Publicamos el decimonoveno trabajo perteneciente al II concurso de relatos “Una carta a un hijo” organizado por la escritora y farmacéutica, Esperanza Ruiz Adsuar, en colaboración con Posmodernia y las Bodegas Matsu perteneciente a la Denominación de Origen Toro. Dicho concurso durará hasta el próximo 31 de octubre de 2020. Bases para la participación en el concurso
Título: Mi niño de eterna sonrisa
Pseudónimo: Chio
Llegaste un día caluroso que decía adiós a la primavera, tu cuerpo pegado a mi pecho, tu olor, esas manitas pequeñas y arrugadas… un amor desconocido hasta ese instante… te miraba y miraba, era una sensación nueva para mí, tan maravillosa que sólo podía pensar en protegerte como una leona a sus cachorros, mi dulce niño de eterna sonrisa, sin duda en cuestión de segundos me enamore de ti…
Querido hijo, mi pollito…
Desde que llegaste a mi vida has sido un chorro de agua fresca lleno de ternura, amor, un torbellino de ideas y preguntas, verte crecer es un privilegio, hoy te escribo para agradecerte y gritar al mundo cuán orgullosa estoy de ti.
Podría decirte lo bueno que eres, lo inteligente, guapo y divertido… en definitiva no sería más que otra madre loca por su hijo… Pero cariño mío hay personas en este mundo que nacen con una luz especial que les hace hermosamente diferentes y tú eres una de ellas, por eso hoy en este trocito de papel quiero dejarte los momentos que me robaron el alma, quizá dentro de unos años tú no los recuerdes, esta carta los mantendrá vivos para siempre porque todos tenemos nuestra historia, y esta es la tuya…
Estando embarazada de ti una noche a finales de invierno, mamá tenía mucho frío y me quedé dormida en el sofá arropadita en el brasero, de repente tus patadas cada vez más y más fuertes me despertaron y pude darme cuenta que el perro había metido las enaguas en el brasero y las llamas llegaban al techo, como pude me levanté abrumada y busqué ayuda, sin duda aquella noche hijo mío te convertiste en mi héroe, nos salvaste la vida a los dos.
Cuando cierro los ojos aún puedo verte con dos añitos y medio, asomado a la puerta de la cocina, con aquella bata de invierno con el cinturón muy apretado, tus chapetas de recién bañado y muy repeinado diciéndome muy serio y con esa media lengua que sólo yo descifraba:
“Mamá he decidido que quiero trabajar”
-¿Por qué hijo? Te conteste yo sorprendida de aquellas palabras tan grandes en un niño tan pequeño.
-Porque si trabajo me puedo ir contigo, no tengo que quedarme con la abuela así siempre estamos juntos, me dijiste, no cabía en mi del asombro como mi pequeño con una lógica aplastante, sin saber ni si quiera el significado de la palabra “trabajar” había decidido construir ese puente que le llevase a pasar más tiempo con mamá
Fue pasando el tiempo y tu curiosidad por aprender era cada vez más y más… con tres años ya sabías leer y al salir de clase tus profesores siempre tenían una historia que contarme,” Javier vive en su mundo decían”…. habla de dragones mágicos y de mundos donde superfafa y el toro son sus compañeros de aventura.
Tu pregunta favorita era – Y POR QUÉ…. A veces yo misma no encontraba explicaciones a tus preguntas y tú mismo inventabas una respuesta – A QUE SI MAMÁ, A QUE ES POR ESO y yo te miraba y con una sonrisa en mi cara te decía claro que si Javier todo es posible.
Y volaron los años y pronto llego el día en el que te tocó decidir si hacer o no la comunión, tenías 8 años, me senté a tu lado y te pregunté:
¿Por qué quieres hacer la comunión Javier? ¿Por qué es una fiesta, por los regalos, por sentirte importante ese día…?
Y tu respuesta fue:
– Mamá quiero recibir a Jesús en mi corazón para que me cuide proteja siempre, yo creo en el, quiero celebrar ese día con mi familia, y una vez más me volviste a dejar boquiabierta con tu palabrería.
Con 10 añitos me demostraste la humanidad que existe en tu corazón. Hace algunos años adoptamos un gatito que llego a casa por casualidad para quedarse, Balto tenía una enfermedad mortal leucemia, pero aún así pudimos disfrutar y cuidar de el 3 años. Una mañana su corazoncito no pudo más y ya no era capaz ni de moverse, vimos que su hora había llegado. No olvidaré nunca aquel día, pusiste a Balto en un cojín lo acariciabas y le decías:
-No tengas miedo Baltito vas al cielo de los gatos y allí serás feliz para siempre…. hasta que su vida se fue… te levantaste llorando y te abrazaste a mi y me dijiste:
-Mamá no llores hoy el Señor ha llamado a Balto para hacer su viaje al cielo un día nos volveremos a encontrar.
No me salían las palabras porque tú ya lo habías dicho todo con tu valor y dulzura acompañaste a Balto hasta el final.
Hijo mío aunque hay partes de tu historia que me gustaría borrar, forman parte de ti y quiero que sepas que esta parte dirá mucho del hombre que llegaras a ser, de la persona que crece día a día en ti, porque supiste pedir ayuda y dejar que tu alma hablara, enfrentándote al dolor y mirándolo a la cara, aunque tu cuerpo temblase.
Y allí estabas, frente a la verdad que te hizo mayor sin querer, exhausto, repitiendo en cada lugar con cada persona diferente tus miedos, ese basta ya que te hizo más fuerte más valiente y más seguro…. Aunque en tus deseos más arraigados en el fondo de tu corazón de niño, dentro de ti nunca murió la esperanza, aquella desconocida que le daba luz a tus pesadillas, supiste respirar profundo y vencer al miedo, aunque te quedó la tristeza de lo que nunca has tenido, has podido ser feliz a tu marera, borrando todo lo malo para avanzar abriendo puertas a todo lo queda por venir…
Por todo lo que eres, por lo que serás, por lo que me has dado, solo te pido que siempre seas esa persona que mira de frente y lucha celebrando la vida, dando gracias cada día, yo las doy por tenerte, sin duda eres mi alegría…
Con amor mamá