Crítica. Sidi: “La España del Cid” de Menéndez Pidal hecha novela

Título: Sidi, un relato de fronteras
Autor: Arturo Pérez-Reverte
Editorial: Alfaguara 2019. 376 pág.
 
Sidi: “La España del Cid” de Menéndez Pidal hecha novela
 
Un soldado en las guerras no lucha por un Dios, una Patria o un sentimiento de justicia, estos valores podrían ser los preámbulos de la batalla, el empuje del joven para abandonar la “patria chica” en búsqueda de aventuras y fortuna… un combatiente pelea por su camarada de trinchera, por la sangre inyectada en los ojos ante una venganza inmediata, o por la ira que el silbido de las balas le ha inoculado en las arterias…
 
Esta novela es el mejor reflejo historiográfico que se ha escrito, en forma novelada, de “La España del Cid” de Menéndez Pidal. Y no porque el autor de la novela certifique las tesis centrales de Don Ramón, sino porque presenta una acertada escenificación del entorno que vivió “El Campeador” en pleno siglo XI. Y es que cuando uno se sumerge en el universo de la historiografía del personaje desde un punto de vista puramente académico, encuentra la realidad subjetiva de la historia de España. Sus grandes gestas, sus leyendas, sus heroicas hazañas siempre han estado impregnadas de vino y rosas, de burdeles y rezos, de “Santiagos” y botines de guerra. Esa es la realidad de nuestro acervo, de nuestra “furia española” de Amberes, nuestra razón de ser ante la historia.
España es España porque ha sido una gran apuesta por empresas universales, y como tales, estas llevan consigo un coctel de grandes y virtuosos ideales, hechos ejemplares y miserias humanas, miseria humanas de las que todos participamos en nuestro día a día.
 
La caballerosidad es un acto de servicio pero no de estupidez, y así debemos entender el contexto en el que se desarrolla la vida de nuestro personaje principal, un entorno político y cultural diacrónico, influido por fronteras, por el feudalismo europeo de plena Edad Media, por la fragmentación del Califato cordobés y el enfrentamiento entre los reinos moros, la guerra del reino leones y los condados pirenaicos, traiciones entre los reyes castellanos, cobros de diezmos y otras hostilidades entre enjambres.
 
Menedez Pidal “Demuestra de modo diáfano la unidad espiritual de España durante la Edad Media y las aspiraciones nacionales: prueba de ello el Imperio leonés, y, en nuestro sentir, hasta la denominación de Spania asignada por las cancillerías del Norte al territorio iberomusulmán, pues indicaba, quizás de manera inconsciente, la tierra irredenta que debía rescatarse por los verdaderos descendientes de los monarcas visigodos toledanos”. Al mismo tiempo nos presenta una época llena de noticias ricas en detalles de Ben Alcama y Ben Bassan transposicionadas en la historiografía cristiana, nos analiza el escepticismo de los historiadores aragoneses y catalanes (Zurita, Diago, Abarca, Briz), el cronicón hebreo de Zaddíc de Arévalo, la Crónica de 1344, la Primera Crónica general, la crónica navarro-aragonesa de San Juan de la Peña, y una Historia de los Reyes de Taifas descubierta por Levy Provencal.
 
Todo esto da como resultado un decorado que Reverte plasma muy bien en su novela. El personaje principal que nos presenta no encarna, ni la cidofobia del jesuita catalán Masdeu o del arabista holandés Dozy, ni “El Mío Cid” lleno de erecciones que nos narran los trovadores y “oratores” de la baja edad media.

Sin embargo hay que tener presente al profesor Alberto Montaner, posiblemente el mayor conocedor del Cantar, quien entiende que en la gesta cidiana no hay “espíritu de cruzada”… “sino de frontera”.

Estos últimos días hemos leído muchas criticas de la nueva novela de Reverte; Volvemos al juicio de las dos Españas… La que utiliza cualquier oportunidad para atacar el concepto de España y para eso nos ilustran la novela como un revisionismo que ofrece la verdadera realidad del campeador: un mercenario ansioso de gloria y botín; y la de la otra España, la de “charanga y pandereta”, que critica la novela porque se aleja de la visión juglaresca de la historia que siempre defienden en casi todas su intervenciones.
 
Los “hunos y los hotros” ven la realidad con un ojo, con la hemiplejia moral que decía Ortega y Gasset. Los unos se sitúan a la izquierda, los otros a la derecha y no se dan cuenta que eso es “una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil”
 
Como hemos dicho, el autor nos permite trasladarnos a través de sus paginas al periplo de la Edad Media, aunque no puede evitar los guiños al siglo de oro de Alastriste con esos ¡Santiagos y Castilla!, más propios de mediados del siglo XII  y posteriores, tras la composición del Codex Calixtinus, escrito que recrea la vertiente militar del apóstol, contribuyendo a convertirlo en un patrón guerrero de los caballeros castellanoleoneses.
 
Cada batalla, escaramuza, o encuentro de armas que aparecen huele a la experiencia con la pólvora del autor, ya sea en aquellas aventuras por los conflictos del mundo con nuestro querido amigo “Rais”, Vicente Talón, durante su trayectoria en “Pueblo” y en “Defensa”, o como enviado especial de TVE en la línea de fuego de Borj el Brajneh, en Beirut.
 
Frases como “La guerra era aquello, …nueve partes de paciencia y una de coraje”, “nada alentaba más en mitad de un combate, … que un jefe gritara nombres”, “Había…cuatro clases de hombres en la guerra: los que no sentían miedo, los que lo sentían pero evitaban mostrarlo, los que lo mostraban pero cumplían con su deber y los cobardes”, ”el truco en el oficio de las armas es aceptar que ya estás muerto”… atestiguan ese conocimiento de más de veinte años de experiencia con la moral de un frente de guerra…

«La despedida»

La guinda de esta obra, como en otras ocasiones, la vuelve a poner el prestigioso pintor de batallas Augusto Ferrer-Dalmau, ilustrando la portada de este libro con «La despedida», cuadro que el pintor ha realizado expresamente para «Sidi».

El autor vuelve a asomarse al universo Dumas para la creación de los personajes de la novela, haciendo que estos estén vivos y corra sangre por sus venas. Mezclando la realidad y la ficción, “viola” sus historias haciendo parir “bellas criaturas”. El Cid de Reverte es un Cid muy particular, un líder que muestra su lado más humano, un Cid que representa, con sus luces y sus sombras, la dicotomía del ser español.
Querido lector, compre esta novela, asómese a sus capítulos y disfrute con ella.

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