- Un oyente colombiano comenta y pregunta
Don Fernando Díaz Villanueva es un periodista madrileño que estudió Geografía e Historia en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid (al menos eso es lo que puede leerse en su entrada en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_D%C3%ADaz_Villanueva).
Desde el año 2016 presenta en YouTube (y en otras plataformas) los podcasts titulados La ContraCrónica (dedicado a la actualidad política) y La ContraHistoria (dedicado a la historia). A su vez también tiene otro que se titula La ContraRéplica, donde responde a comentarios y preguntas de sus oyentes, es decir, «la audiencia toma el micrófono» y él se despacha a gusto, como vamos a ver.
El pasado 5 de mayo publicó una ContraRéplica titulada «La anglofobia de los discípulos de Gustavo Bueno», en la que contestaba a uno de sus oyentes (de nacionalidad colombiana) sobre la «anglofobia» y «germanofobia» de los -así los llamaba el oyente- «gustavobuenistas». (Aquí puede escucharse: https://www.youtube.com/watch?v=dKbRqmxv07I, desde el minuto 15).
El oyente afirmaba que el materialismo filosófico es una «escuela que intenta fusionar marxismo con patrioterismo». Lo cual no es sólo una definición falsa de lo que es el materialismo filosófico sino además caricaturesca. Es decir, el oyente no sabía de lo que estaba hablando.
También cree que los «gustavobuenistas» ignoran por completo la -por decirlo con nuestros términos- génesis y estructura del capitalismo, «como si el capitalismo tuviese características germanohablantes», «como si los alemanes hubiesen inventado el capitalismo, como si los hispanos no hubiésemos contribuido a la creación de los mercados libres, ¿de dónde creen que sale la Escuela de Salamanca?». Y añade: «como si el liberalismo fuese una cosa solamente de los británicos nada más porque empezó allí». ¿Y qué «gustavobuenista» ha soltado semejantes perlas? ¿Puede citar el señor oyente alguna fuente «gustavobuenista» donde se diga eso o algo siquiera parecido?
Don Fernando empieza contestando al oyente diciendo que de Gustavo Bueno «padre» sólo ha leído «algunas cosillas suyas», y confiesa que «el gustavobuenismo poco ha calado en mí». No obstante reconoce que Gustavo Bueno es «un tipo brillante, extraoridinariamente culto y un gran polemista».
Pero inmediatamente añade, sin que sepamos si lo hace sonrojándose: «pero también equivocado de principio a fin». Suponemos que, a juicio del señor Díaz Villanueva, las equivocaciones “de principio a fin” de Gustavo Bueno son sobre las «cosillas» que ha leído (porque queremos creer que su atrevimiento no estará pensado contra lo que no ha leído). Y si Bueno estaba equivocado de principio a fin, al menos en ciertas «cosillas» (no nos dice exactamente cuáles son ésas), ¿debemos suponer entonces que sobre las mismas Don Fernando está acertado de principio a fin?
- ¿Somos anglofóbicos y germanofóbicos?
Afirma Don Fernando: «Lo que ha desarrollado esta gente, de un tiempo a esta parte, es una anglofobia y una germanofobia incomprensible. Mas teniendo en cuenta que -como bien has dicho [se refiere al oyente colombiano que le lanza el comentario/pregunta]- el propio Karl Marx era alemán, y vivió buena parte de su vida en Inglaterra, en Londres concretamente. Es decir, que su santo patrón era anglogermánico. Y no tenía demasiado cariño ni a España ni a lo hispano. Pero bueno, cabalgan sus propias contradicciones como todos los categóricos y politizados».
¿Y de dónde saca el señor Díaz Villanueva -diciéndolo de modo categórico, como si lo supiese de buena tinta- que «el santo patrón» de los «gustavobuenistas» es Karl Marx? Que yo sepa, algo así como santo patrón (o más bien «patrón», es decir, quitando lo de «santo») del materialismo filosófico -según le confesó el mismo Gustavo Bueno al socialdemócrata germanófilo Ignacio Sotelo debatiendo contra él en el programa Negro sobre blanco de Fernando Sánchez Dragó- es el gran filósofo judeo-hispano-holandés Benedictus de Espinosa (o más bien «uno de mis patronos», decía Bueno).
Ahora bien, Bueno puede ser marxista como es platónico, o aristotélico, o tomista, y desde luego espinosista. El materialismo filosófico no es una escuela marxista, se nutre de muchas influencias, entre ellas las mencionadas y por supuesto la escolástica española (o de «ilustrados» como Benito Jerónimo Feijóo). Luego eso de que Marx es el «santo patrón» de los «gustavobuenistas» se lo saca de la manga el señor Díaz Villanueva. Desconoce lo que es la vuelta del revés a Marx.
Para ello, si por casualidad lee estas líneas, le recomendamos este esclarecedor artículo: https://www.nodulo.org/ec/2008/n076p02.htm. Y en mi tesis doctoral donde hago una crítica al marxismo-leninismo desde las coordenadas del materialismo filosófico: https://idus.us.es/bitstream/handle/11441/71044/Materialismo%20y%20espiritualismo%20Copia%202.pdf?sequence=1&isAllowed=y.
El señor Díaz Villanueva tiene que estar al tanto de ciertas cosas para hablar de tales asuntos. Sobre éste en concreto parece que le falta documentación (y tiene toda la pinta de tratarse de una apariencia veraz y no de una apariencia falaz).
Argumentando con rigor -cosa que, como estamos constatando y vamos a profundizar, le faltó a Don Fernando- debemos decir que «anglofobia» o «germanofobia» no serían propiamente términos historiográficos y ni mucho menos filosóficos, sino más bien psicológicos. Dicho de otro modo: el señor Díaz Villanueva nos atribuye un psicologismo ramplón, impropio de una crítica seria, rigurosa y estrictamente filosófica (esto es, aquella donde se lleva a cabo una sistematización de las relaciones objetivas de las Ideas y no un mero capricho de «me gusta» o «no me gusta», o «lo amo» o «lo odio», e incluso «lo temo»).
El diagnóstico que hace Don Fernando de la interpretación de los «gustavobuenistas» sobre estos asuntos es propio de un formalismo segundogenérico, lo que no es otra cosa que tomar al segundo género de materialidad (M2) como el eje rector de la realidad: en este caso del análisis que hace, según Don Fernando, el materialismo filosófico de la realidad histórica de los anglos y los germanos, lo cual sería de lo más grosero y reduccionista. Como si nuestras fobias a los anglos y los germanos, en caso de que existiesen en nuestro seno, o nuestras filias a España y la Hispanidad, por muy sinceras que sean, importasen y explicasen algo sobre un asunto tan suprasubjetivo como son las cuestiones históricas y no digamos de filosofía de la historia.
Pero ¿habrá leído Don Fernando entre las «algunas cosillas» los Ensayos materialistas (Taurus, Madrid 1972) para estar al tanto de la crítica que le hacemos a sus comentarios? Quiero decir, ¿es consciente el señor Díaz Villanueva del reduccionismo tan burdo que nos quiere atribuir, disponiendo -como disponemos- de una ontología pluralista antiformalista y por ende antirreduccionista, o de toda una filosofía de la ciencia como la enorme Teoría del cierre categorial?
Como si el odio psicológico hubiese movido a Gustavo Bueno y a los «gustavobuenistas» a elaborar toda una filosofía de la historia. Ni esos son los finis operantis de las tesis de, por ejemplo, España frente a Europa o España no es un mito, y ni mucho menos son los finis operis. Pero, ¿será consciente el señor Díaz Villanueva de la distinción entre finis operantis y finis operis o sobre esto también se tiene que documentar?
Desde el materialismo filosófico se ha llevado a cabo la crítica al idealismo alemán, con todo el rigor del sistema sin necesidad alguna de odiar psicológicamente a todo un país y un intento fallido de Imperio como Alemania, porque eso filosóficamente no aporta nada. Criticar no es odiar sino cribar, clasificar, y proponer a su vez tesis más potentes (es decir, que sepan reducir, y sin necesidad alguna de atribuir tesis ajenas, las teorías adversarias).
En todo caso, que se odie o se ame eso es irrelevante; lo que importa son las categorías gnoseológicas y las Ideas ontológicas que se estén objetivamente clasificando y reconstruyendo tras el regressus triturador (par destruens y pars construens); y siempre en symploké, esto es, sin unir todo con todo de modo conspiranoico.
Que lea Don Fernando esta monumental crítica al gran filósofo prusiano (y por tanto alemán, aunque la antigua Königsberg, hoy Kaliningrado, esté en Rusia) Immanuel Kant; a ver si puede hallar algún rastro de germanofobia carente de rigurosidad objetiva y llena de psicologismos y no de verdadera filosofía (o incluso filosofía verdadera): https://filosofia.org/rev/bas/bas23501.htm.
- ¿Queremos un Estado «inmenso y omnipotente»?
Don Fernando llega a decir que los «gustavobuenistas» queremos un Estado «inmenso y omnipotente». Pero debe saber su señoría que precisamente por considerarnos materialistas no podemos desear lo que es imposible, porque eso sería puro idealismo ingenuo. Ni siquiera ya filosófico, como el idealismo alemán de la talla «sinfónica» de un Kant o de un Hegel.
Podemos sospechar, ya que según él somos «categóricos y politizados», que lo que nos quiere decir es que somos unos «totalitarios». Pero ¿acaso Don Fernando no ha leído el Primer ensayo sobre las categorías de las «ciencias políticas» (Biblioteca Riojana, Logroño 1991), donde Gustavo Bueno expone su crítica al «Estado totalitario»? Aquí también tiene que documentarse el bueno, que no «buenista», de Don Fernando.
En la citada obra el señor Díaz Villanueva podría haber leído entre las páginas 198 y 199 lo siguiente: «El “Estado totalitario” no existe ni puede existir. Por ello, no criticamos al Estado totalitario, sino a su idea, a su fantasma. Esto acaso implica que cuando criticamos a Estados históricos, que a veces incluso se autollaman totalitarios (singularmente: el estado hitleriano y el estado staliniano), acaso estamos errando el golpe. Pues si la Alemania nazi o la Unión Soviética de Stalin no son Estados totalitarios, poco sentido tendrá criticarlos como tales. La crítica real deberá dirigirse a otros aspectos no totalitarios de estas sociedades. Al criticarlos como totalitarios lo que estamos criticando es por ejemplo la fórmula que Carl Schmitt acuñó “entre los años 29 y 31, por primera vez, según parece, en lengua alemana” (Jean-Pierre Faye) para designar conceptos, por cierto, no muy precisados: o bien que “todos los problemas pueden ser problemas políticos”, que “todo Estado está obligado a apoderarse de las nuevas armas” o que el Estado “es total en el sentido de la cualidad y la energía, lo mismo que el Estado Fascista se llama Stato totalitario, con lo que se quiere significar ante todo que los nuevos medios de poder pertenecen exclusivamente al estado y al crecimiento de su poder” (discurso pronunciado por Carl Schmitt en 1932)».
Dice Gustavo Bueno en La vuelta a la caverna. Terrorismo, guerra y globalización (Ediciones B, Barcelona 2004): «entre liberalismo económico radical y el centralismo de la economía totalitaria es, según lo dicho, una oposición ficticia entre términos imaginarios. Porque jamás podrá admitirse una economía libre (pura, “no involucrada”) como tampoco puede admitirse una economía totalmente controlada. El concepto de Estado totalitario, introducido por el fascismo mussoliniano, incluso en sus dimensiones económicas, es un puro concepto límite: ningún Estado puede agotar íntegramente el juego de operaciones y relaciones (incluyendo las económicas) de la “sociedad civil”. El concepto de “economía política libre” en el Estado liberal, es una contradicción en los términos; porque la economía política, aun la del Estado gendarme del liberalismo, sigue siendo política. Y sin la involucración del Estado sería imposible la rotación recurrente en régimen de economía política».
Que los «gustavobuenistas» soñamos con un Estado español (o hispano por extensión) «omnipotente» es sólo una ensoñación (o más bien una pesadilla) del liberal Díaz Villanueva (dice en el podcast que se considera de «derecha liberal»). Un Estado no puede ser omnipotente (en rigor nada puede serlo), como muestra Bueno con la teoría de los 18 poderes del Estado: organizado mediante las capas y ramas del poder. Y hay que ser muy ingenuo, tal y como está de débil el Estado español, para creer que éste sea inmenso y omnipotente. Es decir, implícitamente también nos atribuye ingenuidad política (o más bien geopolítica).
La potencia de un Estado se mide por su eutaxia tanto a nivel de dialéctica de clases como a nivel de dialéctica de Estados (siempre en codeterminación). Con realismo político, tal y como está el patio, tenemos que pensar más bien en la supervivencia de España, y no en una fantasiosa y ridícula omnipotencia.
¿Y quién es el «gustavobuenista» que tiene la «manía» -continúa Don Fernando con su sermón psicologista- de querer (como si fuese una cuestión de deseo) un «megaestado de habla hispana»? No me consta que nadie haya dicho semejante majadería. Desde luego que esos «gustavobuenistas», que parecen salidos de la creativa (no voy a decir calenturienta) o más bien «chistosa» imaginación de Don Fernando, serían «hispanoplanistas» (o quizás «gustavoplanistas»). ¿Y no será por casualidad el señor Díaz Villanueva algo así como un «angloplanista»? ¿O tal vez un «germanoplanista»? ¿O acaso un «libremercadoplanista»?
- ¿Somos enemigos del capitalismo y de la democracia liberal?
Dice Don Fernando que tenemos como enemigos a «el capitalismo y la democracia liberal». ¿Y qué es eso del capitalismo? ¿Es que acaso es posible eso de «el capitalismo» sin un desarrollo histórico, lo que implica la dialéctica de clases, de Estados y de Imperios? ¿Se puede tener un enemigo así? ¿Es lo mismo el capitalismo en el siglo XIX y en el siglo XXI? ¿Acaso son iguales el capitalismo industrial y el capitalismo financiero actualmente en el siglo XXI? ¿Es lo mismo el capitalismo en Estados Unidos que en Alemania o en la misma España? Que, por cierto, en los años del felipismo -que supongo que Don Fernando clasificará como «socialismo» sin más- se desindustrializó para mayor gloria de la industria del Reich. Y esto -dicho por nuestra parte- no es «germanofobia» sino pura historia, o -si se prefiere- contrahistoria del felipismo.
El señor Díaz Villanueva nos considera presos de lo que Luis Carlos Martín Jiménez, un «gustavobuenista» de pro, ha denominado «mito del capitalismo». Leemos en la contraportada de su libro así titulado (Pentalfa, Oviedo 2020): «Cuando se trata de encontrar al culpable de los problemas del presente; cuando se busca una causa última que explique por qué hay hambre, desigualdad, injusticia, pobreza; cuando se trata de explicar el mecanismo que nos conduce a la deforestación del planeta, al agujero de ozono, a la desaparición de los pueblos indígenas, al cambio climático; cuando hay crisis, hambrunas, paro, o cuando se trata de pensar la globalización o la posibilidad de un cambio para la humanidad, en estos casos y de manera general se recurre a la idea de Capitalismo. Todo encuentra su explicación en un sistema basado en el egoísmo y el dinero; igual que todo indica su derrumbe. El Comunismo y el Fascismo trataron de dominar al monstruo, fracasaron; la Socialdemocracia pretende domarlo, sin éxito; el Liberalismo espera aún sus mejores frutos, alimentando el mito. Aquí ensayamos la construcción de un mapa que ordene las categorías de la Economía Política y explique qué tiene de fantasmagórico e irreal semejante idea de Capitalismo».
Y es que da la sensación de que Don Fernando, como buen liberal, alimenta el mito, aunque lo hace a la inversa de sus detractores (o supuestos detractores, porque éstos no saben lo que dicen cuando pronuncian el término «capitalismo»). Esto es, el señor Díaz Villanueva cree encontrar en «el capitalismo» (así en singular) la solución a todos los problemas del presente (y de la historia): el problema del hambre, la desigualdad, la injusticia, la pobreza, etc. Para Don Fernando, claro está, todo esto es propio del perverso y sectario comunismo.
Según su proceder, cabría pensar que el señor Díaz Villanueva cae en lo que podríamos denominar «el mito del comunismo»: el comunismo es la causa de todos los males o directamente el mal absoluto; como cuando en su libro Historia criminal del comunismo (2013) dice que el comunismo soviético ha sido «la mayor máquina de picar carne que ha conocido la especie humana en su toda [sic] la Historia», considerando a Lenin como el peor tirano de la historia porque fundó un «régimen infame y criminal que diseñó e implantó por la fuerza sin escatimar crueldad».
Y respecto a la «democracia liberal» vemos que Don Fernando ejercita un cierto fundamentalismo democrático, porque considera que la democracia es insuperable y todo lo demás es fascismo o, peor aún, comunismo.
El fundamentalismo liberal ya directamente lo representa. Pero para criticar eso nos remitimos a lo que ya escribí aquí en Posmodernia sobre el mal llamado «libre mercado», un artículo que precisamente titulé «El mito del libre mercado» (a lo que debo decir que alguien en las redes sociales me objetó que era demasiado obvio lo que yo decía, casi de perogrullo, y que además era como matar moscas a cañonazos; y debo reconocer que es una buena objeción): https://posmodernia.com/el-mito-del-libre-mercado/.
El capitalismo (aunque -como decimos- es mucho hablar de capitalismo en singular, sin más) no hubiese sido nada sin los Imperios que lo han propagado (del mismo modo que el catolicismo no hubiese sido una religión de proyección universal sin el Imperio Español). La ideología liberal (es decir, la conciencia falsa, si se nos permite traer un término marxista) es sólo posible dentro del Estado, es más, de un Estado imperial. Los liberales atacan aquello que defiende y hace posible el sistema de producción capitalista: el Estado. Pero bueno, cabalgan sus propias contradicciones.
El liberalismo es escándalo para los marxistas y necedad para los «gustavobuenistas». Es más, no existe el liberalismo, existen los liberales como Don Fernando (que más bien, si no me equivoco en el diagnóstico, es de tendencia minarquista). Lo demás, como el libre mercado, es la «armonía preestablecida» de la monadología de Leibniz que se transformó en la «mano invisible» de Adam Smith, es decir, “música celestial”, que diría Bueno.
Dice Don Fernando que cuando criticamos a la democracia liberal y al capitalismo nos comportamos como «socialistas estándar». ¿Y cuál es el modelo de ese socialismo? Como si el socialismo no hubiese tenido varias modulaciones a lo largo de la historia (y en los diferentes países) y además enfrentadas entre sí; como si no hubiese habido un socialismo feudal (diagnosticado así y criticado por Marx y Engels en el Manifiesto comunista), un socialismo sindicalista, un socialismo bolchevique, un socialismo maoísta (no olvidemos el conflicto chino-soviético que ya expuse brevemente en las páginas de Posmodernia: https://posmodernia.com/el-conflicto-chino-sovietico/).
E incluso se ha dado un socioliberalismo (cosa que supongo horroriza a Don Fernando) y también una derecha socialista, como clasifica Bueno en El mito de la derecha (Temas de hoy, Madrid 2008 y Pentalfa, Oviedo 2021) a maurismo, primorriverismo y franquismo. Parafraseando a Aristóteles, «socialismo» se dice de muchas maneras (así como «capitalismo» y, desde luego, «liberalismo»: minarquismo, anarcoliberalismo, liberal-conservadurismo, etc.).
Para abandonar su confusión el señor Díaz Villanueva debería dignarse, al menos, a leer estos artículos de Gustavo Bueno: https://nodulo.org/ec/2006/n054p02.htm, https://nodulo.org/ec/2014/n144p02.htm. Y por supuesto el capítulo «Materialismo y socialismo» de los Ensayos materialistas.
Para colmo afirma que no nos diferenciamos mucho de Podemos, Sumar o Izquierda Unida. Visto lo que he visto y escuchado lo que he escuchado del señor Díaz Villanueva podría asegurar que él tiene mucho más parecido con el mundo podemita de lo que piensa. E incluso podría decirse que es un podemoide liberal. Su patriotismo puede estar a la altura del de Pablo Manuel Iglesias Turrión, Alberto Garzón o Yolanda Díaz.
El materialismo filosófico, en cambio, está a mil millas del mundo podemita como ya se mostró desde los primeros meses de la creación del partido morado, tal y como se expuso en el libro Podemos ¿comunismo, populismo o socialfascismo?, escrito por varios autores (Pentalfa, Oviedo 2016). Don Fernando podría documentarse al respecto.
- ¿Queremos un nuevo Imperio español socialista?
También nos atribuye Don Fernando querer crear un «nuevo Imperio español socialista» y por eso necesitamos «un malo y opresor que impida que ese sueño se consiga». Tal vez se refiera, sin citarlo por su nombre, a Santiago Armesilla (precisamente uno de los autores del libro contra Podemos), pero malinterpretando sus tesis expuestas en Iberofonía y socialismo (Última Línea, Málaga 2022).
Parece que el señor Díaz Villanueva escucha campanas malamente, sin leer lo que se publica, porque no es eso lo que quiere decir Armesilla (que, por cierto, en el libro que hemos citado vinculó a Podemos con Ernesto Laclau y no con Marx; pero para Don Fernando tanto monta que monta tanto, y tan marxistas son los podemitas como Laclau o los «gustavobuenistas»: vive en la noche en la que todos los gatos son pardos, o más bien rojos).
Lo que sí parece que quiere Don Fernando es un Imperio antiespañol y antihispano, otanista y made in USA; es decir, lo que tenemos, y así nos va. Lo quiere así como buen «NAFO y FELLAS», que dice el coronel Pedro Baños, esto es, «amigos de la Alianza Atlántica que actúan en Twiter» (https://www.tiktok.com/@geoestratego/video/7202706396314373381).
Aunque sus deseos y preferencias nos importan un soberano comino. Y tampoco vamos a decir nada de la rusofobia antiputineja de Don Fernando, porque sus fobias y sus filias -por irrelevantes- no son de nuestra incumbencia. Al psicologismo del señor Díaz Villanueva preferimos responder con argumentos objetivos, como aquí hacemos.
Precisamente con Armesilla tuvo Don Fernando un debate en Cartagena, dirigido por la Asociación Héroes de Cavite, junto al tuitero y youtuber Javier Rubio Donzé y el youtuber Sergio Candanedo, más conocido como “Un Tío Blanco Hetero”.
La polémica giró en torno al «uso político de la historia», a lo que Don Fernando -no con mucho rigor- le respondía a Armesilla que «la política nos la trae flojísima», como si se posicionase emic, es decir, fenomenológicamente (que no etic u ontológicamente) desde una implantación gnóstica de la filosofía o, en este caso, de la historiografía; esto es, como si fuese posible escribir sobre historia (y más de historia contemporánea) al margen de una ideología política, cosa imposible por mucha neutralidad que se proponga, pues el historiador toma partido sí o sí (lo haga de manera inconsciente o consciente, es decir, en el ejercicio o en la representación). Como si Don Fernando tuviese una mirada sobre la historia aséptica y pura, vista desde las atalayas de su superioridad moral (liberal, eso sí).
Por ejemplo: ¿tendría el mismo enfoque una historia del cristianismo escrita por un historiador que representa o al menos ejercita una filosofía tomista que por aquél que se posiciona desde un ateísmo esencial total? Pero el mejor ejemplo nos lo da el propio señor Díaz Villanueva con su libro Historia criminal del comunismo, una obra pensada contra el comunismo desde coordenadas liberales (digamos atlantistas: «nafoféllicas»). El debate, y desde entonces Don Fernando le guarda cierto rencor a Armesilla, como puede leerse en las redes sociales, puede verse aquí: https://www.youtube.com/watch?v=Ti4aRAPOQXE.
Parece que Don Fernando confunde las tesis de Armesilla, aunque también interprete mal sus intervenciones y escritos (si es que los ha leído), con las del resto de «gustavobuenistas». Pero ni mucho menos éstos componen una unidad armónica y de consenso. Ya son muchas las polémicas que ha habido entre los discípulos de Gustavo Bueno: Luis Carlos Martín Jiménez vs Tomás García López y Vicente Chuliá; Ekatiz Ruíz de Vergara vs Lino Camprubí y Javier Pérez Jara; Carlos Madrid vs Javier Pérez Jara; José Luis Pozo Fajarnés vs Rafael Vázquez Suárez; José Luis Pozo Fajarnés vs Santiago Armesilla; Santiago Armesilla vs José María Rodríguez Vega (QEPD); David Alvargonzález vs Iñigo Ongay, Joaquín Robles, Marcelino Suárez Ardura, Tomás García López o el mismísimo Gustavo Bueno (y no últimamente sino también en vida de Bueno).
Y a buen seguro que irán saliendo muchas más polémicas, cosas de la dialéctica, porque es lo que tiene la filosofía crítica (es decir, no dogmática). Aunque es cierto que en el calor de la polémica, e incluso en frío, los materialistas filosóficos en disputa se han acusado de dogmáticos, e incluso sectarios.
Sobre una posible séptima generación de izquierda en relación a la plataforma hispánica también se llevaron a cabo muchas discusiones en su momento (desde 2003 que Bueno publicó El mito de la izquierda). Hay material suficiente sobre el asunto si Don Fernando se quiere documentar. Lo que no verá allí es que alguien dijera que lo que queremos es un «nuevo Imperio español socialista». Eso es sólo producto de la alucinación del señor Díaz Villanueva.
- ¿Hemos dicho algunos de los «gustavobuenistas» que la Leyenda Negra se inventó en Inglaterra?
Otro de los inventos, o tal vez alucinaciones, de Don Fernando es afirmar que los «gustavobuenistas» hemos dicho que la Leyenda Negra contra España se la inventaron los ingleses, «¡y ojo, sólo los ingleses!, junto a unos cuantos alemanes luteranos. Y todo para fastidiar a España, porque le tenían miedo, entonces tenían que hundirla». Nadie del materialismo filosófico ha dicho eso, pero Don Fernando insiste machaconamente en atribuirnos los psicologismos que él mismo proyecta (ahora señala el miedo).
Entre otros autores, ha sido Iván Vélez, otro «gustavobuenista» peligroso, otro marxista empedernido, del «ala marxista de Vox» (https://www.elespanol.com/reportajes/20181028/marxista-vox-inspirada-gustavo-bueno-extremos-tocan/348466417_0.html), el que ha escrito ampliamente sobre el asunto.
Leemos en el libro de Vélez titulado Sobre la Leyenda Negra (Ediciones Encuentros, Madrid 2014): «A mitad del siglo XVI España era la potencia hegemónica en Europa y en una América en la cual había sustituido a los imperios con los que se encontró en su avance continental. Será en esta centuria cuando la Leyenda Negra adquiera un gran vigor, extendiéndose a diversos campos del quehacer geopolítico español. Del origen italiano sostenido por Sverker Arnoldsson, asistiremos al desplazamiento hacia el norte de Europa de los principales centros irradiadores de tal propaganda hispanófoba. Alemania y los Países Bajos recogerán el testigo italiano, intensificando y ampliando las acusaciones contra España, siendo en principio los viajeros y comerciantes que anduvieron por España quienes comenzaron a construir los primeros relatos en los que se irían fijando las cualidades que para los alemanes tenían los españoles. Tras este inicio en el que se señalaba a los españoles como astutos y codiciosos, fundamentalmente los ataques tendrán un trasfondo racial y religioso. La presencia de judíos y sarracenos en España espanta a estos cronistas germanos tanto como el hecho de que los españoles contrajeran matrimonio con indias o negras, circunstancia que obtuvo la cobertura legal cuando el día 14 de enero de 1514 se permite, por Real Cédula, el matrimonio entre españoles e indias. Este permiso se suma, en la línea proteccionista e igualitaria, a la prohibición, expresada el 20 de junio de 1500 por la reina Isabel, de traer indios a España o someterlos a servidumbre. El mestizaje hispano ya lo había impulsado oficialmente Isabel I en 1503, al ordenar al gobernador Nicolás Ovando -agente introductorio del orden hispánico- que fomentara los matrimonios mixtos, “que son legítimos y recomendables porque los indios son vasallos libres de la corona española”. En cualquier caso, la presencia en España de comerciantes, mineros, impresores, banqueros e incluso conquistadores alemanes en América, durante el reinado de Carlos V, no fue en absoluto insólita».
¿Dónde se dice que la Leyenda Negra contra España empieza en Inglaterra? Es más, ¿acaso no empezó ya en la propia España con los testimonios del alucinado Fray Bartolomé de las Casas?
Afirma Vélez: «De resultas de estos debates apareció una obra esencial para el desarrollo de la Leyenda Negra, que se ampliará a la actuación de los españoles en las Indias. Se trata de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, colegida por el obispo don fray Bartolomé de Las Casas o Casaus, de la orden de Santo Domingo, [publicada en 1552] y dirigida a “el muy alto y muy poderoso señor el príncipe de las Españas, don Felipe, nuestro señor”, en quien el Emperador había delegado la responsabilidad de las cosas de América. El objetivo de la Relación no era otro que detener la conquista, para lo que pide al príncipe “que deniegue a quien las pidiere tan nocivas y detestables empresas”, pues no hemos de olvidar que, aunque respaldadas y controladas por la Corona, las primeras expediciones tenían un importante aliento particular. Lo que plantea Las Casas, con el propósito maximalista de la restitución a los indios de todo lo que poseían antes de la llegada de los españoles -a quienes, en consonancia con las tesis de San Agustín en La Ciudad de Dios, considerará poco menos que una banda de ladrones-, abre un conflicto entre el poder religioso y el político, conflicto que se verá complicado dentro del primer conjunto, pues andando el tiempo, las órdenes religiosas novohispanas plantearán -tal es el caso del franciscano Jerónimo de Mendieta (1525-1604)- una división en el ámbito de la custodia de la fe, pretendiendo escindir ésta entre los dedicados a los indios, las propias órdenes, y el clero secular, con los españoles como grey. En los proyectos de Las Casas podemos rastrear la idea de que la América que se está haciendo sólo alcanzará su plenitud y justicia si es la Iglesia quien tutela tal proyecto».
Es decir, la Iglesia y no el malvado Estado (tan temido también por los liberales como Don Fernando; aunque tal vez la maquinaria estatal anglo o germana, «nafofellaca», no le moleste tanto).
- ¿Somos maniqueos?
Asimismo Don Fernando nos atribuye una concepción de la historia maniquea. «Según ellos -dice el señor Díaz Villanueva- fueron los ingleses los que inventaron el capitalismo, lo que los convierte en una especie de demonios». Como si los «gustavobuenistas» fuésemos una secta maniquea que dogmatiza sobre un combate final, escatológico, entre la angélica España y la satánica angloesfera y su aliada la diabólica Germania, y al final de los tiempos se impusiese la Nueva Jerusalén del Nuevo y Sacro Imperio Español Socialista. Y añade que creemos que por «el mero hecho de ser ingleses ya tienen que ser malos por narices». ¿Y acaso no da la sensación de que para Don Fernando los que sean comunistas «ya tienen que ser malos por narices»?
Pero de maniqueísmo los materialistas filosóficos estamos bien curados, aunque le pese al señor Díaz Villanueva. Es estúpido (o tal vez no tan estúpido si se trata de una tesis políticamente interesada) reducir la historia a una batalla de buenos contra malos (sea de España, de Inglaterra, de Alemania, o del país que sea; y no digamos ya la Historia Universal, aunque eso es más bien objeto de la filosofía de la historia y no de la historiografía científica).
También consideramos que es de supina estulticia tanto condenar como justificar los crímenes de tal o cual régimen ya finiquitado históricamente. Esto es lo que hacen los «progres» contra «el fascismo» o lo que hace Don Fernando contra «el comunismo»: en una especie de antifranquismo retrospectivo y anticomunismo retrospectivo, o postmortem. Como también es absurdo ir contra la revolución rusa o contra la revolución francesa. Lo importante para entender (porque de eso es de lo que se trata) no es ni reír ni llorar, si usamos para esto que nos convoca las prudentes palabras de Espinosa (como dijimos, uno de los patronos de Gustavo Bueno, aunque no el único).
Sin embargo, ¿acaso no es el maniqueo, o al menos ejercita tesis maniqueas aunque no se las represente, el propio Don Fernando cuando en su libro Historia criminal del comunismo dice cosas como que el comunismo es «responsable de la muerte de cien millones de seres humanos y que, en ciertos momentos y lugares, adquirió la categoría de auténtica secta destructiva»?
Y añade: «El comunismo, pues, sólo es secta y sólo es criminal cuando sigue al pie de la letra los dictados de Marx y Lenin. Y no es una opinión, es un hecho». Como si, por ejemplo, Stalin y los estalinistas hubiesen seguido al pie de la letra los dictados de Marx y Lenin, y no hubiese reestructurado buena parte de los mismos de cara a la complicadísima política real que se venía encima en el período de entreguerras y, fundamentalmente, en lo que sería la Segunda Guerra Mundial, que para los soviéticos precisamente no fue una guerra internacional (internacionalista) de cara a implantar la «revolución mundial» sino la «Gran Guerra Patriótica». Por tanto si no se siguió al pie de la letra lo dicho por Marx y por Lenin, porque la coyuntura internacional lo exigía, según la propia condición que pone Don Fernando, el comunismo no pudo ser sectario y criminal.
Nosotros diremos que hubo cierto sectarismo y por supuesto crímenes, pero que no todo se reduce a eso, pues también hubo crítica y también se salvaron vidas (fundamentalmente parte del problema del hambre en Rusia lo resolvieron los bolcheviques a partir de los Planes Quinquenales de Stalin; aunque esta afirmación le escandalice a Don Fernando).
Podríamos hablar de estalinistas como Lavrenti Beria, «un comunista fanático, asesino en serie dedicado a la política y a las perversiones sexuales más repugnantes», comenta en su libro el señor Díaz Villanueva. Ojalá leamos algún día el libro que el recientemente fallecido Anselmo Santos estaba preparando sobre Beria, que a buen seguro sería un poderoso libro contra la leyenda negra antiestalinista, como ya mostró en su asombroso e imprescindible Stalin el Grande (Edhasa, Barcelona 2012). Sirvan estas palabra como recuerdo y homenaje a este grandísimo historiador español. Que en paz descanse.
He comentado esto, desde las coordenadas críticas y contramaniqueas del materialismo filosófico, en mi libro La Revolución de Octubre y el mito de la revolución mundial (Pentalfa, Oviedo 2019). Don Fernando podría documentarse para saber qué pensamos ciertos «gustavobuenistas» al respecto, y no lanzar soflamas al tuntún.
El maniqueo, entonces, es el propio Don Fernando cuando expone cosas tan simplistas como que el liberalismo es bueno y el comunismo es malo, como así más o menos lo expresa en su citado libro: «Si al liberalismo lo caracteriza el intercambio libre y voluntario de bienes y servicios entre individuos, al comunismo lo hace la revolución, objetivo máximo que se deriva inevitablemente de la teoría. En todo tiempo y lugar donde se ha impuesto o ha tratado de imponerse un régimen comunista se han cometido multitud de crímenes, algunos especialmente aberrantes como los de las tiranías de Stalin, Mao o Pol Pot».
Lo de «el intercambio libre y voluntario de bienes y servicios entre individuos» simplemente da la risa, porque si los Estados no existiesen no habría tal intercambio, ya que éste sólo es posible a través de los respectivos ejércitos y cuerpos de policías, así como sus diplomacias y sus poderes federativos en el comercio internacional (leyes, aduanas y fronteras particulares de cada Estado conforme a sus intereses o bajo los intereses de las potencias dominantes).
Lo de Don Fernando es gnosticismo en estado puro si piensa en una libertad metafísica independiente de los Estados. Que consulte Don Fernando mi artículo citado «El mito del libre mercado» y verá las razones de por qué. Dicho gnosticismo liberal recuerda mucho al de Juan Ramón Rallo, como expuso Fortunata y Jacinta en este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=XAvLpCC1ZX4&t=12s.
Da realmente pereza refutar lo de los cien millones de muertos del comunismo en todo el mundo, tesis defendida por el señor Díaz Villanueva de manera acrítica y, lo que es peor, creída ingenuamente a pies juntillas. Resulta cansina tanta repetición de lo mismo sin ninguna originalidad y además sin prueba alguna que defienda eso con reliquias y relatos fidedignos, de manera gratuita y repitiendo los tópicos negrolegendarios (que lo son por el hecho de omitir las generaciones y exagerar las depredaciones) de Robert Conquest en plena Guerra Fría y de tantos y tantos cuentistas de cuentos de viejas. Una mentira repetida cien millones de veces sigue siendo una patraña.
Aunque afortunadamente ya refuté este tipo de tesis (totalmente maniqueas y negrolegendarias) en mis reseñas críticas publicadas en la revista electrónica «gustavobuenista» El Catoblepas contra Antonio Escohotado y Federico Jiménez Losantos, de los que Don Fernando no se distancia mucho, de hecho maneja tesis bastante parecidas, por no decir idénticas.
Aunque el libro del señor Díaz Villanueva es de 2013, anterior al menos al libro de Federico. Y en honor a la verdad hay que decir que Don Fernando es mucho más riguroso que el señor Losantos, aunque eso tampoco tiene mucho mérito dadas las estulticias superlativas escritas y pronunciadas a viva voz delante de un micrófono todas las mañanas, y todas son todas, por el ex locutor de la COPE.
Véase «Anti-Escohotado»: https://www.nodulo.org/ec/2018/n182p01.htm, y «El libro negro de Federico»: https://nodulo.org/ec/2018/n184p02.htm. Y también véase este reciente vídeo de Armesilla, muy bien documentado: https://www.youtube.com/watch?v=FyEYrm5D3gI.
El señor Díaz Villanueva es de los típicos que se rasgan las vestiduras con los crímenes del comunismo pero no hace el mismo gesto cuando se trata de los crímenes del capitalismo (en rigor de los Estados capitalistas, cuya expansión como medio de producción sólo ha sido posible por el imperialismo). ¿Por qué no escribe Don Fernando un libro titulado Historia criminal del capitalismo? Porque por falta de material no será.
Que sepamos no ha sido él el que escribió un libro titulado Contrahistoria del liberalismo, sino el filósofo italiano Domenico Losurdo. Si se da una vuelta por allí el señor Díaz Villanueva comprobará que en todas partes cuecen habas y que los Estados capitalistas también han cometido sus atropellos. Lo que además, en tanto Estados imperialistas, es algo inevitable. Los Imperios se forjan con «la espada», y donde entra el comercio también entran las balas.
¿No tiene nada que decir Don Fernando sobre la explotación de las colonias llevadas a cabo por el Imperio Británico, por la cual pudo industrializarse y desarrollar el sistema de producción capitalista? ¿Ni de sus crímenes en América, África y Asia (fundamentalmente en China con la guerras del opio, envenenando a toda una nación plantando el opio en la India y vendiéndolo en China y en la India con varias hambrunas que acabaron con la vida de millones de seres humanos durante los siglos XIX y XX)? ¿Tampoco va a comentar algo sobre los bombardeos incendiarios ordenados por Churchill (conocido como «el carnicero de Gallípoli» en los años de la Primera Guerra Mundial), contra la población civil alemana durante la Segunda Guerra Mundial?
¿Y de Estados Unidos? ¿No tiene nada que aportar el señor Díaz Villanueva sobre los crímenes contra los pieles rojas (todo un genocidio), los bombardeos incendiarios y atómicos contra la población japonesa en la Segunda Guerra Mundial, así como de la represión contra la población japonesa en territorio estadounidense (unos cien mil japoneses estuvieron presos en campos de concentración)? ¿No nos cuenta nada Don Fernando sobre los crímenes de la Operación Cóndor en el Cono Sur o del bombardeo a Panamá? ¿Y también calla sobre el papel de Estados Unidos en la Guerra de Yugoslavia (con la colaboración precisamente de Alemania y también de El Vaticano)? ¿Y no se rasga las vestiduras por las más recientes guerras orquestadas por Estados Unidos en Afganistán (donde dejaron que los talibanes se quedasen con el mandato del país después de que los norteamericanos saquearan el opio que había sobre el mismo), Irak (donde decían que iban a llevar «la democracia»), Siria (según las malas lenguas, la creación del ISIS fue un operación de los servicios de inteligencia estadounidense), Libia (que antes de ser atropellada era el país más próspero de toda África) y Ucrania (cuyas causas del conflicto expliqué en su día en Posmodernia: https://posmodernia.com/la-expansion-de-la-otan-contra-rusia/)?
Por no hablar del racismo made in USA, aunque originado en el Imperio Británico, con leyes de segregación y toda serie de crímenes y atropellos contra los negros. ¡Qué diferencia con la Real Cédula del 14 de enero de 1514 del Imperio Español!
Y esto no es «anglofobia» es historia, y por tanto ni justificamos ni condenamos: entendemos, que no es poco. Intentamos ver la historia, sin caer en lo que Gustavo Bueno llama implatanción gnóstica de la misma, «más allá del bien y del mal», por traer otra vez una expresión que al respecto usó Karl Marx, con permiso de Don Fernando.
El señor Villanueva afirma que a la cultura anglosajona como a la germánica «el mundo actual les debe mucho», lo que le reconocemos que es algo absolutamente cierto. Por supuesto que anglos y germanos han aportado cosas buenísimas, ¡como si estúpidamente pretendiéramos dudar de algo tan evidente! Y cita al Reino Unido, a Estados Unidos, a Canadá, o Alemania, Austria y Suiza como «países magníficos, ejemplares en muchos aspectos, cuyos aportes al saber, a la ciencia y al progreso humano creo que están fuera de toda duda».
Pero ¿no se da cuenta el señor Díaz Villanueva de que si estos países tienen ese nivel es porque, desde siglos, han explotado a otros países? No es por la democracia, y menos por el liberalismo y el fantasmagórico «libre mercado», por lo que estos países han contribuido «al progreso humano» (¿cabe suponer que Don Fernando, como tantos “progres” a los que critica, o más bien difama, por ejemplo los podemitas, es preso del mito del progreso?).
No es por la democracia, insistimos, sino por ser Imperios. Dicho de otro modo, es a través de la tan temida maquinaria del Estado, que a Don Fernando como buen liberal le horroriza. Pero -como hemos dicho- parece que sobre estos Estados no le gusta tanto criticar, o más bien difamar, y sólo habla maravillas de los mismos sin mencionar sus fechorías (eso sólo lo piensa del malvado comunismo, que a su juicio no ha aportado nada bueno al indefinido -porque no da el parámetro- «progreso humano»).
¿Es que acaso Don Fernando a lo que se dedica es a contarnos una leyenda rosa del capitalismo (en singular, cayendo en el “mito del capitalismo” que denuncia Luis Carlos Martín Jiménez) y una leyenda negra del comunismo (donde mete en el mismo saco, confundiéndolo todo, a personajes tan dispares desde Pol Pot -que, por cierto, fue derrotado por las comunistas fuerzas vietnamitas en 1979- hasta los «gustavobuenistas»)?
Asimismo vemos como Don Fernando cae en el mito de la extrema izquierda y en el mito de la extrema derecha, sosteniendo que en algunas cosas los «gustavobuenistas» somos indistinguibles tanto de los unos como de los otros. «A mí a veces me parecen como falangistas puestos al día», llega a decir. Parece que para el señor Díaz Villanueva somos como una especie de totum revolutum que coge de cada casa lo peor, por eso es normal que nos asemeje al podemismo (porque eso son precisamente el hundido turrionismo y el tocado yolandismo).
Le ha faltado poco a Don Fernando para atribuirnos la reductio ad Hitlerum. Y muy bien podría haberlo hecho porque para su señoría comunismo y nazismo no son muy diferentes, como así lo expresa en su libro: «El comunismo debería ser, por consiguiente, una ideología poco atractiva y con un fuerte estigma social como lo son otras de corte parecido como el nazismo o el fascismo, ambas nacidas de la matriz socialista en los años veinte del siglo pasado». Como si comunismo, fascismo y nazismo fuesen géneros plotinianos que proceden del mismo tronco.
Pero si entre comunismo, fascismo y nazismo hay analogías, ¿acaso no las hay entre liberalismo y nazismo? ¿Las tesis racistas defendidas y aplicadas por el régimen nacionalsocialista alemán proceden de Marx y de la Unión Soviética o de potencias capitalistas como Francia, Reino Unido y Estados Unidos?
- ¿El señor Díaz Villanueva nos hace una crítica?
El señor Díaz Villanueva no hace una crítica a lo que llama «gustavobuenismo» por la simple razón de que le atribuye a éste cosas que no sostiene y que, por absurdas, jamás afirmaría. Lo único que crítica Don Fernando es la burda caricatura que se ha hecho del «gustavobuenismo».
Se le nota cierta inquina al no buenista de Don Fernando, aunque diga que «he procurado medirme mucho, para no levantar suspicacias». Sin duda no ha medido su psicologismo y el psicologismo que gratuitamente nos atribuye.
Lo que emplea Don Fernando es una técnica muy sucia y además -como he dicho en otras ocasiones- tan zafia como hacerse trampas jugando al solitario. Y esta no es otra cosa que la famosa -y hay que añadir architrillada- falacia del hombre de paja. Una técnica retórica que consiste en poner en la boca (o en la pluma) del adversario tesis no sólo ajenas a las sostenidas por éste sino ridículas en extremo, para que de este modo tan intelectualmente poco honesto resulte ser más fácilmente «refutado».
Por tanto estamos ante una pseudocrítica. Y además burdísima. Y esto ya de por sí -por devolverle sus mismas palabras- le estropearía el relato fantasioso que sobre el «gustavobuenismo» se ha hecho. «¡Vamos, que es todo un desvarío!». Por decirlo con palabras de Espinosa, esos dardos que Don Fernando intenta lanzarnos en el fondo se los lanza contra sí mismo.
En la red social X (para entendernos siempre será Twiter) Pedro Insua, otro «gustavobuenista» con el que además ha polemizado varias veces, le afeaba su conducta por usar contra «Gustavo Bueno y el “buenismo”» -efectivamente- la falacia del hombre de paja. A lo que el señor Díaz Villanueva contestaba: «¿Hombre de paja? Decir que Gustavo Bueno y sus discípulos son socialistas y nacionalistas es una descripción muy precisa».
Pero precisamente esa es una descripción nada precisa, de hecho es totalmente imprecisa por indefinida, porque ni se da el parámetro de «socialismo» (que -como hemos dicho- se dice de muchas maneras) ni se dice de qué «nacionalismo» se trata, pues Don Fernando no indica la Idea de nación y de nacionalismo que nos atribuye, y parece que desconoce la taxonomía de la Idea de nación que hace Bueno: con sus géneros y especies. Aquí podría documentarse nuestro pseudocrítico si quiere hacer una crítica de verdad y no la falacia del hombre de paja con brochazos gordos que ha llevado a cabo: https://filosofia.org/filomat/dfsis.htm#s63.
Lo que hace el señor Díaz Villanueva no es criticar sino difamar, esto es, poner algo en bajo concepto y estima. Y hace eso ni más ni menos que con un sistema tan potente y tan serio y complejo como el materialismo filosófico: inaugurado por Gustavo Bueno y continuado con mucha dignidad y -por cierto- variedad (como hemos visto con las polémicas que hay dentro del mismo) por muchos de sus discípulos (aunque obviamente Don Fernando sólo da unas pinceladas -como decimos difamatorias- sobre algo muy concreto como son su teoría del Estado y su filosofía de la historia, según las «cosillas» que ha leído).
El señor Díaz Villanueva insiste en sus atribuciones psicologistas e incluso se atreve con un psicoanálisis de lo más vulgar: «a éstos les pone eso de ir de víctimas, lo suyo es una especie de sentimiento de inferioridad no resuelto de indigenismo hispano». Y cita al tuitero y youtuber Javier Rubio Donzé, otro nafoféllico rusofóbico militante, según el cual «[los «gustavobuenistas»] nos están haciendo ver que los hispanos somos como algo así como los indígenas. Que han venido, y nos tienen sometidos, y subyugados y tal. Es algo que funciona muy bien en su esquema dialéctico, y claro no olvides que son marxistas. Ya sabes: buenos/malos, explotadores/explotados, opresores/oprimidos».
Como si el materialismo filosófico estuviera preso del marxismo más vulgar y de brocha gorda. O peor todavía: del marxismo tal y como lo interpreta desde su óptica negrolegendaria y maniquea el señor liberal Fernando Díaz Villanueva. Pero parece que este individuo ni conoce el marxismo y ni mucho menos el materialismo filosófico, porque sólo ha leído «algunas cosillas» y «el gustavobuenismo no ha calado en mí». Pero -por decirlo con palabras de Platón en el Parménides– Don Fernando todavía es joven y puede que algún día la filosofía lo atrape bien con sus garras. Entonces tal vez despierte de su sueño liberaldogmático.
Para más inri, por si lo ya dicho por el señor Díaz Villanueva fuese poco y todavía no se hubiese despachado a gusto para contentar a su audiencia, llega a decir que el «gustavobuenismo» «tiene algo de tirón entre los simples que necesitan un esquema claro de buenos y de malos». E insiste en que «no se diferencian mucho de los de Podemos e incluso de los de Izquierda Unida».
Pero ¿no es objetivamente simplista -como hemos demostrado- la pseudocrítica de Don Fernando? ¿Es que no muestra en su marxistofobia un esquema simplista de buenos y de malos, como hemos visto en las citas de su libro Historia criminal del comunismo? ¿Acaso el señor Díaz Villanueva no lanza soflamas tan simplistas y maniqueas contra el comunismo como lo hacen los podemitas contra el franquismo? Y no vamos a decir nada de su gustavobuenismofobia, porque su contenido fóbico, segundogenérico, «con su pan se lo coma», que diría Don Gustavo.
Nosotros los «gustavobuenistas» estamos convencidos de que el señor Díaz Villanueva ha tenido sus tardes de gloria, pero aquélla en la que se le ocurrió hacer semejante pseudocrítica no fue su mejor momento vespertino. De hecho, ridículamente se cubrió de gloria y parecía un individuo a tientas sin bastón (imbecillis = sin fuerza, sin vigor, sin bastón). No obstante, una mala tarde la tiene cualquiera, como decía un célebre humorista español.