Ahora tenemos que estar en pie,
mientras los aqueos están cayendo
bajo los golpes de un dios
que con su arco siembra el pánico;
Apolo, a quien más le ha importado Troya
Ilíada, Canto XV
Platón ha sido durante largo tiempo injustamente caracterizado como el padre intelectual del totalitarismo. Aunque la crítica más influyente vino de la pluma de Popper en su obra La Sociedad Abierta y sus Enemigos1, las premisas de las que parte el vienés derivan de una lectura literal y anacrónica de la República de Platón2, de la que extrae conclusiones que le permiten encajar su criticismo en su paradigma de sociedad abierta, que, en esencia, Popper conceptualiza como un sistema en el cual el avance del conocimiento y la mejora de las condiciones sociales se logran a través de la crítica y la refutación de ideas mediante un falsacionismo aplicado a la sociología.
En la sociedad abierta popperiana3, los individuos deben ejercer creatividad, racionalidad crítica y tolerancia, permitiendo que las ideas sean constantemente cuestionadas y mejoradas, en lugar de ser aceptadas dogmáticamente. Dicho con otras palabras, una sociedad es abierta cuando sus instituciones promueven la crítica4 y la búsqueda pragmática de soluciones a problemas sociales y políticos, con base al sistema de la democracia liberal moderna. Popper opone a este modelo el presunto holismo de Platón (como si el marco teórico del libertario Hayek no lo fuese en la misma medida), que, según el austriaco, conduce a la visión totalitaria y reaccionaria del estado ideal descrita por el griego en la República5., que Popper denuesta por utópica, inmovilista e inviable. El filósofo vienés aboga, por contra, que los problemas sociales deben abordarse de manera gradual, pragmática y heurística, para propiciar un marco para la clase de ingeniería social incremental y dotado de las ínfulas cientifistas que su idea de progreso requiere6.
Pero como decíamos al inicio, por más que la crítica sesgada de Popper a Platón goce de amplio predicamento en el mundo académico anglosajón y sus satélites culturales, lo cierto es que las tergiversaciones interesadas sobre Platón tienen una dilatada historia, que podemos rastrear hasta el punto mismo de las circunstancias políticas que rodearon la vida del filósofo ateniense7. A partir de ahí, un análisis menos simplista nos da pie a situar la imagen de Platón bajo el palio de una luz bien diferente.
En verdad, como se refleja tanto en la biografía como en los propios escritos de Platón, él y otros líderes de su tiempo lucharon para preservar los logros de la civilización griega, enfrentándose a los imperios oligárquicos mesopotámicos que habían convertido la democracia ateniense en un instrumento de facto de la corte persa8. Ésta se servía de la demagogia, la sofistería y el soborno para manipular al pueblo griego, socavando el liderazgo de los tradicionalistas que se oponían a unas oligarquías cuyo modus operandi no difiere sustancialmente del de las actuales oligarquías supranacionales9 y sus lobbies.
El eje central en esta política de injerencia giraba en torno al culto a Apolo, originado en el Este bajo el sacerdocio de Marduk, quien mantenía un vínculo cerrado con Persia, cuyos intereses políticos10 favorecía. Entre sus logros cabe destacar la destrucción del reino de Lidia, el debilitamiento de la resistencia Jonia y el socavamiento de los intereses atenienses en la Guerra Persa y en la Guerra del Peloponeso11. Los templos de Apolo actuaban como potentes centros financieros y de intercambio de confidencias y consignas, que se gestionaban de acuerdo con los intereses persas por medio de una amplia red clerical12. Las crípticas profecías de Apolo, transmitidas por la Pitonisa, eran interpretadas por sacerdotes y utilizadas para influir en las acciones de quienes consultaban al oráculo13.
Esto había sido posible merced a la caída del Imperio Babilónico a manos del persa Ciro el Grande, que, con la complicidad de los sacerdotes babilonios, consolidó el control persa en el Oriente Próximo14. Aunque ello supuso el fin del imperio babilónico, el sacerdocio oligárquico continuó gobernando a través del imperio persa15: con la caída de las ciudades-estado jonias, Persia controlaba los centros mercantiles de Asia Menor16. El movimiento democrático en Grecia, financiado y dirigido por Persia, fue instrumental en la destrucción de la revuelta jónica, liderada por Aristágoras de Mileto, que buscaba apoyo griego para su resistencia contra Persia17. La intervención de la facción democrática, que tomó partido contra los líderes jónicos y la élite tradicional ateniense, resultó fundamental para frenar el apoyo griego a la rebelión18.
De hecho, el ascenso de Clístenes, el primer líder democrático de Atenas, no se logró mediante un movimiento popular o tras un enfrentamiento social, sino gracias a las intrigas palaciegas de los sacerdotes de Apolo en Delfos, quienes se aseguraron la intervención de la ciudad-estado de Esparta para poner a Clístenes en el poder19. Con ello, la familia Alcmeónida de Clístenes llegó a dominar la democracia ateniense durante casi cien años, con el apoyo de los sacerdotes de Delfos20. Clístenes hizo llegar a Persia los símbolos tradicionales de la sumisión, sellando de este modo el primer contacto oficial entre el imperialismo persa y la democracia griega, que llevaba implícito el vasallaje de Atenas a Darío21. Con estos mimbres, el yerno de Darío, Mardonio, lideró una armada de medio centenar de buques en una «campaña de liberación» contra Jonia22, que estableció democracias formales que celebraban su nueva libertad, por más que, a efectos prácticos, estuvieran políticamente subordinadas a Persia23.
Mientras tanto, los demócratas de Atenas hicieron valer su programa político como la única alternativa capaz de traer la justicia para el pueblo24. Criticaron, por consiguiente, la tenencia de tierras y la política exterior de la aristocracia terrateniente, acusándola de conspirar con Esparta para instaurar un régimen tiránico en Atenas25. Bregaron, asimismo, por desarmar a los campesinos, confiscar sus tierras, fraccionar la propiedad y atacar a la élite política, como primer paso en la lucha democrática26.
Otro objetivo primordial del nuevo poder en Atenas era el establecimiento de democracias en todos los estados griegos, creando una política exterior de guerra revolucionaria emancipadora27. En la práctica, esto implicaba instaurar democracias afines a Atenas28 en todas las ciudades-estado de la Hélade, formando una alianza panhelénica de democracias para finiquitar el poder tradicional29.
Con todo, tras la derrota de los jonios, Atenas se convirtió en un objetivo estratégico prioritario para Persia30. Darío envió una embajada a Atenas, recordando la promesa de lealtad hecha por los demócratas a través de Clístenes y exigiendo sumisión incondicional31. Atenas respondió fortificando su posición contra Persia y comenzando a construir una nueva flota32. En el año 492 a.C., la flota persa, compuesta por trirremes egipcios y fenicios, conquistó Tracia y Macedonia, pero tuvo que retirarse debido a una tormenta que hundió varios cientos de navíos33.
Temístocles, líder del partido democrático ateniense, había sido educado en Delfos con el apoyo de Persia, y su familia sacó partido de la caída de las aristocracias antiguas. Naturalmente, para los persas, la democracia era un medio y no un fin, por lo que resultaba ineficaz para sus planes si no eran capaces de controlar al populacho a su voluntad. Los demócratas recurrieron para ello a marinos y soldados, beneficiándolos con las reformas agrarias y los estipendios proporcionados por el partido democrático, de resultas de lo cual apoyaron a los demócratas por interés económico, utilizando la flota como base de poder para alinear a Atenas con los intereses de Delfos y Persia. Un ejemplo de estos juegos de doble cara es la batalla de Maratón, que se presenta habitualmente como una notable victoria de las fuerzas griegas, cuando en realidad fue una derrota para Atenas y una victoria para el partido democrático. En la batalla, un nutrido ejército persa dotado de 700 navíos se enfrentó a una fuerza combinada de hoplitas griegos, liderada por Atenas y Esparta. La estrategia de Temístocles, basada en emboscar a las fuerzas persas, resultó en la aniquilación de los hoplitas34.
Pese a las bajas, la derrota militar brindó a Temístocles y a los demócratas una victoria política, al tomar el control de Atenas, donde implementaron reformas radicales que consolidaron el dominio de la facción democrática, y eliminaron a las antiguas aristocracias. La derrota en Maratón y la ocupación persa iniciaron un período de latente dominio persa sobre los destinos de Grecia, pero también supusieron el inicio de la resistencia griega. Esta resistencia culminó con la victoria griega en las Guerras Médicas, destacándose las batallas de Salamina y Platea, que llevaron a la expulsión definitiva de las fuerzas persas y al inicio del florecimiento cultural y político del período clásico griego. Los griegos tomaron la iniciativa, formando la Liga de Delos con Atenas y Esparta, para liberar Jonia y Egipto, para eliminar de una vez por todas la amenaza persa35.
Nuevamente, entre 457 y 428 a.C., ya bajo el liderazgo de Pericles, Atenas vio amenazada su libertad y prosperidad. Baste destacar que, pese a la mitificación del personaje, Pericles erosionó el progreso del estado-ciudad al desmantelar su liderazgo tradicional y transformar la Liga de Delos, originalmente una alianza defensiva contra Persia, en un instrumento del expansionismo ateniense. Esto deterioró las relaciones con los aliados, y provocó por ende la confrontación con Esparta36.
Pericles también aumentó los tributos de los miembros de la Liga y trasladó su tesoro a Atenas, fusionándolo con el tesoro local para financiar proyectos ambiciosos, como la reconstrucción de la Acrópolis. Aunque significativos en términos arquitectónicos, estos esfuerzos contribuyeron al deterioro económico y social de Atenas. La ciudad se llenó de campesinos endeudados que abandonaban el campo, lo que trajo el colapso agrícola y a una creciente dependencia de importaciones de alimentos del Mar Negro. La economía ateniense se redujo a poco más que a la fabricación de cerámica y a la minería de plata, con una gran disminución del intercambio técnico y comercial en beneficio del extractivismo imperial37.
Pericles patrocinó además el movimiento sofista, que tuvo consecuencias muy negativas en la moralidad y el conocimiento de los atenienses. Bajo su égida, se promovió una educación retórica y sofista que enseñaba a presentar argumentos débiles como fuertes y a despreciar el valor de las matemáticas y la ciencia natural. Sofistas como Gorgias, Trasímaco y Protágoras promovieron una visión relativista de la moralidad, sosteniendo que correcto e incorrecto eran meramente cuestiones de convención, conveniencia y circunstancia38.
Atenas y Esparta habían librado ya una guerra en la década de 450 a.C., que se limitó a escaramuzas en sus colonias y concluyó con un tratado de paz antes de extenderse. Sin embargo, en 431 a.C., los líderes de ambas facciones, émulos de Pericles, no se sentían responsables de evitar una nueva conflagración bélica. Los nuevos demagogos basaron su apelación a los votantes en la supresión de las tradiciones de cooperación entre Atenas y Esparta, y ninguno de los políticos estaba dispuesto a abrir negociaciones por temor a ver perjudicada su carrera. Los atenienses fueron finalmente salvados de la invasión de Esparta gracias a la ayuda financiera de Persia. La política de Artajerjes para con Atenas y Esparta era simple: mantener avivada el ascua de la guerra. Como Persia ahora financiaba a ambos contendientes, tenía el poder de prolongar la lucha o ponerle fin a voluntad. La guerra, de hecho, se prolongó diez años más. En el año 404 a.C., Esparta negoció un tratado secreto con Persia y lanzó una invasión de las colonias atenienses del Mar Negro, la fuente de suministros de alimentos de Atenas. Esta invasión puso fin a la guerra y a la hegemonía de Atenas sobre Grecia39.
En este punto, es imprescindible introducir la figura de Sócrates, vinculado al círculo familiar de Platón y cuya larga sombra es imposible ignorar para comprender correctamente el pensamiento platónico. El carácter de Platón se forjó en buena medida bajo la égida de las discusiones filosóficas que Sócrates sostuvo en la casa de su padrastro, Pirilampo, frecuentada por políticos, sofistas y filósofos. Pero Sócrates era de orígenes humildes; su madre era partera y su padre escultor, y él mismo se formó en este oficio antes de abandonarlo para dedicarse a la filosofía40.
Lo que Sócrates enseñaba era que la verdadera aprehensión de la realidad de las cosas se logra mediante la formulación, el examen y la discusión de problemas, enfatizando que la autoridad del conocimiento debe derivarse del propio proceso mental del estudiante, no de las doctrinas impuestas por el maestro. Por ello, en vez de orientar a los jóvenes de familias influyentes para hacerse con cargos públicos, Sócrates buscaba que cuestionaran su aptitud para gobernar, promoviendo una reflexión crítica sobre el ejercicio del poder41.
En 406 a.C., durante la Guerra del Peloponeso, Sócrates, como presidente de la asamblea ateniense, bloqueó una acusación contra el Estado Mayor ateniense por no rescatar a soldados tras la batalla de las Arginusas, al considerar que violaba las leyes de Atenas. Sin embargo, el partido democrático condenó a muerte a los generales, lo que facilitó la victoria espartana42.
Tras la guerra, la facción ateniense que Sócrates representaba se opuso al dominio espartano, llevando a una restauración democrática en 403 a.C. bajo Trasíbulo y Conón. Sin embargo, las facciones que apoyaron a Esparta formaron un frente democrático bajo Trasímaco, resultando en otro ciclo de guerra civil y en la acusación a Sócrates de corromper a la juventud43.
Pero en verdad nada en los diálogos de Platón, escritos durante su exilio en Megara, sugiere tal cosa a propósito de Sócrates. Antes bien, lo que encontramos es que Sócrates, como acabamos de señalar, buscaba educar a los futuros dignatarios desde los principios de la razón socrática. En la Apología, Sócrates aparece criticando a la democracia ateniense desde una perspectiva de ley universal, argumentando que la eliminación de la autoridad universal por las instituciones democráticas conduce a un uso incompetente de las tradiciones por parte de quienes gobiernan, dando carta de naturaleza a sofismas legales. No parece ciertamente que estas tesis suyas pudieran ser vistas con agrado por los colaboradores del imperio persa dentro de Atenas, y en consecuencia, no se antoja descabellado conjeturar que la posición de Sócrates al frente de la facción anti-persa no fuese un factor decisivo entre quienes le condenaron a muerte44.
Según Platón, Sócrates trajo una nueva concepción de la verdad. A diferencia de los sofistas y los seguidores de Aristóteles, que intentaron profesionalizar la filosofía con fines espurios, Sócrates se dedicó a cuestionar y desafiar mayéuticamente a sus interlocutores, estableciendo un enfoque moral como base del saber metódico. Cabe sostener por añadidura que Platón, cuanto epígono de Sócrates, se convirtió en el primer científico de la política45.
Tras la muerte de Sócrates, su círculo se reorganizó en Megara, aliada de Esparta, y persistió en la resistencia contra el imperio persa. Poco después, Platón viajó a Egipto, territorio bajo dominio persa desde la conquista por Cambises en 525 a.C. Sin embargo, Egipto albergaba una élite anti-oligárquica vinculada al sacerdocio de Amón, que mantenía contactos con la facción griega opuesta a Persia46.
Durante sus trece años en Egipto, alrededor del 398 a.C., Platón participó en actividades políticas contra los oligarcas persas, emergiendo como un líder en la lucha internacional contra el dominio persa. En ese periodo, Persia había sometido a Esparta y Atenas, utilizando estas ciudades-estado para implementar sus políticas de poder en el Mediterráneo47. En Esparta, Lisandro, agente de Artajerjes, había depuesto al legítimo heredero espartano, reemplazándolo por Agesilao, un monarca manipulable que dependía de Lisandro. Aunque Agesilao era un soldado veterano, no exhibía habilidades de liderazgo apreciables48.
Pero en una maniobra política sorprendente, Agesilao, una vez alcanzado el trono, anunció su intención de liderar personalmente a los Diez Mil en Jonia contra Persia. Esta decisión desautorizó a Lisandro y movilizó el poder militar espartano contra el imperio persa. Al asumir el mando del ejército espartano, Agesilao sustituyó a Lisandro, y se dirigió a Jonia con sus tropas49.
En 395 a.C., Agesilao, al mando de los Diez Mil, infligió una derrota decisiva al ejército persa de Artajerjes, despejando el camino a Susa, la capital administrativa de Persia. Sin embargo, los persas orquestaron maniobras para contrarrestar el avance espartano. Lisandro manipuló el culto de Apolo en Delfos para promover profecías que sugerían la abdicación de los reyes espartanos y la elección de un nuevo rey, buscando colocar a Lisandro en el trono. Simultáneamente, el almirante ateniense Conón preparó una ofensiva naval en Jonia para cortar la comunicación de Agesilao con Grecia50.
Mientras tanto, Platón, en Egipto, desempeñaba un papel protagonista en la ayuda a Esparta. El rey egipcio Neferites suministró materiales para construir barcos y provisiones, fortaleciendo la flota espartana contra Conón. Además, los sacerdotes egipcios de Amón denunciaron a Lisandro y al Templo de Apolo como conspiradores, forzando su expulsión y neutralizando su influencia en Esparta51.
La participación de Platón y su colaboración con el matemático Eudoxo de Cnido fueron fundamentales en la preparación para la campaña final contra Persia. Eudoxo, experto en ciencia empírica y astronomía, y Platón, con su conocimiento en estrategia naval, jugaron papeles determinantes en la preparación para la guerra52.
En 387 a.C., la flota ateniense bajo Conón obtuvo una victoria decisiva sobre la escuadra espartana de Lisandro y sus aliados persas. A pesar de las victorias de Agesilao en Asia Menor, las maniobras navales y diplomáticas persas en Grecia habían anulado sus logros, debilitando la posición espartana y llevando a un tratado de paz53. Este tratado, conocido como el Tratado de los Treinta Años, satisfizo las necesidades inmediatas del imperio persa, pero debilitó a las ciudades-estado griegas y facilitó la expansión persa. A pesar de la hegemonía persa, el legado de Sócrates y Platón continuó inspirando la resistencia griega, preparando el terreno para futuros conflictos y el surgimiento de nuevas potencias. La derrota persa fue fruto del liderazgo de Agesilao, la influencia de Platón en Egipto y a la tenaz resistencia griega54.
Durante la subsecunete expansión griega, fue fundada en Magna Grecia la ciudad de Tarento. Bajo el liderazo de Arquitás, Tarento estableció la Liga de Tarento, una confederación de ciudades griegas que funcionaba casi como un estado-nación. Arquitás promovió avances en industria, comercio, construcción y prosperidad, al tiempo que mantenía un estrecho vínculo con las antiguas tradiciones griegas y egipcias55.
Platón y Arquitás colaboraron en Tarento para planificar una renovada ofensiva contra la oligarquía persa. Consideraron a Siracusa en Sicilia como la base ideal para esta campaña, dada la insuficiente influencia de Tarento y las tensiones con otras ciudades griegas que veían la asociación con los pitagóricos como subversiva. Platón continuó esta campaña, hasta sus últimos días, como conocemos parcialmente gracias a su correspondencia56.
Siracusa, bajo el tirano Hierón había alcanzado una gran riqueza y prestigio, destacándose como la ciudad más rica de Grecia. Aunque afectada por guerras y rebeliones, había logrado una paz precaria con Cartago, y mantenía una postura anti-persiana, apoyando los objetivos de la campaña de Agesilao57.
Platón y Arquitás vieron en Siracusa el último poder griego capaz de liderar una nueva gran alianza contra Persia. Sin embargo, no querían lanzar una mera expedición militar que pudiera ser socavada por la insurgencia persa. La riqueza y fuerza militar de Siracusa eran necesarias, pero insuficientes por sí solas; los esfuerzos previos contra Persia habían fracasado debido a sobornos y subversión58.
Entre 388 y 385 a.C., Platón y Arquitás intentaron elevar a la población griega al nivel necesario para enfrentar a Persia, proponiendo a Dionisio de Siracusa como filósofo-rey. Dionisio, un tirano conocido por su querencia por el lujo y el poder, aspiraba a ser un mecenas de las artes y las ciencias. Sin embargo, su trato con Platón fue desfavorable; Dionisio lo percibió como un intruso que se injería en los usos y costumbres de Siracura. En consecuencia. Platón abandonó finalmente Siracusa, regresando a Atenas decidido a proseguir su tarea filosófica59.
Allí fundó la Academia, dedicándose a la enseñanza, a escribir redacción diálogos filosóficos, y a participar en misiones diplomáticas. Probablemente a causa de esta labor diplomática, y pesar de que sus planes para Siracusa terminaron en fracaso, Dionisio, convencido de que Platón conspiraba contra él, lo hizo apresar y vender como esclavo60.
Pese a los desencuentros, Platón había planificado educar a Dionisio y guiarlo hacia reformas que prepararan a Siracusa para una prolongada lucha contra Persia. Parte del plan incluía atacar el oráculo de Apolo en Delfos para debilitar la alianza tebana contra Esparta y permitir a Esparta, respaldada por una flota siracusana y el oro de Delfos, continuar la lucha contra las redes de poder persas61.
En 385 a.C., Dionisio emprendió un proyecto de colonización en el Adriático para controlar el paso entre Italia y Grecia y establecer una base para una invasión de Delfos del que no se conocen los detalles. Según parece, la clerecía de Apolo en Delfos descubrió los planes y abortó su ejecución, posiblemente con la ayuda de Filisto, a la sazón persona de confianza de Dionisio62.
Con todo, Dion, cuñado de Dionisio, rescató a Platón de la esclavitud y lo devolvió a Atenas. Allí, Platón fundó la Academia (a la que se sumó Eudoxo) utilizando fondos provistos por los intermediarios de Dion. Fue en este periodo que Platón escribió la República, libro en el que sintetiza sus experiencias y reflexiones sobre sus intentos fallidos en Siracusa. A lo largo de esta obra, Platón examina el liderazgo necesario para liberar y gobernar el mundo, introduciendo el concepto del filósofo-rey y un programa educativo basado en el Trivium (música, gimnasia y geometría). Este programa tenía como objetivo formar individuos capaces de entender las leyes de la mente y guiar a sus sociedades hacia una vida justa y productiva63.
Platón presenta su programa educativo a través de Sócrates, y, ciertamente, su libro debe ser entendido como una propuesta organizativa más que como un manifiesto de acción política, o un manual totalitario, como sostiene Popper. Contrariamente a las tesis del vienés, la República ha de ser interpretada como una ilustración contextualizada del concepto del filósofo-rey y del método platónico64.
A partir de 367 a.C., Platón, tras la muerte de Dionisio y la llegada de su sucesor Dionisio II, emprendió esfuerzos estratégicos en el Mediterráneo para avanzar en la lucha contra el despotismo persa. La desintegración de la alianza persa entre Tebas, Atenas y Argos permitió la formación de una nueva alianza entre Atenas y Esparta, apoyada por la Academia. Para ello, fue clave la intervención de Platón y sus aliados, pues en 369 a.C., soldados atenienses, acampados en los terrenos de la Academia, se unieron a las fuerzas espartanas en un ataque contra Persia65.
La participación directa de Platón y la Academia concluyó en 360 a.C. con la retirada de los líderes persas y el fin de la diplomacia abierta. La intervención militar de la Academia puso fin a la hegemonía persa en el Mediterráneo, dando lugar a un período de guerra civil en la región, con el agonismo entre las políticas platónicas y las facciones pro-persas como tónica general hasta el surgimiento de Alejandro Magno (comprometido con el platonismo político y opuesto por ello al modelo persa), y la invención del Helenismo66, cuyo auge sentó las condiciones para la cristalización del cristianismo apostólico a lo largo y ancho del Mediterráneo.
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