Cañas en Ferraz

Cañas en Ferraz

Nací en la cuenca minera del Caudal; en Mieres, Asturias. Soy hijo, nieto y sobrino de mineros. En mi época de chaval tuvo lugar la huelga general de la minería que viví en primera persona y, cuando digo en primera persona, lo digo porque la mayoría de las escaramuzas de aquellos días tuvieron como campo de batalla la primera plazoleta del Polígono, mi barrio. Mi zona de confort, mis primeros recuerdos y también mis primeros amigos: Diego, Roberto, Diana, Héctor, Josín… tantos.

Así que, si me asomaba a la ventana tenía entrada de palco, si bajaba al portal de grada preferente y, si salía a la plazoleta, podía jugar el partido. Mi padre siempre me dijo: “ten cuidado”, pero nunca me dijo: “no”.

A un lado la autopista que los mineros querían cortar, al otro los terrenos de la mina de Barreo donde se refugiaban durante las cargas. En medio, mucho humo, botes, pelotas de goma por todas partes, heridos y portales con los cristales de las puertas rotos por las culatas de las franchis de los UIP cuando entraban para detener a personas que se refugiaban en ellos. “¡Abrid las casas!”, gritaban mientras subían corriendo por la escaleras. En mi propia casa una vez llegó a haber más de quince personas con la respiración entrecortada.

Al caer la noche, cuando todo se sosegaba, los mineros y los antidisturbios compartían culines de sidra en el bar de la estación. Si algún minero echaba un cantarín, recibía el aplauso de los maderos. Todos entendían que cada uno defendía lo suyo: unos, cortar la carretera para luchar por sus derechos laborales, los otros despejarla para permitir la libre circulación del resto de ciudadanos. También todos eran conscientes de que no eran enemigos, sólo eran actores de una película cuyo guion escribían otros, y que luego resultó ser un fracaso en taquilla. La reconversión socialista de la minería y la siderurgia acabó con todo allí a cambio de nada; si acaso una agencia de colocación para hijos de sindicalistas, esos sí conservaron sus trabajos.

Marlaska acaba de ser reafirmado en su cargo de ministro de interior por el presidente (in)Maduro que está a punto de robarnos la democracia, y es normal que lo haya vuelto a escoger a él. Es, sencillamente, un genio de la perversión, un cerebro de altas capacidades al servicio del mal. Nadie mejor que Marlaska para hacer el trabajo que hay que hacer.

El ministro ha analizado la nueva masa nacida de la indignación y se ha dado cuenta de que no son los mineros de principios de los 90, así que, con una serie de estrategias y dispositivos policiales tiene a la mitad de los descontentos insultando a policías, logrando así el objetivo marcado: desfocalizar la atención para diluir la responsabilidad.

Son tácticas más viejas que el hilo negro y algunas de ellas ya están en El Arte de la Guerra y otras obras clásicas. Yo lo llamo la lucha entre iguales, donde unas élites al servicio del felón consiguen que nos despreciemos entre nosotros. Así, el tipo debajo del casco al que insultas es tu vecino del quinto o el papá de una de las jugadoras del equipo de basket de tu hija. Marlaska y su sonrisa de muñeco diabólico brindan con champán cuando escuchan los gritos de los últimos días en Ferraz.

Ferraz es una forma de disidencia que la izquierda no podía tolerar: la pasión del rosario, la alegría de los cánticos ingeniosos con esos chascarrillos tan nuestros haciendo referencia a la querencia natural de muchos dirigentes socialistas por los clubs, el empolvado y el escocés etiqueta negra, o las mariscadas de los que llevan décadas vendiendo a trabajadores en cotillones de barra libre. Alegría, humor, fe… y todo sin quemar un contenedor. Va a ser que no. Llama a Fernando Grande, algo hay que hacer.

El dispositivo que se monta y que diseñan entre cuatro o cinco, actores políticos o políticos de uniforme, está diseñado justo para lo contrario de para lo que debería estarlo: generar caos en el orden y no orden en el caos. La orden de utilizar lacrimógenos en cuanto cuatro ultras movieron las primeras vallas, dejó claro las intenciones desde el primer momento. La forma en que se utilizaron luego los fraccionamientos o los embolsamientos (o cómo no se utilizaron), y la introducción de policías de paisano con dotación de defensas extensibles, prohibidas con carácter general para el orden público, dejaron ya poco lugar a la duda. Alguno se va a llevar medalla y embajada o ascenso fulgurante en los próximos años.

Pero Marlaska conoce, como yo, la diferencia entre la Policía y los policías. La Policía no debía estar visible, porque la Policía es el gobierno, pero los policías sí, así que a ellos había que colocarlos en línea detrás de unas vallas para que la gente tuviera por fin algo tangible hacia donde dirigir su rabia.

Hoy nadie sabe quién dio la orden de tirar los gases porque si sale un mando uniformado a defenderla, sería la Policía la que habla, pero si la gente insulta al bocachero que soltó el triple artefacto lacrimógeno, pues es un policía, un “perro del sistema”.

El mando tampoco saldrá motu proprio a dar la cara para asumir la responsabilidad y quitársela de los hombros a los hombres bajo su mando que hoy reciben desprecio e insultos, por eso acabará con embajada, medalla o ascenso. Da el perfil para llegar a lo más alto con este sistema. En el modelo policial en el que yo creo, quien dio la orden estaría obligado a dar una rueda de prensa al día siguiente explicando por qué era necesario el uso de ese tipo de material.

Todo estaba diseñado para que la Policía (el gobierno) no existiera, y los policías asumieran todo el coste, todo el golpe. Como en Cataluña, como durante el Covid, como siempre…. Fernando Grande sabe hacer bien su trabajo. Tiró unos botes de humo y dejó que la gente se perdiera en ellos sin atravesarlos para llegar hasta el núcleo, hasta el meollo. Las vacas y los búfalos predicen las tormentas, la leyenda dice que mientras las vacas huyen de ellas, los búfalos van a su encuentro. Cuando la tormenta alcanza a las vacas, estas están cansadas y además al correr en la misma dirección pasan mucho tiempo debajo de ella. Los búfalos, por el contrario, la atraviesan con fuerza y llegan al cielo despejado y los pastos húmedos y verdes.

Yo sueño que algún día los manifestantes de Ferraz inviten a unas cañas madrileñas a los antidisturbios después del trabajo, para dejar claro que no nos engañan, que sabemos quienes son de verdad los enemigos.

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