La mayoría de las naciones sitúan su fiesta nacional en una fecha relacionada con el origen de esta nación, o como su origen como nación moderna. Así, Estados Unidos celebra su día de la Independencia, y Francia celebra la toma de la Bastilla, como inicio de un proceso revolucionario que daría lugar a la República, que se identifica con la Francia moderna.
Si la fiesta nacional española se vinculara al origen de la Nación histórica podríamos haber escogido la Batalla de Covadonga, donde se inicia su proceso de gestación, o la toma de Granada cuando culmina este proceso. Si quisiéramos celebrar el origen de España como Nación moderna, celebraríamos del 2 de mayo de 1808, cuando el pueblo español, traicionado por sus reyes, toma la iniciativa para luchar contra el invasor, y deja de ser objeto para convertirse en sujeto activo de su historia.
Pero la fecha del 12 de octubre marca el nacimiento de un Imperio, del Imperio Hispánico como Imperio Generador. Para explicar que significa esta idea nos remitiremos a la filosofía de Gustavo Bueno, a su descripción de Imperio y, posteriormente, a la diferenciación entre imperios constructores y depredadores. Veremos después la conexión de esta idea con la distinción de Carl Schmitt, recogida por Alexandr Dugin, entre civilizaciones de la Tierra y del Mar.
Nos señala Bueno, en primer lugar, la mala prensa del concepto “Imperio” frente al de “Nación”. “Imperialista” es siempre un término peyorativo en el lenguaje “políticamente correcto”, mientras que “nacionalista” puede tener una acepción positiva, o al menos ambigua: normalmente tiene una acepción positiva cuando se refiere a las “naciones sin estado” o “naciones oprimidas”, el cual se considera siempre un “nacionalismo democrático”, aun cuando pueda tener acepción negativa cuando se refiere a Estados-nación, pues entonces “nacionalismo” se asimila a “Imperialismo”. Así los nacionalismos vasco o catalán son “democráticos”, mientras que el nacionalismo español es, al menos, sospechoso, pues se asimila a un Estado dudosamente democrático, e indirectamente, a la idea de Imperio.
Bueno realiza una disección de la idea de Imperio[1], que, al igual que la idea de nación, es polisémica. Distingue 5 significados distintos a la idea de Imperio:
- Imperio como facultad del Imperator, idea que surge de la jefatura militar de la antigua Roma. Liderazgo del caudillo militar, no necesariamente institucionalizado. Es una autoridad de tipo “etológico”.
- Imperio como espacio de acción del Imperator. Es una idea territorial, que puede ampliarse a otros conceptos, como el comercial. Cuando los historiadores de la Roma antigua hablan de “fronteras naturales del Imperio” usan este concepto como espacial-antropológico, como antecedente de conceptos geopolíticos.
- Imperio como sistema de estados subordinados a un Estado Hegemónico (diapolítico). El antiguo bloque comunista liderado por la URSS sería un buen ejemplo. En los dos límites de esta idea encontramos el Imperio Depredador, que degrada a los estados subordinados a simples colonias, sin ninguna idea de integración en un proyecto común (Imperio Británico, Imperio Holandés), y el Imperio Unitario, en que los estados subordinados desaparecen y se funden en un Estado Único.
- Imperio como idea trans-política. Cuando la relación entre el Estado hegemónico y los estados subordinados adquiere una dimensión trascendente, teológica o ideológica, con la co-determinación de los estados subordinados. Esta idea de Imperio necesita algún tipo de “Iglesia”. El bloque comunista podría ser otra vez un ejemplo, pero atendiendo a la dimensión “trascendente” de realizar la Revolución Mundial, donde la Internacional Comunista (integrada por los partidos comunistas liderados por el Partico Comunista de la Unión Soviética) actuaría como “Iglesia”. El Imperio Hispánico podría ser otro ejemplo, como brazo de la Iglesia Católica para extender el catolicismo a todo el mundo.
- Imperio como idea filosófica. Bueno compara esta idea con la teoría física del “gas ideal” o “gas perfecto”: no existe en la realidad, pero sirve como instrumento gnoseológico para estudiar los gases reales. Así nos dice que todo imperio trans-político tiende a la universalidad, pero que esta nunca puede llegar a realizarse, pues el Imperio, como toda sociedad política, existe por oposición a otras sociedades políticas. Si un Imperio llegara a ser universal (es decir, si desaparecieran los otros imperios) se desintegraría y desaparecería.
El interés de Bueno se centra en la idea trans-política y en la idea filosófica de Imperio, y en su relación con los conceptos de Género Humano y de Historia Universal[2]. Así, cuando se sustantiviza al Género Humano como una realidad dada desde el principio de la Historia (confundiéndolo como la especie humana como concepto biológico-taxonómico), entonces la Historia Universal se concibe como un despliegue (en acto o “para sí”) de este Género Humano ya dado.
Bueno rechaza esta interpretación, en cualquiera de sus versiones, calificándola de “metafísica”, y afirma que la Historia Universal es la Historia de los Imperios Universales[3], y que estos Imperios se definen en función de un Género Humano que no está dado previamente, sino que va a construirse en función de los planes y programas de estos Imperios. De esta forma la Historia Universal deja de ser un proyecto metafísico, para convertirse en un proyecto práctico positivo.
Así por ejemplo el Imperio Hispánico aspiraba a la universalidad (católico significa universal) y a la construcción del Género Humano en función de los planes y programas del catolicismo hispánico. Sin embargo, nunca llegó a ser realmente universal, ni su modelo de humanidad llegó nunca a abarcar a todo el Género Humano, entre otras cosas porque chocó en su desarrollo con otros imperios: el Imperio diapolítico depredador británico, y el Imperio trans-político islámico, representado por Turquía.
Nos encontramos, según Bueno, con una dialéctica de la parte y el todo[4], donde la parte es el Imperio, y el todo el Género Humano. Un Género Humano que no podrá estar dado previamente al proyecto de esos Imperios, que pretenden precisamente definirlo y construirlo. Puesto que las partes del todo son siempre múltiples, es decir, puesto que los proyectos de la Historia Universal (los Imperios) carecen de unicidad, la Historia Universal tomará necesariamente la forma de la exposición del conflicto incesante entre los diversos Imperios, que se disputan la definición efectiva y real del Género Humano.
Al hablar del Imperio como idea dia-política ya se ha esbozado la distinción entre imperios constructores y generadores. Vamos a profundizar un poco más en esta distinción que, pensamos, es fundamental para entender que fue el Imperio Hispánico y para distinguirlo de otros.
El Imperio constructor lleva implícita una determinada idea de la sociedad, del ser humano y de la política. Su proyecto es incorporar a los pueblos conquistados y generar sociedades análogas a la propia. Un ejemplo de Imperio constructor sería el Imperio Romano, portador de una de una idea de civilización a la que incorporó a todos los pueblos mediterráneos (recordemos que, con el edicto de Caracalla, todos los habitantes libres del Imperio se convertían en ciudadanos romanos). El Imperio dejo su huella en piedra allí donde estuvo (por eso se llama constructor) en forma de calzadas, acueductos, obeliscos, templos y palacios.
El Imperio Hispánico tuvo características muy parecidas al romano. Incorporó a los pueblos originarios de América, igualándolos en derechos a los habitantes de la península y haciéndolos súbditos del Rey. Extendió la lengua española y el catolicismo, pero respeto las lenguas indígenas, llegando incluso a publicar gramáticas de estas lenguas. Construyó gran número de universidades, donde los indígenas eran admitidos, en plano de igualdad. Dejó su huella en piedra, en forma de hospitales, catedrales y otros monumentos.
El modelo de Imperio depredador parte de otras premisas. La principal es que los habitantes de la metrópoli son racialmente superiores a los de la colonia. La segunda es que la componente económica pasa por encima de cualquier idea civilizacional, y nunca se plantea replicar la civilización de la metrópoli en la colonia. Los indígenas son, en el mejor de los casos, tratados como ciudadanos de segunda (como en la India), o, en el peor, exterminados (como en Norteamérica o Australia). La colonia es, básicamente, una fuente de materias primas, y, en ocasiones, un gran mercado donde vender los excedentes de producción.
Podemos establecer una relación entre estos modelos de Imperio y la existencia de dos tipos de civilizaciones: las de la Tierra y las del Mar.
La idea de la existencia de civilizaciones Telúricas (o de la Tierra) y Talasocráticas (o del Mar) es muy importante en las ideas geopolíticas de Dugin[5] pero no es original suya. Ya la encontramos en Haushoffer y, sobre todo, en Carl Schmitt[6].
Para Dugin las llamadas civilizaciones de la Tierra se caracterizan por una serie de ítems ideológicos y sociológicos: Conservadurismo, Holismo[7], Antropología Colectiva y culto a los valores del ascetismo, el honor y la lealtad. Son civilizaciones enraizadas a la tierra y los valores de la tradición y la continuidad. En contraste, en las civilizaciones del Mar predominan los valores individualistas, universalistas y comerciales. El Océano no tiene fronteras y el navegante pierde con facilidad sus raíces. En la antigüedad, la oposición Roma (la Tierra) frente a Cartago (el Mar) es un buen ejemplo de esta dualidad. En la modernidad Inglaterra es un ejemplo prístino de civilización Talasocrática, así como EEUU a partir de un cierto momento de su historia.
Para Dugin[8] Rusia ha sido siempre una civilización de la Tierra. Desde el Rus de Kiev, el Zarato Moscovita, la URSS o la actual Federación Rusa, por encima (o por debajo) de las diferencias políticas, hay un conjunto de rasgos comunes en el transcurso de la historia política rusa. Todo ello ha llevado a Rusia a un enfrentamiento continuo, tanto a nivel ideológico como geopolítico, con las civilizaciones “del Mar”. La Guerra Fria y el actual enfrentamiento de la Rusia de Putin con EEUU y sus aliados son buenas muestras de este enfrentamiento, aunque con motivaciones políticas y propagandísticas distintas.
Hay que aclarar que una civilización de la Tierra se refiere a sus orígenes, a su gestación, sin perjuicio de que, posteriormente, pueda desarrollar una potencia naval. La gestación de la Nación Histórica Española, que tiene lugar durante la Reconquista, está protagonizada por dos figuras: la del guerrero que conquista y la del campesino que cultiva la Tierra y se arraiga en ella. Los valores fundacionales son los característicos de una civilización de la Tierra.
Manuel Garcia Morente, en su libro Idea de la Hispanidad[9] al describir la psicología del que llama el “caballero cristiano”, se refiere, punto por punto, a los valores propios de una civilización Telúrica. Este tipo humano será el forjador del Imperio Generador Hispánico.
[1] Bueno, G. (2000) España frente a Europa. Barcelona, Alba Editorial, p. 180.
[2] Obra citada, pp. 2086-209
[3] Idem p. 209.
[4] Idem, p. 210.
[5] Dugin, A.G. (2015) La geopolítica de Rusia. De la revolución rusa a Putin. Hipérbola Janus, pp. 7-9.
[6] Schmitt, C. (2001) “Tierra y Mar. Consideraciones sobre la historia universal”, en Orestes Aguilar, H. Carl Schmitt, teólogo de la política. México, Fondo de Cultura Económica.
[7] El todo, el conjunto, es algo más que la suma de las partes.
[8] Obra citada, p. 11.
[9] García Morente, M. (1947) Idea de la Hispanidad. Madrid, Espasa Calpe, p. 55.