Disidentes y coincidentes

Disidentes y coincidentes. Fernando Sánchez Dragó

Me refiero a quienes son lo uno o lo otro de nacimiento, por así decir. O sea: congénitos, no adquiridos.

Los segundos sólo lo son a veces, según vayan la cosas, y pueden dejar de serlo cuando las cosas van de otro modo. No dependen del yo, sino de su circunstancia, dicho sea remitiéndonos a la clásica definición de Ortega. En ese contexto caben las contradicciones: coincidentes que de vez en cuando disienten y disidentes que en ocasiones coinciden.

Esa dicotomía, que es anecdótica y no categórica, no me interesa. La otra, la de los congénitos, que no fluctúan al hilo de las circunstancias y siempre permanecen fieles a su yo, sí. Lo sé muy bien, por experiencia propia.

Yo, de grado o por fuerza, sigo siendo el que fui y soy el que seré. El carácter que es el destino, como pensaban los griegos, solo cambia en los que nacen sin él. Ubíquese, lector.

Fue Jung quien elaboró la taxonomía, la teoría, la praxis y el nomenclátor de los tipos psicológicos. Ése fue el título que puso a una de sus obras más significativas en la cual acuña dos términos desconocidos hasta entonces, pero destinados a hacer fortuna: el de la introspección y el de la extraversión. Hoy todo el mundo los utiliza sin ser consciente del nombre de su inventor.

En ellos, combinados con una de las cuatro funciones principales de la actividad psíquica ‒pensar, sentir, percibir e intuir‒, cobran forma las ocho modalidades de esa tipología y, en último término, de ese cajón de sastre, llave maestra y comodín que es la personalidad.

Yo añadiría otros dos arquetipos a tan exigua lista: el del Disidente y el del Coincidente.

Coincidentes serían quienes comulgan con las convenciones, con las ideas recibidas, con los tópicos, con los valores del discurso dominante, con las propuestas mayoritarias, con las ideologías (cualesquiera que sean), con los catecismos, con las consignas, con los uniformes, con las banderas… O diciéndolo de otro modo: Coincidente es el borrego, el feligrés, el ortodoxo, el fan, el hincha, el partidario, el gregario, el socio, el que va donde va la gente, el que hace cola en la de doña Manolita (valga el ejemplo), el zoon politikon aristotélico, el que pasa por el aro, el que no presta oídos al qué dirán.

Disidentes, en cambio, serían el rebelde, el hereje, el heterodoxo, el solitario, el ermitaño, el luciferino, el excéntrico, el extravagante, el que no admite tabúes, el que desobedece, el que todo lo pone en duda y en solfa, el que piensa lo que dice y dice lo que piensa sin temor a las repercusiones sociales, el que desprecia las modas, el que no vota porque sabe que si lo hace, en contra de lo que los sacerdotes de la democracia le dicen, habrá acatado el sistema y no tendrá fuerza moral para protestar, el que sigue la estrategia del do it your self (haga las cosas por sí mismo y a su manera) y el que, en suma, y para entendernos, encarna el tipo de hombre que en su poema If postula Kipling. Lo doy por sabido. Sería superfluo reproducirlo aquí.

Los días 20, 21 y 22 de enero dirigiré en El Escorial el XXXVI Encuentro Eleusino. He propuesto como tema y he puesto como título éste: Disidentes. Los hijos de Prometeo.

Ojo… Disidentes, no Disidencias.

Procuraré evitar que las intervenciones de los ponentes y el coloquio posterior se desvíen hacia las discrepancias políticas y caigan en esa estéril y cansina tentación, tan española. No será fácil, lo sé. Lo que me interesa es el arquetipo mitológico, filosófico, psicológico, platónico, nietzscheano y junguiano del Disidente. Confieso que será, en cierto modo, un Encuentro autobiográfico.

Mi madre, al hablar de mí, siempre decía: “Cuando mi hijo llega a una reunión, lo primero que hace es preguntar de qué se habla y añadir que me opongo”. Las madres suelen estar en lo cierto.

Yo, ya de niño, tenía la impresión de pensar casi siempre lo contrario de lo que casi todo el mundo pensaba acerca de casi todo.

Nací disidente. Ahora lo soy más que nunca. Mi enmienda al mundo de hoy y a la España de nuestros días lo es a la totalidad.

¿Qué les parece esta columna? Sea lo que fuere, no estaré de acuerdo. El buey solo…

Bendita disidencia.

(Posdata: ¿nos vemos en El Escorial? Infórmense e inscríbanse -el aforo es limitado- en www.encuentroseleusinos.com. Bienvenidos).

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