Las reflexiones de Lenin
Para un revolucionario profesional como Lenin la Comuna careció de preparación y vino a ser un movimiento espontáneo, indisciplinado, heterogéneo y confuso. «El capitalismo francés se hallaba aún poco desarrollado, y Francia era entonces, en lo fundamental, un país de pequeña burguesía (artesanos, campesinos, tenderos, etc.). Por otra parte, no existía un partido obrero, y la clase obrera no estaba preparada ni había tenido un largo adiestramiento, y en su mayoría ni siquiera comprendía con claridad cuáles eran sus fines ni cómo podía alcanzarlos. No había una organización política seria del proletariado, ni fuertes sindicatos, ni sociedades cooperativas…» (Vladimir Ilich, Lenin, «En memoria de la Comuna», en La Comuna de ParísAkal, Madrid 2010, pág. 110).
Lo fundamental del fracaso, apunta Lenin, estuvo en la incapacidad de los comuneros de destruir el poder militar de la reacción. Lenin reprocha a los comuneros que éstos se quedasen a mitad de camino en la «expropiación de los expropiadores» y en lugar de ello soñaron con imponer la justicia suprema y la unidad nacional sin incautar los bancos, dominando el «justo intercambio» de los proudhonistas. ¿Por qué los comuneros no nacionalizaron el Banco de Francia cuando encima éste ingresaba grandes cantidades de dinero al Gobierno de Versalles? Porque Thiers les hizo saber inmediatamente a los comuneros que en caso de que expropiasen el Banco de Francia respondería acuñando otro franco. Esto hizo que los comuneros no pudiesen afrontar la guerra contra Versalles y mejorar su organización interna, y al no tocar las reservas del banco se dedicaron a solicitar préstamos.
Lenin también consideraba un error la magnanimidad excesiva de los proletarios: «en lugar de eliminar a sus enemigos, que era lo que debía haber hecho, trató de influir moralmente sobre ellos, desestimó la importancia que en la guerra civil tienen las medidas puramente militares y, en vez de coronar su victoria en París con una ofensiva resuelta en Versalles, se demoró y dio tiempo al Gobierno de Versalles a reunir fuerzas tenebrosas y prepararse para la sangrienta semana de mayo» (Vladimir Ilich Lenin, «Las enseñanzas de la Comuna», en La Comuna de París Akal, Madrid 2010, pág. 99). Y sin embargo, un poco antes, en ese mismo texto que es de 1908, decía: «A pesar de que el proletariado socialista estaba dividido en numerosas sectas, la Comuna fue un ejemplo brillante de unanimidad con la que el proletariado supo cumplir las tareas democráticas que la burguesía sólo podía proclamar. Sin ninguna legislación complicada, con toda sencillez, el proletariado, que había conquistado el poder democrático del régimen social, suprimió la burocracia y estableció que todos los cargos públicos fuesen electivos» (Lenin, «Las enseñanzas de la Comuna», pág. 99).
No obstante, con todos sus errores, «la Comuna constituye un magnífico ejemplo del más importante movimiento proletario del siglo XIX. Marx dio un alto valor a la importancia histórica de la Comuna. Si los obreros se hubiesen dejado arrebatar las armas sin luchar cuando la pandilla de Versalles efectuó un traicionero intento de apoderarse de las armas del proletariado parisiense, la funesta desmoralización que semejante debilidad hubiera sembrado en las filas del movimiento proletario habría sido muchísimo más grave que el daño ocasionado por las pérdidas que sufrió la clase obrera en la lucha por defender sus armas. Por grandes que hayan sido los sacrificios de la Comuna, la importancia de ésta para la lucha general del proletariado lo ha compensado: la Comuna animó el movimiento socialista en toda Europa, mostró la fuerza de la guerra civil, disipó las ilusiones patrióticas y acabó con la fe ingenua en los esfuerzos de la burguesía por lograr objetivos nacionales comunes. La Comuna enseñó al proletariado europeo a plantear en forma concreta las tareas de la revolución socialista» (Lenin, «Las enseñanzas de la Comuna», págs. 99-100).
Y en abril de 1911 diría al respecto: «Abandonada por sus aliados de ayer y sin contar con ningún apoyo, la Comuna tenía que ser derrotada inevitablemente. Toda la burguesía de Francia, todos los terratenientes, corredores de bolsa y fabricante, todos los grandes y pequeños ladrones, todos los explotadores, se unieron contra ella. Con la ayuda de Bismarck, que dejó en libertad a 100.000 soldados franceses prisioneros de los alemanes para aplastar al París revolucionario (otros historiadores -Antonio Escohotado en Los enemigos del comercio II– lo rebajan a 60.000, entre los que se encontraban las brigadas más preparadas del ejército francés). Esta coalición burguesa logró enfrentar con el proletariado parisiense a los campesinos ignorantes y a la pequeña burguesía de provincias y rodear la mitad de París con un círculo de hierro (la otra mitad había sido cercada por el ejército alemán). En algunas grandes ciudades de Francia (Marsella, Lyon, Saint-Étienne, Dijon y otras, los obreros también intentaron tomar el poder, proclamar la Comuna y acudir en auxilio de París, que había sido la primera en enarbolar la bandera de la insurrección proletaria, quedó abandonada a sus propias fuerzas y condenada a una muerte segura» (Lenin, «En memoria de la Comuna», págs. 109-110).
Lenin concluye que la Comuna «no luchó por un objetivo local o estrechamente nacional, sino por la emancipación de toda la humanidad trabajadora, de todos los humillados y ofendidos. Como combatiente de vanguardia de la revolución social, la Comuna se ha ganado la simpatía en todos los lugares donde sufre y lucha el proletariado. La epopeya de su vida y de su muerte, el ejemplo de un gobierno obrero que conquistó y retuvo en sus manos durante más de dos meses la Capital del mundo, el espectáculo de la heroica lucha del proletariado y sus sufrimientos después de la derrota, todo esto ha levantado la moral de millones de obreros, alentando sus esperanzas y ganado sus simpatías para el socialismo… La causa de la Comuna es la causa de la revolución social, es la causa de la completa emancipación política y económica de los trabajadores, es la causa del proletariado mundial. Y en este sentido es inmortal» (Lenin, «En memoria de la Comuna», págs. 112-113).
Y a finales de diciembre del revolucionario año de 1917 escribía al respecto: «La comuna de París nos ha ofrecido un magnífico ejemplo de iniciativa, de independencia, de libertad de movimiento y de despliegue de energías desde abajo, todo ello combinado con un centralismo voluntario, al que le son ajenos los clisés» (Vladimir Ilich Lenin, Acerca del aparato estatal soviético, Editorial Progreso, Moscú 1980, pág.108).