierno, así como todas aquellas ideologías que sostienes sostienen todos estos mitos. En este sentido y de acuerdo con este autor, el lenguaje sería el mecanismo que otorga al Homo Sapiens una capacidad excepcional para transmitir información acerca de todo, incluso “de cosas que no existen en absoluto” (Harari, 2015, p. 37).

El segundo tipo de mitos que impregnan la obra de Harari, lo constituyen aquellos que sostienen los argumentos del autor, parte de algunos rótulos o ideas que utiliza en sus tesis, pero que raramente explica, problematiza o muestra sus posibles analogías. En este sentido, debemos darle la razón cuando reconoce que “cada persona, grupo o nación tiene sus propios mitos e historias”(Harari, 2017, p. 15), pues él mismo no es la excepción, con lo cual su propia teoría ya nos exime de responsabilidades para analizar lo que él mismo cultiva y sobre lo cual estructura su filosofía.

Los mitos de Harari se corresponderían con lo que Gustavo Bueno denomina como “mitos oscurantistas o confusionarios” (2016a), en tanto construcciones ideológicas que oscurecen, confunden, o camuflan la realidad material de las cosas.

Aunque estos mitos puedan ser, y de hecho lo son, falsos o de dudosa veracidad y contrastabilidad empírica, es importante notar que su mera denuncia, por muy fundamentada que esta aparezca, no implica desactivación de esa idea (Bueno, 2005). De aquí que las funciones prácticas que los mitos, incluso los oscurantistas, desempeñan no puedan ser satisfechas por otras ideas alternativas. En este sentido, y tal y como apunta Gustavo Bueno, la acción y la estructura mítica o ilusoria, oculta en una idea dotada de supremo prestigio mantendrá su influjo siempre que un determinado contexto social e histórico ofrezca las condiciones adecuadas para que así sea (Bueno, 2005).

En este sentido, la mitología de Harari es doblemente falsa. En primer lugar, porque considera que sus mitos, aquellas construcciones narrativas que él reconoce como mitológicas, son puras racionalizaciones equívocas sin otra racionalidad, o capacidad, que la de engañar a grupos de Sapiens, más o menos numerosos, para actuar en favor de otros grupos similares específicos. Visto así, los mitos falsos u oscurantistas, son perfectamente des-activables con la sola aclaración de la razón. Es decir, mediante el recurso iluminador de la verdad, acaso pregonada por alguno de los profetas certificados de la ciencia, la filosofía o la política. Aquí, Harari pretende ayudarnos a desmitificar, o exorcizar, los espíritus de la ignorancia que nos acechan, labor por la cual es ampliamente venerado por grupos sociales diversos, muchos de los cuales se ven a sí mismos como entes iluminadores y portadores de la llama de la verdad (Glancy, 2016).

Por otro lado, los mitos de Harari, en el segundo sentido en que los entendemos, como los mitos empleados por Harari en sus teorías; también son falsos. Ello es así porque representan ideas completamente abstractas y carentes de morfologías o capacidad explicativa en lo específico. Harari es un maestro en el arte de utilizar ideas (que no conceptos) y darlas por sentado de maneras indiscutiblemente atractivas, sobre todo en una actualidad tan hiperconectada como carente de sentido crítico o capacidad de asimilar las dialécticas complejas de la realidad que la envuelve. Harari, emplea sus ideas como verdades dadas, presuponiendo que el público al que estas van dirigidas sabe de qué está hablando cuando las menciona, pues constituyen precisamente las ideas fuerza de nuestro tiempo, o los mitos socialmente arraigados (Bueno, 2016b, p. 36) que articulan gran parte de la vida social y material contemporánea.

En la obra de Harari, entre otras muchas ideas mitificadas, encontramos aquellas que aluden a la Naturaleza, la Evolución, la Humanidad, la Historia, la Ciencia, la Cultura, «lo Global» o «la Globalización», y el Homo Sapiens; todas estas tratadas de forma absolutamente mitológicas. Junto a estos mitos, clásicos por así decirlo en su literatura, últimamente podremos encontrar el novísimo mito de la Inteligencia Artificial, sobre el cual Harari ha estado dando cátedra durante todo el 2022, utilizando para ello su muy característica discursividad apocalíptica y pastoral.

En el presente, no tenemos espacio para analizarlos todos, así que nos conformaremos con solo esbozar tres de estos mitos, en algunas de sus tesis más problemáticas. Nos referimos a la Evolución, la Naturaleza y la Felicidad, en tanto ideas mitologizadas por Harari. Sin profundizar demasiado en ninguno estos mitos, nuestro objetivo es, al menos, alertar de su existencia al posible lector, o interesado en el trabajo, de este neo profeta de nuestro tiempo. De la misma manera que buscamos esbozar algunos de los posibles rumbos lógicos que estas, y otras muchas ideas oscuras y confusas propuestas por Harari, podrían tomar en la realidad, llevadas hasta sus últimas consecuencias.

La Evolución

Como primer mito, a analicemos someramente la idea de Evolución que Harari maneja en sus trabajos. Sobre esta nos dice que constituye un mecanismo natural de adaptación y perfección basado en algoritmos genéticos. Para Harari, constituye una suerte de mecanismo natural o cósmico, encargado de perfeccionar las herramientas adaptativas de las especies. Según su perspectiva, los genes de los seres vivos contienen cierta información, “algoritmos” predefinidos, que permiten realizar ciertas tareas o funciones (Harari, 2018). Estas reacciones predeterminadas aparecen y se transforman como respuesta al entorno que envuelve a los seres vivos del planeta, permitiendo que las especies se adapten a los cambios ambientales que los rodean. Estos mecanismos son lo que aseguran la supervivencia y acaso posterior transmisión genética hereditaria de los “genes victoriosos”(Harari, 2018).

Hasta aquí no habría, aparentemente ninguna dificultad. Sin embargo, la interpretación de Harari de este proceso presenta ciertos problemas. Parece que, según Harari, los genes ganadores, aquellos que poseen el algoritmo adecuado para la supervivencia de la especie en su entorno, aparecen o emergen de la nada. No aclara jamás Harari cómo ni por qué ocurre esto. Tampoco se comprende, o al menos no se explica, qué papel desempeñan las condiciones de ese mismo entorno que constantemente reta a los seres vivos y a las especies que los componen, en su lucha por la supervivencia. De igual manera, Harari no distingue claramente entre la carga genética, o “algorítmica” en sus términos, y los comportamientos adquiridos a través de la práctica vital y transmitidos por el aprendizaje y la cultura, bien sea humana o animal.

Esta teoría, presentada tal cual, es extremadamente peligrosa ya que abre la puerta a creer que podrían existir modos de comportamiento en algunos seres vivos, incluyendo humanos, que estarían condicionados por algoritmos genéticos heredados cuya transformación, modificación o neutralización puede que no sea posible. Llevado hasta sus últimas consecuencias, podría pensarse que un comportamiento condicionado por estos algoritmos genéticamente heredados solo podría suprimirse con la eliminación de sus portadores, o al menos con la obstaculización de su reproducción en el tiempo.

Esta visión parece sugerir que, al hablar de ciertas especies animales en general, estaríamos refiriéndonos en realidad a los miembros de estas que están a la vanguardia de la adaptación a la vida y no a la «basura genética» inevitablemente deberá quedar detrás, para que la especie sobreviva en la mejor versión de sí misma.

De manera inadvertida, suponemos, Harari proporciona contenido filosófico a creencias extremadamente peligrosas que podrían conducir a la concepción de que ciertos comportamientos en grupos humanos específicos, por las razones histórico/biológicas que sean, están genéticamente determinados. Esto conduciría a incompatibilidades con otros comportamientos también genéticamente condicionados de diferentes individuos o grupos de la misma especie. La idea implícita que Harari parece sugerir aquí es que la «Naturaleza» eventualmente eliminará estos portadores, cuya carga genética/algorítmica es incompatible con la vida a largo plazo de la totalidad, y que el mejor de los mundos genéticos posibles siempre prevalecerá al final.

La Naturaleza

En lo relativo a la «Naturaleza» de la que también nos habla Harari, tendría los mismos atributos creativos, organizativos y volitivos que los dioses de las religiones tradicionales. Aun cuando Harari nunca alude explícitamente a Dios y, de hecho, refuta su existencia, tildándola de construcción cultural, de «mito»; sus análisis insinúan con frecuencia la noción de «diseño inteligente», similar a la defendida por aquellos que argumentan la existencia de una entidad creadora. A pesar de que en Harari la divinidad es más conceptual que antropomórfica o zoomórfica, su idea de la “Naturaleza” constituye una suerte de entidad deificada, que se aleja del Dios misericordioso y compasivo del cristianismo, para asemejarse al Dios intransigente y punitivo del Antiguo Testamento. Esta Naturaleza teologizada no solo crea, sino que destruye a voluntad, y participa omnipotentemente en el diseño y la construcción del universo.

A este respecto, podríamos citar las palabras de Harari durante un reciente debate con Slavoj Žižek, cuando afirma:

Dos cosas que decir sobre la naturaleza, una es que a la naturaleza no le importamos de ninguna manera en particular. Quiero decir que, si un asteroide golpeara el planeta mañana por la mañana y se destruyera toda la vida en la Tierra, a la naturaleza no le importaría. Seguiría como siempre (Žižek & Harari, 2022).

Aquí, Harari no hace distinción entre una Naturaleza, en el sentido ecológico de un concepto general que agrupa todos los elementos no culturales del mundo entorno, y las ‘Naturalezas’, en plural, que corresponderían a las diferentes esencias de las cosas, a la manera de ‘la naturaleza de una mesa, de un arma, o de un comportamiento determinado’. Podríamos sugerir que Harari opera con una concepción totalizadora de la Naturaleza, de origen aristotélico, que entiende lo Natural como un todo finito, aunque eterno, que abarca «el conjunto de todas las cosas que se mueven» (Boeri, 2016, bk. física 8.5, 34F), que son distintas del primer motor inmóvil. En Harari, esta distinción no es evidente y otra vez asume que se entiende a qué se refiere cuando hace alusión a esta idea.

En este particular, la cuestión se hace todavía más confusa pues en muchos partes de su obra, Harari también habla las otras Naturalezas, en el sentido esencial, sin la menor mención a las diferencias entre unas o tras. En tal sentido no habla de «la naturaleza de la enfermedad», «la naturaleza de la guerra», refiriéndose a un cierto origen o principio, o en el sentido de una esencia primera como en «la verdadera naturaleza de la humanidad», «la naturaleza de Cristo» o «la naturaleza de los Sapiens»(Harari, 2018). El problema con el uso de estas ideas es, una vez más, que no se distingue entre las múltiples manifestaciones a través de la historia y los diversos campos gnoseológicos en los que se aplican. La Naturaleza, como idea filosófica, está presente tanto en las ciencias, las artes, las religiones, la política, las filosofías, etcétera; sin que sepamos nunca por boca de Harari a cuál de estas se refiera cuando la utiliza.

La Felicidad

En cuanto a la Felicidad, Harari no dice que la «Ciencia” sostiene esta “no se alcanza obteniendo un ascenso, ganando la lotería o incluso encontrando el amor verdadero”. Para este autor, la gente se vuelve feliz por una sola razón: «por las sensaciones placenteras en su cuerpo». Esto sugiere que simplemente ingiriendo alguna píldora o algún químico podríamos ser felices (Harari, 2017).

En otras palabras, según Harari, se es feliz por el resultado de un complejo cóctel de hormonas, feromonas, reacciones químicas y electroquímicas que ocurren en nuestro cuerpo biológico, produciendo en este un cierto estado que hemos denominado culturalmente como «Felicidad». Esta idea nos conduce a la lógicamente a concluir que, si pudiéramos reproducir sintéticamente estas mismas sensaciones, podríamos afirmar que hemos finalmente alcanzado la fórmula de la Felicidad (Harari, 2017).

Aquí el problema es que se reduce la Felicidad (idea oscura y confusa donde la haya (Bueno, 2005)), esos estados de bienestar o malestar físico, a la abundancia o carencia de sustancias bioquímicas de los cuerpos individuales. Harari argumenta que el placer físico humano sería la clave para alcanzar la realización subjetiva, y que todo esfuerzo, en última instancia, busca producir y extender lo máximo posible las sensaciones placenteras generadas en nuestro cuerpo por determinados estados de ánimo.

Según Harari, las causas primigenias de la felicidad humana, hasta el momento actual de la evolución, han sido aleatorias, externas, casuales y, lamentablemente, contingentes. Sin embargo, sostiene que la humanidad está ahora preparada para sintetizar estas reacciones y reproducirlas de forma permanente en los cuerpos individuales. De aquí que en su «Homo Deus», Harari nos hable de la solución bioquímica para la Felicidad. Si la ciencia tiene razón, nos dice Harari,

“y nuestra felicidad está determinada por nuestro sistema bioquímico, entonces la única forma de garantizar una satisfacción duradera es amañando este sistema. Y esto es exactamente lo que hemos empezado a hacer en las últimas décadas. Hace cincuenta años, los fármacos psiquiátricos estaban muy estigmatizados. Hoy, ese estigma se ha roto” (Harari, 2017, p. 39).

Esta vía, contrastaría con las soluciones filosóficas e ideológicas ofrecidas a lo largo de la historia por religiosos, sacerdotes, artistas, filósofos y otros exponentes del pensamiento humano.

La crítica principal que podemos hacer a esta concepción radica en su reduccionismo. Estas ‘bioquímica de la felicidad’ propuesta por Harari no toma en cuenta las múltiples interacciones humanas con la realidad, que son las que crean en principio el marco material donde tienen logar los cocteles químicos particulares que Harari menciona. Si estas interacciones producen sensaciones bioquímicas específicas, es porque determinadas condiciones sociohistóricas, dialécticas y contingentes han impregnado de una significación particular unas experiencias y no otras.

En tal sentido la complejidad y las sutilezas son tantas que a nuestro juicio serían prácticamente imposible de categorizar o acaso de sintetizar. Por citar sólo un ejemplo, diremos que el acto cultural de azotar a una persona con un látigo en un contexto social podría generar reacciones bioquímicas tanto de placer como de displacer. Si la institución azote en el marco de las relaciones amo-esclavo del pasado, estaban basadas en el displacer que este acto producía. Es decir, en la infelicidad del azotado. Por el contrario, si esta misma institución se utiliza en el marco de determinados juegos sexuales, siendo formalmente la misma institución, el resultado material en términos de Felicidad, según la entiende Harari, sería muy distinto.

Lo que buscamos apuntar con esta reflexión es que no son los cocteles químicos corporales los que producen un placer determinado, sino los fenómenos de la realidad externa a los que estos están indiscutiblemente asociados. Pero incluso, suponiendo que efectivamente alguna farmacéutica o laboratorio logra sintetizar cocteles químicos específicos, asociados a experiencias “Felices” muy conocidas del tipo, una puesta de sol, el abrazo de un padre, la risa de un niño etcétera; la interrogante que podríamos plantearle a Harari es ¿por qué deberíamos pensar que hemos alcanzado evolutivamente el número final de experiencias “felices”, y por tanto de cócteles bioquímicos posibles? Si optamos por «ser felices químicamente», ¿por qué detenernos en la bioquímica experimentada hasta ahora y no abrirnos a universos psicodélicos más amplios?

La teoría de Harari pasa por alto las relaciones materiales existentes más allá del principio de placer individual. Muchos actos humanos, como el sacrificio de un padre por sus hijos o el esfuerzo de un obrero en trabajos demandantes, ocurren por necesidades materiales y no por la búsqueda de gratificación bioquímica inmediata. La «Felicidad» que Harari describe parece ser la felicidad egoísta y canalla del idiota (idiṓtēs griego) quien sólo se preocupa por sí mismo. Harari sugiere que el bienestar subjetivo del individuo debería ser la meta máxima de toda acción política y social. Este ideal ignora el hecho de que la felicidad no es un bien escaso o exclusivo, sino un estado que debe ser buscado y cultivado colectivamente.

 


Textos citados

Boeri, M. D. (2016). Aristóteles, Física. Introducción, traducción y notas de Guillermo R. De Echandía, Madrid 1995 (Editorial Gredos, 506 págs.). Méthexis, 11(1). https://doi.org/10.1163/24680974-90000310

Bueno, G. (2005). El mito de la felicidad. Ediciones B.

Bueno, G. (2016a). El mito de la cultura. In Psychology Applied to Work: An Introduction to Industrial and Organizational Psychology, Tenth Edition Paul (Issue 9). Pentalfa.

Bueno, G. (2016b). Sobre la «filosofía oracular» y la «historia oracular de la filosofía». El Catoblepas, 17. http://www.nodulo.org/ec/aut/gbm.htm

Glancy, J. (2016, August 21). The seer of Silicon Valley: Yuval Noah Harari. The Times. https://www.thetimes.co.uk/article/the-seer-of-silicon-valley-yuval-noah-harari-f9tcbb0qg

Harari, Y. N. (2015). Sapiens: a brief history of humankind. Harper. https://search.library.wisc.edu/catalog/9910419687402121

Harari, Y. N. (2017). Homo Deus a Brief History of Tomorrow. In An Imprint of Harper Collins.

Harari, Y. N. (2018). 21 Lessons for the 21st Century (Kindle Edition.). Vintage Publishing.

Redacción. (2018, November 16). Yuval Noah Harari, el filósofo futurista que sin usar teléfono celular se ha convertido en el gurú involuntario de Silicon Valley. BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-46203921

Žižek, S., & Harari, Y. N. (2022, July 19). Should We Trust Nature More than Ourselves? @YuvalNoahHarari. https://www.youtube.com/watch?v=3jjRq-CW1dc&t=187s&ab_channel=YuvalNoahHarari

 

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