Psicología y política son dos ámbitos que siempre han ido de la mano, hecho quizá corroborado con ese epítome histórico suyo conocido por todos: los 11 Principios de Joseph Goebbels. No por casualidad los términos políticos más empleados actualmente por políticos y gabinetes de comunicación se nos presentan con un tufillo psicológico que, por momentos, confunden ambas disciplinas hasta el punto de identificarlas. Así las cosas, sintagmas tales como apelar a las mayorías, política del odio y egoísmo económico (e ideas como influencia, racismo, polarizar o convencer) permiten entender que la política de nuestros días se ha convertido en mera psicología de grupos siendo su aplicación práctica más inmediata la más burda ingeniería social de toda la vida.
La vuelta del 8m
El 8m ha vuelto por fin a escena tras dos largos años de encerrona vírica. Eso sí, parece que no lo ha hecho con tanta fuerza como le hubiera gustado debido a las múltiples escisiones que en el seno feminista han tenido lugar; sobre todo, en entorno a cuestiones tales como la del género en tanto que constructo “social” (mentalista, diría yo) y la abolición de la prostitución.