150 años de la Comuna de París (y IX)

150 años de la Comuna de París (y IX). Daniel López Rodríguez

Conclusiones sobre la Comuna

1871 fue un fracaso como 1848 porque las reservas campesinas apoyaron a la burguesía y no al proletariado, a diferencia de la Revolución de Octubre en donde el proletariado sí fue capaz de arrancar las reservas campesinas a la burguesía.

En definitiva -como diagnosticaron Marx, Engels y Lenin- la derrota de la Comuna se debió a que ésta no estaba vertebrada por un partido proletario que la guiase estratégicamente en el proceso revolucionario que estaba llevando a cabo. Pero, en rigor, la Comuna de París no fue exactamente una revolución proletaria, pues los insurgentes parisinos fueron artesanos, comerciantes, trabajadores cualificados y pequeños patrones que aspiraban a una república democrática y universal que recogiese el relevo de 1793 y 1848. Como se ha dicho, «El trabajador de 1871 estaba más próximo al de 1848 que al proletariado socialista del siglo XX. Ideológicamente, conservaba la tradición revolucionaria jacobina, mientras que el socialismo era incipiente y minoritario. Las asociaciones y las sociedades obreras de 1871, si bien prefiguraban al sindicato, eran sobre todo similares a las de 1848 y hundían sus raíces en la tradición de la organización corporativa. Todo ello le llevó a Rougerie (1964) a concluir que la Comuna era el punto final de la gesta revolucionaria iniciada en 1789» (Roberto Ceamanos, La Comuna de París (1871), Catarata, Madrid 2014, pág.160). La Comuna sería, pues, el último ejercicio revolucionario del radicalismo francés (lo de Mayo del 68 fue una parodia). 

Aunque es cierto que con el paso del tiempo la Comuna de París se convirtió en una referencia emblemática para las revoluciones comunistas y las insurrecciones anarquistas del siglo XX, tendencias revolucionarias que precisamente se escindieron definitivamente de la Internacional y del movimiento obrero en general después del episodio cuya experiencia se prolongó durante 72 días en la Comuna parisina.

Sobre la Comuna también se ha dicho: «Hundido el Segundo Imperio de Napoleón III en la catástrofe militar de Sedan en 1870 se formó en París un gobierno provisional con el que nacía la Tercera República francesa, en la que ocho de sus once miembros pertenecían a la Masonería (Véase Ricardo de la Cierva, La masonería invisible, Editorial Fénix, 2010, pág. 528). En abril y mayo de 1971 el Grande Oriente de Francia ha celebrado el centenario de la Comuna de París como una gloria masónica, aunque algunos historiadores masones insisten en que la Comuna fue provocada por las logias “avanzadas” es decir revolucionarias, no por las Obediencias (Grande Oriente y Supremo Consejo del Grado 33) que estuvieron en desacuerdo. Creo que se trata de distinciones bizantinas. El pueblo de París no olvidó nunca que el 29 de abril, en vanguardia del gran cortejo que marchaba de París a Versalles para negociar con el gobierno (es decir, con los miembros masones del gobierno) caminaban las logias de París con sus banderas desplegadas y con sus Venerables al frente. Las dos alas sociales de la Masonería, la burguesa y la revolucionaria, estaban entonces frente a frente; cualquier solución al problema de la Comuna sería una solución masónica. Con la Internacional sucede algo semejante; no fue la única fuerza organizada de la Comuna pero sí un elemento esencial; desde entonces las tres Internacionales revolucionarias -anarquista, socialista y comunista- han reivindicado y conmemorado como propia la Comuna de París. Y después del sangriento fracaso de la revuelta (en el que se registraron víctimas masónicas y verdugos masónicos) se impuso en la Masonería francesa y en sus instancias oficiales -el Grande Oriente- la tendencia más republicana y radical, que en 1877 conseguiría su gran objetivo, arrancar del Grande Oriente de Francia hasta esa sombra de divinidad que eran el Gran Arquitecto del Universo» (De la Cierva, La masonería invisible, pág. 528). 

Ya el 6 de junio de 1871 dejó por escrito Jules Favre: «Como una vasta masonería, su sociedad [la Internacional] abarca toda Europa […]. Odiarlos […], castigarlos no es suficiente. Hay que buscar el germen y extirparlo» (Citado por Kristin Ross, Lujo Comunal, Traducción de Juanmari Madariaga, Ediciones Akal, Madrid 2016, pág. 44).

Según dijo años después el comunero M. Chauvière, la Comuna fue «un acto audaz de internacionalismo», ya que París no sería la capital de Francia «sino un colectivo autónomo en una federación universal de los pueblos» (Citado por Ross, Lujo Comunal, pág. 44). Pero eso sería, en todo caso, desde la perspectiva emicde los comuneros (fenomenológica e ideológicamente), pero desde la perspectiva etic(en nuestro caso desde el materialismo filosófico) tal internacionalismo fue políticamente inviable, y los comuneros, de facto, estuvieron más tiempo encargados en maniobras militares (en lo que venía a ser una especie de protocapa cortical) y en las disputas y plasmaciones legislativas que se iban construyendo en el Hotel de Ville (en una especie de protocapa conjuntiva). Dicho de otro modo: aunque los finis operantis de la ideología en la que estaban imbuidos los comuneros estuviesen impulsados y motivados desde un supuesto internacionalismo (aureolarmente concebido), los finis operis consistieron en forjar un Estado que se enfrentaba a otros Estados (al de Versalles y al nuevo Estado, o más bien Imperio, alemán); aunque la Comuna acabó siendo un aborto de Estado, y por ello no fue un Estado eutáxico sino distáxico, finiquitado en tan sólo 72 días, un Estado fallido de una revolución fallida. Sin la conquista del Estado no se consuma la revolución. 

La Comuna retomó el calendario de la primera Revolución Francesa, aunque no adoptó la bandera tricolor (burguesa) sino la bandera roja (proletaria), esto es, la bandera de «la república universal», como decía el Journal official de la République française sous la Commune. La Internacional tomó esta expresión como sinónima de «república de los trabajadores». A nuestro juicio, una república en cuanto tal no puede ser nunca una república universal: si es república no puede ser universal, y si es universal no puede ser república. La república universal significaba  el desmantelamiento de la burocracia imperial, sobre todo el desmantelamiento del ejército profesional y la policía. Se trataba, pues, de la anarquía, según entendemos las palabras de Élisée Reclus: «No basta emancipar a cada nación en particular de la tutela del rey. Debe liberarse de la supremacía de otras naciones; sus fronteras deben ser abolidas, esos límites que convierten en enemigos a pueblos que simpatizan […]. Nuestro grito de guerra ya no es “¡Viva la República!”, sino “¡Viva la República Universal!”» (Citado por Ross, Lujo Comunal, pág. 30). Cuando el 15 de abril se reunió la Asamblea General de la Unión de Mujeres se le confirió a Elisanbeth Dmitrieff, por su dedicación y energía «por encima de todo elogio», el título de «ciudadana de París, a la espera de que la República Universal le dé las cartas de naturalización que hagan de ella una ciudadana de la humanidad» (Citado por Ross, Lujo Comunal, págs. 38-39). Ciudadanía que ni existe ni puede existirporque la humanidad no es una totalidad atributiva en la que se expresa la armonía y la unidad, sino en todo caso más bien consiste en ser una totalidad distributiva separada en diferentes Estados entre los que hay coyunturales alianzas contra otros Estados, diferencias que en ocasiones se resuelven a través de los poderes diplomáticos de las capas corticales de los respectivos Estados y en otras ocasiones, como última solución, a través de los poderes militares.

La Comuna parisina fue «el punto culminante de la Primera Internacional. Así como el Manifiesto comunista fue la anticipación teórica del movimiento moderno del trabajo y la Primera Internacional fue la anticipación práctica de las asociaciones del trabajo del mundo, así la Commune de Paris fue la anticipación revolucionaria de la dictadura del proletariado» (León Trotski, «La Guerra y la Internacional», https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1910s/1914-guerra.htm).

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